jueves, 30 de abril de 2015

Crónica de la 8ª reunión GRUPO MADRID

Restaurante Pirata´s

Alcorcón (Madrid), 29 de abril de 2015

“Con diez cañones por banda,
             viento en popa, a toda vela,
 no corta el mar, sino vuela
 un velero bergantín.
 Bajel pirata que llaman,
 por su bravura, el Temido,
 en todo mar conocido
             del uno al otro confín.”

En aquel tiempo, José de Espronceda ya sabía  que nos íbamos a reunir en “Pirata´s”. La idea salió de Antonio Crespo. Nos estábamos mosqueando un poco con “El Granjeño” : mucha paja y poco grano. Cuando me metí en internet para buscar el restaurante, la verdad es que me asusté. ¡Joder!, ¿a dónde nos va a meter este tío? Pensé hasta llevar una faca atada estratégicamente en el muslo izquierdo simulando paquete, por si las moscas. No hizo falta.

La cita era de 7,30 a 8,00 de la tarde. Las ansias por vernos nos obligó a ser puntuales. Uno a uno fuimos apareciendo en la puerta de entrada del restaurante, después de exhibir todos nuestra destreza aparcando. Bueno, todos no. Yo me encontré con un hueco que cabía perfectamente una "catalanita" de treinta plazas y dejé el coche a seis metros del bordillo. Andrea, siempre atenta a todo, me comentó: ¿No te parece que lo has dejado un poquito “arretirao”? Sumiso y diligente corregí el error.
 
Consuelo, V. Castillejo, Andrea, A. Crespo, Cari, Carmen Yagües, Carmen
Teresa, Yediel Ligero, Antonio López Arenas, Rafa Vilas y A. Estepa
Una vez más la demostración de alegría: abrazos, palmotazos en las espaldas, castos besos a las damas… Hoy estrenábamos visitante. Se nos unía al grupo, Antonio López Arenas. Desgrane de vivencias para situarlo en el sitio justo de nuestra mente. Arduo esfuerzo mental después de 50 años. Pero tenemos cabeza para recordar, si  viniera a cuento, hasta el desembarco anfibio en las playas de Normandía. Unos tenemos más cabeza que otros. Gorda, que no grande.

Después de una larga charla a pie de tajo, por fin decidimos entrar. Lo primero que me impresionó fue la estudiada luz del local: tenue, íntima, enigmática. ¿Saldrá algún bucanero dando saltos por aquí? Recorrimos el amplio salón destinado a barra para adentrarnos en el espacioso comedor, magníficamente decorado ad hoc. Después de una larga batería de preguntas y respuestas con el novel comenzó el asalto, cuchillo en mano, a las exquisiteces: croquetas de buey, queso con miel, medallones de ternera…  Entre plato y plato desgranábamos nuestras vivencias aderezadas con opiniones de alto nivel sobre política, familia, religión. Es un orgullo tener compañeros, amigos, hermanos, donde puedes hablar claramente de todo después de cinco decenios áridos de convivencia. ¡El pequeño milagro del espíritu de Los Angeles!

Como en un Consejo de Ministros, acordamos tener una reunión preparatoria para el abordaje a la casa de Antonio López, no el pintor sino “el cañuelo”, que generosamente se ha ofrecido para acogernos en el próximo mes de junio. Dejé caer sutilmente que las reuniones no se hagan en días laborables, por temor a la falta de productividad del día siguiente. ¡Profesional que es uno!

“Que es mi barco mi tesoro,
          que es mi dios la libertad,
 mi ley, la fuerza y el viento,
 mi única patria, la mar."

Sabemos lo que fue para Espronceda su tesoro, su dios, su ley y su patria. Si el poeta hubiese estado en Santa María de los Ángeles, estoy seguro que su escala de valores hubiese también cambiado en la “Canción del pirata”.

Antonio Estepa Romero 

jueves, 16 de abril de 2015

En Montilla, el 11 de abril de 2015, por Andrés Osado

 “Todos los del 63 y 65 y algunos más”


¿Cuántos van en el autocar? Y el bueno y diligente Andrés Luna, cuando apenas ha puesto el solicitante su último signo de interrogación, pone el listado de todos (es que Andrés, con un ojo está pendiente de su móvil y con el otro mira a ver cómo van creciendo sus agapornis, por si alguno de nosotros también le lanza la pregunta sobre su estado): 
-Hasta ahora estos son los apuntados… -Y vuelve a poner el listado.
¿Están muchos apuntados para el encuentro de Montilla? El eficaz y no menos amable de Antonio Luna (coincidencia  hasta de apellidos) contesta… pero cuando deja de haber estado ensimismado mirando “hacia sus montaña nevadas” (parece que este entrecomillado sueña a algo rancio, pero lo voy a dejar porque las vistas son así) ¡Qué mal intencionado soy!... contesta cuando ha terminado una de esas comilonas que se pega, por aquello de tener  tantos amigos. Pues, sí señoras y señores, que … ¡contesta cuando puede o las circunstancias le dejan!  y ya está… pero contesta:
-Tranquilos que estoy esperando alguna confirmación… ya lo pondré en el Facebook.
Lo cierto es que son los dos muy buena gente,  porque aguantar a tanto… preguntón repetir siempre la misma pregunta,  tiene su aquel. Lo cierto es que saben que sólo el deseo de poder encontrarse con muchos amigos provoca esa ansiedad. Por eso, ni se inmutan. ¡Que grandes son!
Mientras nuestro Paco Raya sigue preparando el plan de la visita turística de Montilla, a la vez que de reojo, mira la lista que pone Andrés y el número que va dando Antonio Luna. En este tema, cuando ya expone en su “carta magna” todo el itinerario, sí que llueven las preguntas. Pero esta vez al que no le da la gana indicarlas es a mí, porque yo no tengo tanta paciencia, como nuestros queridos amigos. Y porque quiero acabar este escrito, ya que de lo contrario habría que enumerarlas en más de cincuenta folios. (Bueno quizás exagero… vamos a dejarlo en… 49. Sí, eso, 49, ni una más ni una menos) Ya llevo una y sólo he puesto el título, así que imaginaos. Y me explico por qué digo que es totalmente cierto: porque en las que utilizaría para indicar cuantas veces, nuestro “Padre Rector” utilizó en animar a la gente a que se apunten, serían unas  treinta;  más las veinticinco del “Jefe de Estudios” y Antonio Luna, que también se inflaron y las cuatro de un servidor, hacen el total exacto. Así que... vamos para adelante que no hemos hecho nada más que empezar. Pero lo cierto,  es que no tiene nombre el empeño que pusieron en todo.
Pues listos:
Todo del tirón.  Me  levanto tempranito. Con tiempo suficiente, me presento en la parada señalada de la Cruz Roja, con 20 minutos de adelanto (no me gusta llegar tarde, pero…  ¡joder tampoco hacía falta llegar tan pronto!) Bueno,  el caso es que el autobús nº 5 me había dejado en lo que se llama la parada de “La media Luna o Meliá”, donde además de los autobuses de línea urbana, paran  otros privados que salen de Córdoba.  Claro, yo,  al ver allí tanto autobús, empiezo a buscar entre todos ellos e incluso pregunto si hay alguno que vaya para Montilla. Una vez revisados todos, y no habiendo encontrado  cara conocida alguna, me reafirmo en que la parada es la de enfrente: la de la Cruz Roja (tal y como había indicado Paco Moreno (a la sazón Padre Prefecto y muy digno responsable y contratista del autocar). Me cambio de sitio. Llego a la Cruz Roja  y no hay cara conocida, sigue siendo temprano… ¡pero es que tampoco está el autobús!. (Por momentos mi fe en Andrés Luna y Paco Raya, y Moreno y todos los demás,  se va diluyendo poco a poco) ¡Pero si han dicho aquí en Cruz Roja!… ¡que dudas!  Menos mal, que al poco se presenta  Juan Hinojosa, con su esposa.  Pero mi fe se derrumba por completo, al comprobar que ella y él dudan igual que yo. Y para colmo son ya las nueve horas y diez minutos. ¡Que sufrimiento!  Ponemos un “güasa de esos” pero nadie contesta. En aquel momento me vinieron a la cabeza las palabras de Teresa de Cepeda y Ahumada:  “Vivo sin vivir en mi…” “Me  dije para mi,  que la culpa era mía y sólo mía por haber llegado con tanta antelación”.
Unos minutos antes de la hora fijada, empieza a aparecer gente y por fin… el autobús. ¡Entonces ya empecé a vivir!
Llegamos a Montilla, en el autocar (que como ya he dicho, se había encargado de contralo Paco Moreno Osuna) Al  bajarme,  observo cómo el podre de Paco Raya estaba con más nervios que los míos. Se hacía tarde y el horario no se estaba cumpliendo. Todo el mundo a correr y a realizar la visita programada.
¿Os parece bien que os cuente,  lo que pasó en el autobús para llegar a la parada fijada en Montilla?... ¿Si?
Bueno, visto que por aclamación me la pedís, vamos pues:
 Se nos había dicho, que la última parada era en el “LLANO DE PALACIO”. Ya en la localidad,   nos quedamos de piedra cuando el conductor nos indica que él no sabía dónde estaba eso. Y nosotros lo único que veíamos eran cuestas y más cuestas. ¿Dónde estará el llano?  Menos mal que alguien de los que íbamos en el autocar (pido disculpas por no acordarme ahora mismo de quien se trataba) supo indicarle al conductor y por fin llegamos al “llano”…  ¡Y era una cuesta!  Pero mirad, cuesta o no, habíamos llegado. Eso era lo importante.
Como iba diciendo, antes del inciso solicitado con tanta vehemencia, nuestro (sufrido) anfitrión pudo comenzar la tan bien organizada visita turística a la ciudad de Montilla. Un servidor,  oída la explicación sobre Santa Clara y habiéndome percatado que el resto de la visita se parecía a eso de… (llano de Palacio) comprendí que no estaba hecha para mí. (No, fuera de cachondeo, mi pierna no me iba a dejar realizarla. Además ya tuve la suerte, en otra ocasión, de realizarla con Paco)
En un bar cercano, donde nos  había dejado el autobús,  “levantamos unas tiendas” para otras cuantas personas y yo (nuestro amigo Andrés Luna y cómo no el Sr. Sánchez Sánchez, con sus respectivas santas) y nos dispusimos a “contemplar” unos vinitos con sus correspondientes choricitos. ¡Que bien nos entraron!
Se nos pasó rápidamente el tiempo y los visitantes fueron llegando poco a poco y tomamos nuevamente el autobús que nos dejaría en casa GABI, que estaba cerquita…, tanto que nos dio tiempo a recolectar el dinero que serviría, al Sr. Moreno,  para pagar al conductor.  Yo diría que se había tratado de otro tur turístico, pero esta vez en autobús para apreciar un magnífico un “camino de olivos” (en honor a la verdad el propio Gabi tuvo la amabilidad de ir delante con una furgoneta). En ese momento me vino a la memoria aquel  4 de noviembre de 1963, cuando un autocar nos dejó en Hornachuelos y un camión nos recogió para llevarnos hasta la misma puerta de Santa María de los Ángeles.  ¡Pero hay que ver lo jodío y malo que soy! Es que me meto con todo.  Bueno, nuestros ojos brillaron como las estrellas, al llegar al restaurante de Gabi, magnífico sitio, y quedar deslumbrados por el  recibimiento que se nos dio por parte de los que ya habían empezado a pegarle al espirituoso vino y la refrescante cerveza. Vaya esto me ha salido con un poquito de menos mala leche. Veis… si es que en el fondo…
¡Y ya se acabó el orden, la programación, el silencio y la paz!.
Cuando nuevamente vi a Paco Raya y al notarle el semblante, más blanco que las paredes del restaurante, tuve que decirle que ya había terminado su misión, que se relajara y empezara a disfrutar como todos los demás. Su labor la había cumplido al ciento por ciento.
Ahora, querido amigo Francisco César, personifico en ti a todos los que de “una manera especial” os encontrabais entre nosotros (aunque os librasteis de pagar a Antonio Luna,  so bribones),  ya que EL CORAZON PUDO CON LAS DISTANCIAS, y por lo tanto, allí, estábamos “Todos los del 63 y 65 y algunos más”.
Ahora voy a dar rienda suelta a mis sentimientos, a través de mis dedos. Se acabaron los disparates y las gracias.
No sabía a dónde acudir, había tantos amigos a los que saludar, que me pasaba igual que cuando pequeño y me llegaba a comprar alguna chuche, con la pesetilla o los dos reales que había recibido de mis padres. No podía elegir. Así que poco a poco fui tranquilizándome, yo también, y saludando y hablando, con todos ellos. Lo mismo les sucedía a los demás.
¡Cuantas cosas que contar! ¡Cuantos agradecimientos había que dar a esos compañeros que, en alguna ocasión difícil, nos tendieron una mano, aunque ellos no se acordaran ahora!  Porque  cuando el amor hace algo, luego, no pasa factura.
De cuando en cuando me sentaba en el sitio que me tenía reservado Pepi, la compañera de Gregorio Ramírez Arjona. Pero cuando notaba que estaba algo descansado,  enseguida volvía al terreno de juego. También es que como a ellos los veo con más frecuencia...
Al poco rato observé, en la presidencia o… la pared frontal del salón, según se entra, que estaban nuestros amigos Paco Nieto y Paco Molina, preparando lo que con tanta ilusión y esfuerzo había confeccionado y nos querían mostrar. Muchas horas de trabajo. Al lado,  Rafael Vilas, otro que a la chita callando se pegó un buen lote de trabajo (todos recurrimos a él por aquello de que nos da un millón de vueltas en eso de la Informática) para entregarnos aquella magnífica Efemérides y los escapularios. ¡Que guapos estábamos con esos escapularios y la camiseta roja de la Vicaria! Parecíamos de alguna congregación (sin detallar) Bueno y si me pongo a repetir nombres que han hecho posible esto… no paro. Saben que tienen todo nuestro reconocimiento y sincero aplauso.
Lo malo fue lograr que nos calláramos para que se pudiera empezar a visualizar el video, recuerdo de nuestros años en el seminario, y después cantar el himno que estaba en caraoke. Ya sabes, Francisco César… después de mil intentos y desgañitarse chillando, se logró el silencio. Visionamos el video y le echamos el do de pecho al cantar el himno. (Siento decirte, que no se pudo meter lo que tu propusistes,  por motivos técnicos, por lo menos eso es lo que se dice cuando ya no da tiempo a hacer algo)  Por cierto, buen video sobre nuestros años de seminario. Muy bien realizado, hasta el punto de dejar entrever alguna lagrimilla que otra, en el rostro de alguno: como cuando Rafael Vilas, el otro chiquitín (de antes…y de ahora) nos provocaba cuando dejaba volar entre los muros de aquella capilla de Hornachuelos, la canción de despedida, a esa Virgen, que tantas y diversas sensaciones dejaba, en esas menudillas “hormiguitas” que llenaban aquel recinto.
El  himno salió perfecto, con ese karaoque que nos facilitaba su ritmo y letra. Todo seguía saliendo a la perfección.  Ya la cara de Paco Raya era otra.
Y Carlitos, que será siempre Carlitos: fotógrafo oficial de los eventos, con su cámara, dejando recuerdo gráfico de todo lo que allí sucedía. Bueno el que más y el que menos también sentía las ganillas de echar alguna foto como recuerdo del buen ambiente que allí se creó. Luego podremos ver más detenidamente las caras de satisfacción, de picardía, sintonía,  aquiescencia,  que dejábamos aflorar. Se puede decir, en definitiva, que la labor se había cumplido: todos, todos, pero sin faltar nadie, estábamos allí.                            
Llegué a pensar, por un momento, en que acababa de  soltar la talega de la ropa y estaba saludando, como  otro año más, a los compañeros que dejé, para ir de vacaciones, con mis amigos inseparables (los margaritos) Rafael Raya de la Mora y Antonio Martínez Rangel.
Así llegué a sentirme, como si el tiempo hubiera  entrado en una marcha atrás infinita, de la que a duras penas se podía salir de ella. La verdad es que tampoco me preocupaba. Como abeja, picaba de flor en flor: de amigo en  amigo; de hermano en  hermano… ¿por qué  no?
Los cinco sentidos puestos en aquel recinto. Tratando de que nada se me escapara y darle fijación en mi retina para que esas imágenes no se olvidaran y así encontrarle más sentido a todo aquello: si es que el amor puede tener algún sentido o es simplemente eso… el estar unido a alguien, a pesar del tiempo transcurrido. A apreciar cómo las agujas del reloj del tiempo, se detuvieron en un instante y seguían allí ancladas, esperando alguna señal que las hiciera  juguetear nuevamente en ese vals inagotable.
¡Tanta ilusión había, que ya se prefijó el lugar del próximo curso!. ¡Las ganas de volver a vernos encendieron el motor de reserva para así empezar, nuevamente, a las preguntas!:
¿Cuántos van en el autocar?
¿Están muchos apuntados para el encuentro de…?  (al parecer,  Baena)

Andrés Osado, 15 de abril de 2015

     

¡VAYA CRONISTA!


FE DE ERRATAS DEL ENCUENTRO ANUAL EN MONTILLA

¡Vaya metedura de pata! ¡Luego me llamáis “cronista”!
¡Pués, menuda crónica que hice del último encuentro, en Montilla!
Claro, yo venía tranquilamente en mi autocar y “venga juerga y cachondeo”. Pero... el que “venga atrás que arree”. Eso, por lo menos, dice el refrán.
No dije ni una palabra de esas compañeras y compañeros que, realizando un esfuerzo digno de toda alabanza, hicieron el camino, hasta Montilla, en medios de locomoción particulares. Para colmo, de lugares, si no allende los mares, sí casi: unos de Madrid, otros de Sevilla; algunos de pueblos cordobeses, de Málaga y otro, en su “fargo” de la ciudad de las palmeras, Elche. Si alguien no nombro, sólo se debe a mi desconocimiento, pero ha de sentirse también aquí mencionado, pues ese es mi sentir. ¡Que grandeza!
Vaya para ellos mi más sincero reconocimiento. Seguro estoy que a él se unen todos esos privilegiados que utilizaron un medio cómodo y libre de “soplidos”
Pero, sobre todo, pido disculpas por tan nefasta “crónica” . Espero que no vuelva a suceder.

Andrés Osado