martes, 12 de abril de 2016

Don Ángel Carrillo y mi vocación sacerdotal

Antes del Seminario. Priego: 1961-1963

(1ª parte)

 
D. Ángel Carrillo Trucio (1882-1970)
En el Seminario Don Ángel Carrillo de Priego no necesitaba presentación. Todos lo conocían por la gran labor de la “Obra de las Vocaciones”, como él designaba a promover chiquillos que fueran al Seminario para ser sacerdote. Hubo años que Priego tenía mas sacerdotes que la propia capital cordobesa. Incluso el obispo de Jaén le solicitaba a Don Ángel que le mandara seminaristas a su Seminario. No cabe duda, que llevó a cabo indirectamente una gran labor social de promocionar a jóvenes, que si no hubiese sido por su paso por el Seminario no hubieran accedido a otras carreras o profesiones.
Los primeros recuerdos de Don Ángel Carrillo que guardo están relacionados con la Escuela Unitaria de Don Juan Osado en  la Calle Amargura de Priego. Cada cierto tiempo acudía para  invitarnos a que fuéramos ese día por la tarde a la Iglesia de San Francisco, de la que era capellán. Cuando hacía su aparición por la puerta, todos los chiquillos a una nos lanzábamos hacía él a besarle la mano. En más de una ocasión estuvimos a punto de tumbarlo, pues por esa época ya  era mayor. Ni el maestro, ni él mismo lograban poner orden a tan impetuoso saludo.
Aquello era algo que los pequeños, en principio, habíamos visto hacían los mayores y todos lo imitábamos pensando que algo grande tendría que ser aquel sacerdote. Como poco a poco nos íbamos dando cuenta, por su cariño e interés por cada uno.
Una de las veces que me confesé, me preguntó la edad que tenia y seguramente por la falta de gravedad de lo confesado y siguiendo su costumbre con la mayoría de niños me dijo: “Hijito mío, ¿tu quieres ser sacerdote? ¿Quieres ir al Seminario? Piénsalo.
En Priego los seminaristas eran una institución: se hacían notar cuando aparecían en vacaciones por algunas características externas que los diferencia del resto de jóvenes: zapatos y calcetines negros y peinados a “cepillo”. Solían pasear juntos en pandillas, después de misa, desde la Fuente del Rey al Paseo de las Rosas.
En la siguiente confesión  esperé a que de nuevo me preguntara lo de ser cura. En seguida le dije, que sí. Y él con una entusiasta alegría que le nacía de muy adentro, me besó la frente repetidas veces, a la vez que repetía:” Muy bien, hijito mió, muy bien!”.
Cuando esta decisión la dije en casa, mi madre la acogió con alegría y agrado. Pero a mi padre, no le hizo mucha gracia. El argumentaba que la Iglesia y los sacerdotes hoy  están muy criticados. Y añadía que la Iglesia está muy adulterada. También él como muchos niños y jóvenes de Priego había recibido en su momento la propuesta de Don Ángel de ser cura.
En cierta ocasión se encontró Don Ángel por la calle con mi padre y le dijo: “Tu no quisiste ser cura. Pero has tenido un hijo que lo va a ser”. Mi padre, había colaborado estrechamente con Don Ángel dando clase en un Centro Obrero. Su respuesta en este caso, después de pensarlo en el plazo de tres días, fue: “Don Ángel a mi me gustan mucho las mujeres, yo no quiero ser cura” Y Don Ángel, nos contó mi padre, le dijo: “Ay, hijito mió, que me has matao”
 A partir de ahí se fueron sucediendo las continuas  idas a San Francisco: recibir clases de apoyo para el ingreso en el Seminario por parte de él mismo o de algún ayudante (posiblemente seminarista). Clases que se desarrollaban en la sacristía mayor de San Francisco.
Los aspirantes al seminario también algunas tardes lo  visitábamos en su casa. Allí nos pasábamos  las horas sentados con él, como si fuéramos mayores. Hablando de temas, que no recuerdo cuales podrían ser. Como niños no teníamos ideas claras de cuando había que poner fin a la visita. Esta acababa cuando venían otras personas o él discretamente nos invitaba a irnos a casa, que se hacía tarde. Pienso que era el cariño  y como nos trataba lo que hacía que lo buscáramos y lo frecuentáramos. Nos sentíamos queridos por él y esa era la razón de nuestras visitas espontáneas a su casa. Cosa que lo diferenciaba del resto de sacerdotes de Priego, mucho más distantes y lejanos.

Manuel Vida Ruiz
Parroquia de Ntra. Sra. de Linares
Córdoba, 12 de abril de 2016

5 comentarios:

  1. Paisano, firma el escrito.
    Has recreado exactamente lo que a todos los de Priego nos sucedió. Has levantado recuerdos anteriores a mis crónicas que te agradezco de corazón. El respeto y el cariño hacia D. Angel sigue presente en mi vida y lo considero un hombre Santo, que vivió su sacerdocio profundamente. Gracias a él, muchos tuvimos una oportunidad de estudiar y formarnos, ya que en el pueblo difícilmente la hubiéramos conseguido.
    Gracias de nuevo por tu relato y tus buenos recuerdos. Un abrazo
    Antonio Gómez

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  2. No sé por qué pero todos imaginábamos que eras tú.

    Es verdad, Manuel, en aquellos años el número de seminaristas de cada pueblo era directamente proporcional al empeño que ponía el cura en captar adeptos para la causa. En este caso nuestro una causa bendita por todo lo que ha supuesto después en el desarrollo personal de cada uno de nosotros.

    Mi pueblo, Palenciana, con sólo 1500 habitantes tenía siete u ocho seminaristas.

    Un abrazo.

    El Fili

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    1. Huele que el redactor,es un Sacerdote. Leean y reflexionen, se palpa que lo ha escrito, el amigo, Vida.

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  3. Gracias, Manolo, por compartir tus primeros pasos para el sacerdocio. Contigo acertó ese gran sacerdote al que,sin conocerlo, tengo especial cariño. Paco Raya

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  4. Muy bien Manolo D.Ángel quiso q Agustín Vida fuese sacerdote pero como el no quiso
    Dios te eligió a ti para recompensarlo.
    Sigue así que te queremos

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