viernes, 15 de abril de 2016

TENEMOS UN NUEVO PAPA!!!

Un relato de Manuel Jurado Caballero

Móstoles, 15 de abril de 2.016

Queridos Compañeros: Tras el  hermoso  encuentro en Baena, me vais a permitir que comparta  con vosotros algunos recuerdos personales. Para ello me traslado en el tiempo a unos meses anteriores  a vuestra  entrada en el Seminario, que también pudo ser la mía,  como ahora  veréis; concretamente a los primeros días del mes de Junio de 1963.
Iglesia de la Encarnación (El Viso)
Tenía 10 años recién cumplidos y hacía poco más de un año que era monaguillo oficial, en la Parroquia de mi pueblo, El Viso. Fue una etapa de gran ilusión para mí y me tenían muy motivado todas las obligaciones que comportaban el desempeño del puesto. Me sentía protagonista delante de todos mis amigos y sobre todo porque, en aquella época, la Parroquia y los actos litúrgicos eran el centro máximo de atención dentro de la vida cotidiana de un pueblo pequeño. Hasta mi madre se extrañaba que le pidiese con insistencia que me despertase antes de las 6 de la mañana para ir a ayudar la misa de la “Aurora”.
Tengo montones de recuerdos y anécdotas divertidas de aquellos años de monaguillo. Nos teníamos bien ganada la fama de traviesos. Aprovechando que el cura Párroco y el sacristán eran muy mayores, nos lo pasábamos en grande preparándoles pequeñas travesuras o “judiadas” como ellos decían. En fin, aquellas  liturgias en latín eran muy aburridas, muchos de los asistentes estaban más pendientes de nosotros que del acto litúrgico que se estaba celebrando.
Conocí a muchos seminaristas y compartí con ellos buenísimos ratos de charlas, antes de las misas, en las celebraciones por Navidad y sobre todo en las Procesiones. Poco a poco iban calando en mí sus palabras. En algún momento yo me quería imaginar ser también como ellos y tomé la decisión de entrar en el Seminario. La verdad es que me ayudaron mucho y su ejemplo de buenas personas fue determinante para iniciarme. Cuatro de ellos estaban en distintos cursos de Teología y fueron ordenados Sacerdotes en los siguientes años. Quiero mencionar, especialmente a D. Carlos Linares, que luego fue profesor nuestro en Sª Mª de los Ángeles y nos dedicó su juventud y sus primeros años de sacerdocio.
S.S. Juan XXIII
Una mala noticia vino a romper la monotonía en los actos diarios de la Iglesia. Nos dijeron que el  Papa había muerto. Unas extrañas sensaciones se agolparon en mi cabeza. Por un lado, en mi mente de niño, pensaba que el Papa viviría siempre y por otro me parecía muy triste que aquella persona, que había visitado mí pueblo al principio del verano anterior para las confirmaciones, se hubiese muerto. Me tuvieron que sacar de mi grave error. El que vino fue el Obispo. Para mí el Papa y el Obispo eran la misma persona. La prueba era que vestían igual y yo mismo había besado la mano, con un anillo muy gordo…
Después me contaron más cosas de él y que le llamaban el  “Papa Bueno”. Su nombre era Juan XXIII. Que ahora en Roma se reunirían todos los Obispos de la Iglesia para nombrar un sucesor, guiados por el Espíritu Santo. Que tendría que producirse la noticia cuando hubiese "fumata" o humo blanco… en fin todo un poco misterioso para mí, pero atractivo a la vez.
Aquel año en la escuela del pueblo estudiaba el segundo grado. Mi maestro, Don Antonio, era una persona entrañable y me apreciaba mucho. Había influido en mi familia para que tomasen la decisión de llevarme al Seminario. Era la opción más acertada ya que me permitiría seguir estudiando, pues según les dijo a mis padres, tenía cualidades para los estudios y así lo acreditó en mi libreta de calificaciones.
S..S. Pablo VI
Un día, estando en la escuela, de pronto empezaron a repicar todas las campanas a la vez, sin parar. Como conocía los distintos toques de campanas, supe enseguida que anunciaban  alguna noticia importante y alegre. El maestro abandonó un momento la escuela y al rato regresó diciendo: “Niños. Hay una buena noticia. ¡Tenemos un nuevo Papa! Se cierra la escuela hasta el lunes. Podéis ir a jugar y a celebrarlo”. Salimos todos como locos a la plaza del pueblo gritando: ¡Tenemos un nuevo Papa!  ¡Tenemos un nuevo Papa!... Era viernes, 21 de Junio de 1963. El fin del curso escolar estaba muy cerca.
En aquellos días, no recuerdo el momento exacto, dos de los seminaristas mayores habían hablado con mi familia y le habían aconsejado que era mejor que retrasase un año mi entrada en el Seminario. Me veían un poco pequeño. Esta consideración, unida al triste hecho del repentino fallecimiento de mi madre, acontecido dos meses atrás, hacia muy conveniente tomar esa decisión. Además pensaban que era muy importante que mejorase el tercer grado en la escuela y que me preparase bien para la prueba-examen  de acceso, que tendría hacer en San Pelagio, para poder entrar en el Seminario.
Se me truncaron bastante todas las ilusiones que tenia, pero la final no supuso ningún problema, porque la opinión y el consejo de aquellos seminaristas mayores eran para mí del máximo respeto.
Fue así como tuve que pasar un año más estudiando en la escuela del pueblo, hasta que llegó el día en que mis ilusiones se vieron cumplidas y en el mes de octubre (Sábado, 3-10-1964, según las efemérides) pisé por primera vez el que seria, durante cuatro cursos seguidos, mi lugar de estudios, oraciones y juegos: El Seminario de Sª Mª de los Ángeles.
Con el paso del tiempo pude constatar que los históricos acontecimientos del mes de Junio de 1963 y que trajeron un nuevo Papa, Pablo VI, a la Iglesia, supusieron un gran CAMBIO, cuyos efectos pudimos vivir en primera persona todos nosotros, en los siguientes años.
Efectivamente el Papa Juan XXIII, en 1959, había convocado el Concilio Vaticano II, pero su Sesión Inaugural no fue hasta el 11 de Octubre de 1962. Estuvo abierto durante dos meses y ya desde su comienzo, se pudo comprobar que tenía un gran compromiso de renovación moral de la vida cristiana. Juan XXIII falleció en Junio de 1963 y nombrado su sucesor, Pablo VI, tomó el testigo y fue el verdadero impulsor de todas las REFORMAS.
Se celebraron 3 Sesiones más entre los meses de septiembre y diciembre, de los años 1963, 1964 y 1965. Siendo Clausurado el 8 de diciembre de 1965, festividad de la Inmaculada.
La magnitud y profundidad de las reformas afectaron a todas las áreas de la Iglesia y sirvieron para adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo actual. A nosotros también nos afectaron, y mucho. Se puede decir que los curso 1963-64 y 1964-65 fueron el final de una etapa o de transición a unos cambios radicales, para mejor.
Recuerdo perfectamente, que además de la sotana con la que bajábamos todos los días a la Capilla, usábamos el “Misal” para poder seguir la liturgia en castellano, ya que toda la celebración era en latín y de espaldas a los asistentes. Poco a poco, a lo largo del curso 1965-66, se fueron produciendo los primeros cambios. En la Capilla pusieron el Altar de cara a nosotros y la liturgia se fue celebrando en castellano.
En San Pelagio, el rectorado, la dirección espiritual y la jefatura de estudios, estaba en manos de los Jesuitas. Los seminaristas que pasaron por allí saben bien de qué iba la cosa. Se puede resumir en que eran muy severos en los aspectos disciplinarios y de orden. En cuanto a los estudios, el plan clásico, es decir latín y griego, desde el primer minuto. El último año que estuvieron al frente de San Pelagio fue el curso 1964-65. Cuando vosotros pasasteis a Córdoba, en tercer curso 1965-66, ya no estaban allí, y fue el primer año como Rector de D. Martín Cabello de los Cobos.
En Sª Mª de los Ángeles, el Rector  venía siendo D. Gaspar Bustos. En cuanto al tema disciplinario no había tanta rigidez, aunque sí sufrimos la mano ligera de algún formador y algunas malas e injustas situaciones que varios de nosotros ya hemos relatado. En cuanto al plan de estudios, ciertamente hubo bastante desajuste y se puede decir que padecimos tres cursos de transición. Los que entramos en 1964, teníamos el latín como asignatura pero el griego no. Empezamos con griego en 5º curso, ya en Córdoba. Sin embargo vosotros del 1963, si estudiasteis griego desde el principio.
Con las reformas, las asignaturas se fueron adaptando al Plan General de Enseñanza Media y finalmente en el curso 1966-67, nos convalidaron los dos primeros cursos anteriores y nos presentaron como alumnos libres de 3º, en el Instituto San Fulgencio de Écija. Supuso un gran cambio, pues significaba que todos nuestros estudios quedaban homologados y tenían validez oficial.
Los seminaristas que fueron entrando a partir del curso 1967-68, se encontraron con un sistema de estudios ya implantado y puesto al día. La disciplina no era tan severa y el trato por parte de los curas-formadores era bastante más humano y cercano a nosotros. Desde luego nada tenía que ver, con aquellos primeros años que vivimos y que en algunas ocasiones sufrimos.
Os pido disculpas si he sido un poco farragoso con tantas fechas, pero al menos a mí, me son de gran utilidad para fijar ciertos momentos y recuerdos que a veces andan pululando en mi memoria.
Recibid un fuerte abrazo.

7 comentarios:

  1. Amigo Manuel te felicito por el claro planteamiento de tu exposición, que nos ha enriquecido nuestra memoria con datos importantes de aquella época, lo que fue toda la evolución de la enseñanza en el Seminario, homologando los estudios.
    En efecto, la metáfora de dejar de dar la espalda a la gente por el oficiante en los oficios religiosos, así como el hablarles en su idioma dejando de lado el latín, es algo que trasciende el mismo hecho.
    Es un cambio de la mentalidad, y del mismo concepto del significado de la palabra Iglesia Católica, como una mensajera de la Fe cristiana universal y para todos.
    Como si se hubiera roto una costra invisible que separaba a la gente sencilla y humilde, de la encumbrada metafísica con la que se envolvía el mensaje de humildad de Cristo repetido miles veces en cada acto religioso en las lecturas del Evangelio.
    Un camino, el de la cercanía y unión en humildad e igualdad de trato con todos los hombres y mujeres que formamos la sociedad, y que a mi parecer a día de hoy sigue sin estar andado en todo su recorrido.
    Diciendo una cosa en la liturgia de la Palabra como un mantra, y luego haciendo en el comportamiento diario otra cosa distinta, salvo honrosas excepciones que gracias a Dios existen.
    Felicidades amigo Manuel por tu comentario, efectivamente en el curso 1966/67 lo que encontramos en el Seminario ya era diferente, desde un mundo que empezó a despertar a otra forma de entender la vida diaria con aquella TV a pedales y aquel salir a trabajar al extranjero de mucha gente nuestra.
    Un abrazo.
    Juan Martín.



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    1. Juan Martín,gracias por tus felicitaciones. Tu comentario posterior ilustra perfectamente,desde el punto de vista religioso, lo que supuso de cambio la doctrina del Concilio Vaticano II.
      Desde el punto de vista de la convivencia dentro del Seminario las cosas fueron cambiando a lo largo de los cursos. Nada tiene que ver el edificio en obras que se encontraron nuestros compañeros en 1963, que no tenían patio para jugar, que de alguna manera fueron afortunados en ese sentido, porque disfrutaron de la naturaleza, del monte y de las cabañas de los "pigmeos" y encima nunca pasó ningún accidente grave (el protector manto de la Virgen). Que cuando nosotros entramos en 1964, las obras estaban terminadas y la cancela del patio puesta. No se podía salir a ningún sitio...es que estábamos en el patio y estaba prohibido subir a los dormitorios. En fin comprendo que los curas aquel año estuvieron completamente desbordados pues con sólo dos profesores más,pasaron de controlar y educar a 247 alumnos, de los 135 que habían sido el curso anterior.Efectivamente el curso 1966-67, fue el inicio de algo muy diferente y quedaba reflejado en todos los aspectos de nuestras vidas.
      Recibe un cordial abrazo.
      Manolo Jurado.

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  2. Gracias por recordarnos momentos, y fechas, olvidadas.

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    1. Gracias a ti Antonio, por dedicarle unos minutos a la lectura.
      Un fuerte abrazo de mi parte.

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    2. Gracias Manuel por tu gran relato y por hacernos recordar vivencias y hechos. Un abrazo fuerte de tu amigo Rafa

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  3. Amigo Rafa, gracias a ti y recibe también un fuerte abrazo.
    M.Jurado

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  4. Jurado, ¡qué bien has descrito aquellos acontecimientos. Ha sido una narración, concisa, correcta y exacta! Eso es exactamente lo que pasó. Buena memoria y mejor pluma. Un abrazo.

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