lunes, 31 de octubre de 2016

ANÉCDOTAS MÍNIMAS por Pedro Calle

ANÉCDOTAS MÍNIMAS DE UN SEMINARISTA MÁS TOCADO DEL ALA QUE DE LA GRACIA DE DIOS

Mi abuela Vitoria
Mi madre estaba embarazada de su quinto hijo y pronta a dar a luz, pues ya había salido de cuentas. Mi abuela Vitoria se ocupaba de todo lo que podía en la casa, siempre con el mejor ánimo. Era una persona mucho más alegre que mi abuela paterna Antonina. 

Cuando le hacíamos alguna trastada nos perseguía con la escoba o con la zapatilla, aunque sin conseguir nunca ejecutar el castigo que nuestras travesuras merecían. Siempre le decía a nuestra madre que no nos pegara en la cabeza, no fuera ser que nos dejara lelos. Fue una persona amable, cariñosa y tolerante, que en sus últimos años de vida sufrió demencia senil. Yo me di cuenta de su estado cuando mi madre nos pidió que controlásemos que no se quemara en la estufa de serrín, a la que se arrimaba peligrosamente durante aquel último invierno que pasé con mi familia en Segovia. 

Murió durante mi primer año en el Seminario. Mis padres me mandaron una carta con una cinta diagonal negra en una esquina del sobre. Me entregaron la carta estando en el comedor. Al leer la noticia de su muerte durante la comida, no pude contener las lágrimas. 

No he vuelto, desde entonces, a llorar la muerte de nadie. Cuantos más muertos y entierros presencio, más impertérrito me quedo. Cuando llegue el mío puede que pase hasta de ir. (Me refiero a mi presencia fantasmal, aunque supongo, que por consideración a mis familiares y amigos, me pasaré a darles mis condolencias y despedirme de todos con el cariño que se merecen).

Villaharta, años 60
En la fila de sacerdotes, el primero mi tío Constantino y el tercero D. Moisés Delgado

Conato de incendio
En cierta ocasión, calculo que estando en 4º curso, estuve a punto de incendiar el monte de Hornachuelos. Deambulaba un mediodía a solas y, sin duda algo aburrido, por un promontorio de tierra próximo al murete inferior del Seminario. Se me ocurrió sin más jugar con fuego. Incendié la hierba seca por puro entretenimiento. Pero enseguida vi crecer las llamas vertiginosamente formando un círculo de cenizas. A cada segundo aquel fuego voraz se expandía más y más, anulando mi reacción y posible control sobre el mismo. Casi me da un ataque de pánico. Finalmente, me lancé a pisar las llamas con el frenesí de un rinoceronte en la sabana africana y con el corazón a 140. Al principió creí que no lo conseguiría, pues el fuego rebrotaba en varios lugares que daba por apagados. Afortunadamente, conseguí reducir los frentes del cerco de fuego antes de que se me escapara por la ladera que descendía al río. 

Aún me pregunto por qué demonios tenía yo una caja de cerillas en el Seminario menor. Creo que no llegué a comentar a nadie esta supina estupidez.

Sueños eróticos
Estaba claro que el sexo era pecado. Y no sólo practicarlo, ya que también se pecaba de pensamiento. Mal rollo para mí, pues me gustaba dormirme soñando contactos íntimos con mujeres complacientes y complacidas. Una especie de película porno que me inventaba casi todas las noches para olvidarme de todo y caer, como un bendito, en brazos del amigo Morfeo. 

(Con el tiempo esa droga afrodisíaca de la excitación nocturna ha ido perdiendo su poder. También, desgraciadamente, mi imaginación).

Lo que me disgustaba era acumular pecados mortales, que inexorablemente debería confesar. ¿Por qué? Porque quería comulgar y sentirme integrado. Tras comulgar disfrutaba de una especie de arrobamiento, “recogido” en el amor incondicional de Jesucristo. Por otra parte, suponía además, que conseguía alguna aprobación de mis superiores.

Adquirí una perspectiva nueva sobre el pecado cuando nos explicaron mejor lo de los pensamientos pecaminosos. Lo que no era pecado de obra tampoco lo podía ser de pensamiento.

A partir de entonces me entregué a mis ensoñaciones eróticas tranquilamente, sin preocuparne de confesarlas. Antes de realizar actos concupiscentes con las chicas de mis sueños, imaginaba que me casaba con ellas previamente. Con tan simplísimo recurso resolví mi dilema interior. Los actos sexuales de mis ensoñaciones quedaban bendecidos previamente por un matrimonio exprés que yo concertaba con toda formalidad. ¿A quién le importaba que me casara cada noche con una chica distinta? A mí, desde luego, no. 

Presentación poética
Aprovecho el interés que pueda concitar mi prosa cantamañanas para ofrecer un par de poesías de mi poemario, casi inédito. El amigo Rafael Vilas se ha ofrecido, amablemente, a editar una selección amplia de mis poesías en un “Cuaderno Poético”. Muchas gracias, Rafael. 

Con estas dos poesías de muestra, pretendo atraer a curiosos y aficionados a su lectura y degustación. Espero que alguno de los poemas os guste. (Son el fruto de 40 años de dedicación esporádica a la expresión poética, mezclando a menudo biografía y literatura).

Pulsa sobre el enlace para acceder al Cuaderno Poético


LA FE Y LA BATALLA

He perdido la fe en la batalla
He perdido la fe
y he perdido la batalla

No quiero perder también el tiempo
en explicar tanto fracaso
cuando ya ni sé cómo o por qué
emprendí esta absurda guerra
-cada vez más perdida- 

contra mí mismo 


TOBOGÁN

Tobogán tobogán
de los días que vienen
y los días que se van

Moja mi piel el deseo
El olvido es de cristal

Como yo sueño en silencio
apenas puedo soñar

Mis sueños 
pétalos de agua
bogando se van al mar

Tobogán tobogán
sácame ya de este sueño
y llévame a tu despertar


Pedro Calle Ballesteros
Alicante. 31 de Octubre de 2016.
pcalleballesteros@yahoo.com

viernes, 28 de octubre de 2016

Cronica de la reunión del Grupo Córdoba en Plateros

REUNION (JUEVERA) DE LOS VICARIANOS CORDOBESES

27 de octubre de 2016
(casi vísperas de la noche de difuntos)

Francisco Sánchez Sánchez, Antonio Martínez Rangel, Juan García Parra, Paco Nieto Molina, Andrés Luna Prieto
Francisco S. Raya Marqués, Manuel Ruiz Nieto, Andrés Osado Gracia y Antonio Gómez Ramírez
Antonio Martínez Rangel, Carlos Samaniego Ortiz y Manuel R. Muñoz Medrán
Al pasar por la Posada del Potro, diome un subidón de adrenalina. Dirigirse hacia “La sociedad del Laurel” en días previos a la noche de difuntos, ciertamente sobrecoge, a la vez que pone.

Figuróseme ya a la gente disfrazada, a la usanza de tiempos de nuestro amigo Tirso. Yo, con mi mantón negro en la mano, que a fuer de ser jersey, daba el pego soberano, como si de un de ellos se tratara. Sólo faltome el sombrero: no importome al ser ya noche cerrada y libre del implacable sol justiciero.

Por la puerta postrera de la “Sociedad del Laurel”(antes Plateros), colome a toda priesa, sin más razón alguna que la de evacuar la vejiga, llena de líquido tanta, que hasta la cara me mudaba. Sorpresa fue la mía que al salir del excusado, encontrome, frente a frente, al sin par Carlitos con cámara en ristre; cegome los míos ojos de los imnumerables destellos salidos del monstruoso instrumento. (jodio Carlitos y luego seguro que no llevaba carrete)

Y allí al frente, engolletados en sus aposentos y presididos (controlados) por el tenorio, el señor de Luna, apodado por más señas, Andrés, se encontraban los amigables comensales, indicados en este pergamino. Digna escena de ser descrita por Cervantes o por Góngora ya que por Tirso fue glosada largamente.

Y como lo que va primero no conviene soslayarlo, se pasaron a las invitaciones de algunas señorías presentes.

Primero el Marqués de la Raya (tanto monta) ofreció una invitación debida al nacimiento de su segundo nieto, Arturo, hijo de su primogénito Paco. Buenos brindis y brindis… (Sólo brindis pues las viandas aun no estaban presentes). Tras el deseo de una larga vida, pasose a la siguiente celebración.

Su señoría Ruiz Nieto, Señor del Higuerón y sus aledaños (que por cierto algunos de sus convecinos se manifestaban por el pueblo de Córdoba, provocando con ello un gran atasco de carruajes y otros viandantes motorizados) también ofreció una copa por la larga felicidad de su hijo, el cual había celebrado nupcias días antes. Brindis y más brindis (y aún con sólo aceitunas y cacahuetes, mal asunto era este).

Pensarán vuestras mercedes que este relato va algo acelerado… en verdad que tienen toda la razón. Pero no vayan a pensar que:

He olvidado al posadero,
pues en esta noche especial
no necesita disfraz
para notar su paradero.

Allí estaba el buen mozo, con “Chuti” su ayudante. Dispuestos a dar con su “tenebroso talante” emoción y alegría a la velada. Sí, sí, alegría nos daban, porque más mirábamos las viandas que portaban que lo pétreo de sus rostros. Tal para cual. Ahora bien, iban a tono con esa noche de “Walpurgis” 

Y en mentando las viandas, se abrió la caja de Pandora y con buena mano alzada los dignos señores, aclamaron a voz en grito: “BOCATA DE CARAMALES”.

Eso si, como siempre ha de haber algún díscolo, el más pequeño de los presentes, señor de cámara en ristre, se decantó por “ATUN CON TOMATE”. Bueno… a decir verdad el señor de Gómez y Ramirez dio cuenta de un buen REBOZADO DE FINAS GAMBAS.

Gran alborozo produjo la presencia de Juan García, comendador de la Parra que tras meses de convalecencia dio muestras de su inmejorable restablecimiento y a buena fe, que su adonis figura así lo demostrara.

Ya repuestos y animados se pasó a contar y contabilidad de las largas fechorías y andanzas de tan dignos caballeros. Cada cual expuso las suyas y al final, tras el recuento, se declaró un empate. 

También hubo debate para tomar algún acuerdo y así se llegó a la conclusión de que la próxima reunión, en casa de Ruiz Nieto y Blanca se celebrase. Púsose la fecha del veinte y seis del mes de noviembre, sabadete (por lo que no habrá juevera) y al que todo “quisqui” queda invitado por esta solemne proclama. 

Ha de mencionarse, de una manera pública, especial y notoria, que Andrés, con su presencia, estuvo dando solera y señorío a tan magnífica velada. Aguantó con un par, como de normal costumbre, hasta que las fuerzas le abandonaron un poquillo. ¡Cuánto se le ha de agradecer! (sí Andrés, aunque te joda, porque no quieres honores, digo que tú nos das unión y ganas de seguir para adelante, gracias).

Antes de la hora de ánimas, sus señorías, se retiraron, cada cual como les vino en ganas.

Y colorín colorado…

Sed buenos.

Andrés Osado Gracia

miércoles, 26 de octubre de 2016

El tomate

EN BUSCA DEL TOMATE PERDIDO
(O COMO LLEVARSE AL HUERTO A UNA PAREJA DE TORTOLITOS)

Resumen de la crónica telefónica de nuestro corresponsal en Roquetas de Mar, Almería, España del mundo mundial. 
La mañana, en Roquetas de Mar, amanecía como otra cualquiera: espléndido sol, temperatura agradable y tranquilidad… “muuuucha” tranquilidad. 
De repente, una llamada telefónica: 
− Voy para allá, no tardo nada. 
De esta forma, al entorno del mar de la tranquilidad y a esa pareja de tortolitos, que disfrutaban de su merecido viaje-imserso, en la localidad antes indicada, Isabel-Pacomo, se les fue introduciendo una brisa marina envuelta en bruma de alegría e impaciencia. Efectivamente, a partir de ahí los acontecimientos tomaron un cariz más acelerado e inesperado que de costumbre.
Al poco rato, una “fragoneta”, no del todo desconocida, se detiene frente a ellos. Sin lugar a dudas no podía ser otra sino la del sin par “Torraor” o si lo prefieren ustedes, “el Hombre que susurraba a las tórtolas” 
− Veis, no he tardado nada. Es que sin pensarlo dos veces me he dicho: ¿por qué no me voy a ver a Isabel y Pacomo−, les dijo Miguel, mientras se precipitaba a indicarles la siguiente actividad. 
− Vamos, os voy a llevar a Motril, no se hable más. 
Dicho y hecho. La fragoneta se puso de nuevo en camino: fiel fragoneta, amiga entrañable de incansables kilómetros de trabajo y “correrías” 
El camino transcurría de lo más aburrido… ¡Eh, alto! Me parece que me estoy equivocando. ¿Ustedes creen eso? ¿Tratandose de Miguel y Pacomo, no se iba a oir ni una mosca? ¡No, que va, no paraban de hablar! 
Por lo tanto, el camino era de los más ameno, mientras se dirigían a Motril. Pero, de repente, Miguel, interrumpe la conversación: 
− ¡Por qué no paramos antes en Adra, ya que nos pilla de camino! 
La fiel fragoneta, como un resorte, viró “ipso facto” hacia Adra. Por supuesto, sin esperar la respuesta de las dos voluntades acompañantes. O sea, que a la fragoneta le importó tres pimientos la opinión de Isabel y Pacomo. 
Ya en Adra, en una de esas enigmáticas rotondas de las que padecemos los españoles, se detiene ante la vista de una pareja de la Guardia Civil: 
− Voy a preguntarles para donde se va al mercado− les indica Miguel. 
− ¡Chiquillo, a la Guardia Civil le vas a preguntar, encima que llevas un piloto roto, estas loco!− le increpa Pacomo (puede verse en la foto la veracidad de la observación) 
− Va, no importa, no pasa nada, no os preocupeis, he pasado la ITV hace unos días. 
− ¿Por favor, me pueden indicar dónde puedo comprar los famosos tomates de Adra? 
En ese momento, los dos acompañantes se quedaron petrificados. ¡Menuda pregunta que les ha hecho! encima con las deficiencias que tenía la fragoneta. ¿Acaso no podía haber pedido información en otro sitio? Mientras tanto, Pacomo no dejaba de mirar de reojo a una caja solitaria, que medio y tapada con una chaqueta, se ubicaba tras los asientos. 
− ¿Qué habrá en esa caja?− se decía para sus adentros, deseando que el agente no se percatara de ella y le diera por preguntar sobre el contenido de la misma. 
− ¡Si íbamos para Motril, por qué pararnos a comprar tomates en Adra!− se repetía una y otra vez el acojonado Pacomo. 
− Pues mire usted, eso le pilla un poco retirado de aquí− contestó muy amablemente el agente, el cual tras un saludo reglamentario, les deseó buen viaje. 
Sólo cuando habían perdido de vista a los agentes, se atrevieron a increpar a su imprevisible conductor por la situación vivida. 
− No os preocupéis, yo ya estoy acostumbrado a estas situaciones, no pasa nada. Yo y mi fragoneta hemos pasado por situaciones más complicadas y siempre salimos con buen pié de todas ellas. 
Y cual caballero andante, siguió su camino, llevando a esas dos personas “imsersadas” hacia nuevas aventuras. 
Por cierto, no hubo ni tomates, ni Motril y continuó el misterio “de la caja de cartón, medio tapada por una chaqueta” 
Quizás, en otro momento, salgamos de dudas. 

Mientras tanto, sed buenos. 

P.D.: Esta vez, como veis, las aventuras son ya de más mayorcitos, pero igual de infantiles. Muy bien. 

Andrés Osado, 26-10-16

viernes, 21 de octubre de 2016

Crónica de la 18ª Reunión GRUPO MADRID

Restaurante “LA PLAZA"

21 de octubre de 2016

Móstoles (Madrid)



Antes de comenzar la crónica debo aclarar un punto importante. Decía en la pasada reunión que “…Antonio López Arenas celebró con nosotros su entrada al club de los abuelos con unas botellas de cava y unos deliciosos dulces de la localidad”. Donde dije botellas de cava debí decir, Champagne Charles Vincent brut. Es igual pero no es lo mismo. “Al César lo que del César…”

Y ahora sí, entro de lleno en lo que nos ocupa.

Esta reunión empezaba para mí con mal pie. Desde ayer jueves estaba nervioso por un problema de agua en la bajante del edificio que manchaba a cuatro pisos. No quise dar la voz de alarma a los compañeros del Grupo Madrid hasta ver si se podía solucionar el problema antes de la hora de la comida. No tuvimos suerte, y Andrea tuvo que quedarse en casa para recibir la visita del fontanero. Esto causó en mí cierto malestar que fue advertido rápidamente por Manuel Jurado, Rafalito Vilas y sus encantadoras mujeres, Manuela y Carmen, que ya se estaban metiendo entre pecho y espalda, cervezas, caracoles y pimientos asados. Me senté con ellos en la terraza del restaurante hasta que hicieron su aparición Antonio Crespo y Cari.

Enseguida pasamos al restaurante. Ya me iba animando. Con esta gente se te pasa hasta un dolor de muelas. En la comida tuve la suerte de sentarme al lado de Carmen. Hasta ahora no me he dado cuenta de la habilidad que tiene para llevar adelante, con notable éxito, dos conversaciones a la vez: la de las féminas y las de nosotros. Esta mujer tendría que haber estudiado la carrera judicial. Hubiese sido una excelente jurista. O incluso oradora, dada su vigorosa voz. Todavía me está pitando el oído derecho. Me río yo de Pacomo.

La comida iba transcurriendo como siempre. Nos contamos las últimas novedades. Rafa está más delgado; Antonio se está arreglado la boca; Jurado lo tienen que ver del culo…lo que es una conversación de amigos. Cada vez lo pasamos mejor. Manuel Jurado nos confesó una anécdota del Seminario y le contestó Manuela: “Pues a mí no me lo has dicho nunca”. Entre plato y plato íbamos desgranando lo último del mes. En el segundo plato se presentó Antonio López, un refuerzo importante para el grupo.

La sobremesa fue larga y pausada. Entre chupitos de licor fuimos preparando el calendario de las futuras reuniones. La próxima será en Leganés y la de diciembre en casa de Antonio López. Queda en cartera la visita a Segovia.




Eran casi las cinco de la tarde, hora taurina, cuando salimos por la puerta de chiqueros a la amplia plaza. Y allí se montó el lío. Después de varias instantáneas en el restaurante, seguimos con el álbum en la calle. Llamamos a un camarero para que hiciera de fotógrafo y ante los ánimos efusivos que recibió se nos vino arriba y parecía un profesional, dado el abanico de posturas con el que nos deleitaba. Después, Carmen cogió la cámara y a partir de ahí vino el cachondeo. Nos hizo retratar uno a uno. Parecía que estábamos en una Comisaría de Policía: “La cara más para la izquierda…; baja más la barbilla…; cierra la boca…; sonríe…” Pero cómo coño voy a sonreír si me dices que cierre la boca. ¡Anda que no dio juego el tocado de Carmen!
Rafa empezó a quitarse ropa: el chaquetón, el jersey, los tirantes. - Este tío se me pone en cueros, pensé. Ha perdido cinco o seis kilos y la verdad es que está para una metida de culo (en el pantalón). Se puso el sombrero de Carmen y parecía un patriarca gitano. Manuel Jurado aguantó estoicamente, igual que Antonio Crespo, Antonio López y yo, las indicaciones de la fotógrafa. Entre bromas, chistes y sucedidos se nos pasó la tarde volando. ¡Buen encuentro, sí señor! Llegué a casa henchido de satisfacción. La tarde hubiese sido perfecta si hubiese estado Andrea y todos los ausentes. Otra vez será.

¡Paz y bien!



                     Antonio Estepa Romero

miércoles, 19 de octubre de 2016

LA VOZ DE DIOS

Sin ánimo de filosofar

Se nota que cuando nuestro amigo Juan Martín, titula como de “discusiones filosóficas” los consejos que les daban en Santa María de los Ángeles, eran fruto de los nuevos años en los que se movían.

Sin embargo, cuando allá por el año 63, del siglo pasado (así suena como más importante, ¿no os parece?) apacentábamos ganado (léase como bichos de toda clase y especie) recolectábamos espárragos; degustábamos (lo normal era tirarlos al río) ese “chorizo cinco estrellas”; construíamos auténticas presas y un sin fin de otros placeres que sería largo de contar… vamos a ver… no divaguemos… trataba de decir: que en ese año, los consejos que nos daban no tenían visos de “discusiones filosóficas”: no tenían el carácter de discusiones y menos aún de filosóficas.

Al pan pan… Eran simple y llanamente “la voz de Dios” Si nos decían algo, primero se cumplía y luego se preguntaba. Eran como la campana “otra voz de Dios” (por no ponerle el nombre que estoy pensando ahora mismo) Otro día hablaré de la campana, que si no se me va el santo por otros derroteros.

Bueno, pues esa “voz de Dios” en boca de Gaspar Bustos nos “aconsejó” (sin ánimo de filosofar) lo siguiente, días antes de las vacaciones de verano:

“Si cuando estéis en vuestras casas, llega vuestra hermana o hermano con alguna niña, os subís a la planta de arriba, hasta que se marchen. Dejad que ellos jueguen solos”.

Un día después, en privado, me recomendó que no me “juntara” con mis amigos Antonio Martínez Rangel y Rafael Raya de la Mora (los tres margaritos) Motivos: habían sido expulsados, así sin más.

Menos mal que a falta de un buen “filosofar” tuve un buen párroco, Teodoro Sánchez Salto y unos magníficos padres que supieron darle a esa “voz de Dios” un tono más “paternal” y por qué no decirlo, “mira… que le den” (bueno… no fue así, pero para el caso es lo mismo)

Vi el cielo abierto y un saco de cincuenta kilos de peso quitado de encima.

Afortunadamente yo seguí estando en mi casa cuando llegaban mi hermana o hermano con sus “amigas” y seguía siendo el “pincha discos” en esos guateques que hacían algún sábado que otro, en el patio de mi casa. Pero sobre todo y lo que más me alivió fue el superar que: 

¿A dónde coño me subía yo, cuando vinieran a mi casa las niñas, si sólo tenía una planta? Me quedé como cuando estás, por fin, echando esa meada que te está rompiendo la vejiga.

¡Y no digamos, el no perder esa amistad que mantenía y mantendré con Antoñín y Rafa!

Sed buenos, un abrazo


Andrés Osado.
Córdoba, 19 de octubre de 2016

domingo, 16 de octubre de 2016

¿La fe mueve montañas?

Aquel 4 de noviembre de 1963

Primero me daré a conocer. Me llamo Francisco García; soy de Priego de Córdoba, aunque desde hace mucho tiempo vivo alejado de mi tierra natal. Seguro que nadie me recuerda de momento. Voy a identificarme un poco más. Mi vecino y amigo de la infancia, Manuel Vida Ruíz, buena persona y excelente sacerdote, me ha puesto en contacto con el grupo. Mi hermano mayor, Rafa, también fue seminarista y conocido por la mayoría como “Faema”. A mí muchos me llamaban “Faemilla”.
Hecha la presentación, quiero relatar mi primer recuerdo del seminario de Hornachuelos; yo también fui de esa hornada del año 63.
Desde los múltiples y variopintos lugares de la provincia de Córdoba nos presentamos en Hornachuelos, creo que 139 niños, ilusionados con la idea de la vocación al sacerdocio. Sólo faltaba un último tramo: de Hornachuelos al Seminario Menor de Santa María de los Ángeles, situado en plena sierra. Según mis cálculos sólo restaban los últimos 12 km. (aproximadamente) para llegar a la meta.
No recuerdo si en un camión o dos. Lo cierto es que los 139 críos íbamos en el cajón de carga de un desvencijado camión. Llovía torrencialmente. Ni el mismo Noé pondría reparo alguno a tan tupida cortina de agua que calaba nuestros huesos.
Entonces se produjo el milagro: no vi que la fe de tantos niños, casi adolescentes, apelotonados como borregos en la parte trasera del camión, moviese alguna montaña de la agreste sierra de Hornachuelos para franquearnos el paso, pero fui testigo de cómo nuestra fe juvenil movía ese trasto de camión por los serpenteantes y embarrados caminos de tierra sin ni siquiera llegar a averiarse y conseguir, al fin, llegar al Seminario de Santa María de los Ángeles.

¡Eso sí que fue un extraordinario milagro!

Francisco García González
Noia (Coruña), 14 de octubre de 2016

Primeras discusiones filosóficas

El Directorio de Vacaciones

Sería allá por el año 1967 en Santa María de los Ángeles, cuando D. Gaspar nos reunió en clase para darnos un librito de normas a seguir en vacaciones llamado: "Directorio de vacaciones", en el cual se nos marcaban unas pautas de conducta a cumplir como seminaristas en nuestros pueblos, y para que todo se entendiera bien nos hizo leerlas en voz alta con los consiguientes comentarios aclaratorios por su parte.
Una de aquellas pautas decía que si íbamos por la calle andando y junto a nosotros caminaba una chica debíamos de cambiarnos de acera. También se decía entre otras varias recomendaciones, que debíamos acudir a la parroquia regularmente para ayudar al párroco en los actos religiosos y estar a su disposición, lo que prolongaba nuestra actividad religiosa del Seminario en vacaciones, y ser obedientes en casa.
Una vez terminada la lectura, nos instó a que hiciéramos algún comentario sobre las dudas que tuviésemos al respecto o sobre lo que no se entendiera.
Cuando leí todos aquellos planteamientos, pensé un poco en como eran mis vacaciones en el pueblo, y en como me portaba en casa en verano.
Antes de levantar la mano lo dudé un momento, pero por fin me decidí y alcé el brazo para exponer sinceramente mi pregunta.
D. Gaspar se me quedó mirando un instante con aquella mirada suya profunda y analítica, como si ya conociera mis dudas, y al fin me dijo: A ver Martín, tu pregunta.
Empecé planteando mal mi comentario quizás por mi poca experiencia, pues dije directamente: "Que yo no podría comprometerme a cumplir todas aquellas normas de conducta en verano".
D. Gaspar seguía mirándome fijamente sin inmutarse lo más mínimo, el silencio que se hizo en el aula era lo suficiente espeso como para sentirme arrepentido de inmediato por haber hecho el comentario, pero ya era tarde. 
Como se esperaba una aclaración por mi parte, pude seguir diciendo que en verano muchos chicos y chicas de mi edad trabajábamos en el pueblo en las labores de recolección habituales del campo, y que con los sueldos que ganábamos ayudábamos a nuestros padres.
Que eso era lo normal en las familias corrientes de los pueblos.
El ir juntos las chicas y los chicos de la cuadrilla hablando en grupo al trabajo, o en el mismo tajo trabajando unos junto a otros, o estar todos juntos a la hora de comer. Por la misma razón yo no podría estar siempre en la parroquia ayudando al párroco, pues no podría dejar el trabajo para ir a casa a asearme, y luego llegar con tiempo suficiente a los actos religiosos que se celebraban a diario en la parroquia.
Terminada mi explicación me senté cabizbajo y un poco cohibido, sintiendo la mirada de mis compañeros sobre mí, y esperé preocupado a que don Gaspar me contestara con una reprimenda como mínimo.
D. Gaspar dijo, que aquellas normas eran para orientarnos en nuestra conducta, y que debíamos ser responsables con nuestra condición de seminaristas dando buen ejemplo, y que si algún día teníamos algún problema que le llamásemos a él por teléfono para pedirle consejo, que él nos orientaría y que además nos haría una visita seguramente en agosto si lo consideraba oportuno, dando el asunto por zanjado.
Y así ocurrió en mi caso, don Gaspar pasó a visitarme en agosto.
Recuerdo que vino a verme un día de agosto a casa por la mañana, y que aquel día yo tenía un grupo de chicas y chicos de mi edad en el patio, dándoles clase sobre las nociones elementales de la escritura y las cuatro operaciones básicas aritméticas. 
A mí don Gaspar me pareció complacido con lo visto, me preguntó cómo me iba con la recuperación de mis asignaturas pendientes, y para nada me sacó a relucir las normas del directorio, el cual guardé en casa durante un tiempo, pero creo que nunca más lo volví a leer.
Cuando podía acudía a la parroquia, donde a veces coincidía con Juan Pedro Beteta, que en paz descanse. Juan Pedro era otro compañero seminarista del pueblo, pero de un curso superior al mío. No teníamos mucho contacto esa era la verdad, pues al ser de otro curso superior los galones que tenía marcaban una distancia entre nosotros, aparte de que las coincidencias y las aficiones personales que había entre ambos eran muy pocas, o casi nulas.
Por aquel tiempo a veces iba a ayudar en misa a los Padres Dominicos de la Universidad Laboral, que atendían la Iglesia de la barriada de los Ángeles.
Recuerdo una ocasión en que mi padre muy satisfecho me dijo un día de regreso a casa, que cuando yo leía la Epístola el padre Dominico no apartaba la vista de mí, quizás sorprendido por la soltura en la lectura o porque detectó en la pronunciación, que algunos nombres y expresiones de la Biblia poco comunes yo los repetía buscando sinónimos más entendibles para la gran mayoría de los vecinos de cultura escasa. 
Me quedó claro lo que dijo don Gaspar, que de lo que se trataba era de ser responsables y honestos ante los demás y con nosotros mismos, por eso yo tenía la conciencia tranquila pues seguí comportándome como siempre había hecho, seguía siendo uno más entre todos los amigos y las amigas con los que salíamos en grupo por el pueblo. 
Me llamaban amigablemente el "curita" cuando se referían a mí en concreto, así todo el mundo sabía de quién se hablaba cuando comentaban algo de mí en mi ausencia.
A don Gaspar le agradeceré siempre su franqueza de trato conmigo, y seguramente pecaré de egoísta si digo que me pareció creer en alguna ocasión que me tenía aprecio, supongo que igual le pensaría a todos los demás compañeros, pues era un hombre de trato franco y amable.
Siempre me he considerado un estudiante mediano, un currante que sacaba los cursos adelante a base de trabajar duro, aunque he de reconocer que cada año que pasaba me resultaba más cómodo y fácil el estudio. 
Por eso me parecieron muy de agradecer las palabras de aliento y reconocimiento de don Gaspar interesándose por facilitarme la continuación en el Seminario cuando en su día le comuniqué que deseaba dejar el seminario. 
Todo lo aprendido en el Seminario de la mano de los superiores me fue de una gran valía, tanto en la vida familiar como en la profesional le he encontrado sentido a muchos de los conceptos aprendidos sobre el respeto por la igualdad de las personas, ya sean hombres o mujeres. 
La importancia y el sentido de la disciplina y el trabajo, incluidos los aspectos religiosos más allá de la simple teoría "infantilona" y repetida como un mantra. 
Aquella formación básica que recibíamos en el Seminario desde los valores de la Fe Cristiana como ejes de la vida, creo que fueron un fundamento esencial para la gran mayoría de nosotros, aportándonos un fondo de riqueza moral y espiritual que muchas personas no tuvieron nunca la oportunidad de recibir.
Aquel "Directorio de Vacaciones", que no supe valorar en un principio, nos marcaba la acera por la que debíamos caminar cuando una chica iba junto a nosotros en el pueblo, y aun siendo insuficiente para ejercer en la vida real, era sin embargo un apunte de más altura de por donde debíamos mirar para ser buenos ejemplos para con nosotros mismos y para con los demás como personas honestas.
También valía para después, cuando nos desenvolviésemos en la vida como adultos.
Lo básico de aquel Directorio de Vacaciones siempre lo he tenido presente como recurso, me ha servido de mucho en la vida el recordar aquella prudencia recomendada, pues en más de una ocasión me he tenido que cambiar de acera a tiempo antes de meterme de patitas en el barro. 
O cuando me he visto avocado por las circunstancias de la vida a pisar charcos enormes, evitándome con ello grandes complicaciones personales, de las que me habría resultado muy difícil salir ileso.
Desde aquí, deseo manifestar mi agradecimiento a la labor pedagógica y formadora de todo aquel equipo de profesores, que bajo la jerarquía de don Gaspar nos ayudaron desde las limitaciones de la época a todos nosotros en nuestra formación como alumnos, y también como ciudadanos. 
Todos los jóvenes que tuvimos la suerte de estudiar en aquellos años bajo su tutela, tanto en el Seminario Menor de Santa María de los Ángeles en Hornachuelos, como en el Seminario Mayor de S. Pelagio en Córdoba, les hemos de estar agradecidos.
Yo al menos así lo siento.

Juan Martín
11 de Octubre de 2016  

jueves, 6 de octubre de 2016

¿Impostores o ignorantes?

A ver, muchachos, sobre todo los que vivís en Córdoba:

Me ha llegado una noticia algo inquietante. Al parecer un grupo de antiguos seminaristas de no sé qué curso ha organizado una visita -al estilo de las nuestras, con comida incluida- al seminario de los Ángeles. El evento en cuestión ha tenido lugar el pasado día 1-10-16. Tengo en mi wassapt fotos que confirman lo que os digo. Hasta ahí, sin problemas; faltaría más, ni que nosotros fuésemos los dueños de aquello; cualquiera que haya pisado aquellos santos lugares en su tierna infancia tiene el mismo derecho que nosotros a sentirlos como suyos.

Lo que me preocupa un poco es que en el cartel propagandístico que lo anuncia pone textualmente: primer encuentro de antiguos alumnos de santa maría de los ángeles y de san pelagio.

¿Primer encuentro? ¿Cuántos llevamos ya nosotros? Yo he perdido la cuenta.

Nada, os pido, si está en vuestras manos que intentéis enteraros y que saquéis de su error a estos ignorantes.

Un abrazo.

El Fili

sábado, 1 de octubre de 2016

Crónica de una “pachanga” anunciada

REUNION (JUEVERA) DE LOS VICARIANOS CORDOBESES 

(jueves 29 de septiembre, San Miguel, de 2016)

Asisten a la reunión: Manuel Aranda Madueño, Antonio Gómez Ramírez, Antonio Hidalgo Naz, José López Pedrosa, Andrés Luna Prieto, Antonio Luna Rodríguez, Antonio Martínez Rangel, Francisco Moreno Osuna, Andrés Osado Gracia, Rafael Raya de la Mora, Diego Ruiz Alcubilla, Antonio Ruiz Martón, Carlos Samaniego Ortiz, Francisco Sánchez Sánchez y Jesús Yamuza Redondo.

Excusaron su ausencia: Manuel Rafael Muñoz Medrán y Francisco Solano Raya Marqués.

Con la duda “metafísica” sobre nuestras espaldas, llegamos a la JUEVERA de costumbre. En ella se debatió ampliamente el término “pachanga”, como concepto genérico y definitorio de nuestra reunión de los jueves; en contraposición del utilizado por nuestros amigos de la diáspora madrileña. Ya se sabe, la lejanía y el aislamiento, llegan a modificar los usos y costumbres. De ahí al eslabón siguiente al crear figuras dispares y raras como la “pachanga cordobesa” (sic. Charles Darwin) El diccionario de la Real Academia Española, se ha visto en la tesitura y aceptar el término, como eficaz y explicativo, aunque raro: “2. f. coloq. Alboroto, fiesta, diversión bulliciosa” de los vicarianos cordobeses. De ahí, que el término acuñado como “pachanga cordobesa” quede, para la posteridad, grabado con letras doradas.

Con ese consenso… empezamos.

Otro jueves especial, como siempre. Esta vez nos acompañaban amigos de la diáspora almodóvariense, Jesús Yamuza; de la bubionense, Antonio Luna y de la conilense, Rafael Raya. Con su presencia y reconocimiento al esfuerzo realizado, dieron un toque especial al encuentro.

También es de resaltar la invitación (ya son varias la efectuadas recientemente por él, lo que es buena señal) que nos obsequió nuestro amigo Antonio Gómez Ramírez, al coincidir este acto con el aniversario de su nacimiento. Ni que decir tiene que brindamos a su salud y larga vida (y que nosotros lo sigamos celebrando con el… ¿no?)

Otra gran alegría fue la que produjo el volver a reencontrarnos con nuestro sin par y admirado “camarero de la triste figura” repuesto de la dolencia que le tenía apartado de nuestra vista. Quizás noté en su semblante una mueca de sonrisa… ¿habrá tornado su enfermedad su rostro?. Ya lo observaremos la siguiente vez. Pero… ¡Oh gran sorpresa! nos tocó otro camarero, que parecía haber sido armado caballero en la misma escuela que el anterior. No nos ofreció, en toda la larga velada, una sonrisa o algo que se le pareciera. El rictus de su rostro permaneció inalterable. A pesar de los requiebros con lo que le agasajamos… nada de nada. Como suele decirse: ¡que si quieres arroz catalina! Fiel “escudero de la triste figura”. 

Nuestro amigo Andrés Luna se ausentó pronto, bueno pronto es un decir y según con la “mala gente” con quien lo comparemos, como más adelante se verá. Lo hizo cuando sus fuerzas y sus dos (…) no pudieron soportar los fuertes dolores que le invadían. ¡Coño que lo digo: sus dos cojones! ¡Qué tristeza y rabia nos provoca el verlo así! ¡Me cachis en to! Pero si él sigue… nosotros… PA LANTE CON EL.

Continuamos la noche y la “diversión bulliciosa”. Hasta que poco a poco fueron quedando espacios vacios, pero sólo en aquel recinto, que no en los corazones.
No obstante, esa gente de mal vivir, prontos en trasnochar, permanecieron un rato más y más y más (como la canción) Tuvieron la osadía hasta de cambiar de sitio. Si es que como pueden ustedes ver en la foto, no tienen “jartera”. Eso sí, el sitio que encontramos fue fabuloso (como decía el chiste… ¡como pecado grande, pero como sitio, cojonudo!)

Se me olvidaba reseñar que vamos dejando poso allá por donde pasamos. Nos comentó Antonio, el dueño y poco a poco amigo, de Plateros, que quiere hacernos una foto para ponerla en las paredes del recinto. Esperemos que no con el subtítulo de SE BUSCAN.

Hasta la próxima, un fuerte abrazo.

Ahora le mandaré este escrito a Rafael Vilas, el paciente y eficaz, diseñador y productor, para que le de forma, buen hacer y le ponga fotos de Pacomo y algún otro. ¡¡¡Carlitos manda tus fotos!!! Es que Carlitos no tiene arreglo. Se tira toda la noche haciendo buenas fotos y luego nos deja con la miel en los labios!!! Menos mal que es muy bueno, de lo contrario iría al pilón del Potro alguna noche que otra. 

A lo dicho, un fuerte abrazo a todos.

Andrés Osado Gracia