lunes, 10 de abril de 2017

UN CORDOBA DE PRIMERA

UN CORDOBA DE PRIMERA

CURS0 1968-69

Intentando ser fiel al estilo que he venido manteniendo en mis relatos, os contaré una anécdota, en este caso de menor calado. Aprovecharé la ocasión para rememorar algunos detalles de entonces y aportar algunas reflexiones personales. Los sesudos escritos sobre cuestiones filosóficas y morales, los dejo en manos de muchos de vosotros que gozáis de una “pluma” bastante mejor preparada que la mía.

15-9-1968 - Visita al Zoo de Córdoba
Manuel Jurado, Manuel Leal, Manuel R. Muñoz
Miguel Santaella y José A. Naz
Siempre he mantenido la opinión que hay una frontera en nuestra educación como seminaristas y como personas. A un lado están los cuatro años que pasamos en Santamaría de los Ángeles y al otro la estancia en San Pelagio.

Hornachuelos tuvo su encanto, pero representó un duro internado en mitad del monte, lejos de la civilización y de la comunidad de personas a las que se suponía que, dentro de algunos años debíamos atender espiritualmente al terminar nuestra formación.

El inicio de 5º curso en San Pelagio era un cambio tan radical y representaba todo un horizonte lleno de ilusiones para nosotros que enseguida comenzó a funcionar la memoria selectiva. De esta manera en muy pocas ocasiones recordábamos los cuatro años en Santamaría. Todo había quedado atrás. Sólo compartíamos aquellas anécdotas curiosas o alegres mientras los momentos malos, que los hubo, fueron pasando al olvido involuntariamente.

En esta nueva experiencia eché mucho de menos a algunos de vosotros, buenos compañeros y amigos del Seminario de Hornachuelos. La fortuna o las circunstancias favorables permitieron que 44 alumnos continuásemos con nuestra formación e iniciásemos un nuevo ciclo tan ilusionante. De estos 44 seminaristas, 32 éramos supervivientes de los 119 nuevos, que formábamos la hornada de 1964-65. En el tercer curso se unieron a nosotros 2 compañeros, Pedro Calle Ballesteros y José Ruz Estepa. Por este motivo no aparecen en las efemérides con foto que ha publicado Rafael Vilas. Los 10 compañeros restantes eran repetidores, incorporados principalmente en los cursos primero y segundo.

Nos dividieron en dos grupos y ocupábamos las dos aulas-clases que daban al patio de cemento. El cuadro de profesores era el mismo para las dos clases. Es decir que, si Don Ricardo Rivera venía a darnos clase de francés, primero impartía una hora a un grupo y a continuación se pasaba al otro. Esta era la dinámica común para todos los profesores.

En mi anterior relato nombré a tres profesores seglares que nos dieron clases. Hoy quiero recordar a un cuarto. Se trata de Don Francisco Benítez, profesor de ciencias. Era el más joven de los cuatro y de aspecto bien parecido. Tengo muy buen recuerdo de él, porque además de esta asignatura, nos dio clases de refuerzo y recuperación a los que teníamos pendientes algún grupo de la reválida de cuarto. Este era mi caso, tenía pendientes los tres grupos de la reválida. Gracias a las clases de Don Francisco conseguí aprobarla en los exámenes de julio. 

La verdad es que el inicio de 5º curso pintaba muy mal para mí y muchas veces pensé que acabaría repitiéndolo. Todo por culpa de los exámenes libres en Écija. Mi nivel de notas, en los controles dentro del Seminario eran bastante normales. Conseguía aprobados, aprobados altos y algunos notables.

Al llegar los exámenes en el Instituto de San Fulgencio, me ponía muy nervioso. Las preguntas de aquellos profesores desconocidos y sus formas de examinar, daban como resultado que curso tras curso fuese cosechando unas sabrosas calabazas. Las consecuencias eran meridianamente claras: todos los veranos debía estar más ocupado que durante el curso. Por las mañanas ayudando a mi padre en las labores del campo y por las tardes estudiando para tratar de recuperar las asignaturas en septiembre. Ese fue mi destino durante cuatro veranos. Deseaba que llegasen los domingos para poder salir con los amigos del pueblo a la piscina o realizar cualquier excursión.

No di realmente mi auténtico nivel académico hasta PREU. Las clases presenciales en el Instituto Séneca me permitieron aprobar todas las asignaturas en junio, incluida la selectividad. Por cierto que este hecho, significó el único y último éxito de mi corta vida como estudiante.

 M. J. - Torre de la Catedral 5-8-1989
De las salidas de paseo por Córdoba ya habéis contado algunos de vosotros las rutas preferidas. La Mezquita con su patio de naranjos, calles cercanas como la de las flores o del pañuelo. Plaza de las Tendillas con calle Cruz Conde etc. Otro destino que nos gustaba eran los jardines de la Victoria. Allí algunas veces nos encontrábamos paseando a las chicas de la Divina Pastora. Ellas con su uniforme y en perfecto orden, dentro de dos filas. Nosotros las mirábamos con cierta sonrisa cómplice del que va paseando con mucha más libertad. Tenía su pequeño interés pues dentro del grupo se encontraban dos paisanas de mi misma edad y sabían que eramos seminaristas. De inmediato me reconocían y con la mano o sólo con la mirada me saludaban y decían adiós.

Otro destino que empezó a ser un clásico era el paseo hasta el estadio del Arcángel. En el curso 68-69 teníamos a nuestro Córdoba de fútbol en primera división. Los domingos que jugaba en casa, después de la comida del medio día, nos poníamos de acuerdo y formábamos un par de grupitos que, a partir de las cuatro, iniciábamos nuestro paseo por la ribera del Guadalquivir hasta el campo de fútbol.

Recuerdo que estuve muy pendiente de la visita al Arcángel del equipo que me había gustado siempre, el Real Madrid. Tengo que reconocer que en aquellos momentos lo del Córdoba era más fuerte para mí, pero presentía que cuando llegase la disputa de aquel partido, es posible que mis sentimientos estuviesen completamente divididos.

Mi amigo Manuel Rafael se enfadaba mucho y me decía que no podía entender que yo fuese simpatizante del R. Madrid y que le debía dar las razones o los motivos para serlo. Le contestaba que seguramente eran las mismas razones por las que él era simpatizante del Athletic de Bilbao. Aparte de gustos deportivos, estábamos influenciados por la tradición familiar. En mi casa todos eran merengones.

 M. J. - Puente Romano de Córdoba 5-8-1989
Después de las vacaciones de Navidad, sobre mediados de enero de 1969, se produjo la visita del R. Madrid al campo del Arcángel, para enfrentarse a nuestro Córdoba. Hasta el estadio nos encaminamos un grupo de seminaristas con la ilusión de disfrutar del ambiente deportivo, pocas esperanzas teníamos de poder pasar al campo. Saltar la tapia era una misión casi imposible para nosotros. En mi caso al menos, tenía excesivo miedo a que me pudiesen detener y que se montara luego un escándalo en el Seminario.

Empezó el partido y al poco rato, la mayoría de curiosos se fueron marchando. Algunos decidimos quedarnos y comprobar las noticias que se fueran produciendo. Efectivamente, marcó un gol el Córdoba y fue una explosión de alegría que parecía que aquello se venía abajo.

Aprovechamos esta alegría por el gol para acercarnos a una puerta de entrada. Escogimos a propósito a un portero algo más mayor y que pudiera ser más comprensible con nuestra petición de que por favor, nos dejase pasar ya que éramos seminaristas y no teníamos dinero para comprar una entrada. La contestación fue más o menos de esta índole: “Hoy es imposible…el campo está pa reventar de gente…sólo pueden pasan los que tengan entrada”. Clarísimo como el agua.

A pesar de todo seguimos allí. Poco después volvimos a escuchar gritos y palmas. Era la locura, el Córdoba marcaba su segundo gol. Llegó el descanso con un 2-0 a favor y la gente del estadio se levantaba de los asientos para ir a los servicios o para comprar bebidas. En un momento determinado, el mismo portero, súper contento por el resultado, nos dijo que pasásemos a un grupo de 4 o 5 que seguíamos los acontecimientos. No nos lo podíamos creer. Rápidamente entramos corriendo y recuerdo que yo me situé en un lateral del campo, sentado en un escalón de la escalera de cemento que daba acceso a las gradas.

El segundo tiempo acababa de empezar. Sobre el césped los jugadores del Córdoba, puedo recordar a los Simonet, Jaén, Riera o Costa. Decían los entendidos que era una plantilla algo envejecida, pero aquellos jugadores habían llevado al equipo a primera división y se merecían, por tanto, el honor de poder competir con los equipos grandes. Por el cuadro madridista puedo recordar a Betancourt, Sanchis, Zoco, Amancio, Velázquez o Gento.

¡Ay Gento! ...Estaba situado justo a unos metros de nuestro lateral, que era la banda izquierda de ataque del Madrid. Las cosas que le podían decir mis paisanos los cordobeses al pobre Gento. Lo más suave como viejo, abuelo y gordo. Pero él impertérrito con todo el griterío, iba a lo suyo. Cada vez que cogía el balón levantaba la cal de la banda y el peligro se presentía en el estadio.

En una arrancada de aquellas, con jugada personal consiguió marcar el 2-1. A partir de entonces los gritos contra él se incrementaron y se empezaron a acordar de toda su familia, de los vivos y de los muertos. En otra jugada de extremo nato, dio un centro medido y cerca de puerta marcó Zoco o quizás Grosso el 2-2, que sería el resultado definitivo.

Para mi supuso una experiencia inolvidable. Tenía un sabor agridulce pues quería que ganase el Córdoba porque andaba muy necesitado de puntos, pero el empate final me pareció bien.

Hasta aquí la pequeña anécdota futbolera que me había comprometido a compartir con vosotros. Aunque me estoy alargando demasiado en mi actual relato, quisiera terminar rescatando del olvido, a tres personas que convivieron con nosotros en el día a día, los años que estuvimos en San Pelagio.

Uno es el señor Juan. Lo recordareis perfectamente. Era el portero-conserje del Seminario. En la entrada, al otro lado del mostrador de madera, de pie o sentado en la mesa. Detrás de aquellas gafas gruesas, unos ojos miopes controlaban el acceso al edificio. Tenía un carácter algo serio como para imponer respeto, pero en el fondo era una gran persona. Siempre dispuesto a facilitar información y atender los muchos encargos con los que la mayoría de las veces le incordiábamos.

Otra persona era Manolito. Pintoresco individuo donde los hubiera. Actuaba de ayudante del señor Juan, de recadero para todos y además trataba de paliar los pequeños problemas de mantenimiento que se iban presentando a lo largo de la jornada. Con un carácter más abierto le gustaba entablar conversación con cualquiera de nosotros y era el perfecto contrapunto al señor Juan.

Por último, estaba el señor Paco. Lo recuerdo con su mono azul, a veces con una escalera a cuestas. Un verdadero “manitas”, siempre preparado para solucionar los problemas técnicos más graves, de electricidad, fontanería, arreglos de albañilería etc. Una personalidad menos comunicativa, pero de gran eficacia en su trabajo.

 M. J. - Capilla de San Pelagio 5-8-1989
La última vez que estuve con Manolito fue en agosto de 1989. Me encontraba pasando las vacaciones en El Viso. Se presentó un día muy nuboso, sin sol y con bajada de temperaturas. Una bendición para la calima cordobesa que veníamos sufriendo. Sin pensarlo dos veces, le propuse a mi hija mayor que tenía 11 años enseñarle La Mezquita y otros monumentos cercanos. Mi mujer no vino porque estaba a punto de dar a luz y mi hija pequeña dijo que no le interesaba aquella excursión para ver edificios.

Visitamos la Mezquita y de paso hacia el Alcázar me encontré en la puerta del Seminario. Estaba medio abierta y no pude evitar empujarla. Allí a un metro de nosotros se presentó Manolito. Lógicamente no me recordaba por nada en especial después de casi 20 años y de tantos alumnos como pasamos por aquel Centro. Estuvo de lo más agradable. Nos acompañó y permitió que visitáramos las estancias comunes de la planta baja. La Capilla grande, los patios de cemento y el de San Pelagio. Pude tirar algunas fotos. 

Lo que más me llamó la atención fue que el comedor lo habían transformado en un patio de luz, con jardineras y una fuente en el centro. Precioso. Favorecía este cambio porque el techo era un cerramiento acristalado por donde entraba abundantemente la luz del sol. ¿Lo recordáis?

En la foto que acompaño, el de la izquierda es Manolito. La persona que está a la derecha, se presentó como un ayudante de la portería. Muchas veces me he arrepentido de no haber aprovechado mejor aquella oportunidad y haber visitado todas las dependencias de los pisos superiores y que tantos recuerdos tengo borrosos en mi cabeza. En fin, para ser una visita improvisada tampoco estuvo mal.

Desde aquí mi recuerdo y agradecimiento a Juan, Manolito y Paco, por ser como fueron, tres sencillas y excelentes personas.

Nada más. Gracias por vuestra paciencia. Nos vemos en Lucena y espero daros un abrazo a cada uno de vosotros.

Manuel Jurado.

Mostoles, abril de 2017

18 comentarios:

  1. Manolo: Tienes una memoria fotográfica y escribes muy bien, gracias por tu relato. Un abrazo
    Antonio Toro

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Antonio gracias a ti, por leerme y por tu comentario. Viniendo de un gran lector y devorador de libros, me llena de satisfacción .
      Memoria tengo la justa, unos acontecimientos se me han quedado fijados y puedo contarlos, pero la mayoría los he olvidado. Otros los estoy recordando con los relatos del resto de compañeros que están interviniendo en el blog. Ese es el resultado que estamos consiguiendo entre todos.
      Recibe un fuerte abrazo

      Eliminar
  2. Me sucede algo curioso ahora que os leo a los que pasasteis algunos años más en el seminario: yo nunca he tenido nostalgia de aquellos años pasados en Los Ángeles -que fue el unico sitios que compartimos, salvo leves estadías en San Pelagio- pero a partir de conocer vuestras experiencias en el seminario mayor, magníficamente descritas, me asalta una leve sensación de pérdida, no es envidia pero se le parece un poco. En el año 1969 ya vivía, y trabajaba, en Irún y en esos años no me saltó ni el más leve recuerdo de Hornachuelos, es ahora, gracias a nuestros recuerdos compartidos cuando siento cierta melancolía.
    Gracias por compartir esa parte de tu vida con todos nosotros Manuel, un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pacocesar es cierto lo que comentas. No me extraña esa nostálgia tardía . A mi también me sucede con muchos de vosotros. Los recuerdos que tengo tuyos de Santa María son muy buenos.
      Haberte reencontrado posteriomente, sabiendo la gran persona que eres y algo de tu trayectoria en la vida, me ha llenado de satisfacción. Ahora pienso sinceramente que nos privaron de un gran compañero en la etapa de San Pelagio.
      Recibe un fuerte abrazo.

      Eliminar
  3. Como siempre, magnífico relato Manolo.
    Ese partido del Córdoba contra el Real Madrid, lo ví yo sentado en el gol sur, lo recuerdo perfectamente. Nadie podîa creer lo que estaba pasando, ganaba el Córdoba 2-0 a todo un Real Madrid, pero pronto nos hizo bajar el arbitro a la tierra. Se hinchó de pitar faltas al borde del area cordobesista.
    Gracias Manué.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Paco me alegra saber que estuviste en ese partido. Por mi parte se trataba del primer gran encuentro al que asistía en directo.
      Estaba atónito de la forma en que la gente se "desahogaba" con los jugadores. Ya ves, luego pude comprobar que era de lo más normal, en estos espectáculos.
      No recuerdo, después de tantos años, lo que me comentas sobre las faltas. Seguro que fue así. La verdad es que me dio bastante pena que no ganase el Córdoba, que tan necesitado estaba de puntos y que al final de temporada le costó bajar a segunda, si la memoria no me falla.
      Recibe un fuerte abrazo.

      Eliminar
  4. La espera ha valido la pena. Tu nuevo artículo recrea con auténtica pasion futbolera aquel vibrante partido de fútbol que pudiste presenciar.
    Muy interesante también el rescate del olvido que haces de aquellas personas seglares que convivían con nosotros.
    Me ha producido envidia la visita que hiciste al S. Pelagio con tu hija mayor. Ojalá tenga yo esa oportunidad en mi próxinma visita a Córdoba, ya que en la anterior las circunstancias no fueron favorables.
    Agradezco tu escrito especialmente por saber que no eres tan aficionado a escribir como algunos de los blogueros más habituales.
    Un fuerte abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pedro gracias por tu espera. La anécdota futbolera era rápida de contar, pero quería aportar algo más en mi escrito. Rebusque entre las fotos antiguas para intentar refrescar algunos recuerdos y me encontré con esta foto-joya de la visita al Zoo. Hasta he tenido dudas sobre la situación del Zoo en Córdoba.
      No he comentado nada sobre ella por no hacer más largo el relato. Esa imagen es fiel reflejo de aquellos días, del inicio del 5° curso. La libertad con que nos moviamos y esos primeros escarceos con el mundo del tabaco. Me contaba Agustin Fernández de Villaralto, que tres meses antes, concretamente en el mes de junio acabando 4°en los Ángeles, los expulsaron una semana porque lo pillaron fumando en los servicios. Fíjate qué diferencia en tan poco espacio de tiempo.
      Deseo que tu vuelta a Córdoba esté llena de nuevas experiencias. Recibe un fuerte abrazo.

      Eliminar
  5. Me emocionas Manolo. Joer, qué memorión. Leyéndote me siento como si estuviese a tu lado. Lo vivo contigo. Yo fui uno de los que pude entrar también a ver ese partido mediado el segundo tiempo. El 2-2 definitivo lo marcó Zoco. Oye Paco, y del árbitro, nada; el Madrid dominó por completo el segundo tiempo, Velázquez, Pirri y Amancio se adueñaron del centro del campo, y el Córdoba se esfumó. Y al final, todos contentos.

    Un abrazo a todos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y el arbitro se adueñó del borde del area cordobesista.
      Y para golazos, los que le endosó el Córdoba a los blanquitos.

      Eliminar
    2. Jose Maria tus emociones también son las mías, no en vano fuimos compañeros durante siete años.
      Seguro que estuvimos muy cerca en aquel partido aunque mis recuerdos me llevan a que algunos entramos al campo, en el descanso del encuentro.
      Lo importante es que vivimos las mismas experiencias y en este caso, también compartimos la pasión por el fútbol. Teníamos la ilusión de ir al Arcángel para disfrutar del ambiente y aprovechar la oportunidad de ver a algún equipo grande. Por supuesto disfrutabamos mucho más practicandolo. En el patio de cemento con la saltarina pelota de goma o más formalmente en los campos de San Eulogio. Sobre cualquier superficie nos regateabas a todos nosotros.
      Recibe un fuerte abrazo.
      Manuel Jurado

      Eliminar
  6. Antonio Estepa Romero11 de abril de 2017, 10:41

    Impecable narración. ¡No sé cómo te puedes acordar de tantas cosas! Sigue, querido Manuel, deleitándonos con tus recuerdos que son patrimonio de todos nosotros. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  7. Manolo, yo recuerdo también un partido que jugó una selección del seminario contra el atlético cordobés, que entonces militaba en 3° división. Eso sí, esa tercera división era más potente que la segunda B de ahora. Lástima que solamente me acuerde del nombre de uno de los jugadores del seminario, Morante Espigares.
    Si no recuerdo mal, el sesultado fué 2-1 para los atléticos.
    Supongo que tú al permanecer en los Ángeles, no sabrás de ese encuentro.
    Por cierto, creo que al extremo del equipo seminarista, bajito èl y que corría más que Gento, le ofrecieron fichaje y pagarle estudios.
    Un abrazo, historiador.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Paco ciertamente no recuerdo nada de este partido que has comentado. Seguramente estábamos aún en Santa Maria de los Ángeles.
      Tú también tienes muy buena memoria. Es cuestión de que te pongas con papel y lápiz y seguro que nos traes a la memoria muy buenas anécdotas.
      Un abrazo también para ti.

      Eliminar
  8. Antonio Estepa Romero11 de abril de 2017, 13:29

    ¡Es impresionante con qué lujo de detalles revistes tus narraciones! Yo, que no sabría decirte si el pan que he comprado hoy ha sido bagete o pistola, y vas tú y te descuelgas con tus historias. Manuel es un lujazo leerte. Debes seguir para hacernos recordar a todos retazos de nuestra vida. Eso es lo que nos sigue uniendo después de tantos años. En cuanto al regate del Fili, alguna que otra vez que quedaba empotrao con la defensa. La menos veces, eso es verdad. Fili era como una lombriz de tierra. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Antonio muchas gracias por tus comentarios. Lo que es un lujazo, es tener compañeros y amigos como tú. Encima de que nos leéis con tanta paciencia, luego nos piropeais .
      Siempre en mis relatos intento aportar alguna novedad o datos curiosos. Pero empieza a estar complicado contar algo, que no suene a relatado ya.
      En fin, esperemos que el pozo no se agote del todo o que otros compañeros tomen el relevo y quieran compartir con todos nosotros, sus experiencias personales.
      Recibe un fuerte abrazo.

      Eliminar
  9. Manuel, impresionante el detalle después de tanto tiempo. Todos los que pasamos por S. Pelagio agradecemos el regreso de aquellos recuerdos.
    Aquellas pelotas de goma en el patio de cemento, a mí también se me quedaron grabadas en la memoria, y aquellos partidos memorables en los recreos entrando en clase sudando a chorros.
    Un abrazo Manuel.
    Juan Martín.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Juan gracias por tu comentario. Es verdad que son muchos los recuerdos que nos afloran al leer las historias que compartimos. Apurabamos hasta los últimos segundos los partidos del recreo y claro, era inevitable que entrasemos en clase su dando a chorros.
      Además los sábados y domingos, jugabamos partidos sin limite de tiempo. Toda la tarde dándole a la pelotita. Unos se marchaban cansados y entraban otros de refresco. Se recomponian los equipos y a seguir jugando. Lo que se dice un partido totalmente elástico .
      Recibe un cordial abrazo.

      Eliminar