sábado, 11 de noviembre de 2017

CRÓNICA DE UN ENCUENTRO IMPREVISTO

El encuentro 

Mis colegas cronistas comprenderán el temor que me invade, al tratar de reseñar un encuentro amistoso, a solas, frente al ordenador.

-Tienes que escribir una crónica de las tuyas para el blog –te dicen, sin considerar el “embolao”.

-No os preocupéis, que eso está hecho –contesta uno aparentando suficiencia.

En fin, vamos allá. 

Miguel me contactó el lunes, 23 de octubre, para quedar con Mónica y conmigo y salir a comer juntos. Con él se encuentra Rafael Ruano, con quien intercambio por teléfono unas palabras a modo de saludo. 

Miguel me recuerda que desea retomar nuestra conversación en Tabarca sobre la reencarnación, ya que el tema le impresionó vivamente. 

Por su parte Rafael me pregunta si podremos echar alguna partidita de ajedrez, tal como teníamos concertado en unos correos electrónicos anteriores a la reunión de Lucena. Dichos correos patentaban nuestra común afición a ese juego sangriento, que a ojos de un espectador profano puede parecer sosegado hasta el aburrimiento. Los contendientes, silenciosos, sin apenas moverse en sus asientos, desplazan las piezas sintiendo su corazón acelerarse con cada jugada efectuada. Se oculta el nerviosismo lo mejor que se puede, esperando el golpe aniquilador del rival tras el último dudoso movimiento propio.

Prometo atender a ambos amigos lo mejor que pueda. Pero lo primero es buscar un sitio para comer. Miguel propone un restaurante de la Universidad de Alicante, donde hacen un arroz “de puta madre”. No obstante, me pregunta si conozco yo algún otro sitio que venga bien al caso. No se me ocurre lugar mejor que el Li-Du, restaurante asiático del que es dueña y regente Linda, una mujer china, muy agradable, y amiga nuestra desde que nos consiguió unos trajes de taichí a precio de costo, traídos por su madre desde China.

El Li-Du se encuentra en las afueras de Mutxamel, a cinco minutos de nuestra casa yendo en coche. Por otra parte podremos tomar el café en la terraza interior de nuestro piso, con el ajedrez por medio, sin distracciones para la conversación o el juego.

-Vamos al Li-Du, no hay más que hablar. ¿A qué hora nos vemos? –resuelve y pregunta Miguel.

Mónica propone que comamos a las dos. En la siguiente llamada le doy nuestra dirección y alguna “desorientación” para llegar.

A las dos bajamos Mónica y yo a esperar a Rafael y a Miguel a la puerta de nuestro piso. A las dos aparecen nuestros amigos en la “fragoneta” de Miguel. Fascinante sincronicidad.

Saludos afectuosos y, ya en marcha hacia el restaurante, la típica conversación acerca de complicaciones y rodeos para encontrar nuestra calle. Miguel ha preferido no poner en marcha el GPS del móvil y ha preguntado a un transeúnte. ¿Para qué necesitamos los móviles bajos de batería teniendo paisanos? 

Saludamos a Linda, que nos recibe con su habitual sonrisa, y nos sentamos a la mesa. Mónica se percata del cambio de decoración de la pared convexa. El edificio es cilíndrico, de techo muy elevado y ventanales luminosos. Se ofrece Linda a sacarnos una foto. A continuación le pido que se fotografíe con Mónica y conmigo.

-¿Qué había pintado antes en la pared? -pregunto exhibiendo mi “fantástica” memoria.

-En vez del actual paisaje campestre bordeado con ramitas de ciruelo, había un poema chino –me contesta Linda.

Pedimos cuatro menús. Degustamos: rollito de verduras, de primero, -Miguel prefiere la sopa picante-; arroz chino, de segundo; pescado al vapor para Miguel y Mónica y ternera con bambú para Rafael y para mí, de tercero; finalmente, de postre: pudin de mango Rafael y Mónica y plátano frito Miguel y yo. 

Durante la comida Miguel habla con Paco Moreno. Nuevo intercambio de saludos. Paco le dice a Miguel que no se preocupe por Yeni, que está bien.

Después seguimos hablando a dos bandas. Mónica explica a Miguel el tema del millón: ¿Por qué estamos aquí, en la Tierra? ¿Por qué nacemos, morimos y volvemos a nacer…?

Yo hablo sin parar, tanto, que no recuerdo nada de lo que le dije a Rafael… y me quedo solo con mi tercer plato. Los demás han terminado hace tiempo.

Ya en nuestra casa, Miguel grava los sonidos de la campana y del cuenco tibetanos, “para despertar al personal”. Luego, pone a recargar el móvil. Rafael y yo preparamos los combates ajedrecísticos.

Mientras Mónica nos sirve amablemente los cafés y el agua, me intereso por la jubilación de Rafael. Ya no trabaja, pero seguirá cotizando unos meses más hasta cobrar el paro. Ninguno de sus dos hijos quiso quedarse su empresa de transporte. La vendió razonablemente bien. Ahora, ya libre de ocupaciones, su mujer intenta atraparle en tareas domésticas como la limpieza de cristales y otras lindezas semejantes. No hay miedo, ha salido por pies, escapando a reunirse con sus amigos.

-Nunca me he ocupado de las labores caseras y no me siento ahora animado para ello.

Comenzamos el duelo en el tablero escaqueado y me sonríe a mí la diosa Caissa.

-Me hubiera gustado ganarte alguna partida, pero juegas mejor de lo que me esperaba -confiesa un poco decepcionado Rafael.

Miguel, ha llevado de marcha a Rafael, estos días pasados, a más sitios de los que me caben en la página. Ahora, acusa los gin-tonis de la noche anterior y se queda adormilado en el sillón mientras jugamos las últimas partidas.

Rafael me ha dado muchas facilidades para ganarle al ajedrez: de entrada, la resaquita de los gin-tonis de anoche y, luego, el despiste de jugar en mi pequeño tablero. Está acostumbrado a las partidas rápidas online del ordenador.

Le consuelo como puedo, regalándole el libro de partidas de ajedrez de Magnus Carlsen, actual campeón mundial, que ya le había prometido por teléfono. Y le sugiero bromeando que se prepare mejor para nuestro próximo campeonato. 

Soy consciente de que no he podido tratar el tema de los registros akásicos y la reencarnación con Miguel, como ambos deseábamos. Otra vez será.

Tras las despedidas me quedo con la sensación maravillosa que produce la amistad y con una secreta tristeza por no haber dado satisfacción a ninguno de los dos amigos.

Espero que esta sencilla crónica, al menos, sea de su agrado. Un abrazo, amigos Rafa y Miguel, y mil gracias por vuestra amabilísima visita.

Mutxamel, 28 de octubre de 2017
Pedro Calle Ballesteros

8 comentarios:

  1. Hola Pedro:
    Tu facilidad con la pluma,queda patente con meridiana claridad. En este relato,
    pocas cosas mas se pueden añadir.
    Bueno, por poner alguna escusa a mis derrotas en las partidas de ajedrez,se agradece.
    Lo que no tenias muy claro, era el enroque con las negras.
    Aquella partida podemos considerar,que acabo en tablas, la unica que jugastes con negras.
    Daros las gracias a ti y a Monica por vuestra generosa acojida en vuestro domicilio.
    Fue un honor para Miguel y para mi.
    Mil gracias que os vaya bien y hasta pronto
    Un abrazo querido amigo Pedro, un beso para Monica

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  2. Querido Rafa:
    Nuestro primer encuentro ajedrecístico sirvió para conocernos un poco.
    No cuenta para nada más, ya que no jugaste lo suficientemente concentrado.
    Yo hice anular la partida que llevabas mejor al poner en casillas cambiadas al rey y la reina (más que tablas merecía una derrota), y contaba con cierta ventaja, (además de territorio y tablero), al no haber estado de marcha como vosotros la noche anterior.
    Seguramente me lo pondrás más difícil la próxima vez, pero venderé cara mi derrota.
    Dejando el ajedrez aparte, te reitero lo mucho que me agradó pasar el día contigo.
    (Con Miguel siempre nos lo pasamos genial y le queremos, pero le tenemos un poco más visto).
    Miguel ha quedado en venir un día de estos a nuestra casa para pasarme sus fotos artísticas, las que nos enseñó en el Li-Du, que me encantaron.
    En fin te deseo lo mejor y te mando un afectuoso saludo de parte de Mónica y mío.
    Pedro

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  3. Amigo Pedro, sólo quiero decirte que me encantan tus crónicas. Tienes una facilidad asombrosa para hacer de un encuentro sencillo, la mejor crónica del día que pasasteis juntos con todo lujo de detalles. Muy de agradecer para los que te leemos y nos queda la sensación de que casi estuvimos allí, con vosotros pasando esos agradables momentos con Mónica, Rafael y Miguel.
    Casi tenia olvidada esa faceta tuya de buen jugador de ajedrez. Del Seminario tengo la imagen, que mientras la mayoría sólo nos atrevíamos con las damas, tú te paseabas con el tablero bajo el brazo, preguntando quién quería echar una partida contigo de ajedrez.
    Recibe un fuerte abrazo.

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  4. Muchas gracias Manuel por tus amables elogios.
    Yo no recuerdo haber jugado al ajedrez en San Pelagio (menos aún en Hornachuelos) pero si en Montoro durante las vacaciones, con mi amigo Fran.
    No me cuesta demasiado imaginarme buscando rivales con el tablero en la mano, ya que a lo largo de los años lo he hecho varias veces. Incluso he participado en un torneo abierto internacional, con resultado desastroso.
    De cualquier modo no puedo competir con los cantos corales que tan ardientemente entonáis en los encuentros. Imagina que nos ponemos todos a jugar al ajedrez: no volveriamos a casa en varios días.
    Un abrazo, Manuel.
    Pedro

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    1. Amigo Pedro, gracias por aclararme lo del ajedrez. Después de 50 años, en mi caso, la mayoría de las vivencias se me han olvidado, algunas han quedado distorsionadas y entre 5 y un 10% han permanecido y puedo contarlas.
      No me refería a Hornachuelos donde seguramente no había ajedrez, allí los juegos eran otros.
      Me refería a la etapa de San Pelagio. Tengo esa imagen dentro de la sala de televisión y en sala de música. Si no eras tú, estoy seguro que era alguien muy cercano a nosotros, quizás Juan Pedro Beteta o algún otro. Desde luego poco fútbolero pero ya no me atrevo a dar más nombres. Iba con cierta frecuencia preguntando por alguien que quisiera practicar con él e ir aprendiendo el juego del ajedrez, sólo eso. Las partidas competitivas, no recuerdo que las hubiera.
      Recibe un abrazo.

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  5. Amigo Manuel, no es necesario que disculpes a tu memoria.
    Además de estar medio grogui, la mía comete una jartá de imprecisiones. No te imaginas la de detalles que he tenido que subsanar en mis memorias.
    Por suerte, familiares y amigos me habéis echado una mano, además de las efemérides y de Internet. Cuando todo cuadra, como en este caso, lo compro: en mi último curso de San Pelagio (17-18 años) me aficioné en serio al ajedrez. Me enseñó a jugar mi padre con unos ocho años.
    Con 21 años, en Magisterio, me enganché definitivamente al juego comprando libros y revistas.
    He jugado unos pocos torneos y algunas partidas en clubs de barrio, en casas comunitarias o en un banco en plena calle.
    Ahora, estudio partidas y posiciones, pero sigo con el ajedrez bajo el brazo sin encontrar rivales.
    Un fuerte abrazo.
    Pedro

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  6. ¡Eso no se hace Pedro, invitas a tu casa a Rafael y le das para el pelo!
    Creo que las próximas partidad serán en terreno neutral. ¡Preparate, pues ya irá sobre aviso! (Es broma) Por como lo relatas, por la sencillez y maestría, de tus letras, se desprende palpablemente, la grandeza del encuentro. (A pesar del mojado de orejas) Os deseo lo mejor y que sigais con esos encuentros y tú relatandolos. Un Abrazo amigo Pedro.

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  7. Muchas gracias por tus simpáticos comentarios.
    La verdad es que yo creía que Rafael R. me iba a vapulear, pues le gusta jugar por Internet partidas rápidas con cierta frecuencia, mientras yo no hago otra cosa que ver partidas o posiciones de tipo táctico muy de vez en cuando.
    Insisto, Rafa adolecía de falta de concentración. Si saco el tema en la crónica es por relatar un incidente curioso de nuestra tarde juntos. Lo hubiera relatado igualmente de ser yo el derrotado. Tuvo posiciones ganadoras que no aprovechó. Tampoco es que yo sea un gran maestro. Pero esa tarde estaba yo más fresco que él, simplemente.
    ¡Ojala podamos echar unas partiditas más, sin ventajas, y ver qué pasa!
    ¡Sentiría tanto perder a mi único contrincante en décadas...!
    Un abrazo.
    Pedro

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