martes, 13 de febrero de 2018

Ex abundantia cordis os loquitur

Y vienen las prisas. Me ha pasado siempre. Quiero recuperar todo el tiempo perdido con ellos. Ya no hay excusas. Los contactos con Agustín y Paqui son diarios: tapeo, comidas, piscina… Con Jaime y con su mujer, Paqui también, semanales; pero las llamadas telefónicas, a cualquier hora. Tanto es así, que Julia, la hija pequeña de Jaime, nada más oír el teléfono gritaba “Papi, cógelo tú, que será tu novio”. Fundamental en esta tan rápida entronización de una amistad renacida y renovada ha sido el buen feeling entre las mujeres. Las tres congenian como si conociesen desde siempre. Y lo extraordinario es que no han pasado veinte años, parece como si fuese anteayer cuando nos separamos. Superados los nervios de los primeros encuentros, volvemos a ser los amigos de siempre, con la misma confianza, con idénticas complicidades.

Y este germen inicial, esta célula primigenia, al igual que mórula y blástula embrionarias, empieza a crecer y a multiplicarse de una manera tan inesperada como gratificante. Pronto se consolida el antiguo grupo de "Los Pajaritos" -que nunca llegó a desaparecer del todo-, y las noticias salpican a muchos antiguos compañeros residentes en Sevilla y en Córdoba, pasando antes por el tamiz de las Alpujarras, donde vive y domina el territorio Antonio Luna con su mujer, Pilar, y su prole. Y este califa, chiquitito pero desbordante de energía, a caballo entre Bubión y Fernán Núñez, será el designado por el destino para transmitir y amplificar a todo el mundo conocido la gran novedad, el reencuentro de tantos viejos amigos. Y realmente, parece algo milagroso: que gente que lleva tantos años sin verse se reincorpore a una vieja amistad como si tal cosa. En algo más de un año disponíamos ya de un cuerpo de gente muy apreciable.

Valencina (Sevilla)
En esto que, de manera paradójica, un hecho luctuoso vino a cohesionar aún más este grupo de amigos encoñados. La enfermedad tan acelerada y la muerte de Antonio Lara nos aglutinó a todos física y espiritualmente. Durante los tres o cuatro meses que duró su fatal enfermedad Agustín, Jaime, Manolo Estepa, Salva y yo nos turnamos, cuando no simultaneábamos, para visitarlo a diario. Ni un solo día le faltó nuestro aliento. Tanto Lola, su mujer, sus hijos, su madre María Castro como los padres y hermanos de Lola nos han tratado como familia. Un mes antes de su muerte organizamos una comida a lo grande en el jardín de mi chalet en Valencina. Aunque, naturalmente, no sabíamos cuándo iba a morir, aquella gran reunión sirvió a la postre como una despedida para el bueno de Antonio. Allí acudieron compañeros que fueron sus íntimos, hasta el mismísimo cura Briones, su gran bastión. Fue el comienzo de una nueva era para todos nosotros. Fue la primera gran convención de exseminaristas de Los Ángeles, San Pelagio y San Telmo. Corría el mes de febrero del año del Señor de mil novecientos noventa y cinco. 

La Granjuela
Desde entonces, cada primavera tiene lugar un macro encuentro de parecidas características, y cada año más numeroso, el boca a boca y el tesón inconmensurable del Luna han llevado el mensaje de la amistad casi pueblo a pueblo, teléfono a teléfono, wasappt a wasappt, ¡coño! hasta los mismísimos madriles ha sido teletransportado. Allí, en Madrid, otro hombre, éste grande y ancho, de carnes y de corazón, otro Antonio, de Montalbán pero igual de aferrado que el de Fernán Núñez, se ha hecho cargo de la propagación de la buena nueva y de la recopilación de adeptos a la causa. El formato inicial de nuestros encuentros era muy simple: Antonio Luna, el gran adalid de la amistad, consensúa con unos pocos de nosotros fecha y lugar, y allí nos aborregamos todos, cada cual con su santa, aportando cada pareja las viandas convenientes para luego ser bendecidas y multiplicadas y compartidas por todos. A cielo abierto o bajo techo; con sol picante o con lluvia; de todo ha habido en tantos años. Hemos explorado casi toda la geografía cordobesa en nuestros encuentros, desde Benamejí a Obejo; desde Montalbán a La Granjuela; desde Baena a Cabra; de Luque -con nuestro entrañable Antonio Molina- a Doña Mencía; desde Córdoba a Lucena; las más de las veces, empero, hemos repetido en Hornachuelos y en los Ángeles, nuestros santos lugares, nuestra Jerusalén eterna.

Montilla
Corriendo el tiempo, la influencia de este movimiento continúa propagándose cual mancha de aceite por toda nuestra Andalucía, y alcanza incluso hasta Alicante, Cataluña y San Sebastián. Así, desde hace unos años, se han rejuntado con nosotros mucha gente del 63, y, dada su bisoñez y sus ganas en estas lides por la ventaja que nosotros les sacamos, han entrado como revulsivos, como entra al terreno de juego un jugador desde el banquillo, y han conseguido dar nuevo impulso a nuestros encuentros, incluso un nuevo formato más moderno, digámoslo así, en plan de bodorrio. Y ahora, en la actualidad, somos legión. Tantos, que de una manera operativa se han formado grupúsculos naturales en función de localismos: al grupo de Sevilla se han añadido los grupos de Córdoba y de Madrid. Lógico. Bueno, y Antonio Luna que está en todos, que va por libre. Y no para ahí la cosa, tenemos nuestro blog gracias a la labor del infatigable editorialista Rafa Vilas, donde hacemos nuestros pinitos los amantes de la escribanía y donde damos cuenta de los eventos más sobresalientes. Y también, nuestro himno, el de "amigos para siempre", perfectamente adaptado por Paco Molina y Paco Nieto, nuestros animadores, nuestros disk-yokiss a la antigua.

En tan largo camino, desgraciadamente, ha habido bajas. Conocemos las más sonadas, habrán sido más. El primero en caer, Juan Manuel Luque, nos pilló recién llegados a san Pelagio. Su muerte ha estado siempre rodeada de un halo de misterio y de sobrecogimiento, al menos para nosotros, los del 64, que lo conocimos menos. Aparte de la de Antonio Lara, ya comentada, me afectó muchísimo la de Manolo Estepa, fallecido el día de Navidad del 2002. Con Manolo me unía una amistad y un cariño especiales, quizás por ser medio paisano mío -era de Benamejí- y por el hecho de que nunca había disimulado ni sentido vergüenza en expresar a su manera la admiración que me profesaba. Le costaba entender cómo un cateto de cortijo como yo podía sacar las notas que sacaba hasta convertirse en una especie de icono dentro de su curso. Manolo nos veía a Agustín y a mí como los ejemplos más representativos de lo que la Iglesia de entonces pretendía con el reclutamiento de niños rurales para el seminario: redimir de la esclavitud del campo a chaveas toscos pero inteligentes, pulirlos y darle lustre como verdaderos diamantes en bruto, en definitiva, escoger a los mejores para asegurar la continuidad elitista de la casta eclesiástica. Otra cosa es que con casi todos nosotros el tiro les salió mal. Mal para ellos, muy bien para la sociedad civil, entiendo yo. Manolo se integró perfectamente con nuestro grupo de Los Pajaritos en San Telmo, y mucho más al coincidir con los demás en el mismo curso de Magisterio. Fue un maestro de los pies a la cabeza; un padrazo; un marido correoso, dejémoslo ahí; un viajero infatigable, un trotamundos; un amigo impagable y un vicioso del tabaco. María Jesús, su linda y chispeante mujer, cogió muy bien su relevo dentro del grupo y no se pierde una. Lamentamos todos la pérdida de otros compañeros como Juan Navas y Valerio, unos curas santos y currantes; la de José Antonio Mérida, trastornado por los nervios; la de Juan Bautista Beteta -que no llegó a conocer el renacimiento de esta amistad de carrozas-; y las más recientes, la de uno de los más activos impulsores de nuestro movimiento, el muy llorado Andrés Luna, y la de Antonio Crespo, un hombre emprendedor y bueno, de Fernán Núñez pero afincado en Leganés. También se nos han ido algunos de nuestros curas más queridos: don Moisés, don Eduardo y don Francisco Javier Varo, hombres buenos y cariñosos con nosotros; don José Delgado Albalá, por el que habrá división de opiniones; don Pascual y don Antonio Prieto, curas amigos en San Telmo. Y más que nos iremos yendo, pero sin prisas, como dice Sabina, que a las misas de responso no soy aficionado…

¿Cómo explicar a la gente, a otros amigos, a nuestros hijos, tanta devoción, tanta fidelidad, tanta entrega a una amistad tribal reconquistada después de tantos años? ¿Qué suerte de hilos mágicos e invisibles ligan a estas personas, incluso a sus mujeres, entre sí? ¿Qué sabio alquimista ha conseguido reactivar una química tan singular e imperecedera? ¿Por qué nos gusta tanto hablar y escribir sobre nuestro seminario? Para intentar comprender este misterio no nos queda otra que echar la vista atrás. Muy atrás. Cincuenta y cuatro años para atrás. Ex abundantia cordis os loquitur: de lo que abunda en el corazón hablará la boca.

Ea, os voy a dejar descansar unos días, pa que veáis...

Antequera, 12 de febrero de 2018
José Mª Rivera Cívico
"Fili"

En este enlace podéis ver más fotos de nuestros encuentros


Como fácilmente podréis imaginar, las fotos insertadas son obra de nuestro inefable Rafa Vilas. Yo hubiese tardado un siglo y medio.

14 comentarios:

  1. Escribir sobre la vida, si se hace bien, Fili tú lo haces, es como duplicar lo vivido, vivir dos veces lo afable y lo no tan afable. La memoria, por otra parte, es buena amiga y sepulta bajo toneladas de ternura y alegria los peores momentos. Un abrazo Fili, descansa algo y sigue

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  2. Pedazo de crónica. Gracias Fili por compartirla con tanto lujo de detalles.
    Un abrazo.

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  3. Gracias, chicos.
    Ahora me permitireis un pequeño respiro. Jajaja

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  4. Maravillosa crónica, Fili. Continúa haciéndonos estos regalos que a todos nos rejuvenecen.

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  5. Fili no dejes de hacernos partícipes de tus maravillosos relatos, nos haces revivir momentos que nunca hemos olvidado y que ahora vemos sublimados por el milagro del reencuentro que nunca pensamos iva a producirse.

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  6. Muchísimas gracias Fili, por sigo como nunca este grupo y hoy al leerte se me han saltado lagrimas de cariño y recuerdos.

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  7. Te permitiremos un pequeño respiro, pero no te vayas muy lejos para no tenerte que hacer el boca a boca. En nuestras reuniones locales, cuando sale a relucir nuestros "cerebros" siempre está el Fili, el Añoro, Pepe Estepa... y sentimos todos un orgullo, que no envidia, interior que nos llena por dentro de forma natural. Es como si tuvieras un hermano que ha conseguido el éxito pero que se sigue riendo cuando expeles un peo... no sé cómo explicarlo.

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  8. Jajaja, lo explicas perfectamente, Antonio. El ejemplo que creo mejor subraya eso que dices es cuando yo veía al Añoro cortar los setos de su casa los domingos, ataviado con su mono azul descolorido. Y pensaba con verdadero orgullo:"mira, ahí está, todo un Magnífico Rector de la Universidad, y le importa un pepino ponerse de jardinero en mitad de la calle.
    Eso es lo que somos, creo yo, gente sencilla y humilde por mucho que, unos más otros menos, hayan alcanzado cotas de éxito social.

    Gracias a todos, muchachos. Intentaré seguir emocionándoos.

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  9. José Maria gracias por esta trilogía de relatos que nos ha servido de hilo conductor para conocer una resumida historia de lo más importante acontecido a partir de San Pelagio.
    Está claro que nos unen esas primeras vivencias y educación recibida desde Santamaria de los Angeles. También nuestro estrato social. No éramos hijos de familias acomodadas. Nuestros padres nos mandaron al Seminario para que pudiéramos continuar estudiando. La otra alternativa era el campo o una vida laboral temprana.
    En tu repaso de los que ya no están, quiero traer a la memoria, a Francisco Delgado, que falleció en febrero del 2007, con 53 años. Excelente amigo y compañero que llegó hasta el primer curso en San Telmo.
    Ojalá podamos seguir asistiendo a muchos encuentros más.
    Recibe un cordial abrazo.

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  10. Es verdad, Manolo. Seguro que se me quedan otros fallecidos en el tintero, por eso puse eso de los más sonados, sabedor de que hay más. Paco era un muchacho tan discreto... Muchos de nosotros ni nos enteramos de su muerte. Y, en efecto, estuvo con nosotros en San Telmo el primer año.
    Un abrazo.

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  11. ¿Qué hilos mágicos nos unen, y por qué nos gusta tanto recordar nuestra época de Seminario?
    Amigo José María, has descrito magníficamente lo que significó para los alumnos seminaristas aquella experiencia única. El privilegio compartido por un grupo de chavales, de recibir una formación y unas enseñanzas sanas, que nos pusieron en vereda de cara a la vida.
    Algo así no se olvida fácilmente, si nos comparamos con el entorno duro y difícil de aquella época.
    Descansa un poco, pero sigue trayéndonos cuando puedas estas ráfagas de aire fresco, que nos rejuvenecen y nos animan en las actuales etapas de vida que atravesamos.
    Un abrazo.
    Juan Martín

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  12. Vale, Juan Martín. Seguiré la saga. Pero me tenéis que prometer que si un día os aburro me digáis: "Para, illo, ya está bien". Jajaja

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  13. Me temo que ya no nos conformamos con las historietas. Queremos toda la historia. Los que conseguimos aportar algún capítulo (y los que no), vemos con satisfacción que contamos con una pluma infatigable, que además ha sido protagonista y eje del Reencuentro.
    Es una suerte para todos nosotros que un narrador tan puesto como tú acceda tan felizmente a memorias para muchos de nosotros ya perdidas o simplemente desconocidas.
    Lo dije ya en otra ocasión y ahora lo reitero: algún día deberíamos plantearnos recoger tantos testimonios relatados en un libro.
    Sé perfectamente que un escritor en vena es incapaz de parar en pleno proceso creativo.
    Illo, no cuentes con que te paremos. Mientras te quede cuerda te vamos a leer.
    Pedro

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  14. Jajaja, qué tío. vale. Seguiremos. La verdad es que mi idea inicial fue trazar una historia, si no totalmente fiel, al menos creíble que recogiera los pasajes de mi vida anterior que más han influido en mi futuro, esto es, la vida en el cortijo y en el seminario. Pero me cuesta ensamblarlo todo; me sobra fluidez y me falta imaginación creativa. Eso creo. Pero bueno, voy a seguir intentándolo.
    Un abrazo.

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