martes, 16 de septiembre de 2014

ANÉCDOTAS EN EL SEMINARIO DE LOS ÁNGELES HORNACHUELOS 63-65




Anécdotas



Aunque eran muchas las anécdotas vividas, parece que con los años se van borrando de la memoria y algunas más vale no recordarlas por el daño que me causaron.




Del 1º curso 1963/1964.
Una muy graciosa fue la "pechá" de chorizo de venado que me pegué porque la mayoría de compañeros decía que el chorizo estaba podrido, jajajaja, podrido, estaba del diez, lo que pasó es que al hacer las mezclas de la carne con el pimiento molido no se hizo bien y por un lado aparecía rojo y por otro del color de la carne tal cual.

Tuvo su gracia el día que bajamos al río a bañarnos, entonces era un arroyo porque la presa de Hornachuelos aún no estaba terminada, nos llevamos nuestra merienda y la dejamos junto a la ropa en la orilla, pero de repente y sin aviso abrieron un poco las compuertas del pantano y no veas como subió el caudal y por consiguiente adiós a muchas meriendas y alguna ropa. Yo aproveché para desde un poco más arriba del curso del río, dejarme ir con la corriente y D. Francisco Varo Arjona se desgañitaba llamándome para que saliera del río.

También tengo grato recuerdo de aquellas clases con D. Francisco V., que en los últimos minutos nos leía de libros miniatura de aventuras, títulos como Miguel Strogoff, Ivanhoe, etc.. Por supuesto cuando habíamos sido buenos.


Del 2º curso 1964/1965
Otra de la que guardo buen recuerdo, es cuando en las cenas competía con mi buen amigo y compañero Ballesteros Aguilera por ver quién era capaz a de engullir más sopa y llegamos a zamparnos cada uno más de una sopera enterita.

Otra, también de comida, pero qué se le va a hacer era una de mis debilidades, era que el segundo plato de las cenas, mortadela normalmente, se me hacía eterno pero no porque no me gustara y no me la comiera, sino porque antes de que terminara la tercera rodaja, si porque eran tres las que nos ponían, me llovían por encima de la cabeza las de otros compañeros que no les gustaba y como no estaba permitido ceder alimentos al compañero, me las tenía que guardar en la servilleta que tenía doblada en las piernas e ir sacando de una en una. Más de una vez D. Francisco V. me preguntó por qué tardaba tanto en comerlas y que me las tenía que comer me gustasen o no. Lo que menos podía sospechar el bueno de D. Francisco V. es que llegaba a comerme 20 o 30.

Bueno, parece que casi todos los buenos recuerdos tienen que ver con la comida. Tampoco echo en olvido aquellos partidos de fútbol en los llanos con D. Antonio Pedro Llamas, Quero Romero, Molina Díaz, Marcelino Gómez Valverde, Paco Conteras González, García Román etc.

Espero no haberme extendido demasiado y sepáis perdonar a este compañero que precisamente no destacó por sus redacciones.

Hornachuelos, 10 de mayo de 2014

Francisco Moreno Osuna

 

jueves, 4 de septiembre de 2014

CARTA A ANTONIO ROJAS LORENTE

 PARA ANTONIO ROJAS LORENTE

Amigo Rojas:
                     En nuestras primeras vacaciones de verano, verano de 1964, te escribí una carta a la que me contestaste con rapidez; yo, por desgracia, tardé algo más en responderte y ya no pude hacerlo: te habías marchado, sin avisar, a la Casa del Padre, uno de esos días calurosos de verano mientras disfrutabas de un día de baño, en el río de tu pueblo, junto a otros compañeros. Hace nada me contaba nuestro amigo Juan García Parra la rapidez del aquel accidente y cómo tuvo que esperar hasta identificar tu cadáver.
                     Siempre pensé que no debí ser perezoso y haber respondido a tu carta con la misma prontitud con la que tú respondiste a la mía, pero hoy, 50 años después de aquel verano y de aquel trágico día, quiero hacerlo. Sé que no perdí esa carta, pero ahora que todos estamos mirando en el baúl de nuestros recuerdos no aparece.
                     Nos conocimos aquel lluvioso 4 de noviembre de 1963 cuando llegamos a aquel inacabado edificio que albergaría el Seminario Menor Santa María de los Ángeles, procedentes de distintas localidades de nuestra provincia. La mayoría salimos en autocar desde Córdoba, de la calle La Bodega, y en el cruce de San Calixto cambiamos a camiones.  Seminario Menor de Santa María de los Ángeles... ¡y tan  menor!: éramos chiquillos de 10, 11, 12 años cargados de ilusiones, llenos de alegría; posiblemente no supiéramos muy bien qué hacíamos allí, pero felices sí que estábamos y lo fuimos. Con nuestros gritos habíamos roto el silencio y la paz casi monacal de aquellas montañas. Los superiores D. Gaspar, D. Francisco Javier. D. Antonio Jiménez, D. Pedro Antonio, D. Francisco de Paula, como un equipo perfecto, atendían a los familiares que se habían desplazado hasta allí, nos indicaban el dormitorio que nos correspondía, dónde estaba la capilla, el comedor, a qué hora sería la comida, dónde deberíamos recoger las maletas, dónde dejarlas una vez hubiéramos vaciado las mismas y colocado ordenadamente nuestras ropas en el armario individual que teníamos junto a la cama, aquellas ropas limpias y perfectamente planchadas que nuestras madres habían colocado en nuestras maletas y baúles.
                    Nos saludamos y hablamos, por primera vez, en el dormitorio que nos habían asignado, llamado Beato Juan de Ávila, mientras colocábamos la ropa y tú además colocabas, con mimo, tu bandurria con aquella funda de madera y de diseño extraño. Por primera vez, al menos yo, nos hacíamos la cama; recuerdo que me sobraban sábanas por un lado, las mantas descuadradas, la colcha por un lado arrastraba y por otro no llegaba: pronto descubrí que lo mejor era remeter todo muy bien por  debajo del colchón y entrar en la cama como si fuera un sobre. Me imagino que recordarás cómo era la primera alineación de las camas: empezaba con Carlos Arrabal, Alfonso Belmonte, Ruiz Nieto, Ruiz Alcubilla, Rojas Lorente, Raya Marqués y hasta aquí llega mi memoria. Curioseábamos los servicios, comprobábamos los grifos de aquellas filas de lavabos, todo era a estrenar, mirábamos por las ventanas, nos íbamos orientando para saber en qué parte del edificio nos encontrábamos y observábamos aquella puerta, casi secreta, que daba a la terraza del campanario y que, más adelante, descubriríamos cómo a veces se abría sigilosamente, con una llave maestra, y aparecía un superior siempre serio y estirado para comprobar el orden y el cumplimiento de la norma. Cerca de la puerta de entrada, el cuarto de D. Francisco Javier y el dormitorio Cura de Ars. Aquel día gritábamos, reíamos, todos nos ayudábamos con suma generosidad, todo era alegría y felicidad. Al atardecer, unos lloraban al despedir a los padres, muchos con  lágrimas en los ojos recordábamos a nuestras familias, a nuestras casas, y todos, con algo de morriña, empezábamos a ser consientes de que nos habíamos quedado solos y comenzábamos a vivir con una nueva familia mucho mas extensa que la que habíamos dejado en nuestros pueblos. A partir de aquel día Nuestra Señora de los Ángeles, los superiores y los numerosos compañeros formarían nuestra nueva familia, familia que, 50 años después, seguimos queriendo y recordando con tanta alegría. En estos momentos nos estamos reencontrando como si fuera el regreso de un largo exilio.
                    Estamos celebrando el 50º aniversario de aquella llegada al seminario, del inicio de aquel curso 1963-1964. Ha pasado mucho tiempo: aquellos chiquillos son hombres maduros, padres con hijos mayores, abuelos en muchos casos, prejubilados, jubilados, algo gordos, con poco pelo, la mayoría con los primeros achaques y supongo que con una trayectoria no siempre fácil, de trabajo, de dificultades, de lucha y superando lo que a cada cual nos haya ido presentando la vida; otros compañeros, como tú, se fueron demasiado pronto: se dice que los mejores se van los primeros, no sé si eso es así pero sin lugar a dudas se van los que más quieres.
                    Pero ¿sabes una cosa?, ¿sabes qué está pasando?: que estos hombres, mayores ahora, han vuelto a sentirse como aquellos niños que fueron, que jugaban al fútbol, al pichoncho, escalaban hasta aquella cruz de mármol, bajaban a la fuente de Los Tres Caños, andaban por el Palo Banderas y hacían excursiones a San Calixto. Aquellos niños que hacían multitud de travesuras ahora son felices y disfrutan hablando de sus extraordinarios recuerdos, de sus maravillosos amigos y de lo que significaron aquellos años en Los Ángeles. Unos compañeros se reunieron el pasado día 10 de mayo en Hornachuelos visitando, lógicamente, el seminario que, si bien en aquel primer año era un edificio inacabado, en la actualidad es un edificio incomprensiblemente abandonado. Compañeros como Arrabal, Castro Guerra, Gómez Ramírez, López Pedrosa, Montes Santiago, Osado Gracia, Raya de la Mora, Ruiz Nieto, Sánchez Toledano, D. Pedro Antonio Llamas y otros compañeros de cursos posteriores, protagonizaron el primer acto de celebración de esta efeméride. El compañero Carlos Arrabal está intentando reunir al mayor número de compañeros y ha creado un grupo de Facebook al que nos vamos incorporando los del periodo 63-65 de nuestro curso: Arrabal, Bazuelo, Belmonte, Caballero Luque, Crespo García, Díaz Alonso, Gálvez Gálvez, Gutiérrez Molero, Luna Prieto, Montes Santiago, Moreno Osuna, Nieto Molina, Polo Lara, Raya de la Mora, Raya Marqués, Toro Pérez, Ventura Jalón, Vida Ruiz, Vilas García.
                    Montes Santiago ha conseguido, no sé cómo lo ha hecho, la emisión de un sello conmemorativo de la Promoción del 63. Moreno Osuna se ha propuesto que nos toque esta Navidad el Gordo y ha comprado décimos del 41.163 que se han distribuido entre el grupo. A Vilas, ya sabes, nuestro solista de extraordinaria voz, le encargamos de todo, especialmente de lo que no sabemos muchos de nosotros: contabiliza la distribución de los décimos de lotería y de los sellos, cuelga las fotografías en el Facebook, diseña las fichas informáticas, organiza el trabajo informático y el asesoramiento a todo el grupo, porque está quedando claro que en los Ángeles no estudiamos informática; ha creado algo  que se llama blogs y que ahora está muy bien visto. López Pedrosa es un lince para identificar a los que aparecemos en las fotos que vamos colgando, y no es fácil porque son fotos que tienen 50 años. Luna Prieto reserva la mesa cuando nos reunimos en la Sociedad de Plateros o en los Tres Califas, junto a su casa. D. Francisco Solano Raya Marqués es el Don Gaspar de la actualidad: nos convoca, nos dirige, en ocasiones nos deleita con su gregoriano, en definitiva, nuestro P. Rector y el mejor comercial del whatsapp. Los demás lo pasamos maravillosamente bien, trasmitimos nuestros recuerdos, remitimos nuestras fotos, hablamos de otros compañeros y cuando nos juntamos no faltan nuestras copas. Muchos compañeros residen en distintas localidades de Madrid y se están reencontrando. Raya Marqués dice que hay que hacer grupos de compañeros por el norte, el sur, el este y el oeste. Yo te invito a que tú organices vuestro propio grupo, quizás ya lo tengáis, con Caballero Repullo, Delgado Bujalance, Estepa Sánchez, Lara Castro, Luque Fernández, Mérida Montoro, Navas Sánchez, Raya García y Zafra Tallón; no dejéis de avisar a D, Francisco Javier Varo, un grupo sencillamente extraordinario de compañeros tan queridos, ¡qué jóvenes os fuisteis, dejando un gran vacío! Seguro que se incorporarían otros superiores y  compañeros que en años sucesivos pasaron por los Ángeles y que ya no llegaste a conocer, como Antonio Aguilera García, Rafael Goñi Orellana, Juan Beteta García, Félix Ortega Osuna, Don Moisés Delgado Caballero, D. Eduardo Mármol Ortega.
                    Amigo, te he recordado en muchas ocasiones: te recuerdo con tu sotana, larguirucho, delgado y con  un timbre de voz muy particular, siempre sonriente, tocando la bandurria; también recuerdo aquellas frecuentes conversaciones que manteníamos mientras la luz del dormitorio permanecía encendida y cómo compartíamos aquellos manjares que recibíamos de nuestras casas en las talegas de la ropa limpia. Cuando ahora nos reunimos en la Sociedad de Plateros y te recordamos, como al resto de compañeros que ya no están, Raya Marqués siempre menciona, aún sorprendido, tú pronunciada nuez. Durante un tiempo veía, con cierta frecuencia, a Villén Lucena y siempre le preguntaba cómo estaba tu madre; sabía cómo le había destrozado tu muerte, igual que sabía cómo le había destrozado a mi madre la muerte de mi hermano. La última vez que le pregunté tu madre había fallecido recientemente y habían unido tus restos a los suyos, como el último intento de permanecer, también aquí, juntos.
                    Espero que este grupo de niños grandes siga disfrutando de este reencuentro y todos sigamos recordando lo que en aquellos años aprendimos. Estoy seguro de que, en los avatares de nuestra vida, Nuestra Señora de los Ángeles estuvo siempre a nuestro lado, y estoy seguro de que vosotros, tan cerca del Padre, nos habréis acompañado en muchos momentos.

                                                             Un fuerte abrazo de la Promoción del 63
                                                          
                                                                                                           Diego Ruiz Alcubilla
Agosto de 2014

miércoles, 27 de agosto de 2014

Nuestro compañero Juan Navas Sánchez, Carcabuey 23-12-1952. Montilla 8-12-2001. Comenzó el curso 1963-1964, junto a todos nosotros, en el seminario menor de Santa Mª de los Ángeles (Hornachuelos) .La publicación de su diario "El Diario de Juan" se hizo a iniciativa de sus amigos cuando, pasado un tiempo de su fallecimiento, su hermana Araceli descubrió el diario entre sus papeles. En su entrañable recuerdo lo hacemos nuestro y queremos difundirlo en su memoria.


Presentación de Luís Briones:
Para disfrutar la riqueza de vida contenida en este “Diario” no hace falta más que sumergirse en su lectura pausada, día a día. ¿Por qué esta “introducción”? Simplemente para señalar las grandes líneas de esa riqueza, que cada uno irá verificando en su lectura. Para ver, en su conjunto, el precioso mosaico de vida y espíritu que componen estas páginas.


viernes, 22 de agosto de 2014

Bienvenida











Hemos abierto este espacio con la intención de ir dando a conocer artículos, pensamientos, ocurrencias y todo aquello que sirva para montar ese puzzle, en que la memoria, después de transcurridos cincuenta años, ha realizado con nuestros recuerdos de niños.

Cada uno de nosotros ayudará al otro a encajar esas piezas, de tal forma que todos unidos consigamos hacer, como el ave Fénix, que el espacio que nos unió como hermanos durante aquellos infantiles años, renazca de nuevo y paredes, techos, ventanales, patios, capilla, coro y jardines vuelvan a surgir mágicamente en nuestra memoria.

Rafael Vilas García

Móstoles, 14 de agosto de 2014