domingo, 27 de noviembre de 2016

ALGO VOLO SOBRE EL NIDO DE CLARA Y MANOLO

REUNION JUEVERA, TRASLADADA AL SABADO, DIA 26 DE NOVIEMBRE DE 2016, DE LOS VICARIANOS CORDOBESES


ASISTENTES: Clara-Manolo, Elena-Rafa, Mari-Paco Sánchez, Isabel-Pacomo, Merche-Andrés, Pepe López, Paco Raya, Pedro Antonio, Manuel R. Muñoz Medrán, Antonio Martínez y el cocinero de una “estrella vicariana”: Antonio Gómez.

La fotos de Paco Sánchez ilustran el acontecimiento.

En las alturas no se habían puesto muy de acuerdo, con los acontecimientos que se estaban fraguando en la urbanización “Las Pitas”: casa de Clara y Manolo, donde esta vez nos íbamos a reunir esa pandilla de… (lo dejo ahí) ¡Vaya día malo, malo en lo meteorológico, pero ya se sabe, en esos momentos, lo mejor es mirar para abajo! No nos importaba nada, nos estaba esperando un buen salón, una hermosa chimenea repleta de fuego y un bracerito de mesa camilla, capaz de labrar en la piernas afortunadas, que se colocaban en su interior, unas líneas rojas o “cabrillas” dignas del mejor brasero, de los antiguos y como no, un magnífico perol de marisco, confeccionado por el ínclito Antonio Gómez “niño de los Ángeles”.

Cuando llegamos a la casa de los anfitriones, a eso de la una de la tarde, ya estaban preparadas unas sardinas, unas almejas de carril (bueno, no sé exactamente si el carril era grande o pequeño, pero estaban cojonudas) y un choricito que quitaba el sentido. Por cierto, el “cardito” de las almejas estaba para haberse dedicado a mojarle dos o tres kilos de pan. Una cosa quedó patente: no necesitábamos bocadillos de “caramales”. No quiero pasar de este párrafo sin hacerle un poco la pelotilla a Pedro Antonio. Preparó unas aceitunas aliñadas, a las que él mismo les quito los huesos, dignas del mejor obispo (no pienso en nadie en particular, pero si insistis mucho, no hace falta nada más que mirar las fotos, de Santa María de los Angeles, que nos tiene preparadas el Rafa Vilas en el Drop… ¡qué bicho soy!)

Un inciso, resulta que no somos tres margaritos, sino cuatro. Mejor dicho… una margarita, tres margaritos y el consorte de la margarita, “osease”, María y Paco Sánchez

He de decirlo, si no daré un "explotido", ¡qué diferencia de personas que servían viandas en las mesas! Altas, lo que se dice altas, no eran, pero las sonrisas, el donaire y el porte, no tenían ni punto de comparación con los que ya sabéis. Aclaro que en eso de personas incluyo a “las y los”, lo que pasa es que no me gusta eso de disimular de machismo.

Mientras, el chup, chup del perol, sonaba en el cuartillo de las confesiones, con el alegre repiquetear de las patas y las cabezas de los dos bogavantes, chocando contra las paredes del perol, a los que sólo les faltaba un par de castañuelas. A su lado, sin perderlo de vista, el chef.

Nosotros, a lo de siempre, a darle a la sin hueso (es curioso, también, por aquello de no tenerlo, se puede aludir a las aceitunas. Más bien pensad en el otro instrumento, cuidadín) como si lleváramos dos años sin vernos. En esta ocasión había casi empate de mujeres y hombres. ¡Geniales los aperitivos y el momento!

A la voz de ya, pasamos al salón y “a comer” 

¡Cómo estaba la paella! Lo de paella he de aclarar que no se ajustó a la realidad, fue totalmente para nosotros, apenas si quedó un grano de arroz. Rica, rica de verdad. Menos mal que fuimos muy comedidos y nos conformamos con lo que nos ponían en el plato. No teníamos por qué preocuparnos, había marisco para dar y regalar. ¡Nos pusimos hasta… vale! Yo personalmente, esta madrugada, he tenido que ayudar al estómago, con la correspondiente farmacopea, para poder digerir lo que me metí entre pecho y espalda.

Más cháchara con el cafelito, las copitas y un suculento pastel cordobés, hasta que llegó la hora duende, esa que estaba “volando” sobre la casa de Clara y Manolo. De repente, Antonio Martínez, con esa sonrisa picaresca que le caracteriza, entró muy despacio en el salón. En su mano derecha portaba un maletín alargado. ¡Coño, la funda de su guitarra! Entonces lo que volaba, bajó. Suavemente, la templó entre sus manos y comenzó a deleitarnos con unos maravillosos sonidos que inundaron el recinto y que eran producidos por su garganta y su guitarra (por cierto, preciosa) Sonaron sones de Serrat, Sabina, uno propio del autor, Aute y el final…

El final fue apoteósico. Ya estaba su voz algo cansada. Ojeó despacio, los folios que tenía sobre la mesa y anduvo buscando algo. Por fin lo encontró, entornó los ojos y dejó escapar lo más bonito de la velada. La canción del Extranjero del cantante Rafael Amor­­­. ¡Su impronta personal, fue genial! Después de eso, ya no pudo haber otra cosa. Con los corazones repletos de gozo, los estómagos, uf, uf, empezaron a hacer la larga digestión. Gracias, amigos. Me acordé mucho de los ausentes.

Esa noche algo dejó de volar

Un abrazo

Sed buenos

Andres Osado Gracia
Córdoba, 27 de noviembre de 2.016

sábado, 19 de noviembre de 2016

Crónica de la 19ª Reunión GRUPO MADRID



Restaurante “CASA ÁNGEL"
Leganés (Madrid)

18 de noviembre de 2016
Antonio Estepa Romero

Rafael Vilas García - Carmen - Vale - Antonio Crepo García - Consuelo - Victoriano Castillejo Molina - Cari
Antonio Estepa Romero - Andrea - Francisco Ruiz Roldán y Manuel Jurado Caballero
Estuvimos a punto de no asistir. Pasé una noche regular; esto que anda ahora por todos lados: tos seca, fiebre no muy alta, dolor de garganta… Me tomé un sobre por la mañana temprano y cuando llegaron las doce no tenía fiebre. ¡Bien!

Cuando llegamos, Victoriano estaba aparcando, los demás ya nos había tomado la delantera. Entramos al restaurante y al fondo de la enjuta barra divisé un trasiego de cabezas que se acercaban ávidas a los vasos de cerveza y al taperío. ¡Estas costureras no pierden puntá!, me dije. Nuestros esculturales cuerpos entorpecían el paso natural de los camareros, por lo que nos invitaron amablemente a pasar al comedor. Sumisos, Antonio Crespo, Andrea y yo obedecimos la orden del empleado. Pasados unos minutos me vi en la obligación de instar al resto del grupo a dejar el abrevadero. ¡Estos tíos beben como una caravana de camellos después de atravesar el Sáhara! Los peces navideños son Agustinas Recoletas al lado de ellos. Como un acomodador de cine les invité a seguirme y, sorteando las mesas con hábiles quiebros de cintura, al estilo Shakira, llegamos a la mesa. ¡Qué poco problema tenemos nosotros con los escaños! En un minuto ya estábamos todos sentados. A ver si copian los de Podemos. 

En este encuentro lo primero que me llamó la atención fue el peinado del Vilas. No sabría definir exactamente el nuevo look. Corte romano, tal vez, si no fuese por la tenue rayita que exhibía en medio de la cabeza, como si se hubiese enganchado con una percha al salir del armario. Se ha tapado las entradas como José Bono, pero mucho más natural, ¡dónde va a parar! De todas formas estaba pá comérselo. ¡Está ganando mucho, este chico, desde su jubilación!

La tarde discurrió como siempre. Victoriano nos contó su viaje con el Imserso a Benidorm. Comentaba que todavía no está preparado psicológicamente para estos viajes. Yo lo comprendo porque tampoco me veo integrado, de momento, en estos grupos. Estuvo sembrao cuando emuló a los abueletes camino del buffet para llenar el plato. Nos quitábamos la palabra unos a otros, como siempre, para compartir experiencias. Pasábamos anárquicamente de temas importantes a chistes. Rafa sabe muchos. El problema que tiene es que son muy largos y cuando va a llegar al desenlace no te acuerdas de la presentación. ¡Tío no lo puedes acortar un poco! En la próxima reunión me llevo papel y bolígrafo para no perderme. Se le puede perdonar porque tiene chispa para contarlos.

En cuanto a las féminas poco puedo reseñar. Carmen estuvo en el otro extremo de la mesa, detalle que mi oído medio agradeció. No obstante nos hizo una visita pastoral preocupándose por todos los feligreses y exhibiendo su gran profesionalidad con la cámara de fotos. ¡Incansable esta mujer! 

La sobremesa fue larga. Cari llegó para tomar el té, Antonio López se quedó en un atasco en Madrid y Manuela estaba en casa pachuchita. Nos acordamos, por supuesto, de ellos. Rematamos la velada brindando con cava por la jubilación de Rafa y por la nueva criatura que ha llegado a las vidas de Consuelo y Victoriano.

A las 5,15 levantamos el campamento. Foto en la puerta del restaurante y despedidas, pensando en la próxima de navidad.

¡Qué vida más rastrera llevamos!

Paz y bien.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Enfermero de oído, y profesor interino de gimnasia.

Pequeños recuerdos de juventud en el Seminario Menor.

Unos de los recuerdos que me vienen a la memoria, y que quisiera compartir con quienes fuimos alumnos en el Seminario Menor de los Ángeles, fueron mis empleos de voluntariado a tiempo parcial en el Seminario.

Las primeras botas reglamentarias de fútbol que he tenido, me las regalaron sobre el curso 1967/68 como premio por mi trabajo de enfermero. Me las entregó un buen día mi tutor D. Lorenzo, creo recordar. Con ellas jugaba en aquel campo de tierra inclinado que todo el mundo recuerda.

Parte del equipo de la sierra con nuestro rector D. Gaspar Bustos Álvarez
De pie:
Luis Enrique,
A. González,
Torrico,
D. Lorenzo (profesor) y
M. López.

Agachados:
F. Contreras,
J. Martín,
A. Barbero y
M. Muñoz Medrán.
(Si mal no recuerdo, faltaban: A. Hidalgo,
G. Dublino y Amaya).

Cuando Julián nuestro enfermero titulado hacía cuarto curso, la superioridad me ofreció la posibilidad de aprender el trabajo del puesto de enfermero, algo que yo acepté de buen grado. 

Fui el ayudante de Julián, y me ocupaba de ordenar el botiquín que había en la planta baja. Separaba los medicamentos según su utilidad, repasaba la caducidad de los mismos y también fui el atento discípulo del médico del pueblo, que nos visitaba de forma regular, pues siempre había alguien pachucho. 

Aquellos fueron mis primeros y fructíferos contactos con la "Ciencia Médica".

Hacía las curas de hematomas y arañazos durante la semana, y vigilaba que los enfermos siguieran tomando los medicamentos recetados, así como el ir a visitarlos y llevarles la comida si fuera necesario. 

Recuerdo el episodio de la intoxicación con las tortillas en una excursión, la sutura de la rodilla de Jaime en la consulta del doctor en el pueblo, y la picadura de una víbora a un empleado de la casa, que se llevaron al médico de forma urgente.

Aprendí a limpiar las heridas, a distinguir la utilidad de los diferentes productos que teníamos, y a vendar y curar las rozaduras de forma correcta. 

Para mí fue muy aleccionador ver al médico tratar a los compañeros enfermos, y recibir sus instrucciones y recomendaciones para el seguimiento de los mismos.

La otra anécdota que recuerdo como sobresaliente en aquella época, fue la de dar alguna clase de gimnasia a los pequeños de primero en el patio a golpe de silbato.

Eran las consecuencias que tenía el ser de los alumnos mayores del centro. 

Se trataba de seguir unas tablas de gimnasia marcadas en un librito como asignatura, y mandar los movimientos de forma correcta y ordenada.

Los profesores notarían lo mandón que me ponía con los enfermos, y por eso supongo que me adjudicaron lo de dar alguna vez las clases de gimnasia a los pequeños.

Los mandaba en plan militar, algo que debía ser genético, forzándolos a realizar los movimientos de forma enérgica y contundente, y no en plan blandengue o desganado.

En una de aquellas clases en el patio, recuerdo que salió por la entrada de acceso a la capilla la figura afable del Sr. Obispo de Córdoba, que en aquel entonces era el Excmo. Sr. D. Manuel Fernández Conde y García del Rebollar. Nombrado Obispo de Córdoba el año 1959 como sucesor de otro gran Obispo cordobés; Monseñor Albino González Méndez-Reigada, llamado Fray Albino. 

Fray Albino fue el gran impulsor de la remodelación del Seminario de Sta. María de los Ángeles, y de otras obras sociales importantes en Córdoba. 

Nuestro Obispo D. Manuel murió dos años después, el 03/01/1970. Le sucedió Monseñor D. José María Cirarda Lachiondo, al que yo también tuve la oportunidad de conocer. Fue D. Manuel sin embargo, quién nos confirmó a mí y a todo nuestro curso. Siendo mi padrino D. Moisés Delgado Caballero, que en paz descanse.

Como decía; el Sr. Obispo perfectamente identificable por su indumentaria, pasó caminando despacio aparentemente sin fijarse en nosotros, bajo los soportales paralelos al patio. Pasó cerca de donde estábamos ejecutando las tablas de gimnasia al lado de la puerta grande de la capilla.

Los chicos al verlo iniciaron de inmediato un amago de desbandada para ir a besarle el anillo. Pero ante aquel conato de indisciplina, solté un par de pitidos y los dejé quietos en su sitio, me pareció adivinar que algunas figuras furtivas miraban por detrás de los cristales de las ventanas, junto a la sala de los profesores.

Pensé que si estábamos en clase y el Sr. Obispo quería hablarnos, debería ser él quién se nos acercara, y que si no lo hacía; no había ninguna razón para que recibiera de golpe a toda una clase sudorosa de críos dispuestos a besarle el anillo. 

Así lo entendí yo al menos en aquel momento. Él siguió a lo suyo, y nosotros seguimos a lo nuestro tan campantes ejercitándonos en el salto de altura, hasta que sonó sobre nuestras cabezas aquella campana cascada de las horas, tocada por el regulador. 

El sonido cascado de la misma nos sacó de la concentración de los saltos y de la obligada disciplina, marcando el final de la clase y el comienzo del recreo.

Entonces como activados por un resorte escondido, todos los chicos en tropel con gran jolgorio fueron a por sus cosas, y sin atender ya a las indicaciones de nadie, salieron disparados en estampida corriendo hacia las escaleras que bajaban de los dormitorios, con sus toallas agarradas de cualquier forma, como un rebaño de cervatillos buscando llegar los primeros al agua de la piscina.

En un suspiro me quedé solo en el patio, viendo al Sr. Obispo alejarse con paso lento, caminando con sus mocasines rojos hacia la puerta de la entrada. 

Pensé entonces en ir a besarle el anillo como señal de respeto, pero no hubiera sido justo si antes yo no dejé hacerlo a los demás compañeros de primero. 

El Sr. Obispo seguía ensimismado en sus pensamientos y caminando tranquilamente, desplazándose por el otro extremo del pasillo porticado, aprovechando la luminosa bonanza de la apacible mañana. Como meditando sus preocupaciones, se paraba de tanto en tanto y observaba la loma que teníamos detrás del Seminario, girando su paseo hacia el portón de la entrada principal.

Seguramente haciendo lo propio que los chicos practicaban hacía un rato, un poco de gimnasia. Andar como la forma más natural del mundo para desentumecer los músculos, sobre todo las personas ya mayores. 

Yo mientras tanto, como el monitor interino de gimnasia de primero, me dediqué a mis menesteres: Recoger los arreos, la colchoneta y los palos del salto de altura, despejando de todos aquellos artilugios el patio.

Y también pensando para mis adentros en terminar pronto la tarea, para hacer como los críos de primero; salir zumbando hacia la piscina y darme un chapuzón refrescante, que me limpiara del cuerpo todo aquel sudor pegajoso, más pronto que tarde.

Juan Martín.

lunes, 31 de octubre de 2016

ANÉCDOTAS MÍNIMAS por Pedro Calle

ANÉCDOTAS MÍNIMAS DE UN SEMINARISTA MÁS TOCADO DEL ALA QUE DE LA GRACIA DE DIOS

Mi abuela Vitoria
Mi madre estaba embarazada de su quinto hijo y pronta a dar a luz, pues ya había salido de cuentas. Mi abuela Vitoria se ocupaba de todo lo que podía en la casa, siempre con el mejor ánimo. Era una persona mucho más alegre que mi abuela paterna Antonina. 

Cuando le hacíamos alguna trastada nos perseguía con la escoba o con la zapatilla, aunque sin conseguir nunca ejecutar el castigo que nuestras travesuras merecían. Siempre le decía a nuestra madre que no nos pegara en la cabeza, no fuera ser que nos dejara lelos. Fue una persona amable, cariñosa y tolerante, que en sus últimos años de vida sufrió demencia senil. Yo me di cuenta de su estado cuando mi madre nos pidió que controlásemos que no se quemara en la estufa de serrín, a la que se arrimaba peligrosamente durante aquel último invierno que pasé con mi familia en Segovia. 

Murió durante mi primer año en el Seminario. Mis padres me mandaron una carta con una cinta diagonal negra en una esquina del sobre. Me entregaron la carta estando en el comedor. Al leer la noticia de su muerte durante la comida, no pude contener las lágrimas. 

No he vuelto, desde entonces, a llorar la muerte de nadie. Cuantos más muertos y entierros presencio, más impertérrito me quedo. Cuando llegue el mío puede que pase hasta de ir. (Me refiero a mi presencia fantasmal, aunque supongo, que por consideración a mis familiares y amigos, me pasaré a darles mis condolencias y despedirme de todos con el cariño que se merecen).

Villaharta, años 60
En la fila de sacerdotes, el primero mi tío Constantino y el tercero D. Moisés Delgado

Conato de incendio
En cierta ocasión, calculo que estando en 4º curso, estuve a punto de incendiar el monte de Hornachuelos. Deambulaba un mediodía a solas y, sin duda algo aburrido, por un promontorio de tierra próximo al murete inferior del Seminario. Se me ocurrió sin más jugar con fuego. Incendié la hierba seca por puro entretenimiento. Pero enseguida vi crecer las llamas vertiginosamente formando un círculo de cenizas. A cada segundo aquel fuego voraz se expandía más y más, anulando mi reacción y posible control sobre el mismo. Casi me da un ataque de pánico. Finalmente, me lancé a pisar las llamas con el frenesí de un rinoceronte en la sabana africana y con el corazón a 140. Al principió creí que no lo conseguiría, pues el fuego rebrotaba en varios lugares que daba por apagados. Afortunadamente, conseguí reducir los frentes del cerco de fuego antes de que se me escapara por la ladera que descendía al río. 

Aún me pregunto por qué demonios tenía yo una caja de cerillas en el Seminario menor. Creo que no llegué a comentar a nadie esta supina estupidez.

Sueños eróticos
Estaba claro que el sexo era pecado. Y no sólo practicarlo, ya que también se pecaba de pensamiento. Mal rollo para mí, pues me gustaba dormirme soñando contactos íntimos con mujeres complacientes y complacidas. Una especie de película porno que me inventaba casi todas las noches para olvidarme de todo y caer, como un bendito, en brazos del amigo Morfeo. 

(Con el tiempo esa droga afrodisíaca de la excitación nocturna ha ido perdiendo su poder. También, desgraciadamente, mi imaginación).

Lo que me disgustaba era acumular pecados mortales, que inexorablemente debería confesar. ¿Por qué? Porque quería comulgar y sentirme integrado. Tras comulgar disfrutaba de una especie de arrobamiento, “recogido” en el amor incondicional de Jesucristo. Por otra parte, suponía además, que conseguía alguna aprobación de mis superiores.

Adquirí una perspectiva nueva sobre el pecado cuando nos explicaron mejor lo de los pensamientos pecaminosos. Lo que no era pecado de obra tampoco lo podía ser de pensamiento.

A partir de entonces me entregué a mis ensoñaciones eróticas tranquilamente, sin preocuparne de confesarlas. Antes de realizar actos concupiscentes con las chicas de mis sueños, imaginaba que me casaba con ellas previamente. Con tan simplísimo recurso resolví mi dilema interior. Los actos sexuales de mis ensoñaciones quedaban bendecidos previamente por un matrimonio exprés que yo concertaba con toda formalidad. ¿A quién le importaba que me casara cada noche con una chica distinta? A mí, desde luego, no. 

Presentación poética
Aprovecho el interés que pueda concitar mi prosa cantamañanas para ofrecer un par de poesías de mi poemario, casi inédito. El amigo Rafael Vilas se ha ofrecido, amablemente, a editar una selección amplia de mis poesías en un “Cuaderno Poético”. Muchas gracias, Rafael. 

Con estas dos poesías de muestra, pretendo atraer a curiosos y aficionados a su lectura y degustación. Espero que alguno de los poemas os guste. (Son el fruto de 40 años de dedicación esporádica a la expresión poética, mezclando a menudo biografía y literatura).

Pulsa sobre el enlace para acceder al Cuaderno Poético


LA FE Y LA BATALLA

He perdido la fe en la batalla
He perdido la fe
y he perdido la batalla

No quiero perder también el tiempo
en explicar tanto fracaso
cuando ya ni sé cómo o por qué
emprendí esta absurda guerra
-cada vez más perdida- 

contra mí mismo 


TOBOGÁN

Tobogán tobogán
de los días que vienen
y los días que se van

Moja mi piel el deseo
El olvido es de cristal

Como yo sueño en silencio
apenas puedo soñar

Mis sueños 
pétalos de agua
bogando se van al mar

Tobogán tobogán
sácame ya de este sueño
y llévame a tu despertar


Pedro Calle Ballesteros
Alicante. 31 de Octubre de 2016.
pcalleballesteros@yahoo.com

viernes, 28 de octubre de 2016

Cronica de la reunión del Grupo Córdoba en Plateros

REUNION (JUEVERA) DE LOS VICARIANOS CORDOBESES

27 de octubre de 2016
(casi vísperas de la noche de difuntos)

Francisco Sánchez Sánchez, Antonio Martínez Rangel, Juan García Parra, Paco Nieto Molina, Andrés Luna Prieto
Francisco S. Raya Marqués, Manuel Ruiz Nieto, Andrés Osado Gracia y Antonio Gómez Ramírez
Antonio Martínez Rangel, Carlos Samaniego Ortiz y Manuel R. Muñoz Medrán
Al pasar por la Posada del Potro, diome un subidón de adrenalina. Dirigirse hacia “La sociedad del Laurel” en días previos a la noche de difuntos, ciertamente sobrecoge, a la vez que pone.

Figuróseme ya a la gente disfrazada, a la usanza de tiempos de nuestro amigo Tirso. Yo, con mi mantón negro en la mano, que a fuer de ser jersey, daba el pego soberano, como si de un de ellos se tratara. Sólo faltome el sombrero: no importome al ser ya noche cerrada y libre del implacable sol justiciero.

Por la puerta postrera de la “Sociedad del Laurel”(antes Plateros), colome a toda priesa, sin más razón alguna que la de evacuar la vejiga, llena de líquido tanta, que hasta la cara me mudaba. Sorpresa fue la mía que al salir del excusado, encontrome, frente a frente, al sin par Carlitos con cámara en ristre; cegome los míos ojos de los imnumerables destellos salidos del monstruoso instrumento. (jodio Carlitos y luego seguro que no llevaba carrete)

Y allí al frente, engolletados en sus aposentos y presididos (controlados) por el tenorio, el señor de Luna, apodado por más señas, Andrés, se encontraban los amigables comensales, indicados en este pergamino. Digna escena de ser descrita por Cervantes o por Góngora ya que por Tirso fue glosada largamente.

Y como lo que va primero no conviene soslayarlo, se pasaron a las invitaciones de algunas señorías presentes.

Primero el Marqués de la Raya (tanto monta) ofreció una invitación debida al nacimiento de su segundo nieto, Arturo, hijo de su primogénito Paco. Buenos brindis y brindis… (Sólo brindis pues las viandas aun no estaban presentes). Tras el deseo de una larga vida, pasose a la siguiente celebración.

Su señoría Ruiz Nieto, Señor del Higuerón y sus aledaños (que por cierto algunos de sus convecinos se manifestaban por el pueblo de Córdoba, provocando con ello un gran atasco de carruajes y otros viandantes motorizados) también ofreció una copa por la larga felicidad de su hijo, el cual había celebrado nupcias días antes. Brindis y más brindis (y aún con sólo aceitunas y cacahuetes, mal asunto era este).

Pensarán vuestras mercedes que este relato va algo acelerado… en verdad que tienen toda la razón. Pero no vayan a pensar que:

He olvidado al posadero,
pues en esta noche especial
no necesita disfraz
para notar su paradero.

Allí estaba el buen mozo, con “Chuti” su ayudante. Dispuestos a dar con su “tenebroso talante” emoción y alegría a la velada. Sí, sí, alegría nos daban, porque más mirábamos las viandas que portaban que lo pétreo de sus rostros. Tal para cual. Ahora bien, iban a tono con esa noche de “Walpurgis” 

Y en mentando las viandas, se abrió la caja de Pandora y con buena mano alzada los dignos señores, aclamaron a voz en grito: “BOCATA DE CARAMALES”.

Eso si, como siempre ha de haber algún díscolo, el más pequeño de los presentes, señor de cámara en ristre, se decantó por “ATUN CON TOMATE”. Bueno… a decir verdad el señor de Gómez y Ramirez dio cuenta de un buen REBOZADO DE FINAS GAMBAS.

Gran alborozo produjo la presencia de Juan García, comendador de la Parra que tras meses de convalecencia dio muestras de su inmejorable restablecimiento y a buena fe, que su adonis figura así lo demostrara.

Ya repuestos y animados se pasó a contar y contabilidad de las largas fechorías y andanzas de tan dignos caballeros. Cada cual expuso las suyas y al final, tras el recuento, se declaró un empate. 

También hubo debate para tomar algún acuerdo y así se llegó a la conclusión de que la próxima reunión, en casa de Ruiz Nieto y Blanca se celebrase. Púsose la fecha del veinte y seis del mes de noviembre, sabadete (por lo que no habrá juevera) y al que todo “quisqui” queda invitado por esta solemne proclama. 

Ha de mencionarse, de una manera pública, especial y notoria, que Andrés, con su presencia, estuvo dando solera y señorío a tan magnífica velada. Aguantó con un par, como de normal costumbre, hasta que las fuerzas le abandonaron un poquillo. ¡Cuánto se le ha de agradecer! (sí Andrés, aunque te joda, porque no quieres honores, digo que tú nos das unión y ganas de seguir para adelante, gracias).

Antes de la hora de ánimas, sus señorías, se retiraron, cada cual como les vino en ganas.

Y colorín colorado…

Sed buenos.

Andrés Osado Gracia

miércoles, 26 de octubre de 2016

El tomate

EN BUSCA DEL TOMATE PERDIDO
(O COMO LLEVARSE AL HUERTO A UNA PAREJA DE TORTOLITOS)

Resumen de la crónica telefónica de nuestro corresponsal en Roquetas de Mar, Almería, España del mundo mundial. 
La mañana, en Roquetas de Mar, amanecía como otra cualquiera: espléndido sol, temperatura agradable y tranquilidad… “muuuucha” tranquilidad. 
De repente, una llamada telefónica: 
− Voy para allá, no tardo nada. 
De esta forma, al entorno del mar de la tranquilidad y a esa pareja de tortolitos, que disfrutaban de su merecido viaje-imserso, en la localidad antes indicada, Isabel-Pacomo, se les fue introduciendo una brisa marina envuelta en bruma de alegría e impaciencia. Efectivamente, a partir de ahí los acontecimientos tomaron un cariz más acelerado e inesperado que de costumbre.
Al poco rato, una “fragoneta”, no del todo desconocida, se detiene frente a ellos. Sin lugar a dudas no podía ser otra sino la del sin par “Torraor” o si lo prefieren ustedes, “el Hombre que susurraba a las tórtolas” 
− Veis, no he tardado nada. Es que sin pensarlo dos veces me he dicho: ¿por qué no me voy a ver a Isabel y Pacomo−, les dijo Miguel, mientras se precipitaba a indicarles la siguiente actividad. 
− Vamos, os voy a llevar a Motril, no se hable más. 
Dicho y hecho. La fragoneta se puso de nuevo en camino: fiel fragoneta, amiga entrañable de incansables kilómetros de trabajo y “correrías” 
El camino transcurría de lo más aburrido… ¡Eh, alto! Me parece que me estoy equivocando. ¿Ustedes creen eso? ¿Tratandose de Miguel y Pacomo, no se iba a oir ni una mosca? ¡No, que va, no paraban de hablar! 
Por lo tanto, el camino era de los más ameno, mientras se dirigían a Motril. Pero, de repente, Miguel, interrumpe la conversación: 
− ¡Por qué no paramos antes en Adra, ya que nos pilla de camino! 
La fiel fragoneta, como un resorte, viró “ipso facto” hacia Adra. Por supuesto, sin esperar la respuesta de las dos voluntades acompañantes. O sea, que a la fragoneta le importó tres pimientos la opinión de Isabel y Pacomo. 
Ya en Adra, en una de esas enigmáticas rotondas de las que padecemos los españoles, se detiene ante la vista de una pareja de la Guardia Civil: 
− Voy a preguntarles para donde se va al mercado− les indica Miguel. 
− ¡Chiquillo, a la Guardia Civil le vas a preguntar, encima que llevas un piloto roto, estas loco!− le increpa Pacomo (puede verse en la foto la veracidad de la observación) 
− Va, no importa, no pasa nada, no os preocupeis, he pasado la ITV hace unos días. 
− ¿Por favor, me pueden indicar dónde puedo comprar los famosos tomates de Adra? 
En ese momento, los dos acompañantes se quedaron petrificados. ¡Menuda pregunta que les ha hecho! encima con las deficiencias que tenía la fragoneta. ¿Acaso no podía haber pedido información en otro sitio? Mientras tanto, Pacomo no dejaba de mirar de reojo a una caja solitaria, que medio y tapada con una chaqueta, se ubicaba tras los asientos. 
− ¿Qué habrá en esa caja?− se decía para sus adentros, deseando que el agente no se percatara de ella y le diera por preguntar sobre el contenido de la misma. 
− ¡Si íbamos para Motril, por qué pararnos a comprar tomates en Adra!− se repetía una y otra vez el acojonado Pacomo. 
− Pues mire usted, eso le pilla un poco retirado de aquí− contestó muy amablemente el agente, el cual tras un saludo reglamentario, les deseó buen viaje. 
Sólo cuando habían perdido de vista a los agentes, se atrevieron a increpar a su imprevisible conductor por la situación vivida. 
− No os preocupéis, yo ya estoy acostumbrado a estas situaciones, no pasa nada. Yo y mi fragoneta hemos pasado por situaciones más complicadas y siempre salimos con buen pié de todas ellas. 
Y cual caballero andante, siguió su camino, llevando a esas dos personas “imsersadas” hacia nuevas aventuras. 
Por cierto, no hubo ni tomates, ni Motril y continuó el misterio “de la caja de cartón, medio tapada por una chaqueta” 
Quizás, en otro momento, salgamos de dudas. 

Mientras tanto, sed buenos. 

P.D.: Esta vez, como veis, las aventuras son ya de más mayorcitos, pero igual de infantiles. Muy bien. 

Andrés Osado, 26-10-16

viernes, 21 de octubre de 2016

Crónica de la 18ª Reunión GRUPO MADRID

Restaurante “LA PLAZA"

21 de octubre de 2016

Móstoles (Madrid)



Antes de comenzar la crónica debo aclarar un punto importante. Decía en la pasada reunión que “…Antonio López Arenas celebró con nosotros su entrada al club de los abuelos con unas botellas de cava y unos deliciosos dulces de la localidad”. Donde dije botellas de cava debí decir, Champagne Charles Vincent brut. Es igual pero no es lo mismo. “Al César lo que del César…”

Y ahora sí, entro de lleno en lo que nos ocupa.

Esta reunión empezaba para mí con mal pie. Desde ayer jueves estaba nervioso por un problema de agua en la bajante del edificio que manchaba a cuatro pisos. No quise dar la voz de alarma a los compañeros del Grupo Madrid hasta ver si se podía solucionar el problema antes de la hora de la comida. No tuvimos suerte, y Andrea tuvo que quedarse en casa para recibir la visita del fontanero. Esto causó en mí cierto malestar que fue advertido rápidamente por Manuel Jurado, Rafalito Vilas y sus encantadoras mujeres, Manuela y Carmen, que ya se estaban metiendo entre pecho y espalda, cervezas, caracoles y pimientos asados. Me senté con ellos en la terraza del restaurante hasta que hicieron su aparición Antonio Crespo y Cari.

Enseguida pasamos al restaurante. Ya me iba animando. Con esta gente se te pasa hasta un dolor de muelas. En la comida tuve la suerte de sentarme al lado de Carmen. Hasta ahora no me he dado cuenta de la habilidad que tiene para llevar adelante, con notable éxito, dos conversaciones a la vez: la de las féminas y las de nosotros. Esta mujer tendría que haber estudiado la carrera judicial. Hubiese sido una excelente jurista. O incluso oradora, dada su vigorosa voz. Todavía me está pitando el oído derecho. Me río yo de Pacomo.

La comida iba transcurriendo como siempre. Nos contamos las últimas novedades. Rafa está más delgado; Antonio se está arreglado la boca; Jurado lo tienen que ver del culo…lo que es una conversación de amigos. Cada vez lo pasamos mejor. Manuel Jurado nos confesó una anécdota del Seminario y le contestó Manuela: “Pues a mí no me lo has dicho nunca”. Entre plato y plato íbamos desgranando lo último del mes. En el segundo plato se presentó Antonio López, un refuerzo importante para el grupo.

La sobremesa fue larga y pausada. Entre chupitos de licor fuimos preparando el calendario de las futuras reuniones. La próxima será en Leganés y la de diciembre en casa de Antonio López. Queda en cartera la visita a Segovia.




Eran casi las cinco de la tarde, hora taurina, cuando salimos por la puerta de chiqueros a la amplia plaza. Y allí se montó el lío. Después de varias instantáneas en el restaurante, seguimos con el álbum en la calle. Llamamos a un camarero para que hiciera de fotógrafo y ante los ánimos efusivos que recibió se nos vino arriba y parecía un profesional, dado el abanico de posturas con el que nos deleitaba. Después, Carmen cogió la cámara y a partir de ahí vino el cachondeo. Nos hizo retratar uno a uno. Parecía que estábamos en una Comisaría de Policía: “La cara más para la izquierda…; baja más la barbilla…; cierra la boca…; sonríe…” Pero cómo coño voy a sonreír si me dices que cierre la boca. ¡Anda que no dio juego el tocado de Carmen!
Rafa empezó a quitarse ropa: el chaquetón, el jersey, los tirantes. - Este tío se me pone en cueros, pensé. Ha perdido cinco o seis kilos y la verdad es que está para una metida de culo (en el pantalón). Se puso el sombrero de Carmen y parecía un patriarca gitano. Manuel Jurado aguantó estoicamente, igual que Antonio Crespo, Antonio López y yo, las indicaciones de la fotógrafa. Entre bromas, chistes y sucedidos se nos pasó la tarde volando. ¡Buen encuentro, sí señor! Llegué a casa henchido de satisfacción. La tarde hubiese sido perfecta si hubiese estado Andrea y todos los ausentes. Otra vez será.

¡Paz y bien!



                     Antonio Estepa Romero