sábado, 28 de julio de 2018

REUNION DE LOS VICARIANOS CORDOBESES

EN LA SOCIEDAD DE PLATEROS 

Córdoba, 26 de julio de 2018 

A veces, el camino, como ciclo iniciático en espiral, que a algunos les gusta recordar, por aquello de insinuarles a Hegel y Marx, es necesario iniciarlo al revés, o a la inversa, o en un vaivén incesante, como ustedes quieran. 

¡Que no! ¡Que no tengo dos copas de más, ni he perdido el seso! 

Es que así, adquiere todo su significado los derroteros de la reunión de Plateros. Si, si, derroteros o “derrocheros” (admítase esta última expresión, como licencia del autor) 

Digo derroche, por toda la sapiencia que… “se derrochó” por aquel recinto. Los ventiladores, cual arañas siniestras, se encargaron de esparcirla por doquier, para comprensión de los allí reunidos. 

Pues bien, con la luna dibujando un surco luminoso, sobre las aguas de nuestro Guadalquivir, tocaba retroceder, mientras esperaba el autobús, recordando los acontecimientos vividos recientemente. Eran las 11’45, por supuesto, de la noche. Aguas abajo, nuestro primado Paco Sánchez, acompañado de Antonio Hidalgo, hacían lo mismo. La Ribera, lucía hermosa. 

Aún resonaban en mis oídos, las carcajadas provocadas por los chistes que, a la limón, intercalaban Antonio Martínez y Paco Nieto, apostillando algún comentario. Geniales ambos. 

Tuvimos un especial recuerdo para todos aquellos compañeros que lo están pasando mal, con sus dolencias. En especial: Agustín, Fernando, Manolo Aranda, Paco Raya. Nuestros mejores deseos de que lo puedan llevar de la mejor forma posible. 

Diego llamó, disculpándose por no poder asistir. Alguien dijo que no había entendido bien si era porque estaba en las Tendillas o porque tenía una “tendinitis”. Pobrecillo, encima con cachondeos, después de todo lo que le está doliendo. ¡Diego, ya sabes que te deseamos una pronta recuperación! 

Echamos en falta a muchos compañeros, que por sus vacaciones, tampoco pudieron asistir. 

El momento “duende” apareció de improvisto… “Una, Grande y Libre” Así, como suena, Carlitos comenzó un extenso debate sobre estos tres conceptos. Y ni corto ni perezoso, apostilló, como culmen de su disertación… “Unicidad del Ser” ¡Toma ya! ¡Es que no nos merecemos a este Carlitos! 

Pero, para no ser menos, el otro filósofo, Antonio Martínez, destapó su tarro de las esencias y apostilló, como culmen del sentido de desarrollo social “la sexualidad, esa que cultiva uno solito, acrecenta el conocimiento del “Yo” y la que se hace en pareja, “contribuye a hacer amigos” 

Ante esto… ¿creen ustedes que yo puedo seguir escribiendo vulgaridades? ¿Entienden ahora, eso de “ciclo iniciático y derrocheros? Pónganle, vuestras señorías, el sinónimo que quieran, a la explosión de sabiduría que se derramó en Plateros. 

Irrepetible noche la surgida entre esos arcos. 

Como viene siendo frecuente, también, nuestro primado, impuso el Solideo de Vicariano, al recientemente incorporado Rafael Serrano. Otro más en el bote. 

Claro está, también dimos cuenta de nuestros “caramales” previos levantamientos de tapadera, osease, la parte del pan que va encima de los mismos, a fin de discernir, qué bocata estaba aderezado con o sin mahonesa. Eramos pocos, pero la variedad de gustos, quedó patente. “Yo con, el otro sin, el de más allá con un poquito” y así sucesivamente hasta sobrepasar el aguante de Juan, nuestro amable camarero amigo. 

Voy a mirar mi agenda, a ver si se me olvida algo… 

Ah, si. He de recordar que ya mismo se pondrá el listado de la lotería de Navidad. Este año, Carlitos tiene reservado el número, en el sitio de siempre. Aún no se debe pasar a retirarlo hasta confeccionar la lista. 

Creo que ya está todo dicho. Si algo se me ha olvidado, de lo cual no dudo, que alguien lo indique en los comentarios. 

Hasta la próxima. 

Salud para todos

Andrés Osado Gracia

sábado, 21 de julio de 2018

Buscando a Wally


Viaje al futuro: La cuadratura del círculo ante la mirada de los nietos.

Fue al recoger mis libros, la ropa y las demás cosas de la camarilla cuando sentí en la garganta aquel nudo que ya conocía de otras veces. La marcha del Seminario no era por una sanción de la jefatura, marchaba por una orden imperativa del Estado que me mandaba hacer el servicio militar. Estaba diciendo adiós a unos años inolvidables de estudio y compañerismo, a los profesores, al edificio emblemático, y a un estilo de vida religioso centrado en el estudio, en el orden metódico, en el trabajo y en la disciplina.

A mí siempre me quedaba el consuelo del reconocimiento de mis superiores, pero por delante tenía el recorrido imprevisto de una etapa incierta, en donde me las tendría que ver yo solo sin la tutoría de los profesores. Me despedí en silencio y sin ruido, cargué en la moto aquella enorme talega llena de ropa, y traspasé la gran puerta de la entrada. En la acera arranqué el motor y bajé hasta el Arco de Triunfo, el viejo edificio del Seminario parecía que también me despedía en silencio.

Atravesé despacio el antiguo Puente Romano, para tomar la salida de Córdoba por la carretera de la campiña, de regreso a la casa de mis padres.    

La llegada al complejo militar del CIR, en un principio me pareció un viaje ya familiar como los que hice para ir al Seminario Menor, incluso el entorno era parecido. Se veían los mismos campos llenos de chaparros y peñascos que había en los Ángeles, luego descubrí que también había un riachuelo y un embalse enorme.

En el CIR se me asignó un dormitorio, nos entregaron un petate (una gran talega) para guardar nuestras cosas, un correaje, ropa, botas, calcetines, zapatillas deportivas y mudas interiores. Me dieron una cama, una taquilla, el número 9174,  y un fusil de asalto Cetme. La primera orden fue dejar recogidas todas las cosas y la cama hecha.

No me sentí apenado ni triste, aquello era lo que me tocaba hacer o el destino me tenía preparado. Recordaba las palabras de D. Gaspar: me dijo que se harían gestiones una vez terminado el campamento, para que  pudiera irme a estudiar a S. Telmo.

La vida en el campamento militar se transformó de inmediato en una rutina diaria de marchas en orden cerrado, de ejercicios de fortalecimiento físico con tablas de gimnasia en grupos con rollizos de madera. Y en mi caso, se completó con un curso de sanitario por las tardes, una casualidad por la que pude ampliar mis nociones de enfermero empezadas en los Ángeles. Allí recibimos una formación muy completa dada por un oficial médico, y también un manual de primeros auxilios, para realizar curas en situaciones difíciles, recibiendo un diploma que me acreditaba como sanitario de 1ª.

En el Campamento encontré otros buenos compañeros de mili, y otros superiores. Allí empecé a reflexionar en serio sobre mi futuro, al son de aquellos toques de corneta que como la campana de los Ángeles, nos marcaban la distribución de la actividad diaria.

El día de la Jura de Bandera lucía un sol espléndido, nosotros desde primera hora ya estábamos sudando, con todas las Compañías formadas desde hacía un buen rato, ante un entarimado montado al efecto para las Autoridades locales y los Mandos.

En una amplia zona delimitada por unos cordones con banderines, estaban también nuestros familiares. Era el mes de junio del año 1972.

En el aire festivo del ambiente se notaba entre nosotros la tensión del momento, cuando sonaron aquellos dos toques agudos de corneta. A continuación oímos la voz potente de nuestro coronel por los diferentes altavoces del recinto, que desde la tarima nos habló del honor, y del significado que tenía para nosotros aquel acto de la Jura de Bandera.

Terminada la breve alocución, siguió un corto silencio. Luego su voz sonó contundente diciendo una sola palabra:  ¡¡Bata...llón!! Y al instante cientos de manos golpearon con fuerza el cierre de los cetmes produciendo un sonido seco. Todo el Batallón al unísono adoptó la posición de firmes, quedando las Compañías dispuestas por secciones para el desfile. Dando inicio así, aquel solemne acto de la Jura de Bandera en Cerro Muriano, al ritmo de una alegre marcha militar.

Terminado el campamento, me llevé el recuerdo de una grata experiencia personal aprendidos claramente los significados de algunos conceptos básicos como servicio, jerarquía y respeto. No exenta de algunas anécdotas simpáticas y de hechos curiosos, vividos en aquel período de instrucción.

Fui destinado al Sevilla al Rgto. Mixto de Infantería Soria 9, siendo trasladado al Batallón de Carros de Combate. Allí me encontré curiosamente bajo el mando del mismo capitán de mi Compañía en el Campamento, pasé una mili tranquila y me licencié siendo cabo 1º.

Después de unos días en casa con la familia, decidí buscar un empleo estable en Cataluña, aconsejado por un compañero del ejército. 

No debía tener demasiada prisa, pero tampoco perder el tiempo en lo tocante a buscar la necesaria estabilidad como adulto, dentro de la sociedad en la que iba a vivir.

Siempre interpreté después de observar los paréntesis de la vida experimentados, que las cosas casi nunca pasan por casualidad, sino que es el destino el que nos viene dado a partir de lo que vamos escribiendo cada día con el resultado de nuestros actos.

Algo parecido a lo que dijo aquel científico llamado Einstein sobre la energía, que ni se crea ni se destruye, sino que solo se transforma. Pero aplicándolo a cada una de las personas, según los hechos individuales y la conciencia particular. 

Así me parecía a mí, que las personas nos forjábamos como el hierro candente sobre el yunque, pero también exigiéndonos desde el interior con disciplina y reflexión. Por eso me propuse ser fiel a los esquemas recibidos, aplicándome a mí mismo en primera persona todo lo aprendido que consideré importante. Supuse que cumpliendo mi parte en el contrato de la vida, lo demás en buena lógica vendría rodado todo por su propio peso, como algo lógico: A la Acción, siempre le sigue la consecuencia de la Reacción. 

Un secreto que deduje a partir de lo experimentado en cada una de las etapas que me había tocado vivir: Con la familia y en el trabajo del pueblo, en la escuela de Lérida, en el Ejército, y muy especialmente en el Seminario desde el concepto religioso.

A veces en la vida hay que saber frenar, otras veces sortear obstáculos, preguntándonos como unos buenos estrategas de unidad: ¿Quién? ¿A dónde? ¿Por dónde? y ¿Cuándo?

Esa experiencia, era algo que yo quería hacer llegar a quienes formaran parte de mi entorno. Actuar en función del momento, pero aplicando siempre la filosofía del respeto por uno mismo, e intentando siempre ser correctos con los demás, a pesar de nuestras limitaciones personales, que son muchas y cuentan bastante.

Estando atentos a la voz del sentido común, leyendo la realidad desde el manual de comportamiento recibido en todos aquellos años de estudio.

El otro aspecto a considerar era de crecimiento interno, enfocado desde la creencia religiosa que se nos inculcó desde pequeños. Pensando que a diferencia de los animales, las personas nos debemos un respeto, y también a quién nos puso en la Tierra.

Ya que no somos piedras, ni plantas ni animales inferiores. La vida ha de tener un sentido muy superior al de solo reproducirnos, el de progresar, el sufrir penalidades o calamidades.

De ahí mi agradecimiento constante a la formación recibida en el Seminario, que me permitió sin duda poder acceder a esa forma filosófica de entender la vida, desde la base de la Fe y el concepto del Credo.

Hoy ya abuelo, cuando me toca hacer de canguro de algún nieto, me fijo cuando salimos al parque en los diferentes niños y niñas pequeñitos que corretean, y pienso en el largo recorrido de aprendizaje que les queda por delante.

El parque infantil es un Universo en miniatura con sus propias leyes, allí se comparten los juguetes y los diferentes aparatos por igual, sin exclusiones ni diferencias. He aprendido a pedir disculpas a los niños por mi intromisión con la mirada, como un punto de encuentro sin palabras, absolutamente aséptico que nos identifica a cada cual. Máxime en esa edad de los primeros balbuceos ante el Mundo de los adultos traspasándonos ideas de comprensión sin palabras.

Aun saltando la distancia de los años que nos separan, es el misterio de la vida que tenemos la suerte de compartir, lo que nos une en el parque a los yayos y a los críos.

Nos fiamos de quién nos ayuda desde la sinceridad y la nobleza mirándonos a los ojos, nos entendemos con los nietos desde la amabilidad dadas nuestras carencias ante una mente infantil, que a veces infravaloramos abusando en exceso de la prohibición.

Con un gesto se les ofrece agua apenas sin hablar, o con la mirada les señalo el columpio y te entienden a la primera, entonces les acompaño hablando despacio.

Jugar, compartir y ayudar desde la seguridad y sin enredos, los críos deducen con una inmediatez increíble, y se enfadan cuando no se les entiende.

La ternura hacia los demás, y la comprensión desde el respeto que nos hace posible el crecimiento como personas a lo largo de las generaciones, son la clave. También vale para los adultos, lo he aprendido en el parque sin discursos, jugando con ellos.

Los pequeños se fían de los mayores porque nos presuponen de forma segura, que representamos el conocimiento y la protección que necesitan ante lo desconocido.

He podido comprobar en la avidez de sus curiosas miradas infantiles, que no les podemos dar gato por liebre, so pena de caerles mal, o de crear una confusión  en sus pequeñas cabezas, ellos ya tienen su criterio propio desde que nacen y juzgan lo que hacemos.

Al igual que en las anteriores etapas de la vida, ahora los nietos son los profesores que me enseñan cada día a reflexionar si lo que yo hago es correcto.

Es la confluencia de la vida que nos pone delante de los ojos, la posibilidad de aprender de ellos como si fueran el resumen de todos nuestros anhelos pasados.

Como una realidad que no es teoría, sino personitas verdaderas que ahora tenemos la responsabilidad de enseñarles desde nuestra experiencia, en pequeñas dosis de ida y vuelta: el afecto, la seguridad, el respeto y la benevolencia.

Nos miran con la superioridad que les da el vernos tal y como realmente somos los adultos ante sus ojos, cuando actuamos ante ellos como si los pequeños no se dieran cuenta de lo que decimos, o de lo que hacemos.

Ellos nos ven desde que nacen con el sexto sentido de su instinto maternal, y hasta las ideas que pensamos los adultos nos las ven y las escuchan en tres dimensiones. Como si todos los mayores fuéramos de cristal transparente para ellos, subidos en este tren de la vida en el que vamos recorriendo juntos como pasajeros, un camino generacional de afectos y experiencias personales peldaño a peldaño.

Ellos son el futuro, y nosotros ocupamos el último escalón del presente en el que se apoyan, para seguir prosperando como el siguiente proyecto humano, por encima de nuestra efímera prepotencia de adultos.

Hoy hemos asistido los padres y los yayos al final de curso en la guardería, y les hemos visto seguir la coreografía al ritmo de una canción, según les indicaban las profesoras con sus atuendos de baile. Algunas niñas y algunos niños miraban al patio de sillas y empezaban a llorar. Otros sin embargo, saltaban contentos en la tarima metidos en el papel y giraban sobre sí la mar de animados. Cada persona somos un mundo desde pequeños, y arrancamos con las herramientas que nos han tocado.

Igual que nosotros cuando éramos niños a la hora de jugar o de estudiar, cantar, o tocar la bandurria en el coro de la Iglesia.

Según los veo, me recuerdan las etapas por las que pasé de pequeño, y me anima pensar que al igual que en mi generación, a ellos también les tocará esforzarse y superar escollos con alegrías o con llantos, como pasajeros de la vida en este tren enorme, que nos lleva de viaje por el Cosmos.

Así se ve la vida renovada en los nietos que recogen la antorcha que les damos, cuando los miramos desde el espejo retrovisor de los años, reflejándose en los críos nuestra propia ilusión como abuelos, mientras juegan en el parque.

Igual que les pasó a todos los anteriores abuelos que en el Mundo han sido, desde el principio de los tiempos, cuando el parque infantil era el simple campo. El ser humano en la actualidad traducido en los pequeños que hoy llegan a la guardería, en la primera graduación del curso.

Qué inmenso es este proyecto inteligente del que formamos parte como granitos de arena en este Mundo que llamamos Tierra, algo que va mucho más allá del simple escalón que pisamos ahora, en este tramo de la Historia de la Humanidad.

Es la reflexión que se me ocurre contemplando a los críos jugando en el parque, que el tiempo nos pone en el camino por el que hemos de seguir como civilización y como ciudadanos individuales, aunque seamos yayos.

Conscientes de que somos tripulantes por igual de un Planeta formado de tierra y agua, que como una nave intergaláctica atraviesa el Cosmos arrastrada por una estrella dentro de una Galaxia enorme.
Una más de los cientos de millones que llenan el Firmamento.

Juan Martín.

martes, 10 de julio de 2018

Crónica de la 29ª reunión Grupo Madrid

Restaurante “La Cátedra” (Hotel El Bedel) 
Alcalá de Henares (Madrid) 

7 de julio de 2018 

Un mes justo desde el último encuentro. ¡Cómo lo pasamos en este sanferminero día! 

La cita era a las 12 en la Plaza de Cervantes, junto a su hidalga estatua. Cuando estábamos a punto de salir del aparcamiento oí unos silbidos, como los que se oyen en La Gomera, el “Silbo Gomero”, que le llaman. Pero afinando mi castigado oído se parecía mucho más a los cabreros montañeses de Asturias, Cantabria o Galicia. A los pocos segundos localicé la “emisora”: era Manolito Jurado que hacía entrada triunfal en el párking con Manuela, su bella esposa, y al vernos se emocionó tanto que no podía emitir vocablos y optó por los sonoros silbidos, digo yo. 

Sobraba tiempo, y los cuatro nos dirigimos tranquilamente hacia el punto de encuentro. Enseguida vimos llegar a los anfitriones, Agustín y Leo. Calurosos abrazos, después de cincuenta años que no nos veíamos. 

El encuentro era un poco especial, pues íbamos a conocer a compañeros del 61. Estuvimos esperándolos unos diez minutos. Manolo nos comunicó que estaban haciendo su tour y que nos veríamos en el restaurante. La primera visita que hicimos fue a la catedral. No quedamos en la entrada ya que se estaba oficiando el sacramento del Bautismo. Seguidamente nos dirigimos hacia la Casa de Cervantes. Fotos obligadas junto a Don Quijote y Sancho. Yo soy más de Sancho, no sé por qué. Me identifico más con él. Lo veo más humano, más cercano, más bonachón que Don Quijote. Incluso en la morfología biológica estoy más cerca de aquél que de éste, fíjate tú. 

Estaba en el primer piso, visitando las dependencias del escritor, cuando oí claramente que me llamaban por mi nombre desde abajo. Era Antonio Porras Ramírez. Cincuenta años nos separaban desde la última vez que nos vimos. Otro como Agustín, que no le pasan los años, bueno si le pasan pero no le rozan ¡qué tíos!. 

Se acercaba la hora del almuerzo y nos fuimos para el restaurante. Antes de llegar nos encontramos con Paco Ruiz y Vale. El resto del personal los saludamos después, en el abrevadero. Victoriano y Consuelo llegaron a la hora convenida, acompañados de Cari. El cariño que le tenemos todos a Cari es directamente proporcional al que le profesábamos a Antonio. Por eso tiene que seguir siempre con nosotros. Estando ella, está él. Es obvio indicar que echamos de menos a los ausentes: el camarlengo Vilas y esposa, al sumiller del aceite, Antonio López, el príncipe del bel canto, Antonio Rodríguez, y tantos otros.

Creo que fue Fernando Horcas el que nos distribuyó unos cartelitos con nuestro nombre y el de nuestras esposas. Bonito detalle, que nos facilitó mucho nuestra identificación. Parecíamos congresistas cervantinos. 

Entre bocado y bocado nos pusimos al día de todo. Porras hasta se acordaba que estaba detrás de mí en el estudio. ¡Qué memoria! Y no es por la cabeza, porque yo la tengo más gorda que él y no me acuerdo de tanto. ¡Pero si hablamos de memoria, el Jurado es único! Su humildad le impide reconocerlo y se excusa en que lo tiene todo en el móvil. Entre bromas y recuerdos entrañables se pasaron las horas. ¡Qué pronto se pasa el tiempo cuando se está a gusto! 

Antes de terminar quiero darle las gracias, en nombre de todos, a Agustín y a Leo por su entrega y dedicación para que todo saliera bien. Gracias chicos porque ha sido un encuentro maravilloso. 

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No he querido detenerme en describir un poco esta maravillosa ciudad de Alcalá de Henares, porque para eso está internet que lo hace mejor que yo. 

He llegado a Móstoles una vez más henchido e hinchado de emociones. Yo creo que por eso estoy tan gordo. 

¡Hasta la próxima, buena gente! 

Paz y bien.

Antonio Estepa Romero

sábado, 16 de junio de 2018

Encuentro en casa de Manuel Ruiz Nieto

PEROL DE SAN ANTONIO 

Como dice el refrán, a falta de pan, buenas son las tortas. Y yo lo traduzco en este caso: si no hay cronista oficial, nos tenemos que conformar con el sustituto. Vuelvo a osar de “Osado” 

Para el pasado día 13 de junio, nuestro amigo Manolo Ruiz Nieto nos comunicaba, por medio de nuestro soporte, el whatsapp, que el superior que tuvimos en Los Ángeles, D. Antonio Pedro Llamas Trujillo, tenía el gusto de invitarnos el día de su santo a un perol en su parcela, la de Manolo. 

Y allí fuimos acudiendo, como es lógico en esas ocasiones que no se pone hora fija, sino que se queda “a partir de…” Llegábamos en función de las posibilidades o disponibilidades de cada cual y algunos hicieron hasta doble entrada, como nuestro amigo “el volaor” que al estar de guardia con su madre, hizo acto de presencia a primerísima hora y también nos acompañó a la hora del café. 

Como siempre, faltaron unos, se sumaron otros, pero hay dos cosas a resaltar: de una parte, apareció por sorpresa Miguel “el manisero de Elche” con su amigo Antonio y faltó la pareja de Priego “Rafael Vilas y Carmen” que se quedaron sin perol y sin perito, qué le vamos a hacer? 

Al igual que en la canción de Sabina: y nos dieron las una y las dos… nos fueron dando cerveza, refrescos, vino y patatas con anchoas, chorizo, salchichón, cabeza de jabalí, gambas etc., etc. Eso sí, yo resaltaría, por lo bueno que estaban unas rebanadas de pan con ali-oli untado, que al parecer lo había hecho, creo que es Mari, la mujer de Antonio Pedro. 

Se fueron desgranando conversaciones bajo el chamizo perfectamente reacondicionado por nuestro amigo Manolo, al que le había puesto un cañizo nuevo y bajo el cual se estaba fresco, excepto el que en algunos momentos le daba el sol, que trataba de sortear y cambiarse y punto. 

Conversaciones que en su mayoría trasponían a tiempos remotos de Los Ángeles o San Pelagio y en las que se recordaba a personas, algunas desaparecidas, otras a las que se había perdido la pista y así fue transcurriendo el tiempo, teniéndolo también para recordar los tipos de comidas “garbanzos con acompañantes” con los que nos deleitaban en aquellos momentos. Hubo hasta quien recordó que en alguna comida llegaron a darnos vino. 

Estuvimos acompañados de tres damas: Clara (Manolo Ruiz), Paqui (Ildefonso Belmonte) y Mari (Antonio Pedro), de las cuales abusamos porque fueron las que más rato pasaron en la cocina, hasta que llegó la hora del perol, que eso sí es ya clásico de hombres (aunque algunos también echaron mano en la cocina) y en el cual especialmente se prestó Antonio Pedro que fue el factótum, por cierto muy bueno y al que hay que felicitar, no solo por su santo sino por el esquicito manjar con el que nos deleitó. 

Tras el suculento perol, la ya clásica ensalada de naranja, aguacate y atún preparada por la familia Clara-Manolo, con naranjas de Palma del Río aportadas por Ildefonso y Aguacates de Almuñécar de la familia de la casa, de la que dimos buena cuenta y en muy poco rato. 

Pasamos a continuación a los cafés, bizcocho, licor de hierbas, anís y otros, tras lo que llegaron las despedidas, besos abrazos, etc., dejando allí a los que estaban dispuestos al cubata. 

En resumen, muy buen día de celebración de San Antonio. 

Hasta otra ocasión.


Paco Nieto. 
Junio 2018

viernes, 8 de junio de 2018

Crónica de la 28ª reunión Grupo Madrid

Cronica de los vicarianos de Madrid

Casa Pepe 
Fuenlabrada (Madrid) 
 

¡Chicos, qué encuentro! 

Hacía dos meses que no nos veíamos. Desde la quedada de Priego, exactamente. La verdad es que ya teníamos ganas de palmotearnos. La puntualidad, inoculada en nuestros jóvenes y vigorosos cuerpos hace cincuenta años en Los Ángeles, seguía intacta en nosotros. Victoriano nos adelantaba por whatsapp que recogería a Cari. ¡Magnífica noticia! Antonio López no pudo asistir por obligaciones familiares. 

Saludos y apretones sinceros y sentidos, especialmente con Cari. ¡Dios, cuánto seguimos echando de menos a Crespo! 

Sin perder un minuto los chicos no acercamos al abrevadero. Vilas se quedó solo con las chicas en la terraza. Al cabo de un ratillo lo vimos acercarse a la barra con visibles toques de femineidad. Unos minutos más y hubiese sido irrecuperable. Cañitas para regar la plaza y al comedor en fila india. Cuando entraron las chicas ya estábamos acomodados. Primer problema: desacuerdo de Carmen por no poder situarse más cerca de la salida. ¡Cualquiera nos movía de la silla una vez sentados! ¡Vamos, ni Gruas Aguado! 

Comienza el festín y se nos presenta el segundo problema. Paco, siempre atento, comenzó a servir un Ribera del Duero. Al dejar la botella en la mesa existía un pequeño desnivel y el líquido manchó el vestido de mi Carmelilla. Agustina de Aragón era una Oblata Expiadora comparada con Carmen. La comida, excelente como siempre, fue amenizada por Manolo Jurado y Rafa Vilas. Se tiraron toda la comida hablando de la visita a Los Ángeles. Cuartos, aulas, duchas, estudio, piscina, cocina, comedor…no se dejaron nada atrás. - ¿Pero no te acuerdas…? –Pues no, Manolo, no me acuerdo. Lo siento. ¡Qué cabezas! 

Acabada la comida nos trasladamos a la terraza. Llevaba tiempo que no me reía con tantas ganas. Victoriano y el Vilas se pusieron a contar chistes mano a mano, y yo ya no podía más. ¡Estaban sembraos! Eran chistes graciosos y cortos. Ahí Rafa ha mejorado bastante. Me dolía el diafragma y la “tableta de chocolate” de mi tórax, de tanto reírme. ¡Qué rato más bueno! 

Pero nada es eterno y se iba acercando la hora. Tocaba las fotos de despedida. Carmen, con la agilidad de una gacela moribunda, saltó al vetusto cochecito eléctrico, quedando encajada en él. La elasticidad del cuerpo femenino es admirable. Parecía una amazona montando, a horcajadas, un brioso corcel. Nosotros nos pusimos detrás, como… arropándola. Después les tocó a las mujeres. Como por arte de magia, el viejo cochecito de transformó en un magnífico florero donde exhibía orgulloso aquel ramillete de flores. ¡ No se podía aguantar tanta belleza sin quedar deslumbrado! 
Nos hemos comprometido a no tardar tanto tiempo en reunirnos otra vez. El caudillo Vilas se va a Priego y aquí no se mueve nadie. Menos mal que Castillejo alza la voz de manijero y nos ponemos todos a trotar. 

Una despedida llena de cariño y buenos deseos sirvió de colofón a este vigésimo octavo encuentro. Yo me fui para Móstoles completamente henchido e hinchado. 

Paz y bien.

Antonio Estepa Romero
Móstoles, 7 de junio de 2018

lunes, 4 de junio de 2018

Crónica de la reunión de los vicarianos cordobeses

PEROL EN NUESTRA SEDE DE LA SOCIEDAD DE PLATEROS
Córdoba, 31 de Mayo de 2018

Con alegría, despedimos este mes de Mayo. Mes de recuerdos, entrañables recuerdos y fiestas cordobesas.

Con enorme entusiasmo, también, nos reunimos, unos cuantos, en la Sede, para celebrar uno más de nuestros queridos encuentros. Esta vez el reclamo estaba bien diseñado: “toca perol de arroz con carne”.

A la hora prevista, se presenta nuestro querido cocinero, Paco Nieto con su perol a cuestas, ayudado muy gentilmente por el servicial Manolo Sepúlveda. A Manolo Vida y a un servidor de ustedes, nos dejaron con la miel en los labios. Es decir, nos dieron un regate: esperábamos a un taxi, que se detendría en el parking de la Cruz del Rastro y luego, cual incógnito que sale de los jugados para no ser visto, realizaron su llegada en coche camuflado -léase de Manolo Sepúlveda- y claro está, “si te vi, no me acuerdo” El caso es que el perol había llegado sano y salvo, que era de lo que se trataba.

Esta vez no hubo imposición de “gorrilla”. Los presentes estábamos ya muy vistos y no era cuestión de repetir.

Claro está, rápidamente comenzamos con la algarabía y el desenfreno “voceril” ¡Y qué desenfreno! Manolo Vida, por mucho que trató de explicar a sus señorías aquello de… escuchar a uno y los demás callan… quedó en saco roto. Fieles a nuestros principios: hablábamos todos y escuchaba uno. ¡Así es, como debe ser! No tenemos arreglo.

Bueno, el caso es que la conversación y los acuerdos se iban tomando. Incluidas las autocríticas. Como también debe ser.

Y por lo tanto, previa consulta con el interesado y vista su propuesta, acordamos que el encuentro, de otoño, se realizará en el muy honorable pueblo de Hinojosa del Duque; a lo que muy gentilmente se ha ofrecido nuestro querido compañero Ramón. Será el día 20 de octubre de 2018. Ya se hablará más detenidamente de ello, pero se dice para ir reservando el día, a ser posible.

He de resaltar que, al rato de estar dando cuenta de nuestras viandas, se presentó José María, la persona que actualmente se encarga de custodiar Santa María de los Ángeles. Echamos un buen rato con el y se mostró muy contento con el grupo.

Brindamos, por supuesto, por todos los enfermos del grupo, a los que dimos nuestros mejores deseos de salud. De los ausentes, realmente, ni nos acordamos… que hubieran venido.

Y llegó el momento crucial de la reunión. No sólo porque ya estábamos todos, sino porque el arroz estaba listo para ser servido. ¡Menudo arroz con carne nos preparó Paco Nieto! Dicho y hecho. Se sirvió muy ceremoniosamente, como, también, debe ser. Estaba riquísimo, de lo que hicimos gala, dando nuestras felicitaciones al cocinero. ¡Hasta repetimos! Satisfecho quedó el cocinero, al ver que, a su perol, se le había dado buena cuenta. Con lo que ofrecimos a las personas que nos había estado sirviendo, no quedó gota alguna. Se le devolvió el perol totalmente limpio. ¡Que más puede pedir un cocinero!

Así, terminamos nuestra entrañable reunión, con el deseo de vernos pronto.

Mientras tanto… que nos vaya a todos lo mejor posible.

Andrés Osado Gracia

lunes, 14 de mayo de 2018

Regreso a los santos lugares

Los Santos lugares

Manque resulte cursi viniendo de un ateo confeso, proclamo a voz en grito lo agradecido que estoy a Dios y a mi sino por haber sido favorecido con una vida de privilegio. Y entre las prebendas concedidas -pocas pero muy valiosas, léanse si no, familia, amigos y mi picante sentido del humor- no ha sido menor, ni mucho menos, la contingencia única de que pasara por mi pueblo, conducido por don Juan el párroco, aquel venturoso tren de la ilusión cargado de futuro que, aupado en él, me alejara de las penurias del campo y me ofreciera una oportunidad en la vida, el tren bendito e imaginario que me transportó desde Palenciana hasta el seminario. Aquí el nene contaba a la sazón con once años.

Abandonado por una indisposición catarral de la Peque y desahuciado mi móvil por falta de cobertura en estas sierras inhóspitas, camino solo y anonadado por estos lares tan familiares. Mucha gente ya ha llegado, casi puedo escuchar en la distancia el murmullo de su algarabía. Son los de Córdoba que han venido en un microbús, y otros compañeros que han dejado sus coches en el llano del pozo. Yo he obrado igual, he aparcado pegado al carril, y hago a pie los últimos kilómetros hasta nuestro antiguo cenobio, el camino que hemos recorrido saltando, corriendo y trotando cientos de veces cuando éramos chaveas.

Ahora, no; ahora, despacito, no vaya a ser que... En la soledad de este sendero, acompañado por el susurro de las hojas y el trinar de los pajarillos, me he emocionado. No es para menos. El campo está inmenso de bonito y de exuberante. El día más esplendoroso de toda la primavera. ¡Qué espesura, qué frondosidad, cuánta variedad de florecillas, margaritas, campanillas, jaras, amapolas, nardos, lirios silvestres!... Y se me agolpan tantos momentos dichosos bajando a la carrera por esta carreterucha de chinos, enlazado por los hombros con mis amigos para llegar los primeros a la merienda de higos secos. De cuando en cuando me detengo para adentrarme en el monte por ver si hay hozaduras de jabalíes, y me acojono un poco. Me distraigo al momento expurgando en las esparragueras. Pero me acuerdo de las víboras, estamos en mayo, y me retiro rápido. Camino enteramente a mi solaz, sin prisa ni nadie que me la meta. Y contemplando con frenesí tanta encina majestuosa, tanto acebuche, madroño, almezo, lentisco... tan rica y variada flora, uno se pregunta en solitario cómo nuestros curas y profesores no insistieron mucho más en nuestra formación en ciencias naturales, que es lo que aquí abunda y rebosa. Eran otros tiempos, claro, y las asignaturas estrella eran el latín, las matemáticas y la lengua. Bien está.

El seminario ahora está presentable; ruinoso aún, pero visitable. La Iglesia de Córdoba lo está reformando, algo de mucho agradecer. En anteriores visitas lo pasábamos mal por lo penoso de su abandono. Aquella fue nuestra casa durante cuatro años tiernos de nuestra adolescencia, y nos escuecen como en carne propia sus escombros, sus grietas y fracturas, la visión lastimosa de fortaleza derrotada. Y me voy encontrando ya con la gente. Primeras fotos en la piscina; algunos han llegado hasta el "Salto del fraile", lugar pintoresco y peligroso de acotar desde donde la vista del Bembézar es sobrecogedora; otros han bajado a lo que queda de huerta; otros, en fin, merodeamos por el estudio, los dormitorios, el comedor, la capilla, los patios... Manolo Jurado ya se ha aprendido y anotado los nombres de cada uno de los dormitorios, es el referente de nuestra memoria histórica particular. Las mujeres alucinan viendo nuestra devoción por sitio tan bello, pero tan extravagante y perdido del mundo. En éstas que estaba yo haciendo como que ligaba con unas jovencitas que habían hecho el camino desde el embarcadero, por su cuenta, y les explicaba nuestra historia aquí y la continuidad en nuestra amistad después de tantísimos años, y ellas, encantadas conmigo y mi relato, cuando llega el Ginés que, más guapo y apuesto que yo, me quita todo el protagonismo, el tío matao.

Nos rejuntamos la mayoría en la entrada principal y tomamos camino de la Cruz, otro lugar emblemático de nuestros años aquí. En todo lo alto de ella, fotos de rigor. Los más atrevidos bajaron a la "Fuente de los tres caños", a beber del caño de la salud, del amor y de la vida. Un agua deliciosa. En el camino de vuelta al seminario empiezan ya los cánticos regionales, cuando aún ni habíamos catado la cerveza. Las mujeres disfrutaron de nuestro coro polifónico oyendo los sones desafinados de "Los gallos cantan al día" y de "La vieja llora y suspira". Y ya, caminata de vuelta hasta los coches.

Durante el almuerzo en el restaurante tuvieron lugar varios solemnes actos ya acostumbrados: primero, un amplio grupo de añosos y leales novicios fuimos entronizados en el seno de la muy noble orden de los vicarianos, ceremonia siempre oficiada por el sumo sacerdote don Francisco Sánchez, "El Leñero" y por su asistente, don Manuel Sepúlveda. Luego, nuestro magnánimo artista don Manuel Casimiro Gómez, hizo entrega de sendos regalos de cuadros pintados por él a algunos de los presentes que por faltar a la anterior reunión se habían quedado huérfanos de los mismos. Y siempre a la cámara, don Carlitos Samaniego y don Rafa Vilas.

Y luego de los postres, ya el remate, lo de siempre, el desenfreno. En la tercera fase de la embriaguez, como buenos ex seminaristas, nos saltamos el punto de insultos al clero y nos quedamos en lo de los cánticos regionales. Cantamos y bailamos, primero nuestro himno de "Amigos para siempre", y luego, un popurrí made in seminario, divertidísimo. Los animadores principales de tal cotarro han sido, como viene siendo costumbre, Rafa Vilas -que está en todas-, Pacomo -otro que tal baila-, Mateo Calero, Paco Molina Pavón, Manolo Sepúlveda, Manolo Roldán y yo mesmo. Cómo no sería la cosa de divertida que de pronto descubro con sorpresa que el Luna y Agustín están canturreando a mi lado, ellos, ambos dos, que siempre han tenido una oreja enfrente de la otra...

En fin, una jornada más de amistad y de nostalgia de aquellos años irrepetibles, celebrada a propósito en el primer aniversario de la muerte de nuestro llorado Andrés, y esta vez en el sitio incomparable de nuestros santos lugares. Donde él, sin duda, hubiera querido.

Hasta la próxima, amigos.

El Fili