sábado, 22 de septiembre de 2018

Crónica de la 30ª reunión Grupo Madrid

Reunión del Grupo Madrid

Casa Pepe 
Fuenlabrada (Madrid) 

20 de septiembre de 2018 

Se dice que las cosas que no se programan, a veces, son las que mejor salen. Ayer se cumplió esta máxima en el encuentro que tuvimos en Casa Pepe. 

Tuve que dar más vueltas que un tiovivo para llegar al punto de encuentro. Cambié la ruta y parecía un coche Z de la policía: no me dejé ni una calle de la zona por recorrer. Tiré de mis conocimientos agrícolas y me orienté con la precisión de las aves migratorias. Ya estaban todos en el abrevadero. Efusivos saludos entre todos. Con la sed de un cowboy por el desierto del Colorado me apalanque en la barra para saciarla. Teníamos dudas de la asistencia de Cari que se disiparon cuando la vimos entrar acompañada de su bella nuera, que declinó una invitación por motivos laborales.

Enseguida pasamos al comedor. Petición de platos y ¡al lío! Repaso exhaustivo del estado de la nación. ¡Cómo me gusta escuchar los distintos puntos de vista! Sin acritud, con libertad, tolerancia y respeto. A fin de cuentas la amistad está muy por encima de las ideas o creencias. Dejamos la política y pasamos, ¡cómo no! al Seminario. De nuevo Manolito Jurado hizo gala de su portentosa memoria y nos iba explicando de forma pedagógica y certera todas las dudas que surgían. Él, con humildad franciscana, se quitó mérito diciendo que todo eso está en las ephemerides, pero lo cierto es que puede competir con nuestro lejano y añorado Vilas. 

Como buenos jubilados no dejamos en el cajón el capítulo de dolencias, pastillas, etc. Y hablando de pastillas, Victoriano puso encima de la mesa el tema de la Viagra. Nos dijo que tenía un amigo farmacéutico, llamado Arsenio, o Artemio, que le asesoraba y que le iba de maravilla. Miramos a Consuelo que asentía con la cabeza las palabras de su esposo. La exposición de Castillejo, con esa forma tan peculiar y campechana de contar sus cosas, produjo en los comensales momentos inolvidables. Llevaba tiempo que no me reía tanto. Resumiendo, la veinteañera Viagra le ha devuelto la autoestima a muchos hombres con disfunción eréctil. A los 50 minutos de tomarla, el medicamento alcanza su máximo potencial de erección: cuando la Viagra llega a su mayor concentración en sangre. La vida media es de aproximadamente cuatro horas. Y por último, la pastilla surgió inicialmente para tratar la angina de pecho. 

Tengo que confesaros que me he felicitado por no necesitar, de momento, añadir una pastilla más a mi pastillero. El pájaro sigue en la jaula y comienza a cantar en cuanto le acaricias la cabeza. ¡Todo no va a ser negativo! 

Seguimos la agradable tertulia hablando de los viajes del Imserso. Alguien sacó a colación los cruceros y enseguida se estableció una mesa redonda para tratar la posibilidad de hacer uno en grupo. No sé si saldrá adelante la idea pero mereció la pena soñar un rato entre amigos. 


A las cinco de la tarde, después de tres horas, nos levantamos de la mesa, detalle que agradecieron tácitamente los camareros. Pasamos a la terraza para alargar el encuentro. Una hora más tarde llegó la despedida. Estos encuentros producen más placer que la Viagra y además sus efectos tienen mucha más duración. 

Paz y bien.

Antonio Estepa Romero

jueves, 6 de septiembre de 2018

Jueves 30 de agosto - Reunión en Plateros - Crónica

REUNIÓN DE LOS VICARIANOS CORDOBESES
EN NUESTRA SEDE DE LA SOCIEDAD DE PLATEROS 

CÓRDOBA, 30 DE AGOSTO DE 2018 

Como siempre, a las 8 de la tarde, en Plateros. 

Nuestro espíritu volaba, de vez en cuando, allende las Apujarras, más concretamente hacia Órgiva - villa, en un tiempo no muy lejano, dependiente de la “Cora de Elvira”, uno de los últimos destinos de Boabdil, antes de su exilio en Fez- donde un insigne y muy digno grupo de Vicarianos, se reunían al mismo tiempo, en la “singular hacienda” de Lola y Manolo. Me cuenta un pajarito, que los comensales, al igual que el rey nazarí, lloraron al despedirse de los dignos y excelentes anfitriones, así como al recordar el buen ambiente vivido, donde se degustó una suculenta paella, elaborada por el señor de la "Fargo". 

Sentimos un poco de desasosiego, al sentarnos en la mesa de reunión, de la capital del Al-Ándalus, (léase Plateros)ya que había sitios vacíos (qué leche, esta vez estábamos más agustito) Siempre debemos “arrejuntarnos” más de la cuenta, con el fin de estar, todos, en torno a ella. Esta vez no hubo que meterse ninguna de las patas entre las piernas. Dicho sea, sin intención alguna. ¿Vale?¡Qué alivio! ¡Incluso pudimos tener los brazos, reposados, sobre el tablero! 

Pues bien, miren ustedes por donde, “la oportunidad la pintan calva” (ahora comprendo a Francisco César cuando dice que… “un síntoma de que vamos siendo mayores, es que cada vez decimos más refranes”. Es verdad) Pero he dicho lo de oportunidad ya que, si no nos hubiéramos reunido, nuestro amigo Antonio Gómez Ramírez, no podría habernos invitado para celebrar el nacimiento de su segunda nieta, Paula. Brindamos por la salud de la peque y de sus papás. Del abuelo ya se sabe, babeando a diestro y siniestro. Ciertamente estaba muy contento, de lo que nos alegramos y festejamos. 

El diputado por Los Medios de Comunicación, Enfermedades y demás cometidos, Carlitos, pasó a narrar sus vacaciones “checo-prago-vienesas” Según su disertación, no tuvieron parangón alguno: …“lo he pasado como los ángeles, con mis dos niñas” Eso podría resumir a la perfección, lo relatado. 

El diputado por Dos Torres, Paco Sánchez, nos deleitó del mismo modo de sus largas y fructíferas vacaciones. Lo mejor de todo es que su querida esposa le “aconsejó” que fuera ya preparando las del próximo año. Notoria evidencia de lo agusto que se había sentido. Un diez para el Sr. Sánchez, como siempre. 

Los demás presentes se excusaron de relatar, dado que aún no las habían comenzado. 

Pero lo fundamental fue, que hablamos de lo que nos unía. Insistimos en que ese debe ser nuestro faro. Nuestra vivencia de Santa María de los Ángeles ha de guiar nuestra relación, por supuesto, aderezada con la experiencia personal. Ha de tratarse, fundamentalmente, de desechar, de nuestras charlas de WhatsApp y otros escritos, todo aquello que nos separe. Nuestro amigo Antonio Gómez Ramírez, insistió mucho en esto. 

Carlitos aseguraba que, “a ese invento de WhatsApp, le falta el poder mirarse a los ojos,” (saquen ustedes las conclusiones que crean oportunas) 

Yo personalmente muestro lo distintas que son estas reuniones, con las formas que utilizamos en nuestro WhatsApp de Hornachuelos. 

No comimos mucho, peso si le dimos a la sin hueso, de lo lindo.Nos convertimos en unos sénecas, en un visto y no visto. Quizás el entorno daba para ello. 

Pero la vida sigue y sigue,como decía nuestro Paco Sánchez. Eso lo demostró con una foto que hizo en el cuarto de baño (eh, cuidado, no os adelantéis) Hizo una foto a la cisterna, mejor dicho, a la cuerda que sirve para tirar de ella y exprimirle el líquido elemento. “Sigue igual desde que empezamos a reunirnos allí” Tal vez, algún día, le hagamos un regalo al anfitrión Antonio, para que, esa cisterna luzca con una cadena, digna del lugar y de quienes la utilizamos. Es que cuando Paco “abre su tarro de las esencias” no hay quien no sucumba a su fragancia. Se dejó caer, también, con la frase que por la mañana había introducido en el WhatsApp: “mi interior, al final, le ha ganado a lo exterior, pero sigo alerta, el equilibrio es frágil”. 

No vayáis a pensar que toda la noche fue así, también hubo lugar para los chistes y recuerdos alegres. No se trata ahora de contar todos los que tan diestramente, nos deleitó Paco Nieto. Tenía para cada cosa que se decía. ¡Genial! 

Así, dimos por finalizada la gran velada. Deseando que llegue pronto la próxima y pensando que se han acabado las comodidades. ¡Qué pena! Ya mismo tendré otra pata (de la mesa) entre mis piernas. 

Seguid igual, tal vez… un poquito más buenos, no estaría mal.

Andrés Osado Gracia

martes, 4 de septiembre de 2018

Encuentro en las Alpujarras

Tocando el cielo

A modo de prólogo

Suena el teléfono. Es Miguel López. Como siempre, sin rodeos, directo al grano; se ve que eso de ser de Cabra de Santo Cristo y haberse criado entre pescadores levantinos le ha quitado barroquismo a su carácter y no se anda con rodeos y formalismos:

- Oye Rafita. ¿Que te parece un "arrocico" en Granada?
- Muy bien, ¿Como me va a parecer?
- Pues anda, Llama a Sepúlveda y a ver como podemos organizarlo.

¡Vaya tío este Miguel! ¡No para ni para tomar aire!

Y dicho y hecho. Me pongo al habla con Manolo Sepúlveda, otro que tampoco hay que darle palmas para que baile, y al poco ya está organizado el "arrocico alpujarreño".

Aquí el relato del encuentro por el montillano-granaino Don Pepe García Torres.

Rafa Vilas (Un mandao)


Encuentro en las Alpujarras 

Órgiva es como todos sabemos una localidad perteneciente a la provincia de Granada. Está situada en la parte suroccidental de la comarca de la Alpujarra Granadina, en el valle del río Guadalfeo, a las faldas de la sierra de Lújar y Sierra Nevada, a unos 53 Km. de la capital provincial. Tiene unos 5600 habitantes, y es el municipio más poblado de la comarca. 

Insignia de Shrek y la princesa Fiona señalando el cortijo de Lola
Éste era nuestro destino, el jueves, 30 de agosto de 2018. Para lo cual, la Alpujarra Granadina se vistió de gala. Nazaret, así se llama el cortijo que Lola, Manolo y doña Gracia, la mamá de Lola, pusieron a nuestra disposición para el encuentro. Y allí nos fuimos presentando como "niños con zapatos nuevos". Sí, han leído bien. "Como niños con zapatos nuevos". Y es que ésa fue la sensación que percibí en las caras de los que allí nos reunimos. 

Manuel Sepúlveda nos citó "a la hora que queráis". Allí, en la B. P. "pequeña", estaré. Y si no estoy, preguntad por mí. Os dirán dónde es. (Esa mentalidad es la de pueblo que es de donde la mayoría somos). Y efectivamente, así fue. Y qué hombre más paciente! Tan convencido lo digo que seguro que si el personaje bíblico Job no se le hubiese adelantado, él sería el bíblico Job. 

El pirata Miguel "el arrocero"
Lola y Manolo Sepúlveda y , cómo no, Miguel y su amigo Antonio, (perdón, amigo ya de todos) ya nos esperaban y allí estaban "liados" con los preparativos culinarios cuando fuimos apareciendo. Abrazos, besos, saludos,.... Era la nota dominante. La verdad, que el bello rincón dónde se ubica el cortijo de Lola y Manuel es un lujo y lugar propicio para este jolgorio. Sin olvidar las 10 "rosas" que adornaban aquel bello jardín. Esas 10 rosas eran nuestras donas. 

Poco a poco fuimos llegando, Isabel y Paco Moreno, mi hijo Rafa y yo, Clara y Manolo Ruiz Nieto, Teresa y Juan de Dios, Pilar y Antonio Luna, Mari y Juan Ramírez y por último lo hicieron Carmen y Rafa Vilas junto a Don Manuel Cobos Rísquez (Cura párroco que fue de El Viso durante mucho tiempo), en el coche de Manolo Sepúlveda que se acercó al pueblo, donde habían dejado aparcado el coche. 

El hormigueo afloraba en el estómago. Y ellas, tan atentas, colocaron las mesas, los manteles, y los aperitivos con los que íbamos haciendo ganas de "ese arroz" caldoso que Miguel y "pinche" no dejaban de mimar. ¡Qué arte señores! El arroz tenía que estar, no bueno, ni siquiera buenísimo; tenía que estar del 10. (Más tarde Juan creo que fue, dijo que estaba del once). 

Y llegó la hora. ¡Qué rico! Y así debió ser. El silencio se adueñó del grupo. Cada uno estaba en lo suyo. Que por cierto, no era otra cosa que aquel dicho "comer y callar". Y también debió ser así, porque…¿Quién no repitió? Y para reafirmarme hubo quién pidió (mi hijo, Rafa) una fiambrera para llevarle a su madre y abuelo para cenar. 

Llegó la hora del postre. Melón de Órgiva. Tan rico como si fuera melón de Montalbán, por mal que le sepan a los de Fernán Núñez. Delicioso. Pero aún nos esperaba la sobremesa. Café con dulces. Y fue aquí cuando salió ese niño que todos tenemos dentro. Ni triglicéridos, ni colesterol, ni azúcar,... ¡Qué sanos estamos todos! O ¡Qué ricos estaban los pasteles! 

Al final, como colofón, nuestras canciones: Serenata a la Mezquita, Soy cordobés,... faltaban muchos “tenores” del grupo que estuvieron presente en todo momento y por ellos brindamos. Por nuestra amistad. Por todo lo bueno que la vida nos ha regalado, y que de ella hemos recibido. 

Atardeciendo, era el momento de ir diciendo un hasta siempre. Nos íbamos yendo, cada uno a su rincón, a su ratonera, a su destino. Eso sí, con la mochila cargada de alegría y satisfacción por ese día maravilloso, con gente maravillosa que el pasado nos dio. Con un ¡Hasta siempre amigos! 

Padul, 3 de septiembre de 2018.

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lunes, 20 de agosto de 2018

Carta abierta a Caronte


Metafísica del Cielo cuando menos lo esperaba

Carta abierta a Caronte: Agradecido por traerme de vuelta, en un viaje relámpago desde la puerta del Hades.

En el Seminario de los Ángeles principalmente, fue donde más me impactó el variado mensaje del Evangelio leído a diario en Misa. Aquellas lecturas que nos hablaban del Cielo como la morada de Dios, los Ángeles y los Santos, se quedaban para la gran mayoría de nosotros en una pura entelequia incomprensible, algo intangible para la mente de unos jóvenes estudiantes, para los que la Fe era decir solo Amén.

Pienso que más o menos nos pasó a todos un poco igual, al pasar de la vida común y corriente del pueblo a una vida de comunidad, donde el concepto religioso ya lo impregnaba todo desde la primera hora del día.

Por eso me he atrevido después del tiempo pasado, a comentar de forma pública un hecho vivido por mí, que de alguna manera  me corroboró de una forma más clara lo que aprendí de joven seminarista.

Era el año 1985, haciendo mi trabajo en la empresa en la que he estado toda la vida, y en la que me he jubilado, visitaba a un cliente cuando supongo que algo raro le pasó a mi estómago del que siempre he padecido.

En aquella ocasión como en otras, el cliente me ofreció un cigarrillo que le acepté de buen grado, y me dejó solo en la pequeña oficina mirando unas facturas.

Fue al cabo de unos minutos cuando empecé a sentirme mal, me notaba mareado e indispuesto, entonces pensé en salir a tomar un poco de aire buscando la salida, pero solo llegué hasta la puerta, allí me caí al suelo redondo y sin sentido.

Noté la angustia de ir perdiendo la conciencia, sintiendo un sudor frío por todo el cuerpo, y como impotente mi cabeza perdía sin remisión la noción de las cosas.

Sin embargo, la realidad que se esfumó en aquel momento fue suplantada por una suerte de ensoñación que mi subconsciente guardó en la memoria, y que luego con el paso de los años fui rememorando con todo detalle.

Según estaba sentí inconsciente, me pareció tener un sueño en el que me veía metido  sin sufrir dolor alguno ni oponerme, en un compartimento pequeño y oscuro como el maletero de un coche, en el que no me podía mover apenas ni tampoco ver nada.

Sin embargo me di cuenta, de que aquella cosa se movía a una gran velocidad, asustado por no poder conducir ni frenar, temí que aquel objeto chocara contra algo. E impotente por verme allí transportado a ciegas y sin saber a dónde iba, empecé a sentirme un poco angustiado.

El siguiente paso que recuerdo fue el de encontrarme en una gran sala llevado en una especie de camilla por Caronte el barquero del Cielo, sin escuchar ruidos ni palabra alguna. Era un espacio amplio y cubierto, poco iluminado y un tanto gris, en el que había más gente ocupada en actuaciones similares.

En un momento dado la camilla se paró ante un personaje que no parecía ser ni hombre ni mujer, y que me auscultó de forma superficial de un vistazo.

Aquel ser era semejante al que me llevaba en la camilla, y cuyos grises atuendos se parecían bastante, había bulto de persona pero yo no podría decir como eran sus facciones, ni sus manos o sus pies.

Vaya, como si no hubiera nada debajo de aquel sayo. Oí sin embargo en mi cabeza una pregunta seca y escueta, que le hizo el personaje que me auscultó al camillero: ¿Éste que has traído, porqué está aquí? Y también sentí en mi cabeza la respuesta, igual de árida y seca:  Me lo dieron en la calle y lo he traído rápidamente.

Todo era mecánico en silencio y funcional, el ambiente era en blanco y negro, yo me sentía como un paquete fuera de contexto, mudo y sin voz ni voto.  

Aquella situación no admitía posibilidades de cambio, aquellos seres tenían la última palabra y estaba claro que eran inteligentes: Los vi borrosos, ligeros, silenciosos y de movimientos algo lentos, pero formando parte de una Institución organizada.

Sus rasgos eran imperceptibles, y funcionaban más con la cabeza que con las manos, no demostraban emociones, y parecían más bien autómatas.

Sin duda aquello era la antesala del Hades y aquel personaje su Portero, pero no sentí demasiada curiosidad por saber más de ellos. Yo Estaba allí expectante por lo que pasara: Cualquier cosa que ocurriera, lo consideraría inapelable, eso era algo que ya lo tenía asumido.

La respuesta que escuché a continuación en mi cabeza, supongo que dada por el jefe de Caronte me dejó sorprendido, fue clara y directa:

-¡Devuélvelo de inmediato a su origen!... A éste aun no le ha llegado su momento.

Esa fue toda la conversación que yo escuché entre Caronte y su jefe, el Portero del Cielo que controlaba las llegadas de criaturas como yo, que seguía paralizado y expectante.

Noté en el camillero una especie de asentimiento por toda respuesta, y de forma inmediata me vi otra vez transportado y devuelto al compartimento oscuro. De nuevo sentí aquella sensación de circular a una velocidad desenfrenada, y el miedo por el riesgo de chocar con algo en cualquier momento.

Luego abrí los ojos, y lo siguiente que recuerdo fue el ruido habitual de la calle, la cara de uno de los Guardias Urbanos que me sujetaba en una silla, y al compañero de éste que indicaba a unos técnicos sanitarios de una ambulancia, en donde estaba yo sentado.

Después de examinarme y preguntar por lo que me pasó, me llevaron en la ambulancia a la sala de urgencias de un hospital, allí volví a sentirme otra vez más en mí.

Llevaba la ropa empapada, en el hospital una vez ya solo, visto y preguntado otra vez por lo que me pasó, me tuvieron un buen rato controlado en un boxer.

Me facilitaron un medicamento para el estómago, y al ver que mi estado mejoraba y no revestía gravedad, estando ya más consciente me dieron el alta y me dejaron ir, saliendo por mi propio pie del Hospital.

Con aquel aspecto lastimoso me metí en un autobús y me marché a casa, desde el asiento del autobús le di las gracias a Dios por encontrarme otra vez en el mundo donde la gente hablaba y hacía ruido, agradecido por tener otra segunda oportunidad.

No supe el tiempo que estuve caído en el suelo, ni de cómo me sentaron en una silla, tampoco noté la llegada de los Guardias Urbanos que me tomaron los datos, y llamaron a la ambulancia para que me recogiera.

Si recuerdo lo que me pasó por la cabeza en aquel estado inconsciente, y que luego consideré que fue un sueño de lo más raro, algo que se me quedó grabado en la memoria de forma nítida.

Aquella frase no era posible que la dijeran los Guardias Urbanos, tampoco el cliente o  los técnicos sanitarios que aun no habían llegado, aquella frase era con toda seguridad del Jefe de Caronte, el Portero del Cielo.

-¿Éste porqué está aquí?...Aun no es su momento...¡Devuélvelo inmediatamente!

Me dio mucho que pensar, agradecido por siempre a la benevolencia de Caronte que me dejó recordar aquel viaje, despertando en mí un sentimiento de responsabilidad a partir de aquella escena en la misma puerta del Hades.

Aquel hecho me  transmitía claramente una obligación, me quedó nítida la indirecta del veredicto del Jefe de Caronte:

                 ...¡Aun no es su momento!...  

Era igual que decirme que espabilara, que me quedaba aun mucha faena por hacer y mucha piedra por picar aquí, en el Mundo normal de la luz y del ruido. Aquella frase era para mí una orden.....¡¡Devuélvelo inmediatamente!!....Otra orden imperativa para Caronte sin discusión posible. Como si fuera un texto dado por nuestra profesora de literatura en el Instituto Séneca, me propuse analizar detalladamente todo lo que suponía para mí aquel mensaje y las imágenes vistas desde el primer minuto. Quería sacar todas las conclusiones posibles que me pudieran alumbrar alguna respuesta, sobre nuestra naturaleza humana.

La primera conclusión fue recoger el encargo: Debería seguir fiel a mis convicciones, y continuar puntualmente la hoja de ruta marcada de cara a la familia, la mujer y los hijos, desde el respeto de la Fe y el Credo, que ya traía puestos conmigo.  

La segunda conclusión sería: Hacer una reflexión  comparada, a partir de lo que vi y de lo que dijeron aquellos personajes. El cuerpo humano en la Tierra parecía desde allí algo muy lejano y sin mucho valor, y Caronte era el encargado de cobrar la hipoteca en cuanto el reloj marcara la hora. Acudiendo raudo a la Tierra para recoger el alma, la esencia que nos sostiene y nos comunica con el Hades, al otro lado de la vida.

La tercera conclusión es: Que todo parece que lo tienen controlado en la Tierra desde allí arriba de forma precisa, en el sentido de que aquí no se mueve ni una hoja sin que  lo sepan todo y tomen nota, en el Remoto Mundo Invisible.

Desde la época de las cavernas a esta parte, la Humanidad ha hecho un largo recorrido de evolución en progresión geométrica, que demuestra la existencia de una clara influencia superior sobre todos los seres humanos. Cosa que por ejemplo no les ha pasado, a las otras especies animales que siguen quietas en el tiempo en la recámara.

La cuarta conclusión: Sobre lo que se ha dado en llamar el alma humana, yo la intuyo a partir de aquella experiencia, en lo que había de mí en el maletero de Caronte. Que me pareció la esencia de nuestro ser, como algo que no tiene apariencia física, ni género, pues en el sueño yo no distinguía a nadie como hombres o mujeres, ni siquiera formas, salvo por el hábito de franciscano que algunos llevaban.

Caronte me llevó a la antesala del Hades para ser diagnosticado, y su jefe me  evaluó en un segundo como alguien prematuro. Seguramente por no llevar encima la moneda metida en la boca, y por eso supongo que me enviaron de regreso a la Tierra.

Aunque no pasé de la puerta de entrada del Hades, lo que pude ver en aquel rato me dejó información suficiente como para darle crédito a las enseñanzas recibidas en el Seminario, pues puestos a pensar yo diría que en las lecturas del Evangelio de una u otra forma, se intenta explicar como funciona el Cielo. Y la verdad es que se parece bastante a lo que yo recuerdo haber visto allí brevemente.

Todo sea dicho para dejarlo claro, que soy consciente de que aquel sueño solo significó el divagar de mi mente en unos momentos de total ausencia de conciencia, y que la conexión con el Hades bien pudiera ser un espejismo a consecuencia de mis temores o anhelos personales, o puede que fueran la consecuencia de la formación religiosa recibida. Pero verlo lo vi, y haberlo lo hay, como pasa con las meigas gallegas, estoy  seguro.

La última conclusión que saqué es: Que no eran las nubes el envoltorio de aquel sitio llamado Cielo, ni se veían por los rincones Angelitos alados cantando y tocando la lira, ni personajes ancianos con el pelo blanco, al menos en la puerta en que yo estaba. Sino que había unas paredes desnudas más bien altas, y cerradas por un techo como pasa aquí con los grandes edificios.

El Cielo visto como la casa de Dios Padre a donde acudimos llevados por Caronte, tiene sus paredes altas y un techo abovedado, con pocos muebles. No debe de estar muy lejos, dado lo poco que tarda Caronte en ir y venir de allí a la Tierra, solo en unos cuantos segundos, aunque el tiempo para Caronte puede que también funcione diferente.

Aquel viaje me produjo una honda reflexión sobre lo que creemos ser las personas en la Tierra, sujetos al frágil cuerpo que a veces nos tiraniza, con obsesiones y avaricias.

Aquellas enseñanzas del Seminario basadas en las lecturas repetidas de la Biblia, y en los mensajes de Cristo, donde las personas estamos tutelados por los Ángeles, si que parecían tener más fundamento a la luz de lo que sentí en aquel viaje supersónico.

Caronte debía ser un Ángel que no me dijo ni una palabra, pero me dejó recordar todo lo que me pasó desde el minuto uno, en que me metió en el maletero oscuro de su bólido.

Una conclusión saqué a modo de resumen: Que nuestra capacidad de actuación es muy limitada, siendo en todo momento tutelados a distancia. Que al igual que la energía; La vida ni se crea ni se destruye, sino que solo se transforma.

Y que la capacidad del ser humano para aprender desde el error, es el camino que nos orienta en la búsqueda de los verdaderos Valores Universales, que nos corresponden de Justicia, Bondad, Respeto y Compasión para seguir creciendo.

Al mirar alrededor nuestro tanto en lo próximo como en lo lejano, lo que vemos nos supera de largo en todas las dimensiones y capacidades. Sintiéndonos el ser humano unos simples inquilinos miopes, de esta inmensa obra exuberante de la Naturaleza.

Reconociendo sin rodeos, que las personas seguimos estando en la Tierra a años luz de Caronte, que no necesitaba hablar con la boca para entenderse con  nadie, no como nosotros que estamos sordos como tapias, por más que nos repitan los fundamentos de lo que es el Mundo, y de lo que somos las personas.

Gente dada al ruido pensando en que no hay mañana, lo que nos deja claro el largo camino que nos queda aun por recorrer, para parecernos siquiera remotamente a lo que es Caronte, o a su Jefe el Portero del Hades.

Y del Bólido de Caronte ya ni hablamos, nada parecido a lo que tenemos aquí en la Tierra, ni de gasolina ni de gasoil: Un bólido sin volante que iba a mil por segundo con solo decirle a dónde, sin chocar con ninguna piedra del camino.

Sin contaminación ni señales de tráfico, sin ruedas ni tubos de escape, una maravilla que no necesita carnet de conducir, solo ser Ángel como Caronte.

Lo que digo; El Hades está a años luz de lo que somos nosotros hoy aquí en la Tierra, y aun así tienen la santa paciencia de seguirnos llevando de la mano hasta la puerta, por si a alguno de nosotros seamos mujeres u hombres, grandes o pequeños, el Jefe de Caronte le da el visto bueno.

Entonces le dejará pasar al otro lado de la entrada, y podrá ver lo que hay dentro.

Juan Martín 

sábado, 28 de julio de 2018

REUNION DE LOS VICARIANOS CORDOBESES

EN LA SOCIEDAD DE PLATEROS 

Córdoba, 26 de julio de 2018 

A veces, el camino, como ciclo iniciático en espiral, que a algunos les gusta recordar, por aquello de insinuarles a Hegel y Marx, es necesario iniciarlo al revés, o a la inversa, o en un vaivén incesante, como ustedes quieran. 

¡Que no! ¡Que no tengo dos copas de más, ni he perdido el seso! 

Es que así, adquiere todo su significado los derroteros de la reunión de Plateros. Si, si, derroteros o “derrocheros” (admítase esta última expresión, como licencia del autor) 

Digo derroche, por toda la sapiencia que… “se derrochó” por aquel recinto. Los ventiladores, cual arañas siniestras, se encargaron de esparcirla por doquier, para comprensión de los allí reunidos. 

Pues bien, con la luna dibujando un surco luminoso, sobre las aguas de nuestro Guadalquivir, tocaba retroceder, mientras esperaba el autobús, recordando los acontecimientos vividos recientemente. Eran las 11’45, por supuesto, de la noche. Aguas abajo, nuestro primado Paco Sánchez, acompañado de Antonio Hidalgo, hacían lo mismo. La Ribera, lucía hermosa. 

Aún resonaban en mis oídos, las carcajadas provocadas por los chistes que, a la limón, intercalaban Antonio Martínez y Paco Nieto, apostillando algún comentario. Geniales ambos. 

Tuvimos un especial recuerdo para todos aquellos compañeros que lo están pasando mal, con sus dolencias. En especial: Agustín, Fernando, Manolo Aranda, Paco Raya. Nuestros mejores deseos de que lo puedan llevar de la mejor forma posible. 

Diego llamó, disculpándose por no poder asistir. Alguien dijo que no había entendido bien si era porque estaba en las Tendillas o porque tenía una “tendinitis”. Pobrecillo, encima con cachondeos, después de todo lo que le está doliendo. ¡Diego, ya sabes que te deseamos una pronta recuperación! 

Echamos en falta a muchos compañeros, que por sus vacaciones, tampoco pudieron asistir. 

El momento “duende” apareció de improvisto… “Una, Grande y Libre” Así, como suena, Carlitos comenzó un extenso debate sobre estos tres conceptos. Y ni corto ni perezoso, apostilló, como culmen de su disertación… “Unicidad del Ser” ¡Toma ya! ¡Es que no nos merecemos a este Carlitos! 

Pero, para no ser menos, el otro filósofo, Antonio Martínez, destapó su tarro de las esencias y apostilló, como culmen del sentido de desarrollo social “la sexualidad, esa que cultiva uno solito, acrecenta el conocimiento del “Yo” y la que se hace en pareja, “contribuye a hacer amigos” 

Ante esto… ¿creen ustedes que yo puedo seguir escribiendo vulgaridades? ¿Entienden ahora, eso de “ciclo iniciático y derrocheros? Pónganle, vuestras señorías, el sinónimo que quieran, a la explosión de sabiduría que se derramó en Plateros. 

Irrepetible noche la surgida entre esos arcos. 

Como viene siendo frecuente, también, nuestro primado, impuso el Solideo de Vicariano, al recientemente incorporado Rafael Serrano. Otro más en el bote. 

Claro está, también dimos cuenta de nuestros “caramales” previos levantamientos de tapadera, osease, la parte del pan que va encima de los mismos, a fin de discernir, qué bocata estaba aderezado con o sin mahonesa. Eramos pocos, pero la variedad de gustos, quedó patente. “Yo con, el otro sin, el de más allá con un poquito” y así sucesivamente hasta sobrepasar el aguante de Juan, nuestro amable camarero amigo. 

Voy a mirar mi agenda, a ver si se me olvida algo… 

Ah, si. He de recordar que ya mismo se pondrá el listado de la lotería de Navidad. Este año, Carlitos tiene reservado el número, en el sitio de siempre. Aún no se debe pasar a retirarlo hasta confeccionar la lista. 

Creo que ya está todo dicho. Si algo se me ha olvidado, de lo cual no dudo, que alguien lo indique en los comentarios. 

Hasta la próxima. 

Salud para todos

Andrés Osado Gracia

sábado, 21 de julio de 2018

Buscando a Wally


Viaje al futuro: La cuadratura del círculo ante la mirada de los nietos.

Fue al recoger mis libros, la ropa y las demás cosas de la camarilla cuando sentí en la garganta aquel nudo que ya conocía de otras veces. La marcha del Seminario no era por una sanción de la jefatura, marchaba por una orden imperativa del Estado que me mandaba hacer el servicio militar. Estaba diciendo adiós a unos años inolvidables de estudio y compañerismo, a los profesores, al edificio emblemático, y a un estilo de vida religioso centrado en el estudio, en el orden metódico, en el trabajo y en la disciplina.

A mí siempre me quedaba el consuelo del reconocimiento de mis superiores, pero por delante tenía el recorrido imprevisto de una etapa incierta, en donde me las tendría que ver yo solo sin la tutoría de los profesores. Me despedí en silencio y sin ruido, cargué en la moto aquella enorme talega llena de ropa, y traspasé la gran puerta de la entrada. En la acera arranqué el motor y bajé hasta el Arco de Triunfo, el viejo edificio del Seminario parecía que también me despedía en silencio.

Atravesé despacio el antiguo Puente Romano, para tomar la salida de Córdoba por la carretera de la campiña, de regreso a la casa de mis padres.    

La llegada al complejo militar del CIR, en un principio me pareció un viaje ya familiar como los que hice para ir al Seminario Menor, incluso el entorno era parecido. Se veían los mismos campos llenos de chaparros y peñascos que había en los Ángeles, luego descubrí que también había un riachuelo y un embalse enorme.

En el CIR se me asignó un dormitorio, nos entregaron un petate (una gran talega) para guardar nuestras cosas, un correaje, ropa, botas, calcetines, zapatillas deportivas y mudas interiores. Me dieron una cama, una taquilla, el número 9174,  y un fusil de asalto Cetme. La primera orden fue dejar recogidas todas las cosas y la cama hecha.

No me sentí apenado ni triste, aquello era lo que me tocaba hacer o el destino me tenía preparado. Recordaba las palabras de D. Gaspar: me dijo que se harían gestiones una vez terminado el campamento, para que  pudiera irme a estudiar a S. Telmo.

La vida en el campamento militar se transformó de inmediato en una rutina diaria de marchas en orden cerrado, de ejercicios de fortalecimiento físico con tablas de gimnasia en grupos con rollizos de madera. Y en mi caso, se completó con un curso de sanitario por las tardes, una casualidad por la que pude ampliar mis nociones de enfermero empezadas en los Ángeles. Allí recibimos una formación muy completa dada por un oficial médico, y también un manual de primeros auxilios, para realizar curas en situaciones difíciles, recibiendo un diploma que me acreditaba como sanitario de 1ª.

En el Campamento encontré otros buenos compañeros de mili, y otros superiores. Allí empecé a reflexionar en serio sobre mi futuro, al son de aquellos toques de corneta que como la campana de los Ángeles, nos marcaban la distribución de la actividad diaria.

El día de la Jura de Bandera lucía un sol espléndido, nosotros desde primera hora ya estábamos sudando, con todas las Compañías formadas desde hacía un buen rato, ante un entarimado montado al efecto para las Autoridades locales y los Mandos.

En una amplia zona delimitada por unos cordones con banderines, estaban también nuestros familiares. Era el mes de junio del año 1972.

En el aire festivo del ambiente se notaba entre nosotros la tensión del momento, cuando sonaron aquellos dos toques agudos de corneta. A continuación oímos la voz potente de nuestro coronel por los diferentes altavoces del recinto, que desde la tarima nos habló del honor, y del significado que tenía para nosotros aquel acto de la Jura de Bandera.

Terminada la breve alocución, siguió un corto silencio. Luego su voz sonó contundente diciendo una sola palabra:  ¡¡Bata...llón!! Y al instante cientos de manos golpearon con fuerza el cierre de los cetmes produciendo un sonido seco. Todo el Batallón al unísono adoptó la posición de firmes, quedando las Compañías dispuestas por secciones para el desfile. Dando inicio así, aquel solemne acto de la Jura de Bandera en Cerro Muriano, al ritmo de una alegre marcha militar.

Terminado el campamento, me llevé el recuerdo de una grata experiencia personal aprendidos claramente los significados de algunos conceptos básicos como servicio, jerarquía y respeto. No exenta de algunas anécdotas simpáticas y de hechos curiosos, vividos en aquel período de instrucción.

Fui destinado al Sevilla al Rgto. Mixto de Infantería Soria 9, siendo trasladado al Batallón de Carros de Combate. Allí me encontré curiosamente bajo el mando del mismo capitán de mi Compañía en el Campamento, pasé una mili tranquila y me licencié siendo cabo 1º.

Después de unos días en casa con la familia, decidí buscar un empleo estable en Cataluña, aconsejado por un compañero del ejército. 

No debía tener demasiada prisa, pero tampoco perder el tiempo en lo tocante a buscar la necesaria estabilidad como adulto, dentro de la sociedad en la que iba a vivir.

Siempre interpreté después de observar los paréntesis de la vida experimentados, que las cosas casi nunca pasan por casualidad, sino que es el destino el que nos viene dado a partir de lo que vamos escribiendo cada día con el resultado de nuestros actos.

Algo parecido a lo que dijo aquel científico llamado Einstein sobre la energía, que ni se crea ni se destruye, sino que solo se transforma. Pero aplicándolo a cada una de las personas, según los hechos individuales y la conciencia particular. 

Así me parecía a mí, que las personas nos forjábamos como el hierro candente sobre el yunque, pero también exigiéndonos desde el interior con disciplina y reflexión. Por eso me propuse ser fiel a los esquemas recibidos, aplicándome a mí mismo en primera persona todo lo aprendido que consideré importante. Supuse que cumpliendo mi parte en el contrato de la vida, lo demás en buena lógica vendría rodado todo por su propio peso, como algo lógico: A la Acción, siempre le sigue la consecuencia de la Reacción. 

Un secreto que deduje a partir de lo experimentado en cada una de las etapas que me había tocado vivir: Con la familia y en el trabajo del pueblo, en la escuela de Lérida, en el Ejército, y muy especialmente en el Seminario desde el concepto religioso.

A veces en la vida hay que saber frenar, otras veces sortear obstáculos, preguntándonos como unos buenos estrategas de unidad: ¿Quién? ¿A dónde? ¿Por dónde? y ¿Cuándo?

Esa experiencia, era algo que yo quería hacer llegar a quienes formaran parte de mi entorno. Actuar en función del momento, pero aplicando siempre la filosofía del respeto por uno mismo, e intentando siempre ser correctos con los demás, a pesar de nuestras limitaciones personales, que son muchas y cuentan bastante.

Estando atentos a la voz del sentido común, leyendo la realidad desde el manual de comportamiento recibido en todos aquellos años de estudio.

El otro aspecto a considerar era de crecimiento interno, enfocado desde la creencia religiosa que se nos inculcó desde pequeños. Pensando que a diferencia de los animales, las personas nos debemos un respeto, y también a quién nos puso en la Tierra.

Ya que no somos piedras, ni plantas ni animales inferiores. La vida ha de tener un sentido muy superior al de solo reproducirnos, el de progresar, el sufrir penalidades o calamidades.

De ahí mi agradecimiento constante a la formación recibida en el Seminario, que me permitió sin duda poder acceder a esa forma filosófica de entender la vida, desde la base de la Fe y el concepto del Credo.

Hoy ya abuelo, cuando me toca hacer de canguro de algún nieto, me fijo cuando salimos al parque en los diferentes niños y niñas pequeñitos que corretean, y pienso en el largo recorrido de aprendizaje que les queda por delante.

El parque infantil es un Universo en miniatura con sus propias leyes, allí se comparten los juguetes y los diferentes aparatos por igual, sin exclusiones ni diferencias. He aprendido a pedir disculpas a los niños por mi intromisión con la mirada, como un punto de encuentro sin palabras, absolutamente aséptico que nos identifica a cada cual. Máxime en esa edad de los primeros balbuceos ante el Mundo de los adultos traspasándonos ideas de comprensión sin palabras.

Aun saltando la distancia de los años que nos separan, es el misterio de la vida que tenemos la suerte de compartir, lo que nos une en el parque a los yayos y a los críos.

Nos fiamos de quién nos ayuda desde la sinceridad y la nobleza mirándonos a los ojos, nos entendemos con los nietos desde la amabilidad dadas nuestras carencias ante una mente infantil, que a veces infravaloramos abusando en exceso de la prohibición.

Con un gesto se les ofrece agua apenas sin hablar, o con la mirada les señalo el columpio y te entienden a la primera, entonces les acompaño hablando despacio.

Jugar, compartir y ayudar desde la seguridad y sin enredos, los críos deducen con una inmediatez increíble, y se enfadan cuando no se les entiende.

La ternura hacia los demás, y la comprensión desde el respeto que nos hace posible el crecimiento como personas a lo largo de las generaciones, son la clave. También vale para los adultos, lo he aprendido en el parque sin discursos, jugando con ellos.

Los pequeños se fían de los mayores porque nos presuponen de forma segura, que representamos el conocimiento y la protección que necesitan ante lo desconocido.

He podido comprobar en la avidez de sus curiosas miradas infantiles, que no les podemos dar gato por liebre, so pena de caerles mal, o de crear una confusión  en sus pequeñas cabezas, ellos ya tienen su criterio propio desde que nacen y juzgan lo que hacemos.

Al igual que en las anteriores etapas de la vida, ahora los nietos son los profesores que me enseñan cada día a reflexionar si lo que yo hago es correcto.

Es la confluencia de la vida que nos pone delante de los ojos, la posibilidad de aprender de ellos como si fueran el resumen de todos nuestros anhelos pasados.

Como una realidad que no es teoría, sino personitas verdaderas que ahora tenemos la responsabilidad de enseñarles desde nuestra experiencia, en pequeñas dosis de ida y vuelta: el afecto, la seguridad, el respeto y la benevolencia.

Nos miran con la superioridad que les da el vernos tal y como realmente somos los adultos ante sus ojos, cuando actuamos ante ellos como si los pequeños no se dieran cuenta de lo que decimos, o de lo que hacemos.

Ellos nos ven desde que nacen con el sexto sentido de su instinto maternal, y hasta las ideas que pensamos los adultos nos las ven y las escuchan en tres dimensiones. Como si todos los mayores fuéramos de cristal transparente para ellos, subidos en este tren de la vida en el que vamos recorriendo juntos como pasajeros, un camino generacional de afectos y experiencias personales peldaño a peldaño.

Ellos son el futuro, y nosotros ocupamos el último escalón del presente en el que se apoyan, para seguir prosperando como el siguiente proyecto humano, por encima de nuestra efímera prepotencia de adultos.

Hoy hemos asistido los padres y los yayos al final de curso en la guardería, y les hemos visto seguir la coreografía al ritmo de una canción, según les indicaban las profesoras con sus atuendos de baile. Algunas niñas y algunos niños miraban al patio de sillas y empezaban a llorar. Otros sin embargo, saltaban contentos en la tarima metidos en el papel y giraban sobre sí la mar de animados. Cada persona somos un mundo desde pequeños, y arrancamos con las herramientas que nos han tocado.

Igual que nosotros cuando éramos niños a la hora de jugar o de estudiar, cantar, o tocar la bandurria en el coro de la Iglesia.

Según los veo, me recuerdan las etapas por las que pasé de pequeño, y me anima pensar que al igual que en mi generación, a ellos también les tocará esforzarse y superar escollos con alegrías o con llantos, como pasajeros de la vida en este tren enorme, que nos lleva de viaje por el Cosmos.

Así se ve la vida renovada en los nietos que recogen la antorcha que les damos, cuando los miramos desde el espejo retrovisor de los años, reflejándose en los críos nuestra propia ilusión como abuelos, mientras juegan en el parque.

Igual que les pasó a todos los anteriores abuelos que en el Mundo han sido, desde el principio de los tiempos, cuando el parque infantil era el simple campo. El ser humano en la actualidad traducido en los pequeños que hoy llegan a la guardería, en la primera graduación del curso.

Qué inmenso es este proyecto inteligente del que formamos parte como granitos de arena en este Mundo que llamamos Tierra, algo que va mucho más allá del simple escalón que pisamos ahora, en este tramo de la Historia de la Humanidad.

Es la reflexión que se me ocurre contemplando a los críos jugando en el parque, que el tiempo nos pone en el camino por el que hemos de seguir como civilización y como ciudadanos individuales, aunque seamos yayos.

Conscientes de que somos tripulantes por igual de un Planeta formado de tierra y agua, que como una nave intergaláctica atraviesa el Cosmos arrastrada por una estrella dentro de una Galaxia enorme.
Una más de los cientos de millones que llenan el Firmamento.

Juan Martín.