martes, 11 de mayo de 2021

Reflexiones - Andrés Osado


“…contemplando
cómo se pasa la vida…”
(Jorge Manrique)











REFLEXIONES DE PANDEMIA Y ALGO MAS

La “desescalada” palabra muy utilizada en estos días, por desgracia, entre nuestra sociedad, puede asimilarse igualmente a lo que esta sucediendo en nuestro grupo de Hornachuelos.

Estamos en una vertiginosa desescalada. En este caso, del ambiente tan cordial que en un principio reinaba entre nosotros, el grupo de Hornachuelos.

Fue la ilusión de unos pocos compañeros que, poco a poco, prendió en todos nosotros. La alegría del reencuentro y el volver a revivir experiencias, nos sumergió en una amistad que, según se demostró, nunca había desaparecido.

La situación personal por la que estoy pasando, que sólo comprendemos quienes la padecemos, me ha hecho entender la vida de otra manera.

He de vivir el momento. Lo que no haga ahora, no podré volver a repetirlo.

Por eso, queridos amigos, he llegado a una conclusión: No merecen la pena las discusiones y menos aún la distancia o desescalada, en el plano de la AMISTAD, a la que estamos llegando.

Es posible, si bien no recuperar el tiempo perdido, sí volver al punto de partida. Donde, sin prejuicios y respetando verdaderamente al compañero, en todos los sentidos, podamos volver a la cordialidad que fue el fundamento de nuestra unión.

De verdad, no es difícil, solo hay que poner un poco de empeño en ello.

Posiblemente, dentro de poco, podamos volver a reunirnos. Sería un buen momento para recomenzar. Para devolver la alegría de vernos y abrazarnos. Es fácil. Solo requiere un pequeño paso hacia adelante.

Por mi parte, pido disculpas si alguna vez he podido molestar a alguno de vosotros. Os quiero de todo corazón. Deseo que pronto podamos vernos. Que un nuevo abrazo haga olvidar esas pequeñas tonterías (sólo puede llamárselas así)

Hay que realizar una "DESESCALADA DE LO QUE NOS HA DESUNIDO".

Un abrazo

Andrés Osado
Córdoba, 10 de mayo de 2021

miércoles, 14 de abril de 2021

La ecuación de la existencia

Aquellos retiros espirituales en los Ángeles
La ecuación de la existencia

Retiros en silencio que desgranaban la fragilidad de nuestro ser, y revisábamos la vida para madurar en la Fe, ante la compasión y la benevolencia Divina.

En la escuela de las monjas de Montoro, recibí las primeras lecciones regladas que yo recuerde, por los años 50. Aquellas monjas empezaban con un rezo y la señal de la cruz, algo que toda la clase repetía a coro sin saber muy bien el significado.

Otra cosa eran las letras y los números, ahí la verdadera maestra era mi madre que me compró una pizarra de piedra, en la que cada día me hacía copiar letras y cifras que yo repasaba, luego fueron renglones seguidos y algunas sencillas operaciones de sumas y restas. Más adelante cuando ya empecé a entender las letras, me compraron un libro de lectura: El primer manuscrito, que narraba el viaje por todas las regiones de España de Herminia y Valentín, dos hermanos huérfanos si mal no recuerdo.

En la posada de los abuelos
fue sin embargo donde amplié mi idea del mundo, al estar ante un constante ir y venir de gente diferente: Por allí pasaron las brigadas del tendido eléctrico y de teléfonos, tratantes, joyeros con su caja taller al hombro, y hasta compañías de teatro. Hombres y mujeres con oficios curiosísimos, que me llamaban la atención y que a veces hablaban conmigo. Algunos me regalaron figuritas de alambre o de latón, hechas con sus manos.

El trabajo en el campo

Al llegar el invierno con la recogida de la aceituna, todo se transformaba, pues mis padres y tíos debían ir a un olivar que los abuelos tenían en la campiña. Aquel trabajo solitario en el campo, requería de mucha destreza para manejar los animales, la tierra se embarraba al llover y se apelmazaba en los caminos abiertos entre los olivos, resultando muy engorroso desplazarse por ellos.

- Junto a mi madre montados en el carro entre los bártulos, veíamos a las mulas tirar sudorosas la cuesta arriba arreadas por mi padre. Éstas a veces se resbalaban por el esfuerzo, y ante el riesgo de detenerse en la pendiente, él las animaba sin parar.

En un momento dado viéndolas agotadas, dejó los cabestros en los varales y andando sobre la viga del tiro, avanzó hacia el ubio con las manos apoyadas en los lomos de las bestias, sin parar de arrearlas.

Agachado encima del barzón y sujeto a las colleras, facilitó el agarre de los cascos con su peso. Mi madre me sujetó contra ella con fuerza para no caer, el tiempo que duró la subida de aquella pendiente resbaladiza.

En la cima mi padre paró las mulas y las calmó palmeándolas en el cuello, mientras una espuma blanca se les iba evaporando en los hijares, luego vino hasta nosotros para ver cómo estábamos y nos abrazó.

El aroma del campo llenaba la soledad de aquella mañana gris, al tiempo que junto al carro algunos pajarillos saltarines buscaban larvas entre los olivos. La vida y nuestra existencia, formaban parte de aquel entorno natural que nos rodeaba.

La Fe y el Credo en la Historia, dignificaron al Ser Humano

En el Seminario de los Ángeles realizábamos retiros espirituales, en los que se veía muy claro el camino de respeto a seguir. Un mensaje captado a partir de la lectura de los Evangelios, que Cristo inspiró con su Vida y Sacrificio a los discípulos.

Esta enseñanza, igual que otras creencias en la Historia, se transformó con el paso del tiempo en la doctrina, que las religiones predicaron por todo el Mundo como una senda de esperanza, para orientar y dignificar la vida humana.

La inteligencia como la meta de la evolución, debía ir más allá de la mera supervivencia sobre el Planeta. Las personas descubren en el Credo ante la mirada de Dios Creador la benevolencia, la compasión, y el deber de amar a los demás.

Personas que veníamos al Mundo sin entender la razón de tanto dolor, encontrábamos en la Fe un asidero espiritual ante la muerte.

Una prueba de madurez que nos deja bien claro, cuál es el objetivo de la limitada vida humana sobre el Planeta. Un Mundo habitable del que nadie puede escapar sin aprender en carne propia, las enseñanzas y consecuencias de las debilidades humanas.

La vida austera del campo se hizo ciudadana

Hace 13.750 millones de años dice la ciencia, que nació el Universo conocido. Y que el sistema solar apareció hace 4.600 m/a. La Luna se formó a partir del encuentro fortuito de la Tierra con un planeta errante hace 4.540 m/a inclinando el eje terrestre. La Luna produjo mareas en la Tierra, que facilitaron la aparición de la vida. Según nos cuenta la ciencia, que investiga el origen y evolución de los seres vivos.

El beso de la Luna estabilizó el eje del Planeta con un tango agarrado, que generó las cuatro estaciones.

Después todo fue rápido: Las algas, el oxígeno, peces y mamíferos.

Llegó el cerebro del Neandertal, los Sapiens, la escritura, las máquinas e internet. Grandes logros con mucha desigualdad, dolor y pobreza.

La economía orientó el camino
La excesiva velocidad que lleva la sociedad avanzada, nos ha dejando a las puertas de una nueva época. Un Mundo lleno de prisas sin estabilidad suficiente para crecer por dentro. La igualdad ante el desafío del futuro exige una gran dosis de justicia, equidad, y solidaridad, sin importar el sexo, el origen cultural, o el color de la piel. No valoramos suficiente que estamos de paso, somos el presente de una sociedad en constante evolución, de millones de generaciones avanzando hacia el futuro.

La amenaza del virus nos ha hecho razonar ante las malas expectativas: La Ciencia y el Credo valoraron la enorme complejidad del Mundo. Una Obra gigante que se debe reverenciar y respetar, provenga de la reacción del fósforo, de las bacterias del Cosmos, o sean sus criaturas un proyecto extraordinario gestionado por un Dios Creador.

La responsabilidad de la mala gestión, una conclusión desde que se tomó conciencia del papel que el progreso tiene en la transformación de la Tierra.

En el gran templo del Mundo

Buscamos un nuevo Sapiens sensato, ajustado al ritmo de este Planeta. Una sociedad avanzada que evalúe la dimensión de la civilización, y que resuelva de cara al futuro, la ecuación de la vida en una Naturaleza callada, que ahora se empieza a despertar.

Un retiro espiritual gigante de naciones, en el que cada sociedad analice lo que somos: El Cuerpo y la Mente evolucionados desde hace millones de años.

Una simbiosis de inteligencia y sentimientos, que sitúa a las personas en resonancia con el origen de la vida en el Cosmos, y con los valores espirituales que adornan a los Dioses.

Este virus, al igual que otros del pasado, ayudará a valorar los logros que ya tenemos en la Tierra. Evitando el derroche del capital que la avaricia residual del ancestro animal, aun dilapida de forma irresponsable.

Nada es eterno, usaremos el albergue de la Tierra mientras estamos en ella caminando hacia el conocimiento y la madurez. Un Mundo que hemos de dejar limpio y funcional, para las siguientes generaciones, que continúen el proyecto empezado hace 4.500 m/a.









Juan Martín

Abril de 2021

viernes, 9 de abril de 2021

Francisco Solano - A mi madre

Natividad Marqués












UN AÑO SIN TI



¡Tu ausencia nos causó un dolor inmenso
que el tiempo apenas consigue su cura
Solo tú lo calmas con tu dulzura
y tu sonrisa, que nos dan tu aliento!

¡Tu amor por nosotros es tan inmenso,
es tan grande tu bendita locura,
que, desde el Cielo, desde esa altura,
calmas nuestro dolor, nos das sosiego!

¡Eres mamá, el Ángel más hermoso,
el más bello canto, dulce melodía,
Luz y Sol, el faro más precioso
que nos cuida y protege noche y día!
¡Hoy me siento triste pero dichoso
de sentir tu protección y guía!


Francis

Francisco Solano Raya Marqués

Montilla, 9 de abril de 2021

jueves, 8 de abril de 2021

A Manuel Rafael Muñoz Medrán de Fernando Prior



¡COMPAÑERO MANOLO, COMPAÑERO!


En este triste y frío mes de enero,
te marchaste ligero, con la brisa,
dejándonos la imagen de tu risa,
¡compañero, Manolo, compañero!.

Un mazazo terrible, un viento helado,
congeló para siempre tu sonrisa,
Manolo, gran amigo destacado.

Tras un mes de callado sufrimiento,
te marchaste tan pronto, tan temprano,
que a todos nos dejaste sin aliento.

La muerte te llevó en raudo vuelo,
con premura, tal vez de madrugada,
hacia las altas nubes , hacia el cielo.

Con tu vida sembraste, compañero,
una honda amistad, bien trabajada,
de fraternos abrazos semillero.

Ahora que la cera de la muerte,
en ti tejó su amarillo tatuaje,
quiero recordarte y ofrecerte
este amistoso y cálido homenaje
que mitigue la pena de perderte..
¡Compañero, Manolo, compañero!


El Vacar 31 de enero de 2021

domingo, 28 de febrero de 2021

En recuerdo de Manuel Rafael Muñoz Medrán




“Dadme una túnica de lino

que calme mis hogueras”

(Pablo García Baena)

 

 




A MANOLO R. MEDRÁN


Otra vez, he caminado por la ribera

De esta vida, preñada de verdor cristalino y

salpicada por nubarrones de hojas caducas.

Otra vez, como saltamontes a mi paso,

ha brotado el clamoroso silencio de la ausencia,

haciendo enmudecer al bosque en su sonora alegría.

 

Me estoy quedando sin ropaje y tengo frío.

Se ha helado la sonrisa de mi cara y tengo frío.

Esta hoguera impasible, arrebatadora de mis sueños,

se ha aposentado como inquilino no deseado,

Usurpándome el calor de una querida presencia.

Sí, la tuya amigo Manolo.

Un favor amigo mío, si la ves, dile que tengo frío.

 

 

                                                    Andrés 28-2-2021

sábado, 13 de febrero de 2021

Palabras para Manolo Muñoz Medrán

Misa funeral, celebrada en la parroquia de Santa Mª Madre de la Iglesia, el martes, 9 de  febrero de 2021.


“Méteme Padre mío,
en tu pecho, misterioso hogar;
dormiré allí pues vengo
deshecho del duro bregar”.

Este hermoso final del poema de Unamuno titulado Salmo III y que figura en su sencillo nicho del cementerio de San Carlos Borromeo de Salamanca, nos puede servir para enmarcar la Eucaristía que nos proponemos a celebrar en recuerdo y memoria de nuestro querido Manolo.

Porque la vida del hombre, de cualquier hombre, también tiene su componente de brega, en ocasiones dura, en ocasiones más llevadera, pero siempre anhelante de un descanso, de un sueño finalmente reparador de todo lo pasado.

Un hombre de la talla intelectual de San Agustín ya dijo “Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti.”

La muerte tiene dos puertas, una de entrada cuando vemos la luz por primera vez y otra de salida cuando la luz se apaga y entramos en el misterio de la eternidad.

El poeta lírico y el más grande de los poetas místicos, San Juan de la Cruz, ya nos prevenía de la oscuridad de la fe, cuando decía “Que bien se yo la fuente que mana y corre, aunque es de noche” -nos dice y repite este estribillo al enumerar las principales verdades del dogma cristiano. Todo puede resultar oscuro, todo, como son las verdades de nuestra fe “Porque es de noche” como concluye el poeta de Fontiveros.

Manolo nos dejó pronto. Voló con la rapidez de un pájaro. La separación, aunque triste y dolorosa nos invita a los creyentes a entender las palabras de Cristo en la Cruz “Hoy estarás conmigo en el Paraíso.” El habrá premiado todas sus buenas obras, desvelos y trabajos realizados en la vida y gozará del privilegio de los que supieron amar y servir a los demás, ya que la muerte es parte de nuestra vida.

Manolo vivió siempre con la sonrisa en sus labios. Una sonrisa cuesta poco, pero vale mucho. Quien la da es feliz y quien la recibe la agradece. Dura solo un instante y su recuerdo perdurará toda la vida.

Descanse en paz.

Antonio Pedro Llamas Trujillo

Córdoba, 9 de febrero de 2021

Con estas palabras se dirigió a los presentes, nuestro superior en Santa Mª de los Ángeles y siempre amigo, Antonio Pedro Llamas Trujillo, en el funeral celebrado por nuestro compañero Manuel Rafael Muñoz Medrán Q.E.D.

Quede aquí su testimonio en el manuscrito que nos ha hecho llegar a través del compañero Francisco Moreno Osuna.

martes, 2 de febrero de 2021

Ya se van reuniendo... Y nos esperan


La foto tiene ya unos años. Salta a la vista. No creo siquiera que hubiesen llegado los móviles. Por la indumentaria que gasta el personal no podría asegurarlo. Alguien sostiene en su mano un tomavistas de los de antes. Una fotografía antigua en papel cuché con los bordes dentados. Luego, con el tiempo, se ha reproducido en formato digital circulando libremente por los WhatsApp de la gente cercana. Debió ser por enero de un año incierto en que se adelantaron las mimosas.

Veintitantos hombretones, ya bien cuajados, se han arremolinado para salir presentables y sonrientes. Sobre todo, sonrientes. Parece el porche de una casa grande. Porche amplio y sencillo, adornado de gitanillas, donpedros y buganvillas, en lo alto de las escaleras que bajan hasta el jardín. Ni una mujer. Se conoce que ellos han querido inmortalizar el instante. Ellos solos, los primitivos, los pioneros. Las mujeres vinieron mucho después. Están de cafelito en el césped, pasándose apuntes de la receta del lomo al queso, o de chismorreo mientras desgajan ramilletes de la mimosa, toda de oro. La foto gusta por la luz y el optimismo que desprende. La viveza y expresividad de los rostros hablan a las claras de una generosa comilona a barba bien regada. Y ya, la tarde espléndida que empieza a declinar.

Es muy probable que se trate de un encuentro de antiguos alumnos. Casi seguro. Medio escondido abajo de la foto se ve un hombre más mayor, alguno de sus profesores. Tiene cara de cura, oye. Se está perdiendo esa expresión (¡hay tan pocos curas...!), pero antes se decía mucho: "tiene cara de cura". De mí mismo lo han dicho. Tanto saquito de cuello a la caja, y tan repeinados -muchos conservan aún sus flequillos- huele un montón a seminario. No sé...

Hay algo en ella, en la foto, que no encaja. A primera vista pasa desapercibido, pero si uno la repasa hombre a hombre... Y la cosa es que está en todo el centro. Pareciera hecho a propósito. Una vez que lo percibes, te impacta. Se trata de un hombre enjuto, a quien claramente la ropa sobrante delata su delgadez, más si se compara con las excedencias adiposas en los perímetros de los demás. Intenta disimular su desánimo con una medio sonrisa impostada. Y entonces, la foto parece cobrar vida y transportarte a ese sábado fresquito y luminoso de invierno. Y ya no eres tú quien mira la foto; es ella quien te mira a ti. Y él, el hombre taciturno, lo hace más que ningún otro. Una vez que te ha pillado, quedas atrapado. Es una mirada lejana, triste, ausente... Una mirada de miedo. Acaso hubo un tiempo, no tan lejano, en que esos ojos pequeños y fruncidos inundaban el entorno de viveza y empuje; mostraban ganas y ambición; se ilusionaban con los goles del Barsa y se enfurecían hasta la ira con los golpes pifiados de su tenis ramplón, "porquería de raqueta"... ¿Qué ha pasado en tan breve tiempo? 

Todos lo saben. Quizás hayan celebrado este encuentro para arroparlo en su melancolía. Que note, quién sabe si por última vez, el calor de los que han sido suyos desde niños.

Sí, por última vez... Fue aquélla la primera reunión de los antiguos curillas, organizada para arropar a ese compañero que se nos iba a ojos vista.

Antonio Lara Castro fue de los primeros de los nuestros en caer. Murió en mis manos. Literalmente. Gocé del privilegio de atenderlo hasta el último suspiro. Seguramente le tendrían guardado un sitio allá arriba Luque y Mérida, unos adelantadillos. Siguieron luego la estela Pedro Beteta, Manolo Estepa, Buenaventura Delgado, Paco Delgado, Rafalito García, Valerio, Juan Navas, Andrés Luna, Alfonso Torrico, Rico Pérez, Aranda, Antonio Molina... Y ahora, el bueno de Manolo. Y unos cuantos de nuestros curas. Un montón de gente nuestra, joer.

No podemos extrañarnos. Vamos camino de los setenta. Cierto que, sin querer, nos ponemos la meta en los noventa, pero sabemos que no todos vamos a llegar. Por lo que conozco de vosotros, creo que hemos cumplido. Sentimos haber hecho nuestra parte, aquello de habernos realizado, que se decía in illo témpore. De manera que estamos listos para partir aunque no tan ligeros de equipaje corporal como deseara para sí el poeta. Listos, pero abundosos. Listos, pero recelosos. Tú, primero; no, pasa tú; que no hombre, que no, tú has llegado antes... Personalmente, os confieso que no me importaría ser el que cierre. Aunque luego, allá arriba, me digáis maricón el último. Alguna vez habrá que romper.

Cuidaros mucho, amigos míos.