PLAZA-BAR LOS CALIFAS
GRAN CORRIDA DEL JUEVES ULTIMO DE MESSEIS TOROS SEIS
Carlos Samaniego Ortiz, Diego Ruiz Alcubilla, Francisco Solano Raya Marqués Francisco Sánchez Sánchez, Francisco Moreno Osuna y Andrés Luna Prieto |
Sentado y a la espera, estaba ya el gran Califa Andrés Luna “El Listero”: nada de esa cordobesa quedada “de entre las seis y las siete” sino a las cinco en punto, que es más de afamado y honorable torero. Allí para dar la “venia” a todo diestro y siniestro que al público se somete.
Sus nombres que, ahora aparecen, han de leerse lento y con esmero: Paco Raya, “El Rector”; Paco Monero, “El Prefecto”; ahora sigue un ramillete con Diego Ruiz, “El Secretario”; Paco Sánchez, “El regulador” de despertar mañanero; y después viene Carlos Samaniego “El Reportero novicio” más joven pero promete; no se nombra al gran califa porque, por importancia y renombre, se indicó primero.
Como es menester y cortesía a los cinco califas cual velocidad de un cohete la venia se la concede, no sólo por reglamento sino por ser buen compañero, luego a los restantes: espadas, picadores y cuadrillas, que saludan con el bonete.
Por su peso y superficie los picadores eran tales, que se copó el burladero. Hubo de abrirse más espacio cuya culpa fue debida al oloroso cacahuete, que con una gallardía torera, había enviado el diestro Miguel López “El tostadero”
Grandes faenas hubieron entre abrazos, dimes e inolvidables diretes.
No se regó el albero por falta, sino a los diestros por dentro, con vino que el camarero servía de vez en cuando, porque tanta elevada palabra, como trinquete, provocaba una tal sequedad en la garganta, que sólo con ese buen vino mesonero se aliviaban las cuerdas vocales para seguir animando, el bullicioso banquete.
Sonó el clarinete y en vez de toro salió cabra: llamábase Vicaria, como nombre cunero.
En el centro se plantó y mostró tal tronío y engalladura, al son de aquel clarinete, que dio mucha animación a los diestros, al verla allí centrada, y fue tal el esmero, insuflado en califas, espadas, picadores, cuadrilla, así como del propio camarero, que se levantó el tendido y hubo excelsas muestras de cariño entre todo bicho viviente.
¡Gran corrida fue aquella! ¡Cuánta concordia y torera alegría en ese ilustre albero!
¡Allí se cortaron muchísimas orejas: yo por lo menos conté más de diecisiete!He dicho.
(NOTA: En este escrito se ha cuidado muchísimo más el fondo que la forma, como resulta evidente)
Córdoba, 1 de febrero de 2015
Andrés Osado