Metafísica del Cielo cuando menos lo
esperaba
Carta abierta a Caronte: Agradecido por traerme de vuelta, en un viaje
relámpago desde la puerta del Hades.
En el Seminario de los Ángeles
principalmente, fue donde más me impactó el variado mensaje del Evangelio leído
a diario en Misa. Aquellas lecturas que nos hablaban del Cielo como la morada
de Dios, los Ángeles y los Santos, se quedaban para la gran mayoría de nosotros
en una pura entelequia incomprensible, algo intangible para la mente de unos jóvenes
estudiantes, para los que la Fe era decir solo Amén.
Pienso que más o menos nos pasó a
todos un poco igual, al pasar de la vida común y corriente del pueblo a una
vida de comunidad, donde el concepto religioso ya lo impregnaba todo desde la
primera hora del día.
Por eso me he atrevido
después del tiempo pasado, a comentar de forma pública un hecho vivido por mí, que
de alguna manera me corroboró de una
forma más clara lo que aprendí de joven seminarista.
Era el año 1985, haciendo mi
trabajo en la empresa en la que he estado toda la vida, y en la que me he
jubilado, visitaba a un cliente cuando supongo que algo raro le pasó a mi
estómago del que siempre he padecido.
En aquella ocasión como en otras,
el cliente me ofreció un cigarrillo que le acepté de buen grado, y me dejó solo
en la pequeña oficina mirando unas facturas.
Fue al cabo de unos minutos
cuando empecé a sentirme mal, me notaba mareado e indispuesto, entonces pensé
en salir a tomar un poco de aire buscando la salida, pero solo llegué hasta la
puerta, allí me caí al suelo redondo y sin sentido.
Noté la angustia de ir perdiendo
la conciencia, sintiendo un sudor frío por todo el cuerpo, y como impotente mi
cabeza perdía sin remisión la noción de las cosas.
Sin embargo, la realidad que se
esfumó en aquel momento fue suplantada por una suerte de ensoñación que mi
subconsciente guardó en la memoria, y que luego con el paso de los años fui
rememorando con todo detalle.
Según estaba sentí inconsciente,
me pareció tener un sueño en el que me veía metido sin sufrir dolor alguno ni oponerme, en un
compartimento pequeño y oscuro como el maletero de un coche, en el que no me
podía mover apenas ni tampoco ver nada.
Sin embargo me di cuenta, de que aquella
cosa se movía a una gran velocidad, asustado por no poder conducir ni frenar, temí
que aquel objeto chocara contra algo. E impotente por verme allí transportado a
ciegas y sin saber a dónde iba, empecé a sentirme un poco angustiado.
El siguiente paso que recuerdo fue
el de encontrarme en una gran sala llevado en una especie de camilla por Caronte
el barquero del Cielo, sin escuchar ruidos ni palabra alguna. Era un espacio amplio
y cubierto, poco iluminado y un tanto gris, en el que había más gente ocupada
en actuaciones similares.
En un momento dado la camilla se
paró ante un personaje que no parecía ser ni hombre ni mujer, y que me auscultó
de forma superficial de un vistazo.
Aquel ser era semejante al que me
llevaba en la camilla, y cuyos grises atuendos se parecían bastante, había
bulto de persona pero yo no podría decir como eran sus facciones, ni sus manos o
sus pies.
Vaya, como si no hubiera nada
debajo de aquel sayo. Oí sin embargo en mi cabeza una pregunta seca y escueta, que
le hizo el personaje que me auscultó al camillero: ¿Éste que has traído, porqué
está aquí? Y también sentí en mi cabeza la
respuesta, igual de árida y seca: Me lo
dieron en la calle y lo he traído rápidamente.
Todo era mecánico en silencio y
funcional, el ambiente era en blanco y negro, yo me sentía como un paquete
fuera de contexto, mudo y sin voz ni voto.
Aquella situación no admitía posibilidades
de cambio, aquellos seres tenían la última palabra y estaba claro que eran
inteligentes: Los vi borrosos, ligeros, silenciosos y de movimientos algo lentos,
pero formando parte de una Institución organizada.
Sus rasgos eran
imperceptibles, y funcionaban más con la cabeza que con las manos, no demostraban
emociones, y parecían más bien autómatas.
Sin duda
aquello era la antesala del Hades y aquel personaje su Portero, pero no sentí demasiada
curiosidad por saber más de ellos. Yo Estaba allí expectante por lo que pasara:
Cualquier cosa que ocurriera, lo consideraría inapelable, eso era algo que ya lo
tenía asumido.
La respuesta que escuché a
continuación en mi cabeza, supongo que dada por el jefe de Caronte me dejó
sorprendido, fue clara y directa:
-¡Devuélvelo de inmediato a su origen!...
A éste aun no le ha llegado su momento.
Esa fue toda la conversación que
yo escuché entre Caronte y su jefe, el Portero del Cielo que controlaba las
llegadas de criaturas como yo, que seguía paralizado y expectante.
Noté en el camillero una especie
de asentimiento por toda respuesta, y de forma inmediata me vi otra vez
transportado y devuelto al compartimento oscuro. De nuevo sentí aquella sensación
de circular a una velocidad desenfrenada, y el miedo por el riesgo de chocar
con algo en cualquier momento.
Luego abrí los ojos, y lo
siguiente que recuerdo fue el ruido habitual de la calle, la cara de uno de los
Guardias Urbanos que me sujetaba en una silla, y al compañero de éste que indicaba
a unos técnicos sanitarios de una ambulancia, en donde estaba yo sentado.
Después de examinarme y preguntar
por lo que me pasó, me llevaron en la ambulancia a la sala de urgencias de un
hospital, allí volví a sentirme otra vez más en mí.
Llevaba la ropa empapada, en el
hospital una vez ya solo, visto y preguntado otra vez por lo que me pasó, me tuvieron
un buen rato controlado en un boxer.
Me facilitaron un medicamento
para el estómago, y al ver que mi estado mejoraba y no revestía gravedad,
estando ya más consciente me dieron el alta y me dejaron ir, saliendo por mi
propio pie del Hospital.
Con aquel aspecto lastimoso me
metí en un autobús y me marché a casa, desde el asiento del autobús le di las gracias
a Dios por encontrarme otra vez en el mundo donde la gente hablaba y hacía
ruido, agradecido por tener otra segunda oportunidad.
No supe el tiempo que estuve caído
en el suelo, ni de cómo me sentaron en una silla, tampoco noté la llegada de
los Guardias Urbanos que me tomaron los datos, y llamaron a la ambulancia para
que me recogiera.
Si recuerdo lo que me pasó por la
cabeza en aquel estado inconsciente, y que luego consideré que fue un sueño de
lo más raro, algo que se me quedó grabado en la memoria de forma nítida.
Aquella frase no era posible que
la dijeran los Guardias Urbanos, tampoco el cliente o los técnicos sanitarios que aun no habían
llegado, aquella frase era con toda seguridad del Jefe de Caronte, el Portero
del Cielo.
-¿Éste porqué está aquí?...Aun no
es su momento...¡Devuélvelo inmediatamente!
Me dio mucho que pensar,
agradecido por siempre a la benevolencia de Caronte que me dejó recordar aquel
viaje, despertando en mí un sentimiento de responsabilidad a partir de aquella escena
en la misma puerta del Hades.
Aquel hecho me transmitía claramente una obligación, me quedó
nítida la indirecta del veredicto del Jefe de Caronte:
...¡Aun no es su momento!...
Era igual que decirme que
espabilara, que me quedaba aun mucha faena por hacer y mucha piedra por picar
aquí, en el Mundo normal de la luz y del ruido. Aquella frase era para mí una
orden.....¡¡Devuélvelo inmediatamente!!....Otra
orden imperativa para Caronte sin discusión posible. Como si fuera un texto
dado por nuestra profesora de literatura en el Instituto Séneca, me propuse
analizar detalladamente todo lo que suponía para mí aquel mensaje y las
imágenes vistas desde el primer minuto. Quería sacar todas las conclusiones
posibles que me pudieran alumbrar alguna respuesta, sobre nuestra naturaleza
humana.
La primera conclusión fue recoger
el encargo: Debería seguir fiel a mis convicciones, y continuar puntualmente la
hoja de ruta marcada de cara a la familia, la mujer y los hijos, desde el
respeto de la Fe y el Credo, que ya traía puestos conmigo.
La segunda conclusión sería:
Hacer una reflexión comparada, a partir
de lo que vi y de lo que dijeron aquellos personajes. El cuerpo humano en la
Tierra parecía desde allí algo muy lejano y sin mucho valor, y Caronte era el
encargado de cobrar la hipoteca en cuanto el reloj marcara la hora. Acudiendo
raudo a la Tierra para recoger el alma, la esencia que nos sostiene y nos
comunica con el Hades, al otro lado de la vida.
La tercera conclusión es: Que todo
parece que lo tienen controlado en la Tierra desde allí arriba de forma precisa,
en el sentido de que aquí no se mueve ni una hoja sin que lo sepan todo y tomen nota, en el Remoto Mundo
Invisible.
Desde la época de las cavernas a
esta parte, la Humanidad ha hecho un largo recorrido de evolución en progresión
geométrica, que demuestra la existencia de una clara influencia superior sobre
todos los seres humanos. Cosa que por ejemplo no les ha pasado, a las otras
especies animales que siguen quietas en el tiempo en la recámara.
La cuarta conclusión: Sobre lo
que se ha dado en llamar el alma humana, yo la intuyo a partir de aquella
experiencia, en lo que había de mí en el maletero de Caronte. Que me pareció la
esencia de nuestro ser, como algo que no tiene apariencia física, ni género, pues
en el sueño yo no distinguía a nadie como hombres o mujeres, ni siquiera formas,
salvo por el hábito de franciscano que algunos llevaban.
Caronte me llevó a la antesala
del Hades para ser diagnosticado, y su jefe me evaluó en un segundo como alguien prematuro. Seguramente
por no llevar encima la moneda metida en la boca, y por eso supongo que me
enviaron de regreso a la Tierra.
Aunque no pasé de la puerta de
entrada del Hades, lo que pude ver en aquel rato me dejó información suficiente
como para darle crédito a las enseñanzas recibidas en el Seminario, pues puestos
a pensar yo diría que en las lecturas del Evangelio de una u otra forma, se
intenta explicar como funciona el Cielo. Y la verdad es que se parece bastante a
lo que yo recuerdo haber visto allí brevemente.
Todo sea dicho para
dejarlo claro, que soy consciente de que aquel sueño solo significó el divagar
de mi mente en unos momentos de total ausencia de conciencia, y que la conexión
con el Hades bien pudiera ser un espejismo a consecuencia de mis temores o
anhelos personales, o puede que fueran la consecuencia de la formación religiosa
recibida. Pero verlo lo vi, y haberlo lo hay, como pasa con las meigas
gallegas, estoy seguro.
La última conclusión que saqué es:
Que no eran las nubes el envoltorio de aquel sitio llamado Cielo, ni se veían
por los rincones Angelitos alados cantando y tocando la lira, ni personajes
ancianos con el pelo blanco, al menos en la puerta en que yo estaba. Sino que había
unas paredes desnudas más bien altas, y cerradas por un techo como pasa aquí
con los grandes edificios.
El Cielo visto como la casa de
Dios Padre a donde acudimos llevados por Caronte, tiene sus paredes altas y un techo
abovedado, con pocos muebles. No debe de estar muy lejos, dado lo poco que
tarda Caronte en ir y venir de allí a la Tierra, solo en unos cuantos segundos,
aunque el tiempo para Caronte puede que también funcione diferente.
Aquel viaje me produjo una honda
reflexión sobre lo que creemos ser las personas en la Tierra, sujetos al frágil
cuerpo que a veces nos tiraniza, con obsesiones y avaricias.
Aquellas enseñanzas del Seminario
basadas en las lecturas repetidas de la Biblia, y en los mensajes de Cristo, donde
las personas estamos tutelados por los Ángeles, si que parecían tener más
fundamento a la luz de lo que sentí en aquel viaje supersónico.
Caronte debía ser un Ángel que no
me dijo ni una palabra, pero me dejó recordar todo lo que me pasó desde el
minuto uno, en que me metió en el maletero oscuro de su bólido.
Una conclusión saqué a modo de
resumen: Que nuestra capacidad de actuación es muy limitada, siendo en todo
momento tutelados a distancia. Que al igual que la energía; La vida ni se crea
ni se destruye, sino que solo se transforma.
Y que la capacidad del ser humano
para aprender desde el error, es el camino que nos orienta en la búsqueda de
los verdaderos Valores Universales, que nos corresponden de Justicia, Bondad, Respeto
y Compasión para seguir creciendo.
Al mirar alrededor nuestro tanto
en lo próximo como en lo lejano, lo que vemos nos supera de largo en todas las
dimensiones y capacidades. Sintiéndonos el ser humano unos simples inquilinos miopes,
de esta inmensa obra exuberante de la Naturaleza.
Reconociendo sin rodeos, que las
personas seguimos estando en la Tierra a años luz de Caronte, que no necesitaba
hablar con la boca para entenderse con nadie, no como nosotros que estamos sordos
como tapias, por más que nos repitan los fundamentos de lo que es el Mundo, y
de lo que somos las personas.
Gente dada al ruido pensando en
que no hay mañana, lo que nos deja claro el largo camino que nos queda aun por
recorrer, para parecernos siquiera remotamente a lo que es Caronte, o a su Jefe
el Portero del Hades.
Y del Bólido de Caronte ya ni
hablamos, nada parecido a lo que tenemos aquí en la Tierra, ni de gasolina ni de
gasoil: Un bólido sin volante que iba a mil por segundo con solo decirle a
dónde, sin chocar con ninguna piedra del camino.
Sin contaminación ni señales de
tráfico, sin ruedas ni tubos de escape, una maravilla que no necesita carnet de
conducir, solo ser Ángel como Caronte.
Lo que digo; El Hades está a años
luz de lo que somos nosotros hoy aquí en la Tierra, y aun así tienen la santa
paciencia de seguirnos llevando de la mano hasta la puerta, por si a alguno de nosotros
seamos mujeres u hombres, grandes o pequeños, el Jefe de Caronte le da el visto
bueno.
Entonces le dejará pasar al otro
lado de la entrada, y podrá ver lo que hay dentro.
Juan Martín