SESENTA ANIVERSARIO
La despedida tuvo tintes grandiosos. Habíamos disfrutado. Los sentimientos de agradecimiento, alegría y paz por la celebración tenida, estaban exultantes. Solo faltaban que se hubieran unido a nuestro gozo las campanas de la Iglesia de María Auxiliadora, de los Salesianos. No fue necesario, como siempre nos sucede, nuestro elevado tono de voz demostraba el contento interior. Seguro que casi todos los vecinos de la calle se percataron de ello.
El día había comenzado excesivamente gris. Nada importaba. El deseo de llegar lo más pronto posible a la celebración del Sesenta Aniversario de la primera llegada al Seminario de Hornachuelos, superaba, con creces, la inclemencia del tiempo. Tal vez, el cielo quiso poner algo de su parte. Se acompasó a aquel día del 4 de noviembre de 1963. En esa fecha, recordad, llovía estrepitosamente. Sin embargo, en esta ocasión lo hizo con cuidado. Se compadeció de nuestras edades, que no eran la de aquel tiempo. Piadoso, contuvo su precipitación.
A las 12 horas estábamos dentro del Seminario. Abrazos y besos resonaron en aquel pasillo de nuestras andanzas. Cuando aquel efusivo reencuentro hubo terminado, nos dirigimos hacia la capilla.
– Andrés, ¿no viene Manolo Vida? –me preguntó Antonio Caballero.
Yo le comenté que tenía una reunión relacionada con la Migración. Llegaría para el almuerzo.
– ¡Vaya, yo no tenía nada preparado! No me había dicho que faltaría. De todas formas, lo solvento porque tengo tablas para todos los imprevistos.
Al comenzar la Eucaristía, Antonio nos pidió que nos reuniéramos todos alrededor del altar. Así lo hicimos.
Tras las lecturas donde, como ideas fundamentales sobresalían: Dar gracias por los favores recibidos, haced lo que dicen, no lo que hacen y sobre la humildad en el servicio a los demás. Antonio nos invitó a intervenir, dando nuestra opinión sobre ello. A lo que, algunos compañeros, no tuvieron inconveniente en hacerlo.
Finalizada la Misa, donde se demostró la profunda amistad que habíamos llegado a conseguir, a pesar del tiempo transcurrido, nos hicimos la correspondiente foto de familia.
Poco a poco nos encaminamos hacia la Sociedad de Plateros. Esta vez, no la de San Francisco, sino la ubicada en la calle María Auxiliadora.
¡Que alegría inundaba aquel sitio! Nuestras caras eran fieles reflejos de ello. No tuvimos en cuenta el sitio, ni la decoración de las paredes. Lo importante éramos las personas allí reunidas y como tal nos aprestamos a sentarnos donde había sitio. Pronto comenzaron a traer la bebida. A continuación la comida que, según opinión de todos, fue excelente.
Brindamos por las personas enfermas que, a pesar de sus deseos de estar presentes, no pudieron asistir.
No quiero decir nombres, pero es digno de encomiar a aquellos compañeros que, haciendo un esfuerzo mayor, vinieron desde sitios lejanos. ¡Bravo por ellos!
Disfrutábamos como si tuviéramos los años de aquel entonces. ¡Todo resultó genial!
Hubo un intento de entonar algunos de nuestros cantos, pero se hizo algo tarde para aquellas personas que debían realizar un trayecto más largo, de vuelta a casa. Otra vez será.
Por supuesto, el recuerdo al tiempo pasado desde aquel inicio no faltó en las conversaciones. Buen repaso dimos.
La conclusión fundamental, de este nuevo encuentro, fue el considerar que aún tenemos cuerda para rato. Por ello vamos a seguir reuniéndonos siempre que podamos.
VAMOS PALANTE
Córdoba, 7 de noviembre de 2023.
Andrés Osado