domingo, 23 de junio de 2024

Crónica de la 55ª reunión del Grupo Madrid

55ª Reunión Vicariana del Grupo Madrid

Casa de Antonio López Arenas

Madrid, 22 de junio de 2024

Ayer, día 22, cuan alegres y bulliciosos escolares, clausuramos, ¡y de qué manera!, nuestro curso escolar.

Hace pocos días, haciendo el preceptivo ejercicio andariego, me crucé con Manuela y Manuel, que llevaban atado de una correa un precioso perro labrador. Sin querer emular a Juan Ramón Jiménez en “Platero y yo”, me he informado que esta raza corresponde a un perro grande, de constitución fuerte y buena estructura ósea y muscular. Tiene la cabeza ancha y una mirada dulce e inteligente. Su cola, parecida a la de las nutrias, es única. La descripción encaja perfectamente conmigo, sobre todo, lo que se refiere a la cabeza ancha y a la cola; no quiero quitarle protagonismo a nadie, pero la naturaleza ha sido generosa conmigo sin necesidad de acudir a terceras personas. El perro se llama “Choco” por su color chocolate negro Valor. ¡Muuuu, qué ico”. Después de saludarnos y acariciar a “Choco”, quedamos para el sábado 22.

Cuando Manuel nos avisó que salían del garaje ya nos estaban esperando en el punto de encuentro. No sé cómo lo hizo, porque tanto no tardamos nosotros en bajar. Como siempre, Manuela me había cedido generosamente el asiento delantero. “Choco” ocupó la retaguardia.

Cuando llegamos al palacete de Antonio López, la calle parecía el desembarco en alguna de las playas de Normandía. Lo hicimos todos a la vez, y los coches se asemejaban a las barcazas de desembarco,  tipo Higgins. ¡Si el general Dwight D. Eisenhower nos hubiese observado un momento, seguro que nos cae la Medalla de Oro del Congreso, de lo bien que lo hicimos!  

A nuestro Comandante le hubiese gustado llegar el primero para alardear de estrella, pero, aunque no lo dijo, estoy seguro que se despistó un poco. ¡Cosas de la edad!

La ancha cancela ya estaba abierta para acceder a nuestra casa, aunque la  finca esté a nombre de Antonio López. Esta es una de las ventajas de tener amigos como él. Cuando accedimos al porche ya estaba la mesa perfectamente montada. ¡Me río yo del comedor de gala del Palacio Real!

Después de ayudar a Manuel y Victoriano a transportar las viandas, entre ellas una sandía que deseaba competir con el abdomen de su porteador, comenzamos a “regar la plaza” con las bebidas. Enseguida se llenó la mesa de patatas, langostinos, jamón del anfitrión y los ya famosos rollitos de Felicitas. ¡Toda una delicia! Mientras todo esto ocurría, Consuelo, la Comandante, inspeccionaba el estado de la piscina: ¡Qué buena está! Fue el lacónico y experto comentario. Poco tiempo tardó en corroborarlo con unos largos estilo mariposa.

Manuel, con la seriedad y oficio de un taxidermista, seccionaba los suculentos choricitos y secretos para cocinarlos a la plancha. Con el delantal, regalo de Vale, podría hacerle sombra a David Muñoz, el marido de la Pedroche. Al Jurado solo le falta la cresta para superarlo.

La cosa se iba animando poco a poco. Se nos ofreció un vino blanco, suave y frío, que fue del agrado de nuestras ninfas. Vino del obispo, se llama. No me importaría ser acólito, aunque ya no estoy para muchos trotes. Luego se pasaron al Ribera. ¡Estos tíos son capaces de beberse el Guadalquivir! Brindamos por Antonio Crespo, Cari, Rafa Vilas y Carmen.

Entre copa y copa, yo no dejaba la 0/0, Manolo seguía impertérrito e ilusionado con la misión de darnos de comer. Estoy seguro que si José Andrés oyera hablar de él, lo ficharía  ipso facto, dada su generosidad y altruismo en combatir nuestra hambruna.

Con la precisión y tino de un francotirador, llegó los sorbetes, marca de la casa, para coadyubar nuestros maltrechos jugos gástricos, que, agradecidos, emitieron un discreto eructo, digno del del más exigente árabe. Terminamos la comida con sandía, absolvemos a Victoriano el olvido de no enfriarla, deliciosos dulces de Vale, picotas de Manuela, helados de Antonio López…¡un escándalo! Tengo que hacerle la ola al equipo encargado de que todo saliera perfecto.

Poco a poco la ingesta se iba adueñado de nuestra inanición, dando paso a una gran hilaridad. De los comentarios jocosos de Antonio Porras referentes a episodios rurales se pasó a los chistes de Antonio López. Se marcó un repertorio digno de los más afamados humoristas. Eran chistes cortos, seguidos, sin dar tregua a la recuperación. ¡Estuvo inconmensurable! ¡El cigomático mayor, músculo responsable de la sonrisa, estaba a punto de estallar! Varias veces tuve que hacer uso del pañuelo. La reunión, como todas, estaba consiguiendo alcanzar la excelencia. Mientras tanto, “Choco”, ora tumbado en el cuidado césped, ora acercándose a nosotros para solicitar nuestra atención, exhibió un comportamiento digno de las clases de Urbanidad de Don Gaspar.

Quedaba todavía mucha tarde. Llegó la hora de los vasitos largos. Antonio, como siempre, no escatimó nada. Sacó una botella de excelente ginebra, guardada para ocasiones especiales. Dieron buena cuenta de ella, acompañándola con las famosas pipas de Paco y una bolsa de cacahuetes, adquirida ex profeso. Entre sorbo y sorbo Antonio López nos estuvo informando de la posibilidad de presentar en la Seguridad Social, la “Solicitud del complemento para la reducción de la brecha de género/complemento por maternidad”. Él mismo nos facilitó las solicitudes.

Tuvimos tiempo de tratar, como siempre, temas …eclesiásticos, pero sin llegar la sangre al río.

La tarde iba cayendo y Manuel Jurado, después de dormir una exigua y reparadora siesta, consiguió la verticalidad y el ánimo para instruirnos, una vez más, sobre compañeros, cursos, repetidores… Poco tiempo tardó para acometer con entusiasmo el segundo asalto a la plancha. ¡Es un maratoniano de la cocina! Hicimos el último esfuerzo para consumir la compra, pero sin conseguirlo.

El crepúsculo se iba adueñado del palacete y tocaba retirada. Última foto de grupo. Ante las indicaciones de la fotógrafa, yo no salía dada mi estatura, Vale, con la agilidad de una grácil cervatilla, se tiró cuerpo a tierra emulando a las marines. Gracias a ella pude salí en la instantánea. Después comenzamos el desfile pausado hacia los coches. Los fuertes y sonoros abrazos demostraban sinceramente nuestros sentimientos y nuestros mejores deseos para el verano. Una vez más, este encuentro nos ha servido para afianzar más y más nuestra amistad y cariño.

Manuel y Manuela, nos dejaron en la misma puerta de casa. Nos despedimos de ellos y la última mirada fue para “Choco” que, desde el maletero, parecía decirme con la suya, “-Ha sido un placer, Bronco-“.

Hasta que llegue la próxima, Andrea y yo os deseo,

Paz y bien.

Antonio Estepa Romero