“Todos los del 63 y 65 y algunos más”
¿Cuántos van en el autocar? Y el bueno y diligente Andrés Luna,
cuando apenas ha puesto el solicitante su último signo de interrogación, pone
el listado de todos (es que Andrés, con un ojo está pendiente de su móvil y con
el otro mira a ver cómo van creciendo sus agapornis, por si alguno de nosotros
también le lanza la pregunta sobre su estado):
-Hasta ahora estos son los
apuntados… -Y vuelve a poner el listado.
¿Están muchos apuntados para el encuentro de Montilla? El eficaz y no
menos amable de Antonio Luna (coincidencia
hasta de apellidos) contesta… pero cuando deja de haber estado ensimismado
mirando “hacia sus montaña nevadas” (parece que este entrecomillado sueña a
algo rancio, pero lo voy a dejar porque las vistas son así) ¡Qué mal
intencionado soy!... contesta cuando ha terminado una de esas comilonas que se
pega, por aquello de tener tantos
amigos. Pues, sí señoras y señores, que … ¡contesta cuando puede o las circunstancias
le dejan! y ya está… pero contesta:
-Tranquilos que estoy esperando
alguna confirmación… ya lo pondré en el Facebook.
Lo cierto es que son los dos muy
buena gente, porque aguantar a tanto…
preguntón repetir siempre la misma pregunta, tiene su aquel. Lo cierto es que saben que
sólo el deseo de poder encontrarse con muchos amigos provoca esa ansiedad. Por
eso, ni se inmutan. ¡Que grandes son!
Mientras nuestro Paco Raya sigue
preparando el plan de la visita turística de Montilla, a la vez que de reojo,
mira la lista que pone Andrés y el número que va dando Antonio Luna. En este
tema, cuando ya expone en su “carta
magna” todo el itinerario, sí que llueven las preguntas. Pero esta vez al
que no le da la gana indicarlas es a mí, porque yo no tengo tanta paciencia,
como nuestros queridos amigos. Y porque quiero acabar este escrito, ya que de
lo contrario habría que enumerarlas en más de cincuenta folios. (Bueno quizás
exagero… vamos a dejarlo en… 49. Sí, eso, 49, ni una más ni una menos) Ya llevo
una y sólo he puesto el título, así que imaginaos. Y me explico por qué digo
que es totalmente cierto: porque en
las que utilizaría para indicar cuantas veces, nuestro “Padre Rector” utilizó en animar a la gente a que se apunten, serían
unas treinta; más las veinticinco del “Jefe de Estudios” y Antonio Luna, que también se inflaron y las
cuatro de un servidor, hacen el total exacto. Así que... vamos para adelante
que no hemos hecho nada más que empezar. Pero lo cierto, es que no tiene nombre el empeño que pusieron
en todo.
Pues listos:
Todo del tirón. Me
levanto tempranito. Con tiempo suficiente, me presento en la parada
señalada de la Cruz Roja, con 20 minutos de adelanto (no me gusta llegar tarde,
pero… ¡joder tampoco hacía falta llegar
tan pronto!) Bueno, el caso es que el
autobús nº 5 me había dejado en lo que se llama la parada de “La media Luna o Meliá”,
donde además de los autobuses de línea urbana, paran otros privados que salen de Córdoba. Claro, yo, al ver allí tanto autobús, empiezo a buscar
entre todos ellos e incluso pregunto si hay alguno que vaya para Montilla. Una
vez revisados todos, y no habiendo encontrado cara conocida alguna, me reafirmo en que la
parada es la de enfrente: la de la Cruz Roja (tal y como había indicado Paco
Moreno (a la sazón Padre Prefecto y muy digno responsable y contratista del
autocar). Me cambio de sitio. Llego a la Cruz Roja y no hay cara conocida, sigue siendo temprano…
¡pero es que tampoco está el autobús!. (Por momentos mi fe en Andrés Luna y
Paco Raya, y Moreno y todos los demás, se
va diluyendo poco a poco) ¡Pero si han dicho aquí en Cruz Roja!… ¡que dudas! Menos mal, que al poco se presenta Juan Hinojosa, con su esposa. Pero mi fe se derrumba por completo, al
comprobar que ella y él dudan igual que yo. Y para colmo son ya las nueve horas
y diez minutos. ¡Que sufrimiento!
Ponemos un “güasa de esos” pero nadie contesta. En aquel momento me
vinieron a la cabeza las palabras de Teresa de Cepeda y Ahumada: “Vivo sin vivir en mi…” “Me dije para mi, que la culpa era mía y sólo mía por haber
llegado con tanta antelación”.
Unos minutos antes de la hora
fijada, empieza a aparecer gente y por fin… el autobús. ¡Entonces ya empecé a
vivir!
Llegamos a Montilla, en el
autocar (que como ya he dicho, se había encargado de contralo Paco Moreno Osuna)
Al bajarme, observo cómo el podre de Paco Raya estaba con
más nervios que los míos. Se hacía tarde y el horario no se estaba cumpliendo.
Todo el mundo a correr y a realizar la visita programada.
¿Os parece bien que os cuente, lo que pasó en el autobús para llegar a la
parada fijada en Montilla?... ¿Si?
Bueno, visto que por aclamación
me la pedís, vamos pues:
Se nos había dicho, que la última parada era
en el “LLANO DE PALACIO”. Ya en la localidad, nos
quedamos de piedra cuando el conductor nos indica que él no sabía dónde estaba
eso. Y nosotros lo único que veíamos eran cuestas y más cuestas. ¿Dónde estará
el llano? Menos mal que alguien de los
que íbamos en el autocar (pido disculpas por no acordarme ahora mismo de quien
se trataba) supo indicarle al conductor y por fin llegamos al “llano”… ¡Y era
una cuesta! Pero mirad, cuesta o no,
habíamos llegado. Eso era lo importante.
Como iba diciendo, antes del
inciso solicitado con tanta vehemencia, nuestro (sufrido) anfitrión pudo
comenzar la tan bien organizada visita
turística a la ciudad de Montilla.
Un servidor, oída la explicación sobre
Santa Clara y habiéndome percatado que el resto de la visita se parecía a eso
de… (llano de Palacio) comprendí que no estaba hecha para mí. (No, fuera de
cachondeo, mi pierna no me iba a dejar realizarla. Además ya tuve la suerte, en
otra ocasión, de realizarla con Paco)
En un bar cercano, donde nos había dejado el autobús, “levantamos unas tiendas” para otras cuantas
personas y yo (nuestro amigo Andrés Luna y cómo no el Sr. Sánchez Sánchez, con
sus respectivas santas) y nos dispusimos a “contemplar” unos vinitos con sus
correspondientes choricitos. ¡Que bien nos entraron!
Se nos pasó rápidamente el tiempo
y los visitantes fueron llegando poco a poco y tomamos nuevamente el autobús
que nos dejaría en casa GABI, que estaba cerquita…, tanto que nos dio tiempo a
recolectar el dinero que serviría, al Sr. Moreno, para pagar al conductor. Yo diría que se había tratado de otro tur
turístico, pero esta vez en autobús para apreciar un magnífico un “camino de
olivos” (en honor a la verdad el propio Gabi tuvo la amabilidad de ir delante
con una furgoneta). En ese momento me vino a la memoria aquel 4 de
noviembre de 1963, cuando un autocar nos dejó en Hornachuelos y un camión
nos recogió para llevarnos hasta la misma puerta de Santa María de los Ángeles.
¡Pero hay que ver lo jodío y malo que
soy! Es que me meto con todo. Bueno,
nuestros ojos brillaron como las estrellas, al llegar al restaurante de Gabi,
magnífico sitio, y quedar deslumbrados por el recibimiento que se nos dio por parte de los
que ya habían empezado a pegarle al espirituoso vino y la refrescante cerveza.
Vaya esto me ha salido con un poquito de menos mala leche. Veis… si es que en
el fondo…
¡Y ya se acabó el orden, la programación, el silencio y la paz!.
Cuando nuevamente vi a Paco Raya
y al notarle el semblante, más blanco que las paredes del restaurante, tuve que
decirle que ya había terminado su misión, que se relajara y empezara a
disfrutar como todos los demás. Su labor la había cumplido al ciento por
ciento.
Ahora, querido amigo Francisco
César, personifico en ti a todos los que de “una manera especial” os
encontrabais entre nosotros (aunque os librasteis de pagar a Antonio Luna, so bribones), ya que EL
CORAZON PUDO CON LAS DISTANCIAS, y por lo tanto, allí, estábamos “Todos los del 63 y 65 y algunos más”.
Ahora voy a dar rienda suelta a
mis sentimientos, a través de mis dedos. Se acabaron los disparates y las
gracias.
No sabía a dónde acudir, había
tantos amigos a los que saludar, que me pasaba igual que cuando pequeño y me
llegaba a comprar alguna chuche, con la pesetilla o los dos reales que había
recibido de mis padres. No podía elegir. Así que poco a poco fui
tranquilizándome, yo también, y saludando y hablando, con todos ellos. Lo mismo
les sucedía a los demás.
¡Cuantas cosas que contar!
¡Cuantos agradecimientos había que dar a esos compañeros que, en alguna ocasión
difícil, nos tendieron una mano, aunque ellos no se acordaran ahora! Porque
cuando el amor hace algo, luego, no pasa
factura.
De cuando en cuando me sentaba en
el sitio que me tenía reservado Pepi, la compañera de Gregorio Ramírez Arjona.
Pero cuando notaba que estaba algo descansado, enseguida volvía al terreno de juego. También
es que como a ellos los veo con más frecuencia...
Al poco rato observé, en la
presidencia o… la pared frontal del salón, según se entra, que estaban nuestros
amigos Paco Nieto y Paco Molina, preparando lo que con tanta ilusión y esfuerzo
había confeccionado y nos querían mostrar. Muchas horas de trabajo. Al lado, Rafael Vilas, otro que a la chita callando se
pegó un buen lote de trabajo (todos recurrimos a él por aquello de que nos da
un millón de vueltas en eso de la Informática) para entregarnos aquella
magnífica Efemérides y los escapularios. ¡Que guapos estábamos con esos
escapularios y la camiseta roja de la Vicaria! Parecíamos de alguna
congregación (sin detallar) Bueno y si me pongo a repetir nombres que han hecho
posible esto… no paro. Saben que tienen todo nuestro reconocimiento y sincero aplauso.
Lo malo fue lograr que nos
calláramos para que se pudiera empezar a visualizar el video, recuerdo de nuestros
años en el seminario, y después cantar el himno que estaba en caraoke. Ya sabes,
Francisco César… después de mil intentos y desgañitarse chillando, se logró el
silencio. Visionamos el video y le echamos el do de pecho al cantar el himno.
(Siento decirte, que no se pudo meter lo que tu propusistes, por motivos técnicos, por lo menos eso es lo
que se dice cuando ya no da tiempo a hacer algo) Por cierto, buen video sobre nuestros años de
seminario. Muy bien realizado, hasta el punto de dejar entrever alguna
lagrimilla que otra, en el rostro de alguno: como cuando Rafael Vilas, el otro
chiquitín (de antes…y de ahora) nos provocaba cuando dejaba volar entre los
muros de aquella capilla de Hornachuelos, la canción de despedida, a esa
Virgen, que tantas y diversas sensaciones dejaba, en esas menudillas
“hormiguitas” que llenaban aquel recinto.
El himno salió perfecto, con ese karaoque que
nos facilitaba su ritmo y letra. Todo seguía saliendo a la perfección. Ya la cara de Paco Raya era otra.
Y Carlitos, que será siempre
Carlitos: fotógrafo oficial de los eventos, con su cámara, dejando recuerdo
gráfico de todo lo que allí sucedía. Bueno el que más y el que menos también
sentía las ganillas de echar alguna foto como recuerdo del buen ambiente que
allí se creó. Luego podremos ver más detenidamente las caras de satisfacción,
de picardía, sintonía,
aquiescencia, que dejábamos
aflorar. Se puede decir, en definitiva, que la labor se había cumplido: todos, todos, pero sin faltar nadie,
estábamos allí.
Llegué a pensar, por un momento,
en que acababa de soltar la talega de la
ropa y estaba saludando, como otro año
más, a los compañeros que dejé, para ir de vacaciones, con mis amigos
inseparables (los margaritos) Rafael Raya de la Mora y Antonio Martínez Rangel.
Así llegué a sentirme, como si el
tiempo hubiera entrado en una marcha
atrás infinita, de la que a duras penas se podía salir de ella. La verdad es
que tampoco me preocupaba. Como abeja, picaba de flor en flor: de amigo en amigo; de hermano en hermano… ¿por qué no?
Los cinco sentidos puestos en
aquel recinto. Tratando de que nada se me escapara y darle fijación en mi
retina para que esas imágenes no se olvidaran y así encontrarle más sentido a
todo aquello: si es que el amor puede tener algún sentido o es simplemente eso…
el estar unido a alguien, a pesar del tiempo transcurrido. A apreciar cómo las
agujas del reloj del tiempo, se detuvieron en un instante y seguían allí
ancladas, esperando alguna señal que las hiciera juguetear nuevamente en ese vals inagotable.
¡Tanta ilusión había, que ya se
prefijó el lugar del próximo curso!. ¡Las ganas de volver a vernos encendieron
el motor de reserva para así empezar, nuevamente, a las preguntas!:
¿Cuántos van en el autocar?
¿Están muchos apuntados para el encuentro de…? (al parecer, Baena)
Andrés Osado, 15 de abril de 2015
¡VAYA CRONISTA!
FE DE ERRATAS DEL ENCUENTRO ANUAL EN MONTILLA
¡Vaya metedura de pata! ¡Luego me llamáis “cronista”!
¡Pués, menuda crónica que hice del último encuentro, en Montilla!
Claro, yo venía tranquilamente en mi autocar y “venga juerga y cachondeo”. Pero... el que “venga atrás que arree”. Eso, por lo menos, dice el refrán.
No dije ni una palabra de esas compañeras y compañeros que, realizando un esfuerzo digno de toda alabanza, hicieron el camino, hasta Montilla, en medios de locomoción particulares. Para colmo, de lugares, si no allende los mares, sí casi: unos de Madrid, otros de Sevilla; algunos de pueblos cordobeses, de Málaga y otro, en su “fargo” de la ciudad de las palmeras, Elche. Si alguien no nombro, sólo se debe a mi desconocimiento, pero ha de sentirse también aquí mencionado, pues ese es mi sentir. ¡Que grandeza!
Vaya para ellos mi más sincero reconocimiento. Seguro estoy que a él se unen todos esos privilegiados que utilizaron un medio cómodo y libre de “soplidos”
Pero, sobre todo, pido disculpas por tan nefasta “crónica” . Espero que no vuelva a suceder.
Andrés Osado