martes, 30 de junio de 2015

¡QUE ERAN VEINTE! (CRÓNICA VICARIANA)

REUNIÓN  DE LOS VICARIANOS, CELEBRADA EL ULTIMO JUEVES DEL MES DE JUNIO EN LA SOCIEDAD DE PLATEROS DE CÓRDOBA

Jueves, 26 de junio de 2015

Cuando ya venía de vuelta de la “juevera” (suena mal, pero se me ha ocurrido llamar así a la “reunión del último jueves de mes”): espero que sus señorías admitan este atrevimiento por mi parte; decía: que a la vuelta, ya entrada la noche,  me puse los cascos para oir la música clásica de Radio Nacional y tomé el autobús.
      Mira por donde estaban dando un repaso a la música compuesta para las películas: francesas con un fondo de amor. Mi estado de ánimo cambió a eso que le llaman “duende” o “musa”(musa la pongo en segundo lugar porque se volverá a hablar de ella) Alcanzó su culmen fue cuando se anunció, como último tema, el de AMELIE. Eché la mano al bolsillo pero no llevaba bolígrafo. ¡Que fastidio!. ¡Menos mal que llevaba la cabeza puesta! Fui anotando en mi memoria (¡en  buen sitio lo fui a colocar!) lo que me había parecido esa “juevera”.
Luego, por la  mañana, ¡no de acordaba na de na! ¿Qué esperaba, parecerme a Agustín Madrid? Empecé desmadejando el ovillo: no veáis el trabajo que me estaba costando. Menos mal que mi amigo “Vivaldi” me estaba echando una manilla…veamos.
 Eran las 19’30 de la tarde, hora de coger el autobús, que me dejaría frente al sitio de la reunión. También llevaba los cascos puestos y la imaginación estaba dando vueltas pensando en la reunión, cuando de repente volví a la realidad, porque mi vista puede más que mi memoria… ¡allí sentado, estaba el amigo Francisco Sánchez!, me quité los cascos, me senté junto a él, e inmediatamente pasamos a contagiarnos de palabras.
Llegamos, esta vez a la Sociedad de Plateros, o al cementerio de San Francisco: no se bien; ya me pierdo en darle calificativos. Como de costumbre, ya estaban aguardando compañeros, deseosos de confraternizar. Los correspondientes saludos y a esperar, ya que aún no eran la 20 horas. De pronto, con puntualidad torera,  se oyó el crujir de un aldabón, a la vez que los goznes de la puerta chirriaban al abrirse…, “ozu no se qué palabrita fúnebre poner”. Parecíamos toreros esperando a que saliera el morlaco. ¡Ya pueden pasar ustedes! Uf, menos mal que nuestra entrada ya llevaba su carga de alegría y emoción porque al encuentro llegó, nada más y nada menos, que nuestro queridísimo amigo-hermano ANTONIO LUNA.
Enseguida nos dirigimos a una habitación, reservada, (que parecía más larga que la sala de  estudios de Los Ángeles) ¡Encima me pongo exagerado! ¡Siempre poniendo pegas a todo!
Nos os preocupéis que hoy no me voy a meter con Paco Moreno… es que no ha venido. (Por qué será que cuando recuerdo la sala de estudios me acuerdo “de aquello”). ¡Que  me voy por las ramas!  ¡El caso es no centrarme en lo que se estoy escribiendo!  Iba por los saludos…, eso: saludos, principalmente dirigidos, a la llegada de Antonio Luna. Que alguien de la diáspora se presente por esos lugares, suple a todas las copitas de vino que nos tomemos (¡que va…, no vayáis a pensar eso, ni por asomo! ¡Lo digo porque queda bien!) ¡Al pan… pan y al vino… vino!  Anda que no nos gusta nada el caldito!: la llegada de un amigo es “para la canción” y los abrazos; el vino…para las buenas tertulias: “...Si la mar fuera vino todo el mundo sería marinero. Refrán) Enseguida a la mesa y a pedir algo para la sed. Es que habíamos estado esperando a que abrieran la puerta, cuando en la calle sonaban los 39º “de caló”.
Atrás quedaron esos Whatsapp, preludio al encuentro. Palabras que se asumen como tales y como tales se echan en el saco del olvido:

Si yo dije o dejé de decir:
Sólo, a veces, por cambiar una coma,
que a ti no te gustaba.
Si grité al mar:
más allá de donde cambia su color,
y a ti te resultó elevada.
¿Por qué no cogemos la coma
y surcamos olas,
allá donde la coma, la mar y el sol se mudan?:
las palabras vuelan libres,
sin corsés que las opriman.
¡Ven, ayudame,
sólo no puedo!

Ha sido un inciso poético provocado por el piano de Chopin que cabalga en mi mente. No me hagáis mucho caso.
Por cierto, la mesa parecía un campo de futbol, donde la conversación se había de tener únicamente con los más cercanos: ¡y dale con las críticas! ¡Ay perdón, se me había olvidado!, pero no importa, fundamentalmente estábamos allí todos y si había que tirar algún córner se tiraba y sin problemas. Lo más importante es que nos atendió no “el siniestro total” sino un hombre entrado en carnes, no muchas, y… ¡se reía!: hasta nos dio las buenas tardes. Antonio Luna, que venía un poco asustadillo, se sobrepuso inmediatamente… como si nada ocurriera. Claro también estaba colocado de espaldas a esa gran mesa de mármol, donde el insigne e impertérrito no nos perdía ojo  (¿lo sabría el muy tunante?) y por eso eligió ese sitio. Vamos a pensar que no. El caso es que tuve la suerte de colocarme frente a él. Suerte… lo que se dice suerte… tampoco fue. De vez en cuando notaba como sus ojos clavaban en los míos. ¡Hombre… podría que el señor estuviera  mirando simplemente al etéreo ambiente!
La conversación se fue produciendo amena y placentera. Al poco, ya estábamos avisados de su retraso, se presentó nuestro gran espeleólogo: de tierra, mar y aire, y antiguo “pigmeo” Antonio Martínez Rangel. Siempre sonriente, fue pasando y saludando uno por uno.
Empezamos a mirarnos unos a los otros como si nos quisiéramos decir algo, o que alguien diera la voz de ya. Así fue… ¿y si… pedimos ya los bocadillos de camarales y atún con tomate? Pero con mucha mahonesa “la musa” esa era la palabra clave a la que antes aludía: que se salga por lo lados… “manjar de dioses”. Nuestro camarero alegre fue anotando lo que cada uno quería y luego trajo lo que le dio la gana a él. Menos mal que hay, siempre,  algún caritativo, hace el esfuerzo de tomarse dos y porque ya no sobraron… si no… (otra vez con las insinuaciones) ¡Es que no tengo arreglo!
Nuestro querido Andrés Luna, el proclamado “primus inter pares” (ahora presumo de saber latín, ¡tendré cara!) con su excelente móvil, y su tremenda ansia de comunicación, iba enviando, con el Whtsapp, la crónica instantánea, para nuestros amigos ausentes.  Nuestro Carlitos, ya repuesto tras haberse llenado de energía, y recordando sus tiempos también de “pigmeo”, se encaramó a un poyete y desde allí comenzó a disparar a diestro y siniestro con su cámara profesional.  Como no estaba Paco Moreno, con su cámara, su móvil y el paaaalo, Carlitos se convirtió en el más profesional de la noche. No te preocupes Pacomo, por lo menos nos acordamos de ti. Brindamos por todos los ausentes.
Especial recuerdo, tuvimos para Manolo Gutiérrez, al que nos lo imaginábamos ya disfrutando plenamente de su familia, despues de haberse dejado la piel entre los escenarios de la política: bueno, honrado, trabajador incansable y nada ostentoso por el cargo que ocupaba. Sin duda que, en la Diputación, dejará buenos recuerdos por su trabajo y comportamiento con el personal (mejor sería decir los compañeros de trabajo). Era unánime el deseo de que empezara una más vida más cercana a los suyos. ¡Suerte Manolo!
¡Suerte también para todos nosotros!
A pesar de las distancias, referidas al lugar, se creó un gran ambiente de diálogo Nuestras conversaciones fueron muy interesantes ya que sirvieron para aclarar la forma de ser de cada uno y así ir entendiendo mejor algunos comportamientos que se producen en ese programilla al que vulgarmente se llama guasa, en el que se ponen palabras sin reflexionar con quien dialogamos.
¡Quien bien  nos  hace pensar es nuestro querido amigo Francisco César, que nos manda cada recadito… como para estar dándole vueltas casi todo el día! ¡Que grande es!
Cuando íbamos a rematar la excelente reunión, tuvimos la desagradable situación, provocada por el amo del lugar que, enfurecido, discrepaba con la devolución  reclamada por un compañero nuestro: le había dado la vuelta de diez euros, cuando él insistía que había entregado 20€. El dueño de esa mesa de mármol blanco, con los ojos enrojecidos y grandes, dignos de una película de vampiros, mostraban su  encolerizada forma de insistir que él no había recibido esa cantidad, en modo alguno. Después de muchos ruidos de ultratumba y de la presencia de alguno de nosotros, que no admitíamos la contundente afirmación del pálido y enfurecido dueño del lugar, accedió, a regañadientes, a la devolución del cambio de esos 20€. El otro dueño con el rictus más remarcado que otras veces, miraba de reojo los acontecimientos. Estaba tomando buena nota de todo y seguro que, para la próxima reunión nos tendrá preparado  algo siniestro. Allí hubo paz y luego, quizás,  no nos desearon la gloria.
Besos y abrazos entre todos y dimos por finalizada la reunión de ese día. Allí quedamos los del remate.
¡Hasta la próxima!
Andrés Osado

domingo, 14 de junio de 2015

Crónica de la 9ª Reunión GRUPO MADRID

Casa de Antonio López Arenas, en Madrid

12 de junio de 2015

A. Estepa - Andrea - R. Vilas - Consuelo - V. Castillejo - Carmen - Car - A. Crespo - A. López Arenas

Ayer materializamos el acuerdo de celebrar la 9ª en casa de Antonio López. Hora de la cita: “…a partir de las ocho, cuando queráis”. A las ocho en punto, este tío, junto con Andrea, estaba llamando al timbre de la mansión. El nombre de la calle no podría ser más feo: Princesa Micomicona. Luego me enteré que es el nombre que inventa Dorotea para ayudarle al cura y al barbero a sacar a Don Quijote de Sierra Morena. Pero vamos a lo que vamos.

Nos abrió Antonio con su eterna sonrisa y nos hizo pasar a la parte posterior de la casa, donde tiene un cuidado jardín con porche y piscina. Ya tenía preparada la amplia mesa con los platos y cubiertos. Nos sentamos a la espera de que llegasen los demás. Después de media hora de amena charla empezó el desfile: Rafa y Carmen, Consuelo, Victoriano, Crespo y Cari. Yediel no pudo venir por el tratamiento médico de su madre. La alegría de vernos de nuevo seguía intacta.

Lo primero que hicimos fue conocer la casa. El palacete, sería más exacto. ¡Magnífico chalet! Alfombras, tapices, cuadros, cuartos de baños; yo tuve que miccionar sentado por temor a manchar el límpido suelo con las sexagenarias e inoportunas gotitas… en fin un lujo. Después de la visita guiada decidimos, por amplia mayoría, un voto en contra de la fumadora Carmen, pasarnos al interior, ya que se movía un ligero y molesto vientecillo que podría molestar el delicado cutis de las señoras. La verdad es yo estaba pasmao de frío.

La intendencia culinaria fue responsabilidad de Victoriano y Crespo. Viandas de primera calidad. No puedo omitir la tortilla y el salmorejo de la hermana del anfitrión. ¡exquisito  todo!. A Victoriano se le olvidó comprar pan: se dejó caer el tío con nueve barras -¡pá que no falte!-, comentó. Fue una tarde-noche memorable. Distendida, alegre, chistosa… En esta ocasión dejemos aparcados los temas habituales y nos centramos en el cachondeito.

Me acordé del pasaje evangélico donde Pedro le dice a Jesús “Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Pero como Pedro, tuvimos que volver a encontrarnos con la realidad. Levantamos el campamento. Saludamos a la chica que nos sirvió la mesa y salimos a la calle.

Faltaba el Vilas y Carmen. Volvimos las cabezas hacia la casa y vislumbramos a través del cristal opaco del cuarto de baño al Rafa contorneándose. Tengo que confesar que me estaba poniendo, de cómo se movía. Parecía un contorsionista con hernia discal. ¡Pero que hace ese tío, se está subiendo los pantalones! De pronto el Vilas subió la ventana. Nos regaló un saludo, cómo diría yo…, parecido al que hizo el Rey en el Palacio Real el día de su coronación, con la manita levantada y todo. Yo creo que fue para airear el cuarto de baño.  -“Es que le ha dado un apretón” - fue la explicación que dio su cónyuge. A mí me dolía el diafragma de tanto reírme.

A las doce y media mandé un wasap al grupo y todos contestaron que habían llegado sin novedad.

Me estoy dando cuenta que en cada reunión vamos estrechando más los lazos que nos unieron hace cincuenta años. ¡Esto no lo mejora ni el Barça!