jueves, 8 de julio de 2021

La campana de los Ángeles - Juan Martín

Recuerdos, silogismos y mascarillas: Desde el Seminario a la COVID-19
Aquella campana agrietada de los Ángeles fue la primera profesora

La actividad diaria en los Ángeles estaba regulada por los toques de una campana afónica. Habituados en los pueblos al alegre repique en la parroquia, oír cada hora aquel ruido cascado retumbar en las laderas, producía un bajonazo de ánimo, que a más de uno le costó un tiempo el superarlo.

La mañana empezaba con el primer toque: primero era el aseo, hacer la cama en silencio, y antes del último repique dado por el regulador, todos debíamos entrar en la capilla para la meditación y luego oír misa.

Dominus Vobiscum: Desde su fundación, la Iglesia en los oficios religiosos usó el latín y la indumentaria de la nobleza romana.

Después del desayuno íbamos a recoger la camarilla, una hora de estudio y a empezar las clases. Una rutina metódica, que esculpía en nuestro talante provinciano un hábito de trabajo muy útil en el estudio, convirtiendo a aquellos chicos de pueblo en unos alumnos muy eficientes.

Aquel tipo de formación también nos preparó de cara al futuro, disciplinando nuestra mente para superar las dificultades de la vida. El estudio reglado fortalecía la voluntad, el cuerpo y el espíritu, aunque no todos respondíamos igual. Los profesores a veces nos mostraban las torpezas de los exámenes: (El César nunca tuvo aves que saludaran antes de morir). Los fallos comentados en público, nos obligaban a trabajar más.

El Concilio Vaticano II
(Curso: 1966/67) En aquellos años nos tocó vivir la novedad del cambio que supuso el Concilio. Significó la renovación de todo el esquema ministerial de la Iglesia Católica. La doctrina aun se impartía bajo los parámetros del Concilio de Trento que se celebró de 1545 a 1563, notándose un claro desfase con el siglo XX.

Introibo ad altare Dei: En el seminario por el curso 1967/68, creo que se dejó de oficiar la misa en latín de espaldas a los fieles, para hacerlo en castellano de cara a la comunidad.

Se notó un cambio de mentalidad en la actitud docente de los profesores, ya no eran tan ásperos en su trato, pero aquella campana seguía siendo la misma.

El Concilio Vaticano II (1962/1965) básicamente buscaba: Promover el desarrollo de la Fe, regular el papel de las órdenes religiosas en la sociedad del siglo XX, abrirse a los problemas sociales del mundo, implantar en su seno una gestión colegiada, mejorar la función de la mujer en el seno de la Iglesia, renovar la liturgia utilizando las lenguas locales, y el diálogo con los otros Credos o Religiones. También reforzar el ministerio de la Iglesia Católica ante los fieles y la familia, potenciar la paz entre las naciones, y dinamizar la labor social y misionera de la Iglesia por todo el mundo.

Globalmente el Concilio Vaticano II, trató de situar a la Iglesia Católica en sintonía con un mundo más culto, más avanzado, y más activo socialmente.

Gloria in excelsis Deo (1968/69/70)
Las razones teológicas dadas para definir a Dios, nos parecían de un nivel metafísico incuestionable. Sin embargo, a muchos nos cambió la forma de ver y de interiorizar el Evangelio en aquellos cursos finales en Córdoba. Visitamos algunas parroquias y pudimos observar, una gran soledad institucional, distancia social, y falta de conexión con la vida real de la gente.

Cuando la Fe, vista desde el Evangelio, era algo compartido y en familia.

La comunidad cristiana y el clero con un celibato impuesto, vivían separados. Solo se veían al celebrar los bautizos, misas, bodas o los entierros.

En nuestro caso los superiores desde el principio, presentaron la oración como el soporte de nuestra vida interior, y la mejor forma de acercarnos a Dios a partir de la frágil individualidad humana.

Conscientes de nuestra pequeñez ante la inmensidad del Mundo, buscábamos el amparo de Dios en la oración. Dios era para nosotros el origen de todo, e igual que los hijos llaman a los padres esperando sus cuidados. Nosotros en la oración hacíamos propósito de enmienda, y usábamos el rezo para buscar la orientación ante la incógnita de cada día, y el amparo de Dios frente al interrogante del futuro inmediato.

Patrem omnipoténtem,  factórem caeli et terrae:
Los superiores ayudaron a entender que somos parte de un Todo Universal, en el que mediante la Compasión y la Fe nos podíamos acercar a la benevolencia de Dios Padre y ser escuchados. Aquellas clases de filosofía, matemáticas, latín, lengua, literatura o historia, también nos hicieron ver más de cerca la realidad del mundo que pisábamos, asumiendo la responsabilidad individual sin la tutela de la institución eclesiástica.

Sol, agua, tierra, bacterias, plantas, los animales, y las personas.
Esas eran las premisas de salida, cada hombre o mujer es diferente, según sea su capacidad, los medios disponibles, la personalidad, y el destino por el que deba transitar en la vida.

La Historia del mundo parecía escrita como una enciclopedia. Cada capítulo, letra, o frase, tenía su vida propia a lo largo del tiempo con un principio y con una función reproductora. Todo era un gran cuerpo vivo en cuya cúspide, destacaba la inteligencia humana. Estamos hechos de átomos de carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno producidos en las estrellas, que a su vez formaron los planetas, en donde han aparecido proteínas, bacterias y virus.

De ese barro brotó la vida entre ejércitos de células, que se juntaron para formar huesos, músculos y órganos, con un estado mayor llamado cerebro. Proteínas, grasas, vitaminas, minerales y carbohidratos, un combustible autosostenible que modelaba los organismos según vivieran en el agua, el aire o en la tierra. Algunas criaturas consiguieron hablar y deducir, reír, llorar, amar, odiar, y vivir en poblados creando una cultura.

Alea jacta est (Años 1980/90)
Con el corto bagaje de unos seminaristas bachilleres, muchos atravesamos el Rubicón de la vida en aquellos años de juventud, para cumplir con la obligación de crecer y ejercer como adultos en sociedad, a lo largo de nuestras vidas.

Pude observar que fue larga la batalla: el trabajo, la familia, y la convivencia exigían de prudencia, suerte y de gran temple. Durante años hubo aciertos y errores, aquel trabajo conllevaba un riesgo aparejado, en más de una ocasión pasó muy cerca la afilada hoja de Caronte cercenando el aire: El destino seguramente no había dictado la hora.

La calle también enseñaba un Evangelio (Años 2000)
Sentado en la primera fila de la vida, recuperé la mentalidad del seminario: Eficiencia, trabajo, respeto, y tener siempre la conciencia tranquila. La campana afónica que yo recordaba, seguía sonando cada día: El aseo, la ropa, el correo, contactar con la jefatura, anotar las instrucciones, desayunar, planificar la ruta, y trabajar con dignidad.

Por la noche debía hablar con la esposa y los hijos, cenar, cerrar la hoja de actividad diaria, y meditar todo lo hecho en el silencio de la habitación: "Domine, no sum dignus ut intres sub tectum meum, sed tantum dic verbo, et sanabitur anima mea".

Nuestras vidas jalonaban los años del calendario
Algunos compañeros y compañeras se quedaron por el camino, sin que nadie pudiera hacer nada por evitarlo. El destino indiferente a los anhelos, señalaba por su cuenta nuestro tiempo: "En un instante les saltó por los aires el presente y el espacio, sin aviso y sin poder despedirse de los suyos, se encontraron de improviso situados en otro nivel de la existencia. Los demás nos quedamos abatidos para siempre con el interrogante de la vida, enganchado en los jirones del recuerdo". Aquel dolor engrosó la pena en el latido diario de nuestra existencia, exigiéndonos más resignación a cada paso.

Unos hechos que dejaron una huella indeleble en nuestra mente. Pasaron los años, y otros anhelos de vidas y de futuro nacieron, abrigando la huérfana desnudez de nuestras almas con el aroma de la esperanza.

¡Ave Caesar, morituri te salutant! (Ante la incógnita del virus)
La vida y el mundo seguían su curso ofreciendo otros desafíos, llegar a Marte y más allá parecía algo rutinario. Sin pararnos a valorar que aquí en la Tierra mucha gente sin futuro ni presente: Mujeres, niños y hombres buscando un hogar para ellos, un puesto de trabajo, o la dignidad y el respeto a la existencia que merecen las personas, por nacer en un mundo global, se lanzan al mar desafiando la muerte.

¡Kýrie, eléison! Vivimos hipnotizados por quemar las etapas de este corto bienestar cuadriculado, sin ver que a nuestro lado hay gente desvalida que no tiene para comer, ancianos que viven y mueren solos, así como infinidad de jóvenes que son desahuciados de los avances y del futuro, de forma gratuita y absoluta.

Después de millones de años para llegar a esta civilización, el actual presente parece una carrera hacia el abismo. Aun sabiendo que para los Dioses el tiempo no existe, esta breve experiencia de vida terrenal llena de errores, solo puede servir al Creador para ver en cabeza ajena, los efectos de la avaricia, el odio, la bondad o la maldad.

¡Kýrie, eléison! Desde hace 10.000 años al salir de las cavernas, el ser humano ya se condenó por el virus de la ambición, luego llegaron los lujos en exclusiva de una vida cómoda, y el otro virus de las ideas retorcidas a conciencia para aprovechar las ajenas debilidades. Un desafío al liderazgo desde el amor/odio establecido en la genética, que obligaba a la sociedad humana a usar la violencia, el hambre, la envidia, la guerra, o el desapego, para tutelar el avance hacia la madurez social.

De la célula hasta la inteligencia y los valores espirituales, todo un recorrido a partir del átomo, para educar la raíz que nos dio forma en el origen de los tiempos. La mente después de experimentar la vida, deduce y sedimenta las lecciones de generación en generación, usando la evolución para alcanzar su meta.

¡Kýrie, eléison! Ahora los futuros pastores del rebaño parece que serán las pandemias que nos asedian, y la gran contaminación de todo el Planeta, que nos irá infectando este presente para corregir con su penitencia todos los excesos del derroche. Hasta que la sociedad, el campo, las criaturas, el aire y el agua, recuperen su estado natural. La muerte implanta la justicia universal a todos los seres vivos, por encima de poderes, egos, y ambiciones.

Las preguntas que nos hacemos son: ¿Cuál es el objetivo de todo este espectáculo de la vida sobre un Planeta? ¿A quién beneficia, y con qué objeto se necesitan aprender los valores de respeto, bondad, justicia, y compasión, a partir de experimentar el dolor, las desgracias y las enfermedades? ¿Y para que es necesaria la inteligencia humana?

Ayer éramos niños y jóvenes estudiantes llenos de ilusiones, luego fuimos adultos en familia sosteniendo pacientemente con nuestro trabajo la sociedad actual, y hoy solo somos unos jubilados que observamos en los medios las demandas de más libertad para salir de fiesta y diversión, a pesar del acoso de la pandemia.

El único galardón que nos llevaremos cada uno puesto cuando Caronte pase con su barca, parece que solo será el de la eficiencia, la dignidad, el respeto hacia los demás, y el de tener la conciencia tranquila por haber intentado cumplir con nuestro cometido de personas, en el mundo que hemos encontrado.

De todo lo demás ya se encargarán los Dioses, como han venido haciendo hasta ahora desde hace 540 millones de años, cuando el Planeta se llenó de oxígeno y se transformó en un Mundo habitable bajo millones de formas de vida.

Juan Martín