Anécdotas
Aunque eran muchas las anécdotas vividas, parece que con los años se van borrando de la memoria y algunas más vale no recordarlas por el daño que me causaron.
Del 1º curso 1963/1964.
Una muy graciosa fue la "pechá" de chorizo de venado que me pegué porque la mayoría de compañeros decía que el chorizo estaba podrido, jajajaja, podrido, estaba del diez, lo que pasó es que al hacer las mezclas de la carne con el pimiento molido no se hizo bien y por un lado aparecía rojo y por otro del color de la carne tal cual.
Tuvo su gracia el día que bajamos al río a bañarnos, entonces era un arroyo porque la presa de Hornachuelos aún no estaba terminada, nos llevamos nuestra merienda y la dejamos junto a la ropa en la orilla, pero de repente y sin aviso abrieron un poco las compuertas del pantano y no veas como subió el caudal y por consiguiente adiós a muchas meriendas y alguna ropa. Yo aproveché para desde un poco más arriba del curso del río, dejarme ir con la corriente y D. Francisco Varo Arjona se desgañitaba llamándome para que saliera del río.
También tengo grato recuerdo de aquellas clases con D. Francisco V., que en los últimos minutos nos leía de libros miniatura de aventuras, títulos como Miguel Strogoff, Ivanhoe, etc.. Por supuesto cuando habíamos sido buenos.
Del 2º curso 1964/1965
Otra de la que guardo buen recuerdo, es cuando en las cenas competía con mi buen amigo y compañero Ballesteros Aguilera por ver quién era capaz a de engullir más sopa y llegamos a zamparnos cada uno más de una sopera enterita.
Otra, también de comida, pero qué se le va a hacer era una de mis debilidades, era que el segundo plato de las cenas, mortadela normalmente, se me hacía eterno pero no porque no me gustara y no me la comiera, sino porque antes de que terminara la tercera rodaja, si porque eran tres las que nos ponían, me llovían por encima de la cabeza las de otros compañeros que no les gustaba y como no estaba permitido ceder alimentos al compañero, me las tenía que guardar en la servilleta que tenía doblada en las piernas e ir sacando de una en una. Más de una vez D. Francisco V. me preguntó por qué tardaba tanto en comerlas y que me las tenía que comer me gustasen o no. Lo que menos podía sospechar el bueno de D. Francisco V. es que llegaba a comerme 20 o 30.
Bueno, parece que casi todos los buenos recuerdos tienen que ver con la comida. Tampoco echo en olvido aquellos partidos de fútbol en los llanos con D. Antonio Pedro Llamas, Quero Romero, Molina Díaz, Marcelino Gómez Valverde, Paco Conteras González, García Román etc.
Espero no haberme extendido demasiado y sepáis perdonar a este compañero que precisamente no destacó por sus redacciones.
Hornachuelos, 10 de mayo de 2014
Francisco Moreno Osuna
Francisco Moreno Osuna
Querido amigo Moreno Osuna: Leyendo tus anécdotas me he transportado al comedor de nuestra infancia, en cualquiera de aquellas noches invernales, donde el único ruido era el de decenas de cucharas rebañando platos y alguna que otra risa incontenida por alguna de las trastadas o comentarios de los compañeros.
ResponderEliminarPaco, muchas gracias por haber despertado mis recuerdos.
Rafael Vilas
Buenas tardes caballeros afortunados de haber estado estudiando en el maravilloso SEMINARIO DE LOS ÁNGELES, no es que yo halla estudiado en el, ni había nacido aún, pero he visitado el seminario mucho en este último año ustedes se podrán imaginar las condiciones penosas en las que se encuentra por culpa de gente descerebrada, estoy aquí para ver si reconocen a un tal ANTONIO ADAME RODRIGUEZ, he encontrado un trozo de papel en el seminario del año 1963, y por curiosidad me gustaría saber quien era este caballero. Un saludo
ResponderEliminarBuenas tardes. No se quien eres pero te rogaría si eres tan amable me remitieras ese documento escaneado a la dirección de correo fmoreno_osuna@hotmail.com
EliminarGracias
Vd era un virtuoso de la armónica, aún recuerdo cuando tocabas "El Sitio de Zaragoza"
EliminarAgradecería a ser posible saber quien son los componentes del equipo. fotografiado. Solo creo estar seguro de D. Pedro Antonio y el portero que puede ser Jaime.
ResponderEliminarUn saludo
Mi llegada al seminario fue en el curso 66/67 y tengo muy buenos recuerdos y por lo aprendido, de agradecimiento a los profesores y compañeros.
ResponderEliminarA Jaime lo acompañé con D. Andrés el cura chico, a casa del médico del pueblo para coserle la rodilla que se golpeó contra el poste de la portería, yo era el enfermero que sustituyó a Julio, que ya nos había dejado.
Recuerdo como ayudé al médico pasándole las agujas curvadas con el hilo y cortarle lo sobrante a cada puntada que le daba en la rodilla.
Eran otros tiempos.
Allí construí en la cueva de la Penitenta un barco de tres palos con los retales de las cajas de la cocina, y la tela que me dieron las monjas y Jesús el trabajador de mantenimiento, forrándolo con la cera de las velas de la capilla.
Pablo Bosch se lo quedó y me envió una foto del barco encima de un mueble que aun conservo.
Felicidades por facilitar este foro, y la oportunidad de reunirnos desde la distancia otra vez a quienes pasamos por aquel centro de formación.
Un saludo.
Juan Martín
Queda claro que la comida jugaba un papel importante en el Seminario menor. Yo recuerdo a un compañero sacando la carne, chorizo o morcilla de venado en el bolsillo del babi. El lamparón del bolsillo era monumental y la autoridad competente, no me atrevo a precisar que fuera D. Gaspar, actuó con cierta sorna al pillarle in fraganti en la puerta del comedor. El chico con la cabeza gacha parecía un corderito degollado.
ResponderEliminarBuenas anécdotas y muy bien narradas. Mi felicitación para alguien que redacta estupendamente. Pedro