26 de noviembre de 2015
Taberna Los Pedroches
Aún con la Torre de la Malmuerta, impresa en mi retina, doblo la esquina y sin saber dónde era, distingo rápidamente el lugar. Dos de nuestros distinguidos califas: Andrés Luna y Francisco Sánchez estaban, junto con los honorables compañeros Manuel Vida y Antonio Hidalgo, sentados en una mesa. No puede ser otro.
De inmediato, ni Torre ni historia que valga, la mirada de alegría que vi en sus rostros, al percatarse de mi llegada, hizo que sólo mereciera la pena encaminarse hacia el lugar de donde procedía. Seguro que ese es el sitio. Habían transcurrido un par de meses y algunas revisiones de ITV hospitalarias entre medias: de nuevo otra vez en el “jueves fin de mes”; unos sentidos abrazos y… otra vez… como si nada hubiera pasado en ese lapsus de tiempo. Por supuesto, también cumplí el encargo de dar otro abrazo más a Andrés.
Como cinco ya son multitud, decidimos entrar en la taberna (no voy a hacer comparaciones) Simplemente diré: “murciélagos no vi”. Puede verse la diferencia en la foto: no se trata del nieto de Paco Moreno, sino del apuesto mozalbete que nos atendía en la taberna.
Poco
a poco, fueron llegando el resto de “jóvenes” compañeros que habían comunicado
su asistencia.
Sin dejar transcurrir el tiempo y una vez añadida una mesa más, por el elevado número de alegres contertulios locuelos, nos pusimos a degustar de todo, menos agua. Aprecié que esta vez no se daba ese gran tumulto que nos caracterizaba en encuentros anteriores: tampoco quiero decir que fuera para tirar cohetes.
Sin dejar transcurrir el tiempo y una vez añadida una mesa más, por el elevado número de alegres contertulios locuelos, nos pusimos a degustar de todo, menos agua. Aprecié que esta vez no se daba ese gran tumulto que nos caracterizaba en encuentros anteriores: tampoco quiero decir que fuera para tirar cohetes.
Noté
algo curioso. Aún no habíamos consumido la primera ronda (ya ibais a pensar que
se trataba de ruego y preguntas…
pues ¡No!) de copitas, cuando, después de unas cuantas palmadas y golpecitos en
la mesa, tomó la palabra Andrés para decir que deberíamos determinar el día de
la “Comida de Navidad”. Bueno se nombró la palabra “yuyu”. Allí empezamos a subir el tono y a exponer
cada uno lo que sería más conveniente. Por supuesto que se anularon días por
los compromisos adquiridos con anterioridad por ciertos compañeros. Poco a poco
se llego a la determinación del posible día y del posible sitio. Andrés tiró de
revólver: perdón, quería decir de móvil y enseguida busco un sitio. No hay alguien
en todo el Oeste, otra vez… me refería a Córdoba, que pueda ser más rápido que
el. No digo aún nada de día, sitio y menú, ya que lo dejo para la Autoridad
competente en la materia.
Después
de esto no vi “bocata de caramales”. ¡Que
va… ya no solo hemos subido en altura, sino en comida selecta! Ya pedimos lomo
de orza, morcilla, anchoas y (…”un sin fin de manjares, querido Sancho”) Por
algo en nombre de la taberna es “Los Pedroches”. Todas las tapas que vi
en la mesas tenían una pinta estupenda, todas aderezadas con un punto de “deseo de vida” y “gran cantidad de esperanza”.
Su olor se colaba alegremente hacia nuestros adentros. En todas las bocas de
los presentes, observé que se comentaba ardorosamente de esos dos ingredientes.
Creo en la mente de todos se comprendió, inmediatamente, la bondad de dichos
ingredientes.
Y, mientras tanto, nuestro Carlitos: una foto por aquí, otra por allí, con el afán de dejar, como siempre, memoria gráfica de cada momento.
Me maché pronto. Como siempre, quedarían allí compañeros a los que les costaría dejar escapar aquel momento tan bonito y cariñoso.
Y, mientras tanto, nuestro Carlitos: una foto por aquí, otra por allí, con el afán de dejar, como siempre, memoria gráfica de cada momento.
Me maché pronto. Como siempre, quedarían allí compañeros a los que les costaría dejar escapar aquel momento tan bonito y cariñoso.
Sí, me llevé una grata impresión, algo grande habíamos entretejido esa noche: la esperanza de vivir largamente y disfrutar de todo, se habían quedado impresos en nuestros corazones.
Las
fotos, que están en Facebook, son testigos
de lo que yo me perdí con mi marcha.
Andrés Osado Gracia
Andrés Osado Gracia
D. Andrés, ha vuelto vd. a tomar la dirección conística con la mejor maestría.
ResponderEliminarUn abrazo, campeón.
otro para ti. Ha sido un placer
EliminarD. Andrés, ha vuelto vd. a tomar la dirección conística con la mejor maestría.
ResponderEliminarUn abrazo, campeón.
Tocayo eres, el gran cronista que nunca has dejado de ser. Enhorabuena.
ResponderEliminarVa por ti. Gracias
EliminarAndrés, no te han tocado nada de la cabeza en el hospital. Excelente resumen de lo acaecido con los compañeros. Disfruto cuando os veo como antes pero sin babi. Ayer no pude felicitaros a los Andreses. Lo hago en la octava. Un abrazo.
ResponderEliminarTengo buenos maestros en los que arroparme, como tu. Un abrazo
Eliminar¿Que mas decir? Cercano, afectivo, nada mayestático, un punto lírico y sobretodo sincero, el mejor de los cronistas que se podía desear. Que dures muchos años en esta encomienda. Un abrazote fuerte Andres Jauna.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarFelices Fiestas a todos con la esperanza de poder pasarme un día a veros.
ResponderEliminarUn abrazo.
Juan Martín.