Veo y constato con cierta inquietud, a quienes el devenir de la vida les lleva a renegar de todo, hasta de su propia historia. Solo predican lamentos de acontecimientos internos y externos, criticándolo todo, sin dar solución a nada y sin pensar, que posiblemente ellos, son responsables de parte de los desastres que viven y anuncian.
Al comparar mi vida con ellos
encuentro tal cantidad de disparidades, que no puedo pensar que hubiera sido de
mi, si las cosas y circunstancias que encontré y afronté hubieran sucedido de
otra manera.
Entré al Seminario con doce años
y estuve en él hasta los 19. De aquellos años aprendí el esfuerzo, la
disciplina, el compañerismo y fundamentalmente a pensar. Y viene a cuento lo de
pensar, porque el otro día buscando un libro en mi biblioteca, cayó en mis
manos un tratado de “Gnoseología” (era el libro guía de la asignatura en 2º de
filosofía), con el que debatí largamente con el profesor que teníamos (Prior de
los Dominicos en Córdoba) hasta el punto de que quiso ficharme para su Orden.
En esa época empecé a vislumbrar que el pensamiento razonado y organizado y
conseguir de vez en cuando dejar la mente en blanco, para borrar contaminantes,
eran un paso fundamental para organizar el futuro. Evidentemente el futuro
también depende de otras circunstancias, paro si hay un orden y unos objetivos
reflexionados, esas mismas circunstancias pueden servir para apoyar los
objetivos, bien optimizándolas o bien por conocerlas, tratar de evitarlas.
Así, con estas premisas empecé mi
vida fuera del Seminario. Estuve 4 o 5 meses en mi pueblo tratando de hacer un
aterrizaje suave sobre mi nueva situación personal y pensando que hacer con mi
nueva forma de vida. Quería seguir estudiando, pero de una forma que no fuera
una carga para mi familia. Bastante carga tenía ya mi querida madre, viuda
desde los 39 y seis hijos que sacar adelante. De modo que, tomé la decisión de
emigrar a Madrid, buscar un trabajo y seguir con los libros. Fue muy duro para
mi madre, por la incertidumbre de la aventura, pero fue una decisión que marcó
de nuevo mi vida para siempre. El primer año en Madrid fue muy penoso, ya que
ante la escasez de dinero (llevaba para sobrevivir un mes) tuve que coger el
primer trabajo que encontré para un inexperto laboral como yo: peón de albañil. En este trabajo estuve
10 meses y las pasé “canutas”, ya que como no tenía ninguna especialidad, me
pusieron con un grupo de cubanos, a pasar arena con la pala por el cedazo y a
mover ladrillos y sacos de cemento. De los cubanos, que eran huidos de su país
y a la espera de emigrar a los EE.UU., no puedo sino mantener un grato
recuerdo, ya que a pesar de ser la mayoría de ellos gente de carrera (Médicos,
Maestros, Abogados, Ingenieros, etc.) se esforzaban de tal modo en el trabajo, para alcanzar su objetivo de ahorrar para el
viaje, que fueron un ejemplo donde apreciar que el esfuerzo y el sacrificio son
sinónimos del éxito en la consecución de ese objetivo. Muchos de ellos
consiguieron irse y nos despedimos con lágrimas en los ojos. Y aquí es donde es
oportuno poner aquellos versos de Calderón de la Barca:
Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?;
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.
Quejoso de mi fortuna
yo en este mundo vivía,
y cuando entre mí decía:
¿habrá otra persona alguna
de suerte más importuna?
Piadoso me has respondido.
Pues, volviendo a mi sentido,
hallo que las penas mías,
para hacerlas tú alegrías,
las hubieras recogido.
(Fragmento de La Vida es sueño)
Esta lección de los cubanos
sirvió para hacerme más fuerte y para reafirmar mis objetivos, que no eran
otros que los de mejorar mi vida en todos los aspectos: personal, familiar y
económico.
Y con este bagaje, simultaneé
trabajo (peón, futbolista, listero de obra y administrativo) y estudios
(Profesor Mercantil), con la vista puesta en terminar la carrera antes de venir
a Córdoba a hacer la “mili”, después de dos prórrogas, como así sucedió.
Estando en la “mili”, conocí a
los que fueron mis socios durante 25 años y con los que fundé el Despacho,
donde he desarrollado mi carrera. Los primeros años de Despacho también fueron
bastante duros, ya que montar una estructura y buscar la Clientela no fue
fácil, pero se contaba con la ilusión, la energía de la juventud y sobre todo,
por mi parte, con las experiencias pasadas en Madrid, en las que hice visibles
y experimenté mis ideas expresadas en el primer párrafo de este relato. Siempre
he querido ser “cabeza de ratón, antes
que cola de león”.
Como todos sabéis, me casé con
Claudi, (la mejor flor del Colegio de enfrente), y así a mis esfuerzos, se
sumaron los apoyos de ella y fuimos progresando despacio pero firmes, sorteando
todo tipo de dificultades y aprendiendo de los fracasos en la estrategia.
Hemos tenido tres hijos, dos
varones y una mujer, a los que rindo homenaje desde estas líneas, por haber
asumido su responsabilidad desde muy jóvenes, soportando a unos padres muy
exigentes, por comprometidos con ellos. El mayor es Abogado (Daniel) el segundo
es Economista (Victor) y la chica es Lda. en Ciencias del Trabajo y Gdo. Social
(Claudia).
Por ellos, comencé prácticamente
de nuevo mi andadura profesional, a la edad de 48 años, separándome de mis
socios de forma amistosa, con el objetivo de montar nuestro despacho, donde
ellos pudieran desarrollar su carrera, ya que con los otros socios era
imposible. Evidentemente esta refundación no fue traumática, ni costó
prácticamente esfuerzo, (aunque existía cierto riesgo), ya que en la división
del antiguo despacho me llevé un buen número de Clientes, que además estuvieron
conformes con el traslado. Mis hijos trabajan hoy conmigo, o mejor yo trabajo
con ellos, y espero que continúen, como ya hacen, la labor que yo empecé.
Con este relato reafirmo mi
teoría de la “Abstracción Filosófica” en la que los objetivos que cada uno se
marca en su vida, se pueden conseguir a base de esfuerzo y sacrificio, ya que si
bien no se consiguen al 100%, si que se pueden conseguir en un porcentaje tan
alto, que justifica el esfuerzo realizado y el sentir que la vida sirve para
algo más que pasar por ella. Intentar ser buena persona y realizar tus
ilusiones, aunque sea parcialmente, justifica el desgaste de los años que
pasan.
Pienso que el problema de los
renegados de su propia historia es que posiblemente no han sido capaces de
pensar y reflexionar sobre el que hacer con su vida, en un sentido u otro, sin
objetivos claros, viviendo en el caos perenne de que son los demás los que
tienen que esforzarse y a mí que me lo den todo hecho.
Como siempre un abrazo y suerte
para todos.
Antonio Gómez Ramírez
Córdoba 22 de agosto de 2016