Soy Cordobés, de la tierra de Julio Romero....
Casa Pepe
Fuenlabrada (Madrid)
4 de marzo de 2017
Manuel Jurado, Rafael Vilas, Cari, Antonio Crespo, Antonio López, Andrea, Vale, Carmen, Manuela Francisco Ruiz y Antonio Estepa |
Con cierta demora por problemas técnicos, me pongo manos a la obra para intentar contaros, con mi habitual carencia, los acontecimientos acaecidos hace exactamente una semana. Espero que mi cabeza gorda, que no grande, me deje lejos de la estacada.
El día pintaba bien. Desde la terraza de mi casa, emulando a Rodrigo de Triana, escudriñaba, con ojos de azor, el horizonte. El alba se desperezaba lentamente ganándole la batalla a la oscuridad. Un frugal desayuno, consistente en un tazón de leche semidesnatada con descafeinado, pan tostado con aceite del güerno, dos cuadraditos de chocolate negro para terminar con una naranja; el preceptivo aseo y a esperar la hora del feliz encuentro.
Como buitres leonados íbamos llegando uno tras otro al punto de encuentro para la ingesta: Casa Pepe. Con la puntualidad inyectada en vena hace cincuenta años en Los Ángeles, no tardamos mucho en estar reunidos todos los rapaces. Efusivos y sonoros palmotazos en los omóplatos, delicados ósculos a las féminas y primeras copas para celebrarlo, acompañadas siempre de generosos aperitivos.
Una vez consoladas nuestras resecas gargantas, pasamos al comedor. Una vez sentado,pensé :-¿Otra vez los platos grandes? Pues esta vez no voy a tropezar en la misma piedra. En Segovia, bueno, por solidaridad con el Acueducto, pero en Fuenlabrada voy a entrar como bucanero en el reparto del tesoro, a saco.
Otra vez que me equivoqué. Para mí, ha sido de las mejores comidas que hemos disfrutado. Cantidad y calidad a tope. Un diez para Paco y Vale por traernos a este lugar. Se notaba que son fieles clientes porque el trato fue extraordinario. Comimos todos de lujo, en un ambiente de extraordinaria cercanía. Desde el 18 de diciembre no veíamos a Antonio Crespo y Cari, aunque el record lo tienen Victoriano y Consuelo, que no paran. Puedo afirmar que en Casa Pepe he superado la fobia por los platos grandes.
La conversación masculina transcurrió por recuerdos, anécdotas, vivencias, de aquellos años que nos marcaron felizmente a todos para siempre. He reflexionado mucho sobre esto y no le encuentro explicación. Como dos, tres, a lo sumo siete años de convivencia pueden haber unido de por vida a unos niños-jóvenes. Por supuesto que en aquellos años tuvimos cosas positivas y negativas, pero la Cuenta de Resultados aparece abrumadoramente favorable. Y aquí está la prueba, después de cincuenta años.
Bueno, que me voy al terreno sentimental y me pierdo. Al terminar la comida tuvimos una larga y sosegada sobremesa, donde estuvimos atentos al Vilas para que se midiera en los chistes. Por cierto, quiero hacer un llamamiento a todos los compañeros para ayudar a Rafa a terminar de completar los pies de foto: nombres, fechas, etc. Está haciendo un trabajo extraordinario, con dedicación casi exclusiva, para que podamos disfrutar de la colección de fotos.
Y llegó el momento de terminar. Uno detrás de otro salimos al exterior para hacernos la foto de grupo. Ya estaba pisando acera cuando escuché risotadas a mis espaldas. ¿Qué ha pasao?, me pregunté- Cuando me volví encontré la causa de tanta hilaridad: Carmen se había subido a un cochecito eléctrico que tenía el Restaurante para divertimento de los niños. Abierta de piernas, la postura rozaba el erotismo. Yo le dije a Rafa –“Espera, tío, contrólate hasta que llegue la noche. Luego, en la intimidad, cuan felino, te tiras a la yugular” . Me hizo caso. Si no, podríamos estar hablando ahora de dislocación pubiana por golpe seco con objeto contundente. ¡Para algo sirve uno todavía!
Pasados los ataques de risa llegó los abrazos, no si antes satisfacer el ataque de regionalismo de una guapa cordobesa que nos saludó desde el velador de la terraza. Le dedicamos las primeras estrofas de “Soy cordobés” correspondiendo así al subidón de la paisana. Lánguidamente nos íbamos introduciendo en los coches con el corazón henchido de emociones y los estómagos a pleno rendimiento. ¡Con deciros que yo ni merendé…!
Próximo encuentro: Alcalá de Henares, con nuestro amigo Agustín. Esto no para.
Paz y bien.
Antonio Estepa Romero
Antonio Estepa Romero
Magnífica crónica como siempre don Antonio, una felicidad el sentirse un grupo tan bien avenido, con la ilusión de encontrarse y poder desearse siempre un hasta luego.
ResponderEliminarUn abrazo.
Amigo Antonio, como siempre nos regalas una excelente crónica. Es verdad que con una semana de retraso pero ha valido la pena esperar. Como tú dices esa cabeza gorda, sigue atesorando una estupenda memoria y es rica en detalles de todo lo acontecido en el encuentro.
ResponderEliminarTenemos que repetir en casa "Pepe" pues la verdad es que comimos muy bien y en abundancia.
Recibe un fuerte abrazo.
Gracias Manuel por ser tan generoso. Tenemos que ir apuntando los mejores sitios para futuras visitas. Un abrazo.
EliminarComo siempre, magnífica crónica ilutrada. Gracias por compartir.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Si las comidas son la mitad de divertidas que tus crónicas, excelso Antonio, es una auténtica lástima no estar en ellas, lamento mucho que la última que compartí con vosotros no transcurriese en mejores circunstancias para mi. Un muy fuerte abrazo.
ResponderEliminarAntonio, monstruo de la pluma, recibe un fuerte abrazo desde Triana en primavera pecaminosa.
ResponderEliminarGracias, chicos, por vuestras generosas palabras. Estoy contando los días para veros en Lucena. Parezco una novia tachando días en el almanaque, esperando que llegue el novio del Campamento. Querido José María, no has podido describir mejor a Sevilla en primavera: "pecaminosa", porque excita todos los sentidos. Cuidado con algunos de ellos que ya no estamos pa muchos trotes.
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