Palacio de san Telmo (Sevilla). Mayo
de 1973
Después del almuerzo hemos cogido
la rutina de tomar el cafelito en el cuarto de Pedro Soldado, el más moderno y
adelantado de todos nosotros. Con su media melena y sus pantalones de copa es
enteramente un chico ye-yé. Se ha hecho de cafetera, infiernillo, café,
azucarillos y pastas varias. Y hasta de infusiones en sobrecitos, cosa
novedosa. Es Pedro tan zalamero que seguramente se ha camelado a la jefa de
cocina o quizás a la camarera que nos sirve en el comedor, no me extrañaría
nada. Para colmo, dispone el tío de un tocadiscos, varios singles de Simon y
Garfunkel, de Los Brincos y del álbum Abbey road de los Beatles. Nuestras
sobremesas son, así, muy placenteras y entretenidas.
Pedro es un joven muy particular.
Pese a su desparpajo con las nenas y su pose de modernidad, lo sigo viendo como
futuro cura. Al que más. No sé… No fue de nuestro curso, él ingresó en los
Ángeles en el 63, pero repitió y ya se quedó con nosotros. Luego, desde el
mismo Hornachuelos, se fue una temporada a las misiones combonianas, en el
Congo, ya te digo, un tío muy bragado y valiente. Regresó con nosotros y hasta
ahora. Ha sido y es intimísimo del Luna, lo que no quita que estén todo el santo
día como el perro y el gato, siempre de uñas. Antonio Luna es nuestro gran
conciliador, siempre poniendo paz y concordia. Chiquitito y concentrado,
rebosa, sin embargo, en buena gente y en un excelente humor. Positivo y
optimista, su vaso siempre estará medio lleno. Posee, además, un extraordinario
sentido de la amistad. Pero le pasa un poco lo que a mí: tiene el ojo demasiado
vivo. Salva es una caja de sorpresas, un día te sale por peteneras y al día
siguiente, por soleares; es un hombre con un carácter digamos que controvertido. Tampoco lo veo de cura. Y de Jaime qué queréis que os
diga. Ha sido siempre mi ojito derecho, desde que entramos en los Ángeles. Con
los años ha dejado de ser el niño guapo y presumido, y se ha convertido en un
hombrecito la mar de formal, responsable y comprometido. Pero lo mismo, me da
el pálpito de que no, de que no sigue en el seminario.
Yo no tomo café, me da ardores,
si acaso un tececito. Me apetece tumbarme boca arriba en la cama de Pedro,
cerrar los ojos, adormilarme en mi siestecita al rum rum hipnotizante de Because y pensar en la Antoñita, mi Antoñita. Mis
amigos charlan y ríen sorbiendo sus cafés con pausada cadencia dejándome por
imposible, conocedores todos ellos de mis pensamientos desgarrados. Hace unos
días he recibido la última carta de mi amiga, y me encuentro tristón, algo
desilusionado. Me exhorta con muy bellas palabras a seguir el camino de mi
sacerdocio, que ella no quiere ser responsable de torcer mi senda de vocación
sacerdotal… chorradas así. Que se encuentra muy a gusto conmigo pero que lo
primero es Dios y mi carrera. En fin…
Llevo meses atormentado. Quizás
todos lo estemos. Luis Enrique, Paco Delgado y Manolo Ruiz Nieto nos han dejado
al principio del curso, mucho nos tememos que han sido los primeros que han
dado el gran paso, y que nosotros iremos detrás. Quedamos solo cinco
seminaristas de los ciento y pico que ingresamos en los Ángeles en el ya
lejanísimo 1964. ¿Por dónde andarán José Pablo, Tomás, Bermúdez, Pepe Montes?...Yo tengo decidido abandonar el seminario, acabar este curso de
teología y comenzar el próximo en Córdoba la carrera de medicina. De tan íntimo, no me atrevo ni a verbalizarlo
delante de mis amigos, más que amigos, mis hermanos. Pero es imposible
ocultarlo, llevamos nueve años viviendo juntos y nos delata nuestro lenguaje
corporal, cualquier gesto, una mirada... Todos estamos en una situación
parecida. Nos hemos matriculado este curso en Magisterio paralelamente a
Teología, síntoma inequívoco de que todos estamos barruntando la cercana
posibilidad de “colgar la sotana”. Pero es una decisión tremenda. Tremenda
porque has crecido y te has hecho un hombre entre estos que son tus
inseparables, al cobijo de los muros de Los Ángeles, de san Pelagio y ahora de
san Telmo. Tremenda porque te acobarda dar el salto a la vida civil después de
tantos años protegido por la vida lega, por tus notas, tus rutinas, tu
prestigio, tus amigos. Tremenda porque crees que defraudarás a aquellos que han
confiado en tu vocación: tus padres, tu abuela y los curas buenos que aquí tenemos.
Desearía de corazón despertarme un buen día y que, de pronto, hubiesen pasado
un par de años en una sola noche, a ver qué hubiera sido de mi vida. Tengo
miedo, tengo pánico a mi decisión ya firme.
En esto que Antonio Luna se pone
sublime esta tarde y colocándose en el centro de la habitación para hacerse
visible a todos nosotros -es el más bajito- nos suelta una perorata, un alegato
digno del mejor de los letrados. Muy serio, cosa rarísima en él, nos dice que
el futuro de cada uno de nosotros es cada vez más incierto, que ya no nos ve de
curas, que todos daremos la espantada, que lo ve como una cosa normal, que no
nos preocupemos tanto por la futura decisión que a todos nos aprieta el pecho,
que lo verdaderamente importante, estemos donde estemos, es que seamos dignos
de aplicar a nuestras vidas los principios que aquí hemos mamado. Y sobre todo:
que bajo ninguna circunstancia que el futuro nos depare podemos dejar de ser
amigos. “Nada ni nadie podrá nunca arrancar nuestra amistad de nuestros
corazones”.
Oye, y esta profecía que sonaba
un montón de cursi, resulta que, saltando el siglo, ha sido fielmente cumplida.
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------
-----------------------------------------------------------------------------------------------------------
Creo que todos reconocemos lo
edificante (una palabra de aquellos tiempos) de nuestra estancia en san Telmo.
En mi opinión, el periodo más fructífero de nuestra singladura por el seminario
en lo académico y en lo personal. Disfrutamos de un auténtico elenco de
profesores del más alto nivel universitario, de Teología, Filosofía, Historia
de la Iglesia, Epistemología, Sociología, materias que hoy suenan a chino pero
que a nosotros nos conformaron una mente abierta y nos convirtieron en personas
cultas y cultivadas, en intelectuales comprometidos. A gente como Garrido
Luceño, Luis Briones o Guillén “El Picha”, será muy difícil que podamos olvidar
nunca. ¿Y qué decir de nuestros formadores espirituales? Fueron los mejores
curas que uno pueda encontrar en su vida, personas entregadas, sinceras,
decentes, amigas y confidentes. Nos ayudaron un montón en tiempos de decisiones
tan duras como las que tuvimos que tomar. Gracias eternas a Luis, Pepe, Antonio
y Pascual. El palacio de san Telmo era por entonces a la vez Seminario de
Teología y Colegio Mayor Universitario. La convivencia diaria en el comedor, en
los pasillos y en los patios con “gente del mundo”, con personas “normales”,
estudiantes de todas las disciplinas, nos igualó con ellos, nos hizo sentirnos
como ellos y nos abrió de par en par las puertas de nuestro futuro. Nos hicimos
hombres en san Telmo. En los Ángeles fuimos niños; en Córdoba, adolescentes y
jóvenes ilusionados que abren sus ojos por primera vez a la vida real; en
Sevilla, hombrecitos preparados -muy preparados- para dar el salto. Y lo dimos.
Todos. Y todos acertamos. Y nuestras vidas se esparcieron por esos mundos como pavesas
al aire. Pedro Soldado (del curso del 63) se ordenó de cura, mis otros amigos
de san Telmo se hicieron maestros y yo cambié la sotana por la bata inmaculada
de médico. Y cada cual tiró para su sitio.
Hasta que un día (veinte años más
tarde) alguien llamó a mi puerta. (Continuará , jajaja, como en las series)
Jose Maria, gracias por traernos estas vivencias y recuerdos de San Telmo. Como sabes me quedé en Preu en San Pelagio, pero ahora me haces revivir unas historias que me parece estar entre vosotros en primera persona.
ResponderEliminarCasi seguro que me habría pasado como a vosotros, que al final también hubiera abandonado el Seminario. Eso sí, algo más maduro.
Te espero ansioso con la continuación. Un abrazo.
Jajaja. La continuación trata delorigen y el desarrollo de nuestros grandes encuentros.
ResponderEliminarJosé María si me lo permites, te diré que eres un figura de la literatura, nos tienes enganchados al blog porque sabemos que siempre nos sorprendes con algo nuevo.
ResponderEliminarDescribes unos momentos inolvidables para todos nosotros, por todo lo que comentas sobre las dudas y el sentimiento agradecido hacia quienes nos formaron en la juventud.
La decisión de ser fieles a los principios y fundamentos recibidos, creo que la suscribimos la mayoría de todos nosotros; espero la segunda parte.
Un abrazo
Juan Martín
Reconozco con vosotros que estos temas nos llegan a todos, nos tocan en nuestra fibra íntima porque de alguna manera todos hemos sufrido este paso por el desierto, esta incertidumbre agobiante de dar el salto al vacío. Y cuantos más años llevas dentro, peor, más te cuesta. Cierto también que son cosas muy personales e íntimas; pero, como habéis tenido ocasión de comprobar, a mí no me importa desnudarme en público.
ResponderEliminarBueno, un abrazo.
Rejuvenece leerte. Como cuando coleccionaba el Capitán Trueno, este saga retrospectiva, estoy seguro que me enganchará. Tiene el aliciente añadido de no tener que caer en la tentación de ir al final de la historia, que es el presente; lo mejor de todo será descubrir el principio. espero, como los demás compañeros, el siguiente capítulo. Un abrazo, Fili.
ResponderEliminarJajaja, me estáis agobiando. Pero pronto estará en vuestros quioscos. Jajaja.
ResponderEliminarAl leer esta maravillosas lineas, pienso con nostalgia, sin arrepentimiento de lo vivido por mí, que tal vez no fue del todo acertado el marcharme al IEME de Burgos. El deambular por la existencia, es un cúmulo de aciertos y errores. En ello nos va la vida. Lo cierto es que, has empezado maravillosamente a relatar tus vivencias con los compañeros, de una forma magistral y sugerente. Ya estoy esperando el siguiente. Estamos a la espera. Un abrazo amigo Fili.
ResponderEliminarSólo con ver el título me he puesto como una moto. Manuel Jurado me contó algo de vuestra singladura, de los que seguisteis adelante más allá del Preu, donde un servidor renunció a continuar la farsa de una vocación que nunca sentí.
ResponderEliminarPero le faltaban al relato de Manuel los detalles, las decisiones finales y sus motivaciones.
Me faltaba, nos faltaba más bien, este capítulo.
Una vez más tu generosidad y amistad satisface nuestra curiosidad e inquietudes.
A pesar de lo mucho que me ha gustado tu relato y explicaciones no puedo evitar hacerte el coro con mis compañeros: ¡Cuéntanos más!
Pedro
Gracias, Andrés. No vale echar la vista atrás. Lo vivido, vivido está. Es nuestro sino, ir tomando decisiones según criterios personales y circunstancias. Cada situación es distinta y puede ser igualmente enriquecedora.
ResponderEliminarEn cuanto al siguiente capítulo, estoy con los últimos retoques, ya mismo estará en las máquinas.
Joder, ustedes en San Telmo y yo en tablada.
ResponderEliminar