lunes, 26 de marzo de 2018

Reunión en Plateros del Grupo Córdoba

CRONICA DE LA REUNIÓN, DE LOS VICARIANOS CORDOBESES, CELEBRADA EL DÍA 22 DE MARZO DE 2018,
EN LA SOCIEDAD DE PLATEROS 

"Veni, vidi, vinci" 

Efectivamente, llegó el hombre -Paco Nieto- con su perol de “potaje de garbanzos” y triunfó. ¡Riquísimo! Algún vicariano, que otro, repitieron hasta por “tres veces”: para eso estábamos en puertas de Semana Santa. 

—¿Dónde está la gente? —me increpa una voz por el móvil— ¡Es las una y aún no hay nadie por aquí! 

Claro, es que los que se olieron que el perol, llegaba a las una y media de la tarde, se hicieron su idea de no presentarse hasta ese gran acontecimiento. ¿Idea acertada? Lo dejo para su estudio y consideración. 

Buen número de comensales y “comensalas”, mejor dicho… excelente grupo los que allí nos prestamos a degustar tan rico manjar. Se nota que, el medio día, es más propicio para las reuniones. Por cierto, en esta ocasión, la reunión la adelantamos al día 22, ya que el último jueves coincidía con la festividad de Jueves Santo. 

Primero comenzamos por festejar el aniversario de nuestro amigo Antonio Hidalgo Naz, que antes nos había agasajado con unas tapitas. A continuación, lo hicimos por todos los presentes, es decir, por todos aquellos que englobamos esta gran familia de “Vicarianos de Santa María de los Ángeles”. 

Luego ya se sabe, zafarrancho y a darle “al pico” ¡Que bien se nos da eso! No hay quien nos hiciera callar, a pesar de los requerimientos en contrario. ¡Cómo nos cunde! 

He de hacer mención al rico pan que nos trajo el amigo Pacomo (Paco Moreno). De la insigne panadería del Vacal. 

Y cuando ya se hubieron cansado, sus señorías, de catar tan rico manjar, del que prácticamente sólo quedó el caldo, se retiraron de la mesa. ¡Y nunca mejor dicho! Se piraron para la barra del bar, a tomar el cafelito y otros elixires. ¡Pero se les olvidó eso de recoger la mesa! A pesar de lo bien que nos lo enseñaron en Santa María. La próxima vez, no se nos olvidará. 

Por hoy recojo y doy por terminada la historia. Guardaremos fuerzas para el ansiado Priego de Córdoba. 

Hasta entonces, cuidaos y a apuntarse, cuanta más gente, mejor. 

Un fuerte abrazo. 

Andrés Osado Gracia
Córdoba, 22 de marzo de 2018

viernes, 9 de marzo de 2018

Fernando Prior Castro

Soneto a  Priego


Enclavado en las  béticas  alturas,
minado por las  aguas  alcalinas
que  brotan  de  tus  fuentes  cristalinas,
Priego  estás  rodeado  de  angosturas.

Tus iglesias,-barroca  arquitectura-,
conservan  como  cuentas  de  rosario
engarzadas en  fino relicario,
los tesoros  del  arte y la  cultura.

Son tus  casas palomas  que  se  asoman 
al tajo del  adarve  de  tu villa; 
por la  noche  en luceros  se transforman;

te  visten de  luciérnaga  mantilla.
La  belleza  que encierran y atesoran ,
nos  admira, obnubila  y  maravilla.

Aguilar , 9 de  octubre de  1986


domingo, 4 de marzo de 2018

Crónica de la 27ª reunión Grupo Madrid

Reunión en casa de Antonio López Arenas 

Madrid, 3 de marzo de 2018

Desde la Navidad de 2016 no pisábamos la quijotesca urbanización “Nuevo Toboso”, donde se ubica el palacete de Antonio López. Parece que te vas a encontrar con Don Quijote en cualquier esquina: Ronda del Caballero de la Mancha, Calle Aldonza Lorenzo, Ínsula Barataria, Princesa de Micomicona.... Si el traslado lo hubiese hecho a pie habría pasado inadvertido vestido de Sancho Panza. 

El día ha amaneció claro oscuro.¡ El cielo ha cogido una llantina y es que no para! Para mí que es por lo del 0,25% y en lugar de reírse se ha puesto a llorar. No sé. Menos mal, porque anoche pensaba: “Mañana, como llueva, cuando llegue al destino y me baje del coche, tendré que agarrarme a un árbol hasta que el líquido endolinfa me permita mantener la verticalidad”. Lo digo por el limpiaparabrisas. No hizo falta. 

Con la puntualidad de una retransmisión de Fin de Año, llegamos a casa de Antonio cargados de viandas. El anfitrión no estaba en ese momento en el domicilio. Nos encontramos a dos electricistas arreglando el cuadro eléctrico, y al servicio, como dicen los pijos, con sus labores. Invadimos literalmente el complejo. ¡Para eso estábamos en nuestra casa! Pronto llegó Antonio y nos abalanzamos hacia él para saludarlo. Entre risas y palmotazos empezamos a desembalar los víveres. ¡Qué barbaridad! cada pareja traía comida para quince personas, menos nosotros que se nos fastidió la batidora haciendo salmorejo. Se salvó la primera hornada. 

Tenía que empezar el cachondeíto. Con mi bufanda larga, que podía servir de cincha para aparejar un mulo, la utilicé a forma de beca. El Vilas cogió una servilleta blanca y la fijamos con una pinza de la ropa. ¡Ya está! El resultado lo podéis observar en las fotos: ¡latinos sexagenarios! Nos acordamos de todos los ausentes. 

En el orden del día aparecía, como primer punto, la degustación de aceite. Antonio nos entregó la documentación necesaria: “Manual formativo catas AOVE”. La mesa emulaba la de un Consejo de Ministros. La exposición fue magistral. El orador expuso de forma clara retazos del mundo del olivo y, por ende, del aceite. Hubo dos fases: una teórica y otra práctica. En esta última nos hizo catar cuatro clases de aceite. Calentar, girar, olfatear y degustar; estos fueron los cuatro pasos que tuvimos que realizar en cada cata. La próxima vez que vaya a Mercadona exigiré al dependiente, antes de comprar, la necesidad de catar el aceite. No sé si colará. Nos lo pasamos muy bien, aunque los estómagos ya estaban rugiendo. 

En un momento, la amplia mesa se llenó de exquisiteces caseras. Después de cantarle a Antonio López el “Cumpleaños feliz” por su próxima efemérides, comenzamos la ingesta con alegría, tino y tiento. El tiempo transcurría inexorablemente y las cabezas comenzaban a moverse negativamente ante el ofrecimiento de un nuevo plato. Manolo Jurado y Antonio Rodríguez hicieron de chefs en la plancha, preparando los choricitos, salchichas y carne. ¡Cómo eché de menos a Antonio y a Cari! Victoriano y yo dando el visto bueno a todo. 

En los postres, y ante dos magníficas tartas caseras, el Vilas nos ofreció en rigurosa exclusiva la película que ha montado de fotos y encuentros a lo largos de estos años. Magnífico montaje arropado por una música de nuestros años jóvenes, apta para la juntera. No saqué a Andrea a bailar porque no me podía mover, pero algo noté que se movía por los bajos. 

Al final la foto de grupo. Me tocó la segunda fila y saqué más pescuezo que un cataor para que se me viera. Si me pongo delante salgo gordo y si me pongo detrás no salgo. ¿No sé qué hacer? 

La despedida la hicimos dentro por culpa de la lluvia. Antonio López siempre consigue ofrecer calor de hogar. Gracias Antoñito. 

Con la esperanza de vernos en Priego y el corazón lleno hasta los topes, comenzamos el camino de vuelta a casa. 

¡A esto le llamo yo beberse la vida a sorbos! 

Paz y bien.

Una duda inquietante


-Ave María Purísima.
-Sin pecado concebida.

Confesarse con don Moisés no es lo mismo que hacerlo con otros curas de aquí. No lo digo yo solo, es cosa común. Digamos que es nuestro preferido. Es un cura amable, pero no sobón ni pegajoso, se te acerca, claro, pero no le huele el aliento. Te aconseja sin atosigarte. Y, sobre todo, te despacha rápido con penitencias livianas. Cuando su confesionario tiene mucha cola me voy al de don Eduardo, otro parecido. Y, desde luego, siempre que puedo evito a don Antonio y a don Gaspar, mucho más enredosos. Esta mañana de domingo ha habido suerte.

-Me confieso padre… -titubeo porque no sé cómo seguir. Tanto ensayar para esto. Dentro de un par de años será todo mucho más fácil, bastará con contarle cuántas veces me la he meneado, pero aún soy demasiado chico e inocente para esas guarrerías.
-Venga, chaval, que no pasa nada. Dime. Cualquier cosa que me digas la habré escuchado cientos de veces. Tranquilo.
-Verá, es que no sé si esto es pecado o no.
-Tú dímelo, y ya veremos -te da don Moisés mucha tranquilidad, es verdad.
-Es que me parece que me estoy juntando mucho demasiado con uno de mis amigos de aquí.
-Ya… que tú crees entonces que te gusta ese muchacho, como que te sientes atraído por él.
-Sí, padre, creo que sí.
-¿Cuántos chavales sois en total aquí en los Ángeles? -Me sorprende con una pregunta extraña, sin relación aparente con el asunto. Otro cura, don Antonio mismo o don Gaspar, me hubiera preguntado directamente que quién es ese amigo.
-No sé… Unos doscientos entre los dos cursos.
-Bien, doscientos, vale. ¿Y tú crees que yo os miro a todos por igual?
-Pues… -me quedo sin saber qué responder-, no sé… Yo creo que sí, ¿no?
-Pues no, mire usted, no. Somos personas y tenemos nuestras preferencias. Todo el mundo las tiene. Incluso tus padres, ¿cuántos hermanos sois en tu casa?
-Cinco, conmigo.
-Pues hasta tus padres hacen distingos, para que veas. No es ninguna cosa mala, ni ningún pecado que te guste más un compañero que otro. Oye, yo también he sido seminarista, y he tenido tu edad, y he tenido tus mismas dudas cuando me juntaba, como tú dices, mucho demasiado con el mismo compañero.
-¿Y entonces, qué hago, padre?
-Nada, no darle importancia porque no la tiene. Verás, ¿cuántos años tienes?
-Doce he cumplido ahora en noviembre pasado.
-Es que sois todavía tan críos… No sé si será adecuada la pregunta para ti, pero… ¿a ti te gustan las chicas? -Un repentino rubor me enciende toda la cara, ¿qué clase de pregunta es esa en un confesionario? Estoy acobardado-. Venga, contesta, que nadie se va a enterar.
-Yo creo que sí -le respondo avergonzado.
-¿Y cómo lo sabes? -me aprieta.
-En mi pueblo… bueno, está la hija de un guardia civil que es guapísima, la Mari Cuenca, en fin, a mí me gusta mucho, le regalo jazmines y todo. Y cuando el aire le levanta la falda por la calle paso mucha vergüenza.
-¿Y eso?
-Porque… no quiero mirar, pero… quiero  -y se le escapa al cura una risita de benevolencia.
-¿Te gusta esa chica más o menos que el compañero de aquí?
-Hombre, padre, no hay comparación… Mucho más la chica -pero no le dije nada de Isabelita y sus cachas carnosas.
-Pues entonces hemos acabado.
-¿Sin penitencia?
-Sin penitencia. Bueno, espera que se me ocurre una cosa, verás: a la vuelta de las vacaciones de Navidad tú sigues como hasta ahora con tus amigos, como si nada. Pero vas a procurar darle un poco  más de calor a aquél o aquéllos que veas más alejadillos, más aislados. Y así, casi sin querer, le dedicas menos tiempo a tu amigo “íntimo”, y un poquito más a otros más necesitados. ¿Te parece?

Y así fue como lo hice.



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jueves, 1 de marzo de 2018

In diebus illis. December MCMLXIV

¡Aleluya, aleluya! Los chaveas de primero nos hemos contagiado enseguida de cuatro latinajos de los del segundo curso: ego volo manducare, dóminus vobis cum, in illo témpore, in diebus illis, certus rústicus nómine Nasica, manduco me flumen de te… Unos con cierto sentido y otros completamente absurdos. Sin embargo, aleluya proviene del griego, disciplina aún ignota para nosotros. La hemos aprendido de oírsela a los curas. Significa alegría. Pues eso, aleluya, por fin brilla el cielo en nuestro pequeño universo. Diciembre ha despedido la lluvia y ha contratado un sol espléndido. Todavía la madrugada siembra el patio de escarcha pero después del desayuno ya podemos charlar o corretear por él, umbrío aún, antes de las clases. Y en el primer recreo ya entra el sol desde la puerta hasta casi la mitad del patio.

A nosotros el patio nos parece enorme, una explanada de cemento donde poder corretear, jugar al frontón, al escondite y hasta baloncesto en ocasiones. Podemos decir que sea el centro neurálgico de nuestra vida aquí. Por la izquierda, hacia el norte, un alto muro lo separa del monte; contra ese muro jugamos al frontón, y también contra él nos proyectarán los curas algunas películas formativas cuando llegue el buen tiempo; a continuación, una salita pequeña donde se guarda el material deportivo y también intendencia de papelería. De esta sala han hecho los curas responsable a Rafa Roldán Molina, “El Cuartillas”, un chaval muy sanote, de Cabra. Algunos niños no futboleros se concentran en esa sala durante los recreos… ¡Para leer novelas!!! Como si no tuviéramos bastante con los libros de texto. Luego vienen cuatro wáteres con sus puertas correspondientes; cuando seamos más mayorcitos estos wáteres podrán contar muchas y divertidas historietas un poco pecaminosas; más arriba, de frente, una sala de juegos con pichonchos y una mesa de ping-pong; más de frente, hacia levante, la puerta de la capilla y la entrada principal hacia los sitios nobles. A la derecha, hacia el sur, queda el grueso del edificio: los soportales, el corredor paralelo, las clases, las escaleras que bajan a la sala de juegos del sótano y que suben al gran estudio y a los demás dormitorios. En las afueras  tenemos un pequeño patio de tierra para jugar al fútbol protegido del precipicio por una valla metálica, la gran piscina, protagonista principal cuando llegue mayo, un jardín de naranjos y la huerta en peligrosa pendiente hacia el río. Y aún con las pocas luces de mi corta edad uno llega a preguntarse el por qué de un edificio tan enorme en sitio tan arriesgado y peligroso, en vez de en los llanos del pozo, apenas dos kilómetros más arriba.

Ya estoy hecho a mi nuevo hogar. Me lo conozco casi todo, menos la parte de abajo por donde trajinan las monjas e Isabelita. Hay niños curiosos que lo trastean todo; yo, de natural asustadizo, soy más prudente. Y mira que sor Josefa me tiene dicho que baje cuando quiera. Es la madre superiora, me conoce bien de cuando estuvo en el convento de mi pueblo con las monjas del “Patrocinio de María”. Y mira qué casualidad, ahora me la encuentro aquí.  Pero no; me siento más cómodo en mi terreno. Pasa uno los días enfrascado entre clases y recreos, y cada vez me acuerdo menos de mi gente. Y no sé si eso es bueno o no. Yo me siento bien.

En el recreo me agrada charlar con mis nuevos amigos, pero me puede el vicio del ping-pong. Bajo a la sala de juegos donde mi paisano Manuel Gámez es el as. Se me da mejor el ping-pong, con el pichoncho me salen cebaduras en los dedos de darle tan fuerte a la ficha grande. Bastantes veces somos pareja Manuel y yo en el ping-pong, y siempre me echa las culpas cuando perdemos, pero es que es verdad, yo fallo mucho más que él. Y eso que tiene una forma de coger la raqueta rarísima y complicada. Todos lo dicen, hay que ver cómo le da a la pelota… Pero siempre le entra, oye. Para el saque monta con las manos una coreografía muy suya y sofisticada que ya es motivo de cuchicheo por los pasillos, “¿Habéis visto cómo saca el Gámez?” No sé cuántos partidos llevará ganados ya, no hay quien lo eche de su sitio en la mesa, si se va es por aburrimiento o por cansancio, no por perder. Mi primo Manolo está pasando mucho más inadvertido. No sé, Manuel destaca en el ping-pong, yo empiezo a ser considerado como el empollón, pero él… Es verdad que el pobre no está teniendo suerte, se pasa muchos días en la enfermería con fiebres, y se le pone muy mala cara. Y me da pena. En el pueblo, de monaguillos, yo tenía más amistad con Manolo, más cercanía. Somos primos segundos, y ambos, primos terceros de Manuel. En Palenciana todos somos familia, vaya. Manolo y yo somos gente como más sencilla, Manuel es un poquito más engreído, bueno, cada uno es como es. A esa edad yo era inseparable de Manolo, sobre todo en los veranos: fumábamos cigarrillos de matalauva en la era de Pedro Miqui, nos bañábamos en el patio enlosado de su casa con una manguera, recogíamos jazmines de su patio y los vendíamos luego a las mocitas por la calle, unas biznagas muy bien elaboradas con sus alfileres y todo. A la Mari Cuenca no se lo cobrábamos. Por lo menos yo. Y ahora siento pena por él. Y un poquito de culpa, de mala conciencia. Aquí, casi sin querer, me estoy echando nuevos amigos, es como si me resultara más atractivo juntarme con otros nenes que con los del pueblo, al fin y al cabo, a estos los tengo ya muy vistos, algo así. Y veo que esto mismo le está pasando también a otros, los chaveas de Cabra, los de Fernán Núñez, o los de Priego -un tropel- empezaron muy juntitos los primeros días, y ahora cada cual anda con nuevos amigos. Parece algo natural.

Me parece que los curas pretenden evitar el tribalismo pueblerino para propiciar que todos estemos con todos, y que nadie se quede aislado y tristón. Pero somos doscientas criaturas entre los dos cursos. Formamos pandillas, como en mi pueblo, es algo inevitable. Por mucho que intenten agruparnos a dedo a distintos equipos de oración -“Los amigos de Jesús”, “Los Sagrarios de Cristo”…-, los chavales nos juntamos por afinidades personales, por el fútbol, por intimismo, por piedad o por lo que sea que no sabemos y que pasados unos años se llamará química. Yo tengo mi propia pandilla natural, y, además, amigos sueltos. Y luego está que me llevo muy bien con chavales algo mayores del curso superior al nuestro, como son Pepín y Manolo Estepa, muchachos de Benamejí, casi paisanos. Los grupos más señalados y que conoce todo el mundo en el seminario son el de “Los Penitentes” y el de “Los Pigmeos”, aquéllos, unos santurrones místicos que incluso han llegado a utilizar el cilicio, dicen, y éstos, unos auténticos demonios, unas cabras del monte. Siento curiosidad morbosa por acercarme al Nieto Vallín o a Guisado Rosas, los líderes de “Los Pigmeos”, pero me intimidan lo huraño del uno y la altanería del otro. El Vallín es chiquitillo, negrucillo y feo; el Guisado, sin embargo, es alto, rubio y guapo, pero se las gasta tiesas con cualquiera. Reconozco que soy un cobardica para estas cosas, prefiero la seguridad de los míos. Me fío de José Pablo que ya se ha ganado el meritorio apodo de “Cuatro mitras” porque así, con esas palabras, desafía a cualquiera que le ponga la contraria. Me inquieta la violencia, aunque sea de broma. El Luna, Pedro, Jesús y Jaime están casi siempre de gresca, empujándose y revolcándose por los suelos. Parece que esa sea su forma de ser amigos, y a Salva y a mí nos ven -creo- como niños buenos, testigos inocentes de lo que pasa sin ser capaces de actuar como ellos. Y llego a tener envidia de alguien que se revuelque con Jaime. Tal es mi celo por él que en ocasiones siento temor pensando si no será que soy marica. Debo de tener cuidado con eso, que aquí las lenguas son muy largas. Nosotros mismos nos cachondeamos de otros niños que ya han sido señalados con ese estigma. Yo sé de sobra que no lo soy porque a Jaime lo veo cada noche en calzoncillos… Y ni fú ni fá. Sin embargo, cuando atisbo, siquiera de refilón, las cachas de Isabelita fregando los suelos se me embala el corazón y parece que el tiempo se detuviera. Con todo, hay que reconocer que Jaime es un chaval muy guapo. Para mi gusto, el más guapo de todo el seminario. Yo, además, lo encuentro noble y sencillo. Me gusta compararlo con Antoñillo, mi amigo del pueblo, también un querubín, pero éste se lo tiene más creído, en Palenciana no hay otro igual. Y veo que los demás somos todos del montón. Sin querer, uno se mide con los de al lado. De José Pablo admiro su fuerza y su valentía, siempre regañándome para que no sea tan cagao y que empuje y meta la pierna en los balones divididos, como hace él. Del Luna me gusta su simpatía natural y su métome en todo. De Tomás, su picardía; de Jesús, su rubio desparpajo y su flequillo; de Pepe Montes, su manera de expresarse recalcando las palabras, yo que me atropello con ellas; de Manolo Jurado, su humilde melancolía... Con “Los Penitentes” tengo alguna relación. Juan Ortiz, su profeta, es un chaval serio pero amistoso. Encima, el Luna, que está en todas partes, se junta mucho con ellos. Y no deja de sorprendernos a los más cercanos a él esta afición suya con los Penitentes, porque todos ellos son chaveas con gustos muy distintos a los nuestros, son nenes más sensibles y delicados.

Aparte ello, siento admiración por un muchacho singular. A primera vista, puede esto que digo sonar a pitorreo porque es un chaval gordo y fofo, que se ríe con todo el mundo, que lleva siempre el babi con lamparones, y que, en lugar de jugar al fútbol, al ping-pong o al pichoncho como todo dios en el seminario, se sienta bajo una encina, cerca del pozo, a comerse el chorizo serrano que su madre, María Parra, le manda semanal y religiosamente en la talega de la ropa limpia. Pero luego, el gachón saca sobresalientes en todos los parciales y matrículas de honor en todas las asignaturas cuando llegue junio. Increíble, oye. A ver quién es el guapo que se ríe de un muchacho así por muy rústico que sea. Todos le admiramos. Porque el dictado de las notas trimestrales y anuales es público, para mayor gloria de los estudiosos y mayor escarnio de los más atrasadillos. En el gran salón de estudio don Antonio, el prefecto, va leyendo las notas, una por una, de cada asignatura de cada alumno, por orden alfabético. Cuando llega el turno de Agustín Madrid Parra ya sabemos todos lo que va a decir don Antonio: sobresaliente en todo. “A ver si aprendéis los demás, so mamelucos”.

Alcornoque, mameluco: he aquí dos sustantivos que los curas hacen de adjetivos calificativos para así nombrar mejor a la plebe. (Continuará)

El Fili
1 de marzo de 2018