lunes, 24 de febrero de 2020

Crónica de la 40ª Reunión Grupo Madrid

Casa Pepe 
Fuenlabrada (Madrid) 

22 de febrero de 2020 

Desde que estaba en el Seminario, sobre todo ya en San Pelagio, las tardes-noches del domingo son deprimentes para mí. Todavía sigo con esa melancolía. Por eso tengo que hacer un esfuerzo, se lo merecéis, para contar en unas líneas lo que acaeció ayer en la cuadragésima reunión de nuestro Grupo ¡ahí es nada! 

Creíamos que no íbamos a poder asistir: mi nuera tuvo que ir al hospital porque había expulsado el tapón mucoso, anunciando el futuro parto, y estábamos a la espera de acontecimientos. Esta fue la causa del retraso a la comida. Cuando llegamos nos encontramos a Antonio, Manuel, Paco y Victoriano en la barra apurando el pesebre. Valoramos muy positivamente la espera. En los pequeños detalles es donde se demuestra la unión que existe en el Grupo. Si a esto hay que añadir el papel de argamasa que nuestras chicas realizan en el conjunto, este “edificio” no lo destruye ni la borrasca “Gloria”. 


Enseguida pasamos al comedor. Antes de sentarnos, Consuelo le hizo entrega a Andrea de una mantita de bebé, hecha a mano por aquella, para nuestro futuro nieto. ¡Una preciosidad! ¡Artesanía de la buena! Cada día descubrimos facetas nuevas en nuestro Grupo. Muchas gracias, Consuelo. 

Una vez sentados, Antonio Porras me provocó para pedir las famosas ánforas de sopa de mariscos. Yo, que tengo mejor reata que un mulo blanco, asentí con sonrisa bobalicona. Nos trajeron dos porque se sumaron Victoriano, Paco y Manuel ¡envidiosos! Victoriano, Manolo y yo hicimos cuenta de una y Paco y el Porras se pelearon con la otra. Yo quise solidarizarme con estos últimos pero cuando metí el cazo no extraje nada más que caldo. Antonio Porras tiene una muñeca que ya querría para sí Sara Baras. ¡No dejó en el fondo ni una almeja, el tío! La próxima vez pido una ánfora para mí solo. 

La comida se desarrolló como siempre: amena, ora tensa, ora distendida, según los temas. Tocamos las pensiones, Seguridad Social, Agricultura, etc. Victoriano nos anunció que su farmacéutico de cabecera, el gran Artemio, se ha evaporado y llega a la farmacia savia nueva. Aunque el abastecimiento de la pastilla erótica cree tenerlo asegurado, lo veo con las orejas encanutás, como cuando un mulo se va “asombrár”. ¡Yo no sé cuándo este tío va a empezar a bajar la posología! ¡Está hecho un brazo de mar mientras que yo soy un pobre arroyuelo sin apenas caudal! ¡No hay derecho! 

Después de los chupitos levantamos la acampada para sentarnos de nuevo en la terraza. Hacía una tarde primaveral y queríamos alargar el encuentro. Ya estamos pensando en la próxima reunión de primavera en Los Ángeles. Todos estamos ilusionados con asistir. Será un encuentro muy emotivo. Hay compañeros que no hemos vuelto desde que salimos y aquellos parajes encierran muchos recuerdos. 

Es obvio decir que nos acordamos de todos los ausentes. Vuestras ausencias son solamente físicas porque os llevamos siempre en nuestro corazón. ¡Cáspitas, qué bonito me ha quedao, ¿no?! 

Nos levantamos no si antes fijar la fecha de la próxima reunión: 21 de marzo. Naturalmente las fechas pueden sufrir, como la Bolsa, diferentes fluctuaciones. 

Hacedme el favor de ser felices. 

Paz y bien

Antonio Estepa Romero

lunes, 3 de febrero de 2020

Crónica de "El FILI" del encuentro en Las Margaritas

La tarta de Daniel

Córdoba 30 de enero de 2020

Con la sala parroquial al completo, a la hora de la paella, estaríamos allí cobijados más de sesenta criaturas soplándole a los platos. Desde al menos dos horas antes fuimos llegando unos y otras. En el ínterim, entretuvimos el tiempo con unos frutos secos, aceitunas y unas tortillas de papas de rechupete. Hubo lugar para cuatro o cinco consultas médicas de éstas de aquí te pillo, aquí te mato: regañarle al Vilas y al Sánchez por sus perímetros crecientes, y ponerme al día de los muelles cardiacos, aún calentitos, del Martínez Rangel; para bromear con Paco Moreno por sus entradas tan políticamente quisquillosas en Facebook, y agradecerle, por otra parte, las bonitas estampas de esa Córdoba bella y misteriosa que nos regala; también para felicitar a Rafael Pérez Molina por el reciente nombramiento de su hijo como Secretario de Estado para la Seguridad. Y para, en fin, departir de cualquier asunto, incluido el dichoso coronavirus, de todos con todos y todas. Sin agria política ni fútbol. Ni religión, que si no, la liamos. Desde luego, no podían faltar de la cháchara la famosa batallita de cuando Antonio Gómez le marcó un penalty apoteósico al Jaime ni las divertidas anécdotas de curas que cuenta don Pedro Antonio en sus años con nosotros en los Ángeles. Creo que ha sido la reunión "vicariana" más exitosa, a juzgar por el número de asistentes. ¡Joer, hasta se presentó el mismísimo Dean de La Mezquita Catedral, nuestro insigne don Manuel Pérez Moya!... Y, bueno, luego la pandilla habitual, solo que esta vez casi al completo, tanta gente como en nuestras reuniones anuales.

Hubo, gracias Dios, presencias no usuales que nos alegraron muchísimo, como la de Chamuza, el Chiqui, la del Paco Carrillo, Ángel Lucena, Gregorio o el cura Pepe. Claro que siempre hay ausencias, cada cual tendrá las suyas. Permitidme que, sin menoscabo de otros ausentes ilustres, yo eche de menos a Antonio Estepa, nuestro gran gourmet y mejor animador, y a Paco Molina, sin cuyos concursos la sobremesa pierde glamour: ya nos conocemos de memoria todo el repertorio fotográfico que se proyecta, y, sin embargo, no hay manera de que aprendamos las entradas ni las entonaciones del karaoke de "Amigos para siempre"; a Paco César, el errante donostiarra, tan lejano y, a la vez, tan próximo con sus saludos poéticos diarios; a mi amigo José Pablo, serio y reservado, pero mi amigo; al "Añoro" y sus carcajadas estentóreas; al "Faema", a quien nunca hemos disfrutado en estos encuentros, pero que todos añoramos... No sé cómo se las gastará ahora, pero en nuestros tiempos yo me sentía muy identificado con él en su manera de desenvolverse, sus despistes, su inocencia casi infantil, su sencillez...

La cosa esta vez consistía, además, en darle un merecido homenaje a Anita, ya frágil anciana, que en nuestros años legos fue cocinera en san Pelagio, y, al decir de muchos de los presentes, sacó de fatiguitas hambrunas a más de cuatro, propinándoles bajo manta algún que otro huevo frito de más, un puñado extra de higos secos o alguna magdalena distraída del comedor de los curas. Los de mi curso no nos acordamos, quizá porque no coincidiríamos con ella en san Pelagio. Acudió Anita acompañada de su familia, sobrinas y sobrinos nietos, y compartieron con nosotros tortilla, paella y polvorones sobrados de estas fiestas pasadas. Hubo luego unas palabras de tierno y sentido agradecimiento por parte de Anita, y ¡cómo no! una respuesta simpática de Carmen, nuestra madrileña prieguense, priora de nuestras santas.

Al reclamo de Andrés Osado por wassapt el día anterior de que echáramos polvorones para los postres, se me ocurrió aportar una tarta espléndida que ni siquiera se había descubierto de su envoltura, destinada, en un principio, para los invitados del cumpleaños de mi nieto Daniel la tarde anterior a este evento nuestro. El caso es que con tal exceso de condumio para estas celebraciones infantiles la tarta quedó olvidada en el frigo. Y entonces fue cuando yo me dije: "ésta, pa mañana". Pero acaeció que a los postres, los organizadores, con muy buen criterio, pensaron que por grande que fuera la tarta -que lo era- no iba a ser suficiente para probarla todo el mundo; de manera que acordaron, así, a bote pronto, regalársela a Anita como prebenda improvisada y tan oportuna, oye. Y así se hizo. La familia se despidió de todos llevándose la tarta bajo el brazo... Y tan contento todo el mundo. En esto que, enterada la Peque de lo sucedido, se lleva la mano a su boca en señal de asombro y nos cuenta entre risas, que la dichosa tarta está adornada con dinosaurios de dulce y un letrero de felicitación que reza: Feliz cumpleaños, Daniel.

A ver cuando Anita abra la tarta qué pensará...

La cosa siguió luego, horas más tarde, con una visita nocturna y guiada a la Mezquita. Pero es otra historia a la que servidor no acudió, y de la que dará muy buena cuenta nuestro cronista oficial, don Andrés Osado.

Bueno, aparte de esta anécdota graciosa de la tarta, deseo felicitar y agradecer a nuestros amigos los promotores la espléndida organización del evento; a Antonio Caballero, "El Pajarillo", por su acogida en su salón parroquial; a Carlitos, hombre para todo y además reportero poco dicharachero; y al magnífico cocinero, Antonio Monzón, por su arroz tan sabroso como candente.

Sed buenos.

Jose Mª Rivera Cívico "El Fili"
31 de enero de 2020

Clica sobre el arroz para ver la galería fotográfica y no te quemes.

Encuentro en Las Margaritas - Crónica de Andrés Osado

HOMENAJE DE ANITA
IGLESIA DE LAS MARGARITAS

—En el día del Señor, a treinta de enero del año dos mil y veinte, válgame el cielo, mi señor Don Quijote “El Fili”, que no quisiera rememorar, con estas letras, su elocuente descripción, de aquellas angelicales figuras, que limpiaban por doquier, aquel castillo que por nombre usaba el de Santa María de los Ángeles. Angelicales figuras que, miradas desde abajo, enervaban nuestros… ya sabe vuecencia a lo que me refiero y que quedó tan bien denotado en su larga prosa que ya nos dedicó. Cosa que no me atrevo yo a remendar agora. 


—Sea pues dicha, de aquesta manera, lo sucedido en aqueste homenaje que acabamos de celebrar. 


Estábamos reunidos, en cierta ocasión y como viene siendo frecuente, Pepe López, Carlitos, Manuel Rafael, el Señor Sánchez, Antonio Martínez y un servidor de ustedes, cuando tomó la palabra Pepín. 


—Ayer estuve reunido con Manolo Vida y Antonio Caballero y propusieron que, como Anita vive en Las Margaritas y está ya un poquito mayor, le podíamos hacer un homenaje, por el tiempo que estuvo cuidando de nosotros en los seminarios, tanto de Hornachuelos como de San Pelagio. 


¿Cómo no hacer algo por Anita? ¡Ella que tanto de desvivió por nosotros! Durante un buen rato estuvimos hablando se sus bondades para con nosotros. 


Yo la recuerdo, con un brazo, como suele decirse, en jarras, y no parando de hablar. ¡Hay que ver lo que hablaba! 


Dicho y echo, enseguida nos pusimos de repartir las funciones y ordenar los pasos a seguir. 



Primero hablamos con Antonio Caballero. Ofreció sin inconveniente alguno los salones de la parroquia, para que escogiéramos el más adecuado. 


En segundo lugar, pusimos a funcionar al señor de la lista. Cosa que el muy distinguido Manolo Sepúlveda que, sin demora alguna, tomó cartas en el asunto. En un lado quienes iban al perol, en el otro, quienes se apuntaban a la visita nocturna de la Catedral. 


Posteriormente y dado que hubo de suspenderse la visita nocturna a la Mezquita Catedral, el día de la comida de Navidad, le propusimos a Rafael Serrano que realizara las gestiones para hacerla en esta ocasión. Como a Rafael no hace falta decirle dos veces las cosas, lo consiguió en un visto y no visto. Se había conseguido la visita para esa noche. ¡Además gratis! 


Dada la formidable aceptación que tuvo la llamada, nos quedamos algo “acongojados” (entiéndase lo otro) por lo que la realización del perol suponía. Y la lista seguía aumentando. Todo iba viento en popa. Incluidos nuestros nervios. ¡Faltaba lo principal! ¿Quién haría un buen perol para tantas personas? 


Pero como siempre hay mentes lúcidas y en este caso tenía que ser, como no, la de una mujer: Sole, propuso que un hombre de su pueblo, Antonio, se podría ofrecer para confeccionarnos el perol. ¡Alleluya! Si hubiéramos ido en barco, habríamos gritado ¡Tieeeeeraaaaa! 


Las mismas personas, nos volvimos a reunir. Determinamos las viandas a comprar. Y casi vimos la luz. 



El miércoles a las 10 en punto, con tres carritos a toda vela, nos pusimos a rellenarlos. Para las 11 horas estábamos metiendo en el frigorífico las bebidas correspondientes, y acomodando lo demás, en el salón de la Parroquia. Lindo y espacioso salón, por cierto. Los nervios se aplacaron un poco, pero aún no del todo. Ya sólo faltaba la carne y el cocinero. 


Para desear que todo saliera bien, nos tomamos unas cervecitas en un bar de enfrente. 


A las 12 cuando llegué al salón parroquial, ya estaban allí dos Antonios: Caballero y Bazuelo. Poco a poco llegaron los siguientes como viene siendo costumbre. Cuando llegó Carlitos con la carne y Antonio con su Perol, respiramos profundamente. ¡Todo empezó a marchar perfectamente! 


Empezamos a preparar el salón. Antonio, el cocinero, a lo suyo. 


De pronto, se presentó un hombre moreno, alto y aguerrido. Se trataba de Pacomo. Portaba un baúl, casi como aquellos que llevábamos al Seminario. 


—Estos son los torraos que ha mandado, a mi casa, Miguel López. 


¡Qué cantidad y cuán buenos los torraos! Dimos cuenta de ellos rápidamente y eso que había para un regimiento. Menos mal que Miguel sabe que somos gente de buen comer. 


Al rato, como si fueran dos Reyes Magos de Órjiva, se presentaron Lola y Manolo Sepu, con dos toneladas de rico pan de la tierra y de buen horno. ¡No podían faltar! 


Poquito a poco, se fue llenando el salón y el bullicio iba en aumento. ¡Como debe de ser, de la gente que se reúne para disfrutar de la charla y la amistad! 


Algo más tarde, llegó Anita e Inés, rodeadas de su familia. Aunque los años habían hecho acto de presencia, en Anita, su sonrisa seguía intacta. Rápidamente se sentó y todos fuimos a mostrarle nuestro agradecimiento y simpatía. Lo que si noté es que ¡las ganas de hablar no habían desaparecido con la edad, aún diría que le cundían más! No paraba de hablar. Nos contó de sus discusiones con las monjas porque a veces nos daba algo de comer bajo cuerda. De cómo desparecían algunas cosillas de la cocina y ella, muy picarona, se encogía de hombros como diciendo “¿acaso la bicicleta es mía? 


¡Que buena era! Esa bondad aún sigue mostrándose en su rostro. 


Sinceramente no recuerdo a otra de las chicas que allí había, pero siempre he tenido presente la fisonomía de Anita, su voz y su forma de tratarnos. 


El cocinero seguía a lo suyo. Algunos echándole una mano, no muchos. Carlitos, también a lo suyo, a las fotos que luego subirá nuestro Vilas y a echarle una mano al del perol. En una de esas, junto con el Sr. Sánchez, acudieron a la llamada del cocinero, no porque ya estuviera listo el arroz, sino porque se había acabado el butano. Nuestro diligente compañero Antonio Caballero recurrió a todas las botellas de que disponía pero “que si quieres arroz Catalina” Todas estaban vacías. Menudo problema. 


¡Ay! Murphy, siempre tienes que aparecer justo en el momento menos oportuno. 


Menos mal que nos entrenaron, nunca mejor dicho, para solucionar todas las adversidades. Juan Villén salió al quite y se ofreció a ir a su casa a por una. Es que ya se ha convertido en otro Margarito (vive en el barrio) y en un “pis pas”, ayudado por el Sr. Sánchez, el arroz siguió burbujeando alegremente. ¡No hay quien pueda con nosotros! 

Mientras tanto, Anita seguía hablando. No había quien pudiera con ella. Sigue con la misma energía. 

No vayáis a pensar que los torraos y las tortillas sólo se regaron con las cervecitas, ni mucho menos. Tres, fueron tres quienes aportaron el vino de los dioses: 


Rafael Pérez Molina, el blanco de su bodega, que con eso no hay que decir más. 


Juan Hinojosa, tinto del que no le pregunté su procedencia, pero no importaba porque no hacía falta 


Miguel Estepa, otro blanco del que tampoco necesitó denominación de origen, según sus catadores. 


En definitiva, brebaje hubo en cantidad. 


Mientras, Rafa Vilas y con la poquilla ayuda de un servidor, logramos hacer funcionar unos artilugios digitales que, seguramente nuestros nietos de cinco años, los hubieran conseguido solucionar en unos minutos y no las dos horas que nos tiramos nosotros. 

Y llegó el arroz, exquisito, delicioso, suculento, en su punto. Cada uno fue por su plato e incluso se repitió. Genial el cocinero. “El divino Antonio” 


Pero no terminó con el arroz, el seguir degustando de manjares, ya que se sacaron las naranjas que Paqui e Ildefonso, habían traído allá de su Palma. ¡Vaya cosa rica y de eso doy fe, porque sí las comí! 


Luego, la hora de los recuerdos, que para eso se había logrado poner en funcionamiento el artilugio del que antes hablamos. ¡Que tiempos! 



Terminados los recuerdos plásticos, o documentales, Manolo Vida le hizo entrega a Inés, del regalito que entre todos le habíamos preparado. Antonio Caballero hizo lo mismo con Anita. Ambos con sus correspondientes palabritas de agradecimiento. Si su hermana nos los agradeció con pocas palabras, podéis imaginaos que Anita habló por lo que le había faltado a su hermana más lo que os podáis imaginar. Al parecer no había tenido suficiente con las casi cuatro horas que habíamos tenido antes. Luego una madrileña, asumida por ella misma como natural de Andalucía, especialmente de Priego de Córdoba, por nombre Carmen, tomó la palabra que cerró el acto de entrega de regalos: 


—Anita, te quiero dar las gracias por haber cuidado de estos maridos nuestros, cuando aún eran pequeñitos… pero podías haberles echado algo más porque les falta a todos un gran hervor. 


Se que algún piropo más dijo sobre nuestras bondades, pero por pudor prefiero reservármelos. Es que Carmen no puede pasar sin nosotros. Lo curioso es que nuestras queridas esposas aclamaron profusamente su alocución. ¡Es que están muy unidas en sus opiniones sobre nosotros! ¡Qué seríamos nosotros sin ellas! 


Doy mi enhorabuena a todos los currantes, al escribiente, asistentes, a Antonio Caballero por habernos dejado su Parroquia, Manolo Vida, Rafael Serrano y a Manolo Pérez Moya, por habernos invitado a realizar la visita nocturna a la Mezquita-Catedral. 


Bueno ya está bien, que si sigo va a llegar el día de la próxima concentración, de la que, entre Antonio Luna y Manolo Sepúlveda os darán buena cuenta de ella. Que no faltéis. 


¡Ah! Se me olvidaba. Mientras veíamos las fotos, repartimos los polvorones que habían traído Toñi y el Fili. Cuando llegó la hora de la tarta, empecé a darle vueltas a cómo se servía. No había ni platos ni cucharas. Pregunté si alguien quería llevársela y nada. Yo al ver tanta chiquillería, familia de Anita, no se me ocurrió otra cosa que dársela y decirle que se lo habíamos comprado para la familia. 

—Pero Andrés que has hecho— me dice Fili, —no ves que esa era una tarta que nos sobró del cumpleaños de mi nieto, que pone feliz cumpleaños (creo que me dijo Daniel) y además lleva unos dinosaurios. 

A lo hecho pecho, quizás ni miren el nombre, lo malo es que al ver los dinosaurios se piensen que van con doble intención. Menos mal que Anita es muy buena y sabrá comprender. ¡Ay, que no tengo remedio! (En eso coincide mi querida esposa con Carmen) 


Sed felices. 


Córdoba, 2 de enero, día de La Candelaria, de 2020
Andrés Osado Gracia 

Clicar sobre la imagen para entrar en la galería