La tarta de Daniel
Córdoba 30 de enero de 2020
Con la sala parroquial al completo, a la hora de la paella, estaríamos allí cobijados más de sesenta criaturas soplándole a los platos. Desde al menos dos horas antes fuimos llegando unos y otras. En el ínterim, entretuvimos el tiempo con unos frutos secos, aceitunas y unas tortillas de papas de rechupete. Hubo lugar para cuatro o cinco consultas médicas de éstas de aquí te pillo, aquí te mato: regañarle al Vilas y al Sánchez por sus perímetros crecientes, y ponerme al día de los muelles cardiacos, aún calentitos, del Martínez Rangel; para bromear con Paco Moreno por sus entradas tan políticamente quisquillosas en Facebook, y agradecerle, por otra parte, las bonitas estampas de esa Córdoba bella y misteriosa que nos regala; también para felicitar a Rafael Pérez Molina por el reciente nombramiento de su hijo como Secretario de Estado para la Seguridad. Y para, en fin, departir de cualquier asunto, incluido el dichoso coronavirus, de todos con todos y todas. Sin agria política ni fútbol. Ni religión, que si no, la liamos. Desde luego, no podían faltar de la cháchara la famosa batallita de cuando Antonio Gómez le marcó un penalty apoteósico al Jaime ni las divertidas anécdotas de curas que cuenta don Pedro Antonio en sus años con nosotros en los Ángeles. Creo que ha sido la reunión "vicariana" más exitosa, a juzgar por el número de asistentes. ¡Joer, hasta se presentó el mismísimo Dean de La Mezquita Catedral, nuestro insigne don Manuel Pérez Moya!... Y, bueno, luego la pandilla habitual, solo que esta vez casi al completo, tanta gente como en nuestras reuniones anuales.
Hubo, gracias Dios, presencias no usuales que nos alegraron muchísimo, como la de Chamuza, el Chiqui, la del Paco Carrillo, Ángel Lucena, Gregorio o el cura Pepe. Claro que siempre hay ausencias, cada cual tendrá las suyas. Permitidme que, sin menoscabo de otros ausentes ilustres, yo eche de menos a Antonio Estepa, nuestro gran gourmet y mejor animador, y a Paco Molina, sin cuyos concursos la sobremesa pierde glamour: ya nos conocemos de memoria todo el repertorio fotográfico que se proyecta, y, sin embargo, no hay manera de que aprendamos las entradas ni las entonaciones del karaoke de "Amigos para siempre"; a Paco César, el errante donostiarra, tan lejano y, a la vez, tan próximo con sus saludos poéticos diarios; a mi amigo José Pablo, serio y reservado, pero mi amigo; al "Añoro" y sus carcajadas estentóreas; al "Faema", a quien nunca hemos disfrutado en estos encuentros, pero que todos añoramos... No sé cómo se las gastará ahora, pero en nuestros tiempos yo me sentía muy identificado con él en su manera de desenvolverse, sus despistes, su inocencia casi infantil, su sencillez...
La cosa esta vez consistía, además, en darle un merecido homenaje a Anita, ya frágil anciana, que en nuestros años legos fue cocinera en san Pelagio, y, al decir de muchos de los presentes, sacó de fatiguitas hambrunas a más de cuatro, propinándoles bajo manta algún que otro huevo frito de más, un puñado extra de higos secos o alguna magdalena distraída del comedor de los curas. Los de mi curso no nos acordamos, quizá porque no coincidiríamos con ella en san Pelagio. Acudió Anita acompañada de su familia, sobrinas y sobrinos nietos, y compartieron con nosotros tortilla, paella y polvorones sobrados de estas fiestas pasadas. Hubo luego unas palabras de tierno y sentido agradecimiento por parte de Anita, y ¡cómo no! una respuesta simpática de Carmen, nuestra madrileña prieguense, priora de nuestras santas.
Al reclamo de Andrés Osado por wassapt el día anterior de que echáramos polvorones para los postres, se me ocurrió aportar una tarta espléndida que ni siquiera se había descubierto de su envoltura, destinada, en un principio, para los invitados del cumpleaños de mi nieto Daniel la tarde anterior a este evento nuestro. El caso es que con tal exceso de condumio para estas celebraciones infantiles la tarta quedó olvidada en el frigo. Y entonces fue cuando yo me dije: "ésta, pa mañana". Pero acaeció que a los postres, los organizadores, con muy buen criterio, pensaron que por grande que fuera la tarta -que lo era- no iba a ser suficiente para probarla todo el mundo; de manera que acordaron, así, a bote pronto, regalársela a Anita como prebenda improvisada y tan oportuna, oye. Y así se hizo. La familia se despidió de todos llevándose la tarta bajo el brazo... Y tan contento todo el mundo. En esto que, enterada la Peque de lo sucedido, se lleva la mano a su boca en señal de asombro y nos cuenta entre risas, que la dichosa tarta está adornada con dinosaurios de dulce y un letrero de felicitación que reza: Feliz cumpleaños, Daniel.
A ver cuando Anita abra la tarta qué pensará...
La cosa siguió luego, horas más tarde, con una visita nocturna y guiada a la Mezquita. Pero es otra historia a la que servidor no acudió, y de la que dará muy buena cuenta nuestro cronista oficial, don Andrés Osado.
Bueno, aparte de esta anécdota graciosa de la tarta, deseo felicitar y agradecer a nuestros amigos los promotores la espléndida organización del evento; a Antonio Caballero, "El Pajarillo", por su acogida en su salón parroquial; a Carlitos, hombre para todo y además reportero poco dicharachero; y al magnífico cocinero, Antonio Monzón, por su arroz tan sabroso como candente.
Sed buenos.
Jose Mª Rivera Cívico "El Fili"
31 de enero de 2020
Clica sobre el arroz para ver la galería fotográfica y no te quemes. |
Mi queridísimo José María. No voy a entrar en calificar tu crónica porque ya no me quedan adjetivos. Sólo decirte que me lleno completamente cuando te leo. Tu lectura me engorda más que un cocido de los nuestros. El otro día estuve en el médico y me recomendó un balón gástrico. Le negué con la cabeza, pensando "con lo bien que como, si luego lo "deguerbo" tó , qué hago? Gracias por tu recuerdo. Yo también me acuerdo mucho de tí y de todos los compañeros. Lástima estar tan lejos para poder vernos más veces. Ese es el peaje que tengo que pagar. Te cuento, cómo primicia, que estoy trabajando ahora en un estudio sobre el localizador de penes. En la próxima reunión que pueda estar lo compartiré con vosotros. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarEstimado Dr.Sobre como ha redactado esta crónica debo felicitarle, pero ha tenido un fallo... que Anita es, soltera y sin hijos, de su virginidad después, de tantos chicos grandotes a, su alrededor...para su información, asistieron su hermana, con el marido sus sobrinos,y los sobrinos/nietos. Ruego me disculpe por la aclaración. Aunque fallidos todos tenemos, incluso alguna vez en los diagnósticos, pues, no somos Dioses verdad? Un abrazo amigo Fili "
ResponderEliminarQuerido Antonio Estepa: muchas gracias por tus piropos. Pero creo que es para ti más importante pensarte mejor lo del balón gástrico. En fin, como médico, me preocupa la salud de mis amigos. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarCon respecto al fallo con Anita, rápidamente lo corrijo. Yo no la conocía y por ello colegí que los chiquillos serían sus nietos. No pasa nada. Al mejor escribano le sale un borrón. Lo corrijo.
Un abrazo.
Amigo José María: Mis sinceras felicitaciones por tu excelente crónica sobre ese perol, tan concurrido de compañeros, del que alguna envidia sana he sentido, sobre todo al ver vuestras caras llenas de satisfacción y buena amistad.
ResponderEliminarMuy graciosa la anécdota de la tarta de tu nieto Daniel. Sobre todo he disfrutado con tu estilo tremendamente jocoso, lleno de matices y del que eres un consumado Maestro.
Recibe un cordial abrazo.
Querido Manolo, muchas gracias. Dado que este año un viaje del INserso a Menorca ha estropeado mi presencia en los Ángeles, vamos a ir preparando ya mismo aquella idea nuestra de los "chicos del Preu". Ya iremos viendo. Un abrazo.
ResponderEliminarPasamos un dia estupendo, coo queda demostrado y bien expresado.
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