martes, 23 de junio de 2020

Crónica de la 41ª Reunión - Grupo Madrid

En casa de Antonio López Arenas 
Madrid, 21 de junio de 2020 
 
El pasado día 22 de febrero fue la última reunión que tuvimos en Casa Pepe. La siguiente se fijó para el 21 de marzo. ¡Quién nos iba a decir que estaríamos cuatro meses sin vernos! Un maldito virus chino ha sido capaz de cambiarnos la vida a todos. 

Por eso el evento de ayer fue tan especial. Con el estado de alarma no teníamos programado nada. Todo se montó en dos días. Victoriano, nuestro Comandante en Jefe, que por cierto hoy cumple cuatro meses de su nombramiento, parece ser que tuvo que ir a casa de Antonio López por aceite ¿?. Todos sabemos que su amigo Artemio se jubiló y ahora, Víctor, tiene problemas para adquirir el “fármaco”. ¡Bueno admitamos al tiburón blanco como animal de compañía! Lo cierto es que de aquella visita salió esta otra. 

La hora de la cita quedó fijada para las 13,00 horas. Cuando llegué me encontré a Victoriano aparcando su coche de forma dubitativa. Salimos de los vehículos con los “bozales” puestos y nos dimos los codazos de rigor. ¡Qué ridículo encuentro este saludo! ¡Dónde se ponga los palmotazos… ! 

Cuando accedimos al palacete, Antonio lo tenía todo preparado. A este tío no le cogen la vez ni diez abueletes para pinchar la sombrilla en las playas de Torrevieja. Enseguida llegaron Paco y Vale. Manolo y Manuela llegaron más tarde porque se tiraron por la M-50 y tuvieron que desandar el camino. 

Cuando estábamos todos, me quedé observando a nuestras chicas y saqué la conclusión de que estaba ante un harén musulmán, con sus rostros vedados y todo. ¡Cuánto le favorecen lucir sus ojazos! Después del “saludo covid”, Consuelo tardó algo más de dos segundos en sumergirse en la amplia piscina; parecía una sirena surcando las límpidas aguas. Manuela no tardó en hacerle compañía. En tierra, el grupo empezaba a dar buena cuenta de las gambas, langostinos, aceitunas de Antonio, cosecha propia, regado todo con buenos caldos. Estábamos poniendo a punto nuestros delicados estómagos para hacerlos receptivos a los choricitos, panceta y delicados secretos que el Jurado había adquirido en su tienda habitual. Estaba todo perfectamente estudiado: Victoriano se encargó del pan, bebida, etc., y el Manolín de la carne. Antonio, como extraordinario anfitrión, estuvo siempre atento al quite para que no faltara ni gloria, sorprendiéndonos con un magnífico sorbete, bombones y un postre filipino. 

Ante estas exquisiteces, preparadas y servidas con tanto amor por nuestro chef Jurado, pronto nos pusimos al día de nuestras cosas durante las semanas de confinamiento. La conversación transcurrió amena, sincera y fluida. En esta ocasión se habló menos del Seminario y más de nuestras preocupaciones ante la problemática que nos ha tocado vivir. Antonio, Manuel y Paco también emularon a las chicas, dándose un baño. Victoriano y yo, como socorristas, estuvimos pendientes en todo momento de los bañistas, asumiendo la responsabilidad de un hipotético salvamento. Durante la larga sobremesa, se alargó hasta la cena, estuvimos tocando temas tan importantes como la religión y la política. Una vez más demostramos que, con respeto y empatía, se pueda hablar de todo. Esa es la grandeza de las personas: saber escuchar y respetar las ideas del otro aunque no converjan con las nuestras. Por suerte, nadie es dueño absoluta de la verdad. 

Pasamos un día extraordinario. Nos encontramos como en nuestra propia casa porque Antonio tiene la virtud de darse por completo. ¡Y eso te llega a lo más hondo! Gracias, amigo, por demostrarnos una vez más tu generosa amistad. 

Eran más de las diez de la noche cuando cogimos rumbo a nuestras casas. No quiero despedirme sin felicitar a Victoriano por su cuarto mes de mandato y, sobre todo, a Manolito Jurado por su entrega incondicional en los fogones. Tendríamos que ir pensando en comprarle un delantal y un gorro de cocinero para protegerle los parietales. 

Y nada más. Dejaremos pasar el verano para embestir con bravura a una nueva cita. Hasta entonces, 

Paz y bien.

Antonio Estepa Romero

4 comentarios:

  1. Muy bien, muchachos. Hay que volver a socializar. Nosotros, para envidia de Antonio, nos reunimos en el cortijo de Miguel Estepa, en Montalbán. Y nos aprovisionamos de brevas y ciruelas pa toa la temporá.
    Abrazos.

    ResponderEliminar
  2. Antonio felicidades por tu estupenda crónica. La verdad es que pasamos unas horas muy agradables y poco a poco fuimos perdiendo el "respeto" a tantas medidas de distanciamiento social...
    Quiero dar las gracias a Antonio López por su generosa disposición para que pudiésemos pasar una jornada de recreo y amistad. A veces las cosas que menos se preparan luego salen mejor, en esta ocasión sucedió así.
    Recibe un fuerte y virtual abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Querido José María, no es mal sitio el que habéis escogido. Mi colega Miguel e Inés tienen esa hospitalidad y entrega que da la tierra. Es bueno que poquito a poco vayamos normalizándonos.

    Manuel, es verdad que pasamos también un día inolvidable. Gracias a todos.

    ResponderEliminar
  4. Mis felicitaciones a todos por el regreso a los encuentros de amistad compartiendo el tiempo, la comida y la piscina sin cortapisas.
    ¡Que os vaya en todo bien!
    Un saludo afectuoso al cronista, compañeras y compañeros.

    ResponderEliminar