lunes, 19 de octubre de 2020

17 de octubre del 64

 Me recordaba Salva por wassapt que el pasado día 17, anteayer, ha sido el 56 aniversario de nuestra entrada en los Ángeles. Yo sabía que fue en octubre, pero no hubiera sabido precisar tanto.

¡Qué lástima me doy viéndome ese día! Porque me veo. Me encontraba muy ilusionado, pero también muy asustado. Se iba  a cumplir, por una parte, mi deseo de irme al seminario, el de pertenecer, por fin, a esa casta superior que yo me había forjado en mi mente: ¡los seminaristas! Y por otra, el miedo, la angustia de separarme de mis padres y de mi abuela. ¡Con lo asustadizo que era!

No recuerdo mucho de ese día tan especial. Cuando me alabáis por mi memoria prodigiosa olvidáis que no todo es memoria. Muchas cosas de las que escribo son emociones y sentimientos que yo me supongo haberlas vivido tal como os las cuento. El fondo es verdadero, claro, pero muchos detalles son supuestos. Es como un cuadro viejo y apolillado que hay que restaurar. La masilla y el estuco los voy pegando a mi gusto. Pues eso. De ese día lo que más se me viene a la mente es la sensación de abandono, el verme solo y perdido en un mundo tan distinto y desconocido. Y la imagen, sobrecogedora todavía, de ver el autocar de Frasquito Gloria doblar la primera curva para abandonar el seminario con mis padres dentro... Al atardecer de ese primer día. De Palenciana fuimos tres: Manuel, Manolo y yo. Los tres éramos primos segundos. O terceros. Habíamos viajado en autocar desde mi pueblo. En Benamejí, supongo, recogimos a Manolo Estepa y a Paco Martín Artacho; y en Encinas Reales, a Pepín, a Prieto Ruiz y a Ruiz Bergillos. Con nuestros padres respectivos conformamos un grupo de veintitantas criaturas para completar un microbús. Así creo que fue. O que sería.

Creo que me pegué a Manolo, o él a mí, lo mismo da. Y paseamos por el patio central largo rato, hasta la hora de la cena quizás. Manuel, el otro seminarista de mi pueblo, era de segundo curso, ya tenía amigos y se fue por ahí. Manolo era compañero mío del mismo año de monaguillo, y amigo íntimo. Nacidos en la misma fecha y muy rozados de familia, nos entendíamos muy bien. En las tardes veraniegas, después de subir del río, nos aclarábamos el sudor en el patio enlosado de su casa con una manguera por ducha. Luego, hacíamos viznagas con los jazmines de sus arriates y los vendíamos por la calle a las mocitas. A perragorda el ramillete. Pero en el seminario, desde el primer día, habíamos quedado muy distanciados en nuestros respectivos dormitorios y en las mesas del comedor. Y en las clases. Él era Hurtado, grupo A, y yo, Rivera, grupo C. Eso me disgustó. Y daría pie más adelante a que tuviera que buscarme nuevos amigos. Recuerdo a mi padre porteando a hombros mi baúl, escaleras arriba, como lo hacía con los esportones de aceitunas. Y a mi madre, ordenándome la ropa en el pequeño armario empotrado al lado de mi cama, en san Tarsicio, el dormitorio más alto. Y la impresión tan agradable de las vistas al río, a la huerta y al "salto del fraile". Y los saludos tímidos a mis vecinos de cama, Rico Pérez, José Pablo, Jaime, José Luis... Creo que habíamos almorzado en el campo, cerca de la gran Cruz, camino de la fuente de los tres caños. Los de Palenciana, y Frasquito Gloria con nosotros. Seguro que mi madre llevaría tortilla de papas; Mari Gracia, un papelón con chorizo frito y jamón; y Mariquita, porra crúa (salmorejo de mi pueblo). Mi padre, el postre: dos buenos melones verrugosos. Hasta ahí, todo muy bien. Pero a las seis y media de la tarde el sol se escondió por detrás de uno de aquellos montes, y los coches empezaron a desfilar carretera arriba...

Y a pesar de mis pesares, esa primera noche la dormí de un tirón. Y las siguientes, también. He sido siempre de buen dormir. La buena conciencia, decía mi padre.

Revisando hoy las efemérides he comprobado un dato funesto para mis intereses: resulta que entre los que entramos en octubre del 64, hay tres muchachos nacidos el 11-11-52: Rafael Rico Pérez; Manuel Hurtado Rivera y yo. Rafael ha muerto hace unos días. Manolo, mi primo, murió en 1975, a sus 22 años, el pobre. Y quedo yo. ¡Lagarto, lagarto!

Hasta pronto, amigos.  

6 comentarios:

  1. Buena memoria la tienes; todos los detalles no los tenemos nadie.
    Lo que más me llama la atención de ti y de mis buenos amigos Manuel Jurado y Argan, es la memoria que demostráis de nombres de lugares y personas.
    Mi memoria va más por los chispazos o flases de aconteceres que me sorprendieron o llamaron la atención.
    Y con la memoria de comidas es que te sales.
    Un abrazo, colega.

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    1. Bueno, hombre, digno heredero de mi abuelo, he sido siempre un memorión, no lo voy a negar. Pero que me gusta inventar también, lógicamente. Un abrazo.

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  2. También la suerte que tuviste de contar con paisanos que abrían camino, en mi caso como el de otros muchos, yo navegaba en solitario.
    Solo a partir de tercero y cuarto me sentí más cerca de algunos compañeros, con los que compartí la afición por el balón y algunos paseos por Córdoba.
    Un abrazo amigo Filiberto.

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  3. José María me parece impresionante tu memoria. Es verdad que siempre la has tenido pero a estas alturas de la vida, al menos a mí, la mayoría de las neuronas ya me han abandonado. Que conserves la memoria muchos años y que nosotros te sigamos disfrutando al leerte.
    Tengo menos recuerdos y muy lejanos de aquel primer día de entrada al Seminario, pero si muchas sensaciones, de alegría y de enorme ilusión que representaba para mi el inicio de una nueva vida en común y con tantas novedades por descubrir.
    Fíjate que siempre he creído que nos incorporamos en los primeros días del mes. Quizás el domingo 4 de Octubre, aunque ya había compañeros desde el día anterior sábado. No sé, tal vez ya quede todo demasiado lejos y los hechos están confusos...
    Si Salvador dice que fue el día 17 y así lo tiene fijado en su memoria, pues seguro que fue ese día.
    Mi dormitorio era la Asunción, que estaba debajo de la planta de las duchas. Ocupaba la penúltima cama de la primera fila. La última la ocupaba José Guisado Rosa. Era repetidor, tenía fama de chico "duro" y formaba parte del grupo de los "pigmeos". Conmigo siempre fue un buen compañero de dormitorio, incluso trató de darme buenos consejos.
    Te comenté en alguna ocasión que había hecho un seguimiento de nuestro curso del 64, gracias a las efemérides que Rafael Vilas tiene publicadas en el blog. Para los amantes de las estadísticas diré que aquel primer curso del 64, lo iniciamos 119 compañeros nuevos, incluido Antonio Estepa que se incorporó unos días más tarde y que no aparece en el listado oficial. Se nos unieron 13 repetidores de primero, por lo tanto 132 alumnos en total, repartidos en 3 clases como tú muy bien has recordado.
    Los números al final de curso fueron los siguientes: De los 132 seminaristas, 106 pasamos a 2º curso, tan sólo 3 repitieron curso y 23 alumnos no volvieron al Seminario.
    Discúlpame mi largo comentario pero creo que la ocasión merecía traer algún recuerdo más.
    Como siempre recibe un cordial abrazo.

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    1. Lo tuyo sí que es de nota, tío. Lo mismo que Andrés Osado lo es de su promoción, tú deberías ser el cronista oficial de la nuestra. ¡Maestro! Lo mío no tiene tanto mérito. Yo tiro de recuerdos y les añado algo de fantasía. De cualquier forma, aunque no sea exactamente así ninguno os ibais a enterar... Jajaja.
      Un abrazo.

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    2. Gracias por tu comentario José María. Como cronistas, además de a ti, tenemos al gran maestro y super divertido Antonio Estepa. A mí me podéis consultar alguna duda sobre nombres, clases o profesores y si puedo os ayudaré.
      Muchos recuerdos se me refrescaron al bucear en las efemérides y ayudando a poner nombres y fechas a las fotos antiguas, junto a Rafael Vilas.
      Para recuerdos y memoria, con mayúscula, está la tuya y también la de Antonio Roldán, en eso lleva mucha razón Pedro. Lo que pasa es que Antonio está alejado del grupo.
      Un abrazo.

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