Adiós al 2020
El virus obliga a buscar soluciones sensatas, para garantizar un futuro más estable a las siguientes generaciones.
A las cinco en punto de la tarde entrábamos en el piso, lo primero fue abrir la persiana de la terraza por donde enseguida entró a raudales la claridad del sol, al fondo se veía diáfana la plácida ladera serrana bajo un cielo azul luminoso, y más a la izquierda frente al templo expiatorio del Sagrado Corazón, la Torre Collserola.
En la terraza, el verde de las plantas rodeaba un pequeño campo de batalla, en el que aun quedaban desperdigados algunos cuerpos inertes y mucha indumentaria militar. Una explosión habría levantado del suelo los restos de un fuerte, depositando sus enseres y armamento entre las plantas, y sobre las ramas de un pequeño limonero.
Solo pude ver enteros un par de jinetes, que cabalgaban entre los matorrales al pie del enano árbol. Me quedé unos instantes contemplando los despojos de la batalla, tratando de imaginar el tipo de enemigo que arrasó la fortaleza, y que con una descomunal fuerza, lanzó sobre las macetas una parte de la empalizada, enganchando en las ramas del cítrico todos aquellos aperos, tablas, cajas y utensilios.
Enseguida oí una voz que me dijo: Juan recoge los juguetes de los nietos antes de que vengan los del gas. Con calma me dispuse a cumplir aquella orden, cuando sobre las cabezas de los jinetes y la mía, pasó una rápida sombra que nos puso en alerta.
En el comedor se oían las noticias de la TV, mientras mi mujer preparaba en la cocina la cafetera y unas tazas, fue entonces cuando los dos al unísono oímos dentro de la casa aquel zumbido apagado. Era un abejorro que parecía un helicóptero, iba muy tranquilo repasando los libros, y retratándolos con sus aplanados ojos.
Un negro abejorro peludo que vimos con sorpresa desplazándose, oliendo todo con sus curiosas antenas. Seguro que buscaba algo para comer.
Recuerdo que mi tío Luís un día me llevó a castrar sus colmenas, él trataba a las abejas con naturalidad, y con las manos desnudas las apartaba sin miedo.
Decía que era un ganado muy inteligente, que podían distinguir entre las personas habituales que las cuidaban, y la mano de alguien que viniera a dañar la colmena.
Con un trapo de cocina y sin brusquedad, me acerqué al abejorro espantándolo hacia la terraza, pero el bicho no hacía caso y se metía hacia el pasillo. Allí había menos luz y quizás por eso, el animal se fue bajando hasta el suelo en donde se posó muy despacio, luego comenzó a andar torpemente hacia las habitaciones.
Yo aproveché la ocasión para lanzarle encima el trapo, el primer impulso que tuve fue el de pisarlo y tirarlo al cubo de la basura, pero recordé lo dicho por mi tío Luís de sus abejas. Sentí como un ruego interior de no hacerlo, ya que matar un ser inocente por un por si acaso, debe ser para la Naturaleza algo muy grave. Una tormenta que es mejor no despertar. Un ojo por ojo que a la larga se nos puede volver en contra.
El abejorro quizás guiado por el olor, entró en el piso sin reparar en nada prospectando como hacen las abejas, y no para picar a nadie.
Así que lo cogí envuelto en el trapo, y al pasar junto a la mujer le acerqué la mano a la cara, los dos oímos claramente un minúsculo chillido parecido a un grito de auxilio que emitía el abejorro. Estaba implorando por su vida intuyendo su final, al verse atrapado en la tela. Aquella angustia y su llamada de socorro, nos dio algo de lástima.
En la terraza sacudí el trapo suavemente y de inmediato, el avispón apareció flotando en el aire muy nervioso ante la cara, parecía querer lanzarse sobre mi. Quieto agité el trapo para ahuyentarlo, y debió dar un par de vueltas alrededor como para orientarse, pero no quise dejarle entrar otra vez, o darle un golpe. Entonces él se fue hacia afuera, y haciendo un giro en el aire como saludando, decidió dentro de su cabeza metálica de insecto, que mejor era olvidarlo e irse.
Salió disparado como una flecha, y en dos segundos desapareció de mi vista, volando en paralelo a lo largo del edificio.
Mientras esperábamos a los técnicos del gas, en la TV se oían las últimas noticias. El virus avanzaba desbocado, contaminando cada día a más gente, en Europa ya se había superado la barrera del mínimo admisible, y el gobierno se estaba planteando volver al confinamiento anterior. Mientras salían imágenes de unos jóvenes irresponsables que se iban de fiesta, y de algunos manifestantes que reclamaban más libertad ante la policía, rompiendo el mobiliario urbano y saqueando los comercios.
Esta sociedad en precario, se ha ido derivando hacia una mentalidad obsoleta, que no quiere aceptar la realidad de un virus, que nos está esquilmando.
No somos de hierro, y nuestra frágil naturaleza la hemos de defender cada día a costa de un esfuerzo sanitario, con trabajo y disciplina social, como hacen las gentes de algunos países en otras latitudes.
En los hospitales las UCI ya están llenas, y aumentan la cantidad de los fallecidos. Por eso no se entiende que mucha gente irresponsable se vaya de borrachera. Todos somos parte de la Naturaleza, y al igual que las plantas y animales, estamos sometidos al mismo proceso de selección. El ser Humano en el Planeta ante los virus y bacterias, no es diferente al resto de criaturas, animales o plantas.
Aquel abejorro pudo picarme, pero como dijo mi tío Luís, debió intuir que yo no tenía mala intención, y por eso al final no lo hizo. Mirándolo de cerca volando ante mi cara, me pareció escuchar sus pensamientos en aquellos escasos segundos. Cualquiera tiene un mal día debió pensar el abejorro. Cuando en un momento dado y mientras él se iba paseando tranquilo entre las flores del limonero, llegó una torpe criatura que lo espantó hacia el interior de la vivienda, y allí después de acosarlo, lo agarró con un trapo y trató de asfixiarlo: Los Humanos están todos muy locos y son gente peligrosa.
Las abejas y abejorros ya existían hace unos 80 millones de años, mucho antes de que apareciera la raza Humana, y sin embargo hoy se están extinguiendo.
Por fin llegó el técnico que solicitó repasar los tubos del gas, ya más tranquilo después de ver marchar al abejorro, lo llevé hasta la cocina y mientras tanto, miré distraído los libros del comedor. Entre ellos descubrí el lomo de aquel delgado libreto de memorias, que en su día le regalé a los hijos. Allí estaban las fotos y recuerdos de la familia desde mi nacimiento, las imágenes de los años jóvenes, la mujer y los hijos.
Me vi arando con la yunta los olivos en la sierra, o en la fragua del pueblo junto a Paco y Antonio, batiendo sincronizados con el mallo las solapas al rojo vivo soldadas a las rejas, bajo las órdenes de Juan el maestro herrero.
Nunca pude imaginar que me cambiaría la vida aquel curso 1966/67, gracias al gesto de D. Antonio, el cura adjunto de la parroquia. Y de Dª. Carmen Muñoz una señora del pueblo, que de una forma altruista y gentil, se hizo cargo de pagar todo el gasto del curso en el Seminario Menor de los Ángeles. En aquel Internado pude completar lo aprendido en el pueblo, de la mano de aquellos superiores que me enseñaron además del Credo, latín, filosofía, ciencias y matemáticas.
Mucho tiempo después pude repasar aquellas fotos como un viajero del tiempo, y revivir las etapas de este viaje, con la calma necesaria para ver el objetivo de esta historia en su tramo final.
Las abejas siguen haciendo miel, y al igual que los abejorros no han roto un plato en su vida en 80 m/a. Las Criaturas Humanas que llevamos bastante menos tiempo, ya hemos hecho varias guerras mundiales, llegado a la Luna, y contaminado todo el Planeta.
Con el Universo por descubrir, aun seguimos atascados en la disputa por cubrir el liderazgo de la manada, miopes ante el desafío del siguiente peldaño de la Historia, que no irá de fuerza bruta, sino de razón, inteligencia y valores morales. El Credo que nos enseñó Cristo desde la Cruz, ya nos mostró una alternativa al eterno enfrentamiento por el poder, en este enorme laboratorio autogestionado que es el Planeta: Un camino de compasión, solidaridad, inteligencia, afecto, integridad, y generosidad.
Algunas pinceladas de poetas
-Ser feliz es reconocer que vale la pena vivir la vida, a pesar de todos los desafíos, incomprensiones y períodos de crisis. Ser feliz no es una fatalidad del destino, sino una conquista para quien sabe viajar para adentro de su propio ser.
Ser feliz es dejar de ser víctima de los problemas y volverse actor de su propia historia.
-De vez en cuando hay que hacer una pausa. Contemplarse a sí mismo sin la fruición cotidiana. Examinar el pasado rubro por rubro, etapa por etapa, baldosa por baldosa.
Y no llorarse las mentiras, sino cantarse las verdades.
Mario Benedetti
En estos pocos años que se pasaron volando, pude reunir junto a las lecciones que me dio la experiencia de la vida, algún consejo de personas sabias. En este fin del año 2020
deseo a todos un mejor futuro, y un próspero Año Nuevo.
Juan Martín
Barcelona, diciembre de 2020
Juan Martín te acuerdas de mí.
ResponderEliminarSoy Antonio Porras de Villafranca de Córdoba.
Me gustaría me dijeras si sabes algo de Don Agustín anterior a Don Antonio.
Antonio amigo, ya hace mucho tiempo de aquellos años jóvenes en que algunas tardes me pasaba por tu casa, siendo los dos seminaristas en los Ángeles.
ResponderEliminarNo recuerdo nada del camino posterior de aquellos curas jóvenes, solo te puedo decir que estando ya en S. Pelagio, vi por la calle a D. José el párroco del pueblo al que saludé con alegría. Estaba de capellán en otra Parroquia.
Me alegro mucho de encontrarte en el blog, por las fotos de vuestras reuniones supe que a veces vas con los compañeros de Madrid.
Antonio es una alegría saludarte, un fuerte abrazo.
Juan me ha gustado mucho la historia que nos has contado y a las conclusiones que llegas.
ResponderEliminarEl título "Filosofía Cuántica", encierra en sí mismo las claves y el mensaje que nos has querido transmitir. Si la mecánica cuántica estudia los átomos a escala microscópica, esta filosofía cuántica sería como el interés en las cosas pequeñas que nos acompañan en nuestras vidas. El respeto y el amor por ellas. Vivir una vida en armonía con todo lo que nos rodea y con la Naturaleza. Este es el único camino que nos hará más grandes como seres inteligentes y que nos permitirá dejar un planeta limpio a las generaciones futuras.
Recibe un cordial abrazo.
Manuel gracias por tus palabras, he intentado seguir un paralelismo entre el deterioro que sufre el Planeta causado por nuestra llamada civilización, y la pandemia a la que nos tiene sometidos el virus.
EliminarParece ser que nos alarma enormemente sufrir en carne propia, el mismo daño que ocasionamos deteriorando el ecosistema. Donde desaparecen especies de plantas y animales porque no tienen donde vivir.
Como siempre encantado amigo Manuel de leer tus valoraciones y comentarios.
Recibe un cordial abrazo
Juan, pues yo, si te digo la verdad, no me he enterado de casi nada de los primeros párrafos. Luego, ya he ido cogiendo onda. Y te diré, también, que me has tenido todo el tiempo en vilo, esperando, con desazón, si machacabas al moscardón o no. Menos mal que lo salvaste. Ya en serio: me pasa con la edad haber desarrollado un sentimiento de total rechazo hacia cualquier tipo de violencia. Ni siquiera soporto ver a los pescadores con su caña, y mucho menos, a los cazadores. Con todos mis respetos hacia ellos. Es algo visceral. No puedo. Incluso, como tú has hecho, cuando entra un moscardón en mi casa abro las ventanas para facilitarle la huida. En fin... La edad provecta.
ResponderEliminarUn abrazo.
La experiencia de los años vividos amigo José María, nos pone delante la realidad en la que hemos podido observar la causa y el efecto. Los que venimos del campo, quizás estamos más cerca de apreciar la importancia que tiene la vida que nos rodea, y a la que no damos importancia.
EliminarEl impulso de machacar al moscardón gratuitamente me hizo reflexionar. No somos diferentes al resto de los seres vivos, grandes o pequeños.
Gracias por tus comentarios amigo José María, es un placer leerte.
Un abrazo.
Un placer recobrarte en este foro.
ResponderEliminarRecién casados, cuando aún se van conformando en la pareja formas y maneras de hacer las cosas, en el desayuno tomábamos las tostadas untando cada uno la mantequilla y la mermelada de melocotón depositadas en sendos platitos.
Un día entró por la ventana un hermoso abejorro, atraído por el olor de la mermelada, y sin muchos preámbulos se instaló al borde de la mermelada y desayunó con nosotros.
Cuando reapareció cada mañana, durante los tres o cuatro días siguientes, a tomar su pequeña porción de mermelada, nos sentimos honrados por su educada presencia, ya que al terminar de comer se iba por donde había venido. Dejó de venir y le echamos de menos.
Ahora mi mujer me sirve las tostadas listas para comerlas, con su mantequilla y mermelada, que ella misma elabora a la perfección, ya puesta.
Hace unas semanas descubrí una cría de codorniz en mi calle, asustada y huyendo de la gente en vuelos rasos. Conseguí capturarla, finalmente, cuando se metió en el bar Simón, ya muy fatigada. Los parroquianos se movilizaron para capturarla, pero les detuve con:
-¡Esa codorniz es mía!
-¡Qué buen bocado te vas a comer!-me soltó un hombre cuando salí con la codorniz en mi mano.
Mi mujer no quería que la criáramos, por lo que le pedí que fuésemos a las afueras del pueblo para darle una oportunidad de sobrevivir al animalito.
Huelga decir que mantuve al pollito de codorniz suavemente entre mis dos manos, calmándole sus inquietudes y temores acariciándole la cabecita.
Cuando solté la pequeña codorniz bajo un árbol, no escapó como imaginaba. Se quedó en el sitio mirándome, picoteó un poco las briznas de hierba y volvió a mirarme. Repitió la operación y... me obligó a hacer un esfuerzo para abandonarla en vez de adoptarla, porque aquella criaturita había decidido confiar en mí.
Seguramente, no lograría sobrevivir, ya que, evidentemente, no era salvaje, pero me recordó que perdemos el amor de los animales por haber endurecido nuestro corazón.
Gracias Juan, por tus gentiles propósitos se superación y elevación.
Felices fiestas y feliz batalla con los nietos.
Amigo Pedro, los animales sienten por la vida el mismo apego que las personas, solo que no hablan como nosotros. Hoy he leído que se está ensayando un tipo de carne de consumo, producida en un laboratorio.
ResponderEliminarGracias por tus valoraciones y acogida, de vez en cuando es bueno salir de nuestro estatus de seres superiores, y mirar la globalidad del Mundo en el que vivimos.
Como siempre, encantado de leer tus opiniones. Un fuerte abrazo.