domingo, 10 de julio de 2022

Crónica de la 47ª Reunión Grupo Madrid

Convivencia en la casa de Antonio López Arenas

Madrid, 9 de julio de 2022

Se nos fue. Carmen se nos fue, pero siempre estará en nuestro recuerdo. Las personas solo mueren realmente cuando se les olvida, y nosotros tendremos siempre presentes a todos los que se marcharon porque formaron parte de nuestras vidas.

El día prometía: inmejorable compañía, anfitrión de “todo diez” y un palacete abierto de par en par queriendo emular al corazón de su dueño. ¿Se puede pedir más?

Cuando llegamos a Princesa Micomicona, ya estaba el coche de Victoriano aparcado estratégicamente en la sombra. ¡Cómo se nota que es aldeano! Nada más bajar del automóvil, le comenté a Manuela que Consuelo estaría ya como un garbanzo remojao. A Victoriano lo vimos en la escalera de entrada, con los brazos abiertos en cruz, diciendo cosas ininteligibles. Parecía un cura preconciliar arengando a la feligresía a llevar una vida austera y casta, mientras que su voluminosa barriga le impedía moverse con soltura por el hexagonal púlpito.

¡Cómo se notan los abrazos cuando quieres transmitir lo que llevas dentro! Con uno cariñoso, le estás transfiriendo a la otra persona todo lo que sientes por ella. Me da hasta coraje cuando recibo un abrazo o un apretón de manos sin fuerza. ¡Aprieta coñ…que no soy de cristal! Con las damas hay que ser obviamente más delicados. No es nuestro caso. Nosotros cuando nos palmoteamos parecemos los palmeros de Peret, de lo bien que suenan en nuestras anchas y musculosas espaldas. Bueno, siempre hay excepciones. Con Manuel hay que tener más cuidado. Él es cristal fino, nosotros cristal gordo.

Ya estaba primorosamente montada la mesa, cuando arribamos al jardín. Se ve que Antonio madrugó. Todo esto no se realiza con una varita mágica. Como los escopeteros en una montería, íbamos eligiendo los puestos. Enseguida llegó Feli, la señora filipina responsable de que todo reluzca de bonito como Toledo por Corpus. Se presentó con una bandeja de rollitos de verdura y una deliciosa salsa para mojar. ¡De estrella Michelín! Menos mal que Vale y Paco tardaron poco en llegar y tuvieron tiempo para degustarlos. Nos acordamos de Cari, Pilar, Antonio Porras, que por diversos motivos no pudieron asistir. Y un recuerdo muy especial para nuestro Rafa Vilas. Me acordé de él y de Carmen cuando entré al baño en el que Rafa hizo una especie de strip tease. Lo vimos desde la calle. Aquello fue inolvidable. Llevaba tiempo que no me reía tanto. Era como ver a un paquidermo quitándose la ropa. Nunca olvidaré aquella escena. Carmen me la recordó, entre risas, más de una vez.

Cuando todos los escaños estaban ocupados, nuestro chef M. Jurado, con estudiado ritual, se “encasquetó” el precioso y personalizado mandil, que Vale decoró y le hizo entrega el pasado 18 de diciembre en Casa Pepe. ¡Estaba para comérselo, con su bigote acostado, cuan golondrina exhausta, debajo de la nariz haciendo un precioso contraste con el blanco inmaculado del delantal! Con sus guantes y gorra parecía un taxidermista a punto de disecar un buitre leonado. Calentó la plancha y empezó ufano, sabedor de su responsabilidad, con las viandas: choricitos y secretos. Langostinos, patatas fritas y un salchichón que Consuelo trajo de su pueblo fueron devorados con pulcritud. Todo acompañado con panecitos pasados por la tostadora. Los primeros salieron un poco quemados, pero enseguida, como si fuese un excelente francotirador, Manuel ajustó con precisión el selector de tostado y problema resuelto. ¡Recursos que tiene el tío! No faltó el vino, y sí las cervezas sin alcohol. Tirón cariñoso de orejas a Victoriano. Sé que ha tomado nota para la próxima ocasión. También acudió a la cita el afamado sorbete y una deliciosa tarta de manzana que nos hizo Manuela. Rematamos, Antonio está en todo, con sandía, helados, unas sabrosas pastas, café y los cubatas. No nos faltó ni las pipas saladas. Parecíamos gallinas camperas picoteando la mesa.

Brindamos, sorbete en mano, por todos nosotros, presentes y ausentes, para que no se apague nunca la llama de Los Ángeles y para que nunca perdamos las ganas de comer.

Las chicas, antes de la ingesta se metieron en la limpia y cristalina piscina. ¡Parecían un equipo femenino de natación sincronizada, de bonitas que estaban! Da gusto ver a nuestras compañeras de camino con esa empatía emocional que han llegado a alcanzar. Sin duda, la llama de Los Ángeles ha recalado en ellas.

Tocamos, en nuestra conversación, temas diversos: unos divertidos, otros profundos, sabedores que los últimos poseían el status de secretos de confesión.

Estábamos hablando, cosa rara, de Los Ángeles, de la dificultad para acceder al recinto, etc, cuando quise lucirme con una larga cambiada: llamé por teléfono a Francisco Sánchez, con Sánchez no me gusta usar el hipocorístico, y, como siempre, atendió mi llamada con la rapidez del 112. Con la velocidad de una gacela moribunda nos aclaró las dudas. Tenemos pendiente un encuentro general en el Seminario. A ver si la pandemia nos deja en paz para poder reunirnos allí. Me envió dos preciosos y emotivos videos de Los Ángeles. Después de agradecerle su disponibilidad, seguimos con lo nuestro.

Terminada la pitanza opté por un baño. Enseguida me acompañó Victoriano. Desde la piscina oíamos al Jurado dando una de sus charlas a Antonio y Paco, que, como alumnos adelantados, escuchaban “atentos” las explicaciones del profesor. Mientras tanto, Victoriano y yo discerníamos sobre qué curso académico estaba exponiendo. Los dos coincidimos que iba por tercero. ¡Bah, tenemos tiempo de estar un rato más en el agua! Poco tiempo tardó Manolo en coger la horizontalidad debajo de una cuidada magnolia. Desde el agua le comenté a Victoriano:

- Oye, no has visto el barrigón que se le ha puesto al chef?

- “No hombre, eso es el mandil que lo tiene subido”, me contestó.

- “Pues yo creo que está sufriendo una erección, aunque el bulto está muy arriba” le repliqué. Y con estas dudas salimos los dos del agua.

Quedaba todavía tarde para saltar al terreno de juego. Comenzaba la segunda parte. Yo creo que terminamos con todo.

Llegó la hora de recoger. Nos llevamos el excelente aceite virgen extra, que produce Antonio. “Don Lope”, se llama la exquisitez. Ya en la puerta nos deseamos todos un feliz verano con la esperanza de vernos pronto. Hasta entonces,

Paz y bien.

Antonio Estepa Romero

1 comentario:

  1. No necesiáis felicitaciones ni consejos. Lo vuestro es pura maestría en el arte de vivir de madrísima.
    Feliz verano.

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