La foto tiene ya unos años. Salta a la vista. No creo siquiera que hubiesen llegado los móviles. Por la indumentaria que gasta el personal no podría asegurarlo. Alguien sostiene en su mano un tomavistas de los de antes. Una fotografía antigua en papel cuché con los bordes dentados. Luego, con el tiempo, se ha reproducido en formato digital circulando libremente por los WhatsApp de la gente cercana. Debió ser por enero de un año incierto en que se adelantaron las mimosas.
Veintitantos hombretones, ya bien cuajados, se han arremolinado para salir presentables y sonrientes. Sobre todo, sonrientes. Parece el porche de una casa grande. Porche amplio y sencillo, adornado de gitanillas, donpedros y buganvillas, en lo alto de las escaleras que bajan hasta el jardín. Ni una mujer. Se conoce que ellos han querido inmortalizar el instante. Ellos solos, los primitivos, los pioneros. Las mujeres vinieron mucho después. Están de cafelito en el césped, pasándose apuntes de la receta del lomo al queso, o de chismorreo mientras desgajan ramilletes de la mimosa, toda de oro. La foto gusta por la luz y el optimismo que desprende. La viveza y expresividad de los rostros hablan a las claras de una generosa comilona a barba bien regada. Y ya, la tarde espléndida que empieza a declinar.
Es muy probable que se trate de un encuentro de antiguos alumnos. Casi seguro. Medio escondido abajo de la foto se ve un hombre más mayor, alguno de sus profesores. Tiene cara de cura, oye. Se está perdiendo esa expresión (¡hay tan pocos curas...!), pero antes se decía mucho: "tiene cara de cura". De mí mismo lo han dicho. Tanto saquito de cuello a la caja, y tan repeinados -muchos conservan aún sus flequillos- huele un montón a seminario. No sé...
Hay algo en ella, en la foto, que no encaja. A primera vista pasa desapercibido, pero si uno la repasa hombre a hombre... Y la cosa es que está en todo el centro. Pareciera hecho a propósito. Una vez que lo percibes, te impacta. Se trata de un hombre enjuto, a quien claramente la ropa sobrante delata su delgadez, más si se compara con las excedencias adiposas en los perímetros de los demás. Intenta disimular su desánimo con una medio sonrisa impostada. Y entonces, la foto parece cobrar vida y transportarte a ese sábado fresquito y luminoso de invierno. Y ya no eres tú quien mira la foto; es ella quien te mira a ti. Y él, el hombre taciturno, lo hace más que ningún otro. Una vez que te ha pillado, quedas atrapado. Es una mirada lejana, triste, ausente... Una mirada de miedo. Acaso hubo un tiempo, no tan lejano, en que esos ojos pequeños y fruncidos inundaban el entorno de viveza y empuje; mostraban ganas y ambición; se ilusionaban con los goles del Barsa y se enfurecían hasta la ira con los golpes pifiados de su tenis ramplón, "porquería de raqueta"... ¿Qué ha pasado en tan breve tiempo?
Todos lo saben. Quizás hayan celebrado este encuentro para arroparlo en su melancolía. Que note, quién sabe si por última vez, el calor de los que han sido suyos desde niños.
Sí, por última vez... Fue aquélla la primera reunión de los antiguos curillas, organizada para arropar a ese compañero que se nos iba a ojos vista.
Antonio Lara Castro fue de los primeros de los nuestros en caer. Murió en mis manos. Literalmente. Gocé del privilegio de atenderlo hasta el último suspiro. Seguramente le tendrían guardado un sitio allá arriba Luque y Mérida, unos adelantadillos. Siguieron luego la estela Pedro Beteta, Manolo Estepa, Buenaventura Delgado, Paco Delgado, Rafalito García, Valerio, Juan Navas, Andrés Luna, Alfonso Torrico, Rico Pérez, Aranda, Antonio Molina... Y ahora, el bueno de Manolo. Y unos cuantos de nuestros curas. Un montón de gente nuestra, joer.
No podemos extrañarnos. Vamos camino de los setenta. Cierto que, sin querer, nos ponemos la meta en los noventa, pero sabemos que no todos vamos a llegar. Por lo que conozco de vosotros, creo que hemos cumplido. Sentimos haber hecho nuestra parte, aquello de habernos realizado, que se decía in illo témpore. De manera que estamos listos para partir aunque no tan ligeros de equipaje corporal como deseara para sí el poeta. Listos, pero abundosos. Listos, pero recelosos. Tú, primero; no, pasa tú; que no hombre, que no, tú has llegado antes... Personalmente, os confieso que no me importaría ser el que cierre. Aunque luego, allá arriba, me digáis maricón el último. Alguna vez habrá que romper.
Cuidaros mucho, amigos míos.
Emotiva esta rememoración de aquella primera reunión para darle la despedida a nuedtro querido compañero Antonio Lara que en paz descanse.Leyendo he ido viviendo aquellosmomentos por un lado tan entrañables y por otro tan dolorosos pues todos sabíamos que era nuestra despedida de Antonio.
ResponderEliminarGracias amigo Fili. Un abrazo
Así fue Fernando. Y siento mucho orgullo de saber que mi casa pasará a nuestra historia particular como la primera sede de nuestros gloriosos y entusiastas encuentros. Un abrazo.
EliminarDesde esa atalaya de los setenta años querido José María, algunos vamos repasando cada recodo del camino desde que nos alcanza la memoria. Tomando apuntes como hacíamos en clase, para comprender bien la lección.
ResponderEliminarUna asignatura machacona ésto de la vida, que desde pequeños nos embarca en un viaje solo de ida, para ir aprendiendo lo que pillamos por el camino.
En recuerdo de todos ellos que nos fueron tomando la delantera, aunque fuera por un poco trecho.
Un abrazo amigo José María.
Gracias, Juan Martín, por esa bella reflexión. Un abrazo.
EliminarEmotivo y necesario recuento de los que alcanzaron mejor gloria que la menguante que aún disfrutamos en este valle lastimoso.
ResponderEliminarTe agradezco sinceramente este artículo a corazón abierto.
Pero, por favor, incluye la foto de la que hablas que no todos la tenemos, si es posible, claro.
Un abrazo fraterno.
Amigo Pedro: muchas gracias por tu sentido comentario. Me hubiese gustado mucho haber adjuntado la foto, pero sabes lo inútil que soy a tal fin. Hablaré con Vilas, a ver si él puede. Un abrazo.
EliminarJosé María, gracias por traer el recuerdo de todos los compañeros que se han marchado. Algunos demasiado tempranamente. Nos han ido dando el aviso que el tiempo pasa volando y que debíamos aprovechar al máximo todos los momentos. Lección difícil de aplicar íntegramente pues pensamos que siempre hay un mañana y que la hora de la despedida está aún lejos, en el umbral de los 90, como tú bien dices.
ResponderEliminarCon el mejor recuerdo de todos ellos, vivamos con ilusión y completemos el camino hasta alcanzar la meta. Al fin y al cabo la vida es un continuo "relevo".
Recibe un cordial abrazo.
Un relevo lo será para los que tenéis hijos y nietos. Para los que no, es más bien una etapa en el interminable Camino de las reencarnaciones (que a veces pasa por Santiago).
ResponderEliminarLo innegable es que el tiempo pasa volando y que para llevar un blog en condiciones todos necesitamos a Rafael Vilas. Si no todos, yo al menos sí: llevo colgados en los blogs unos treinta artículos y tampoco he sabido colgar en ellos una simple foto o dibujo. En el antiguo blog, Estela Literaria, era fácil incluir fotos y demás, pero me quedaba sin espacio para mis rollos patateros.
En cualquier caso mi agradecimiento, de nuevo, a Rafael, quien nos tendría que dar una super clase para que superemos de una vez nuestra incuria tecnográfica.
Un abrazo a todos.
Siempre es bueno el recuerdo. Gracias amigo Fili. Un abrazo
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, amigo Andrés. Cuídate. Ganas tenemos de abrazarnos a ti cuando todo esto pase.
EliminarMuchas gracias por colocar la foto de referencia del artículo, que me ha sorprendido muy gratamente, pues la diferencia de años con el curso de preu es relativamente escasa.
ResponderEliminarMuy amables, Fili y Rafael Vilas, como siempre.
Gracias de nuevo y un abrazo.