jueves, 15 de septiembre de 2022

Juan Martín - Control de calidad a nuestra conciencia

Las monjas con sus cánticos, representaban la otra cara de la condición humana proponiendo Solidaridad y Esperanza desde la Fe.

Entonces recordé las noticias sobre las víctimas, y las familias que huían de las bombas.

La destrucción gratuita de personas y poblaciones, es un hecho imperdonable.

Las noticias mostraban imágenes de ciudades bombardeadas y de víctimas abandonadas en las calles. En pleno siglo XXI no se entiende que naciones desarrolladas, hoy elijan la guerra ocasionando miles de víctimas civiles y militares, para resolver problemas de tipo político o demográfico. El futuro de la humanidad se merece otra solución.

Nos vino el cambio climático, el virus, el volcán, y ahora la plaga de la guerra. Estamos viendo morir a población civil y a soldados, sin saber el por qué de tanto desastre. La democracia en retroceso, por un caballo de Atila que galopa desbocado.

El calentamiento y el precio real de los combustibles, nos llevarán a una crisis económica global.

Está claro que el Planeta sigue su curso evolutivo aun a pesar de los desastres de cada época. Siempre hubo guerras, pandemias y hambre, pero iban con lanzas y en carro. En este siglo XXI se debería haber aprendido algo, para avanzar conjuntamente hacia el futuro.

Una contagiosa alegría inocente traspasaba la pared del colegio.

El Sol matinal animaba a salir de casa para despejar la mente, así que haciendo caso al consejo del médico, mi mujer y yo nos pusimos las zapatillas y salimos a la calle con precaución, para no pisar entre las hojas las heces de algunos canes que sus dueños no retiraron: Eso también es otra forma de asumir en primera persona, el concepto de la democracia mal entendida en los espacios públicos.

A medida que avanzábamos, se empezó a escuchar en la calle el barullo característico del patio de un colegio infantil.

Ahora casi no se ven pájaros volando, y aquellos niños y niñas llenaban con sus juegos el aire de alegría, animando la mañana saturada por el tráfico.

Los padres siempre hemos admirado el candor infantil.

Algunas mamás y papás en la puerta daban los últimos consejos a sus hijos, colocándoles bien la mochila antes de entrar en el colegio. Los hijos son la continuidad ante el futuro, por encima de penalidades y virus.

Las crías de cualquier especie son cuidadas con mimo por sus madres, la protección de los hijos es un néctar espiritual que va en la genética de todas las especies. La vida es el motor del crecimiento que ha propiciado la perfección física de las funciones, y los seres humanos no somos una excepción. La culminación de ese recorrido de millones de años, hoy se resume en la inteligencia, la civilización, y en los valores morales.

Caminábamos a buen ritmo, mientras iba distraído con aquellos pensamientos.

El tráfico fluía incansable y el olor característico de los gases del motor mal quemados, se filtraba por la mascarilla llegando nítido hasta la nariz y pasando a los pulmones de forma inapelable, provocando a veces un carraspeo recurrente.

Íbamos en paralelo a la salida de la ciudad, cuando divisamos el edificio del Museo de la Ciencia, un centro que difunde el avance tecnológico y la cultura. Sin saber por qué me vino a la memoria mi época de aprendiz de herrero, cuando Antonio, Paco y yo con un mallo en la mano, golpeábamos sincronizados las rejas al rojo vivo justo donde Juan el maestro herrero, nos señalaba con su martillo. Una forma de convertir con el trabajo ordenado un trozo bruto de hierro, en algo útil para sembrar campo.

Aquel Monasterio de estilo Modernista parecía una Iglesia

Tocaba dar la vuelta y regresar a casa, así que rodeamos el enorme edificio del Museo para volver, cuando la silueta esbelta de una Iglesia Modernista con fachada de ladrillo visto nos llamó la atención, estaba adornada con grandes vidrieras.

Ante la puerta de entrada había un espacio no muy amplio, en cuyo lateral se encontraba instalada una pequeña tienda en la que se podían comprar dulces y recuerdos. Luego supimos que el edificio no era una Iglesia, sino que aquella era la entrada del antiguo Monasterio Cisterciense de Santa María de Valldonzella.

Vimos cruzar la puerta a varias personas sin detenerse, y las imitamos para conocer su interior. Iban a oír misa, dentro pudimos admirar los altos arcos y vidrieras junto al altar sobreelevado. Unas diez monjas todas revestidas con un hábito blanco, empezaron a entonar un dulce canto acompañadas por el órgano, y enseguida entró el sacerdote para oficiar la Misa. Entonces nos quedamos escuchando la armonía de aquel coro.

Misa cantada por religiosas Cistercienses

Me pareció ver que eran dos formas de entender el Mundo. El Museo de la Ciencia estudiaba el Planeta examinando la evolución y todo tipo de formas de vida, en cuya cima el cerebro humano destacaba claramente.

Y ante aquel Altar, partiendo de la humildad de reconocerse frágiles criaturas, aquellas monjas cantaban para honrar a Dios Creador del Mundo. Era la actitud lógica de la sensatez, reconociendo la Bondad que convirtió la nada en Valores. Una Mano Creadora que tejió neuronas y órganos para descubrir el Conocimiento, y alcanzar los Valores Espirituales.

Aquellas palabras de Compasión contrastaban con la brutalidad de la guerra.

Mientras escuchaba atento junto a mi mujer los cánticos de las monjas, deduje que las personas necesitábamos sentir la trascendencia de nuestras vidas. En el Seminario nos enseñaron a valorar lo que cada persona somos, desde un respeto hacia los demás que empieza por uno mismo como integrante de este Mundo. Se debía mirar con los ojos del Evangelio, que nos aportó la Esperanza en una Trascendencia más amplia.

Un canto familiar me sacó de mis pensamientos: "Padre nuestro que estás en el Cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día, y perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal”…. Amén.

La oración de Jesús pedía amparo a Dios, como única alternativa a esta vida material.

Las oraciones cantadas por las monjas no necesitaban traducción

Hacía tiempo que no asistíamos a una celebración litúrgica de ese nivel, así que mi esposa y yo decidimos sentarnos en un banco, y escuchar hasta el final aquel regalo matutino de oír una Misa cantada por diez monjas Cistercienses.

No cabe duda de que aquellos cantos de las monjas eran alabanzas a la inmensa Bondad de Dios, reconociendo su Misericordia. Y a Cristo resucitado ensalzando su Gloria ante la dura realidad actual de una sociedad ciega. El canto era un bálsamo de esperanza ante nuestra insignificancia material, como criaturas vivas existentes en el Cosmos.

Allí sentado, sentí la misma emoción que en los Ángeles

Intenté afinar el oído por si reconocía la letra, pero los cantos y la música eran nuevos para mí, y seguir los contenidos de aquellas blancas voces me resultaba difícil.

Sin embargo, el conjunto respondía al mismo esquema que vivimos en el Seminario, cuando nuestros profesores nos explicaban hace cincuenta años el profundo significado del Padre Nuestro, la primera oración que Jesús enseñó a sus Discípulos.

Una forma de ubicarnos entre todo lo que nos rodea, el lugar que cada uno ocupa en el Mundo, seres únicos que amamos y sufrimos frente a todos los avatares de la vida, ya desde el mismo nacimiento.

Las monjas parecían repetir, que solo desde la humildad se intuía la Bondad del Dios que nos pensó, y que ante los desafíos de este Mundo, solo sirve la Fe y cumplir su Mandamiento.

La violencia de las guerras representaba el fracaso del proyecto humano.

El repaso del presente entre los muros de aquel antiguo monasterio, nos parecía algo triste si no fuera por la llama de esperanza de aquellas súplicas suspendidas en el aire, para iluminar la mente de quienes gobiernan en el mundo.

Un laboratorio enorme este Planeta, gestionado desde el nacimiento de la vida de forma magistral por un Impulsor, que ahora seguramente no permitirá que se destruya de esta forma tan burda, a base de estupidez, contaminación y bombas.

Era un bálsamo para el alma saborear aquel recogimiento oyendo cantar a las monjas, la música nos hacía ver las diferencias que existían entre la fecundidad de la paz, y la destrucción de vidas y ciudades para alcanzar liderazgos políticos.

Hace cincuenta años en los Ángeles, la Misa tenía la misma solemnidad melódica que estas monjas conseguían con sus cantos, se buscaba de igual manera elevar a Dios una plegaria de reconocimiento, de iluminación ante el futuro en la vida, y de amparo y perdón por los errores cometidos.

Recordaba las voces de mis compañeros cantando el Tantum Ergo, el Pange lingua, o la Salve Regina.

El regreso a casa lo hicimos a buen paso, pero ahora íbamos más reconfortados después de oír la sentida petición por la Paz, que las monjas hicieron en aquel Monasterio.

Juan Martín

6 comentarios:

  1. Cuánta verdad, cuánta belleza y cuánta ternura en tus reflexiones, Juan Martín. Todos nos asombramos de la catástrofe humana y global de una guerra sin sentido en el mundo civilizado. Hemos creído, inocentes, que esas cosas ya no nos podían suceder a nosotros, gentes modernas de países democráticos. Y lo malo es que nos acostumbramos de tantos días y tantos muertos como llevamos vistos. Ojalá obtuvieran fruto los cánticos y las plegarias de esas monjitas. Ojalá el mundo se contagiara de verdad de la alegría y el candor de esos niños a la entrada del colegio. Pero me temo que no. Es una pena grande. Nosotros hemos gozado del privilegio de muchos años de paz, bien estar y prosperidad en Europa. Y nunca podríamos haber esperado una cosa así. En fin, decepción y tristeza por el fracaso de un mundo que creíamos bien asentado. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Amigo José María creo que nos toca cumplir de la mejor forma posible, este cometido de vivir aprendiendo unos junto a otros. Personas que nacemos, y a lo largo de la vida tenemos la posibilidad de razonar a partir de la experiencia.
    Ojalá cada generación encuentre mejores soluciones morales, que dignifiquen la existencia de los hombres y mujeres que forman la familia humana.
    Un abrazo, y encantado de leer tus opiniones.
    Juan Martín

    ResponderEliminar
  3. Ese paseo con tu mujer mientras reflexionabas sobre lo absurdo de la guerra refleja claramente que eres un hombre de paz y elevada moralidad. También te expresas y redactas con clara y sosegada pluma.
    Mis felicitaciones por esta vuelta al blog, aportando tu visión de las cosas, ya que, como me ocurre a mí, estás lejos de encuentros y peroles.
    No voy a insistir en que nuestra realidad es depredadora, desigualitaria (mafiosa) y se asienta en la manipulación y la mentira propagandística.
    El bien moral que yo considero más necesario para nuestra baqueteada sociedad es la Justicia que sólo puede desarrollarse a partir de los hombres justos.
    El camino comienza en uno mismo.
    Gracias por tu bonhomía y positividad. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Gracias por tus valoraciones compañero, al no firmar quiero suponer que eres Pedro Calle. Comparto tu opinión plenamente.
    La realidad nos enseña, que cada persona desde el derecho a actuar en libertad, elegimos la forma de enfrentar los desafíos del crecimiento. La guerra a estas alturas del siglo XXI, no me parece la mejor opción a costa de vidas y sufrimientos.
    Un abrazo
    Juan Martín

    ResponderEliminar
  5. Sí, soy Pedro Calle. No caí en que escribía desde anónimo. "Por sus hechos (en este caso palabras) los reconoceréis".
    Como ya te he dicho, me alegra tu regreso a la palestra del blog.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Gracias Pedro, si este blog es un sitio entrañable en el que nos deberíamos de encontrar los antiguos compañeros del seminario más a menudo. Un abrazo.
    Juan Martín

    ResponderEliminar