XXVIII Reunión de Primavera
Antequera (Málaga), 23 de abril de 2024
Relato de José Mª Rivera Cívico (Fili)
- ¿Estás nervioso? -me pregunta la Peque mientras conduzco hacia el encuentro.
-Para nada -le contesto rotundo-. ¡Ni que fuera a una oposición pa canónigo!
Pero, enseguida, contraviniendo mis buenos propósitos, me llegaron motivos para el nerviosismo: la comitiva de Frasqui se ha quedado tirada en la carretera por avería del coche, recién pasado El Tejar. ¡Me cachis en los mengues...! Que se vuelven todos en taxi para Córdoba, me dice mi amigo.
- ¡Ni pensarlo! -le ordeno por el móvil-. La grúa que se lleve el coche al taller que tú indiques; el taxi que os traiga a Antequera y luego, ya si eso, yo mismo os devuelvo a Córdoba. Y sin rechistar, eh -me puse serio-. Me hace mucho más desavío vuestra ausencia que la molestia del viaje de vuelta. De manera que eso es lo que hay.
Y me hicieron caso, oye. Soy blando con mis amigos, pero cuando me pongo serio me temen.
Como resulta que soy incapaz de conducir a velocidad normal mientras hablo, esta conversación inoportuna nos retrasó la llegada a la famosa taberna La Socorrilla, en la no menos nombrada Plaza del Portichuelo, sitio del aparcamiento. (Aquí se puede poner una foto de la Plaza con la concurrencia de algunos de nosotros). Primeros abrazos a los madrugadores, gentes del Viso y de Montalbán y un novicio en estos encuentros llegado desde Tenerife, aquel muchacho nobletón de Lucena: Antonio Jesús Fernández, cuyas facciones y hechuras dan fe de los años y avatares gozados.
Es esta Plaza del Portichuelo uno de los enclaves singulares de esta ciudad monumental, la Florencia andaluza, llaman a Antequera. Sitio amplio y luminoso dotado de un empedrado antiguo, pero muy bien mantenido, y flanqueado por dos edificios emblemáticos cuales son la capilla de la Virgen del Socorro y la iglesia de Santa María de Jesús. En la puerta de la taberna nos fuimos apiarando como chaveas delante de un kiosko de chucherías. Como de costumbre, hubo criaturas que dieron varias vueltas a la ciudad antes de dar con el sitio indicado. "El tontón nos ha enreao", se lamentan. Con el rebaño casi al completo, iniciamos la visita turística pastoreados por Abel.
Abel, que no Caín, ha sido nuestro guía. Cosas de la vida, resulta ser este muchacho hijo de un cura arrepentío. "Coño, ¡qué casualidad!, nosotros somos todos curillas arrepentíos", le dijo alguien. Abel es un tipo alto, famélico y desgarbado, las cosas como son. Y su barbita rala y desmadejada no consigue otra cosa que agravar la sensación de un "esmayao", de ésos que hacen ahora lo del ayuno intermitente. "Eso no puede ser bueno, ¿verdad doctor?", me pregunta Charo, esposa de García Paredes. Uno que nos ha sorprendido gratamente por las consecuencias del poco yantar ha sido Francisco Sánchez, que ha pasado de Sancho Panza a don Quijote en menos de un año. "Y no ha sido el Ozempic -me dice-, sino cerrar el pic".
Empieza su disertación Abel explicándonos el origen de las varias capillas votivas que se mantienen en Antequera en los lugares que, en su día, fueron las puertas de entrada a la ciudad. En dichas capillitas porticadas, los visitantes debían expiar sus pecados en confesión a fin de entrar limpios por sus calles. Seguimos sus pasos y sus explicaciones, ora todos agrupados y en silencio respetuoso, ora dispersos y charlando cada cual con cada quien, por los alrededores del Castillo eficazmente conquistado a los almohades sin derramamiento de sangre, la huida de judíos y moros hacia Granada donde fundaron el barrio de Antequeruela, las vistas al lejano Torcal o al cercano río de La Villa con su historia de molinos y de telares ya desaparecidos, los restos de la antigua ciudad romana, hasta la llegada a la Colegiata, edificio sublime que constituyó el símbolo de la armonía y fusión de dos culturas arquitectónicas: la cristiana y la mudéjar. Y en este punto es cuando le pido a la Peque que empiece a recolectar dos euros por cabeza para el estipendio de nuestro pastor.
En este sitio tan espectacular desde donde se puede contemplar la panorámica de casi la totalidad de la ciudad, y en el momento en que Abel nos explicaba la leyenda del Peñón de los Enamorados, se nos unieron algunos compañeros rezagados, entre ellos, el matrimonio de Antonio Estepa y Andrea, desplazados en tren desde Madrid en exclusiva para este encuentro. "Cuando un amigo penetre en tu corazón, es tu deber no dejarlo salir jamás".
Relato de Antonio Estepa Romero (Bronco)
Me desperté sobresaltado porque creí que no había sonado el despertador. Era las cuatro de la mañana. Ya no pude seguir durmiendo. Me puse el transistor en la oreja para escuchar a Carlos Moreno “El Pulpo” en su programa de Cope “Poniendo las calles”. Enseguida llegó las cinco. Hora de levantarse. A Andrea y a mí nos quedaba una larga y emocionante jornada por vivir. El AVE salía a las 7,30 y no podíamos entretenernos mucho. La llegada a Antequera estaba prevista para las 10:00 h.
Francisco Sánchez y Mari nos estaban esperando, como acordamos, en la estación de Antequera-Santa Ana. Los primeros abrazos del día. Estoy deseando coger a Sánchez, (nunca he usado el hipocorístico “Paco” con él), en un renuncio. Siempre está donde tiene que estar. Jamás me ha fallado en los sesenta años de amistad. Yo se lo echo a que como me cortó media falange del dedo medio con la cancela del patio de entrada, pues quiere indemnizarme de alguna forma. Como le he dicho millones de veces:
-Sánchez, aquello fue un accidente. Yo te sigo queriendo igual.
Llegamos al pueblo y tuvimos que preguntar varias veces para localizar al aparcamiento. Otro día estudio antes las cotas del terreno, cuan estratega militar, que para algo alcancé en la mili el rango de Cabo Segundo. No he sacado más culo en mi vida que subiendo aquellos peldaños hasta llegar a la Real Colegiata de Santa María la Mayor. Me sentí como un sherpa en el Everest. Estuve a punto de solicitar un boca a boca pero, por temor a que se adelantara Sánchez, desistí. Prefiero morir de asfixia que de asco. Menos mal que aún conservo unas piernas fuertes y vigorosas formadas en aquellos riscos de Los Ángeles. Todavía recuerdo las miradas de admiración de los animales cuando nos observaban saltar como ellos.
Coronada la cumbre nos encontramos a Manolo Vida, Antonio Caballero y una fila de mujeres haciendo cola para usar el W.C. El grueso de la “tropa” estaba con un guía empapándose de la historia local.
Cuando llegaron comenzamos con los abrazos. La alegría y el cariño se transmitía en cada uno de ellos. Enseguida localicé a Miguel Estepa e Inés y a Manolo Domínguez con Asunción. ¡La tierra tira! Más tarde, en la comida, conocí a otro montalbeño, Antonio Jesús Fernández. A este lo tenía perdío, pero fue un verdadero regalo el hallazgo.
La alegría me la cortó en seco una voz expedita, potente e inconfundible:
-“Bronco tienes que hacer la crónica, que Osado no ha venido”.
Ante el “ruego” de Antonio Luna, ¿quién puede negarse? Menuda me ha caído, pensé, ¡emular a un maestro! Las “lecciones aprendidas” en el Seminario me obligaron a agachar la cabeza y emitir con un hilo de voz: ¡Sí, Padre!
Después de compartir un ratito sentimientos y recuerdos, nos hicimos una foto de grupo para que quedara constancia del evento. El tiempo pasaba rápidamente y todavía quedaba la visita al Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera. Sánchez y yo desistimos y nos fuimos a buscar un bar para reponer fuerzas. Si la subida fue dura, la bajada de escalones me hizo reflexionar que soy finito, no que estoy delgado sino que tengo fin. Cuando entramos al bar me senté en la silla más flojo que una talega.
Una de las veces que miré para la mesa Bembézar observé al Fili exhibiendo su “exuberante” desnudez. Rápidamente le dije a Sánchez que tomara unas fotos para la crónica. Y ahora, ¿cuál elijo? En esta parece “Jesús atado a la columna”; en aquella evoca al lavado sobaquero después de una dura jornada de trabajo en el campo y en esta otra, cambiándose de camisa, que no de chaqueta. He optado por enviárselas al Vilas y que él decida.
Otro momento cumbre fue la imposición del solideo, por parte de Sánchez, nuestro maestro de ceremonias, a varios compañeros. Los cinco nuevos vicarianos son los siguientes: Rafael López Sánchez, de Priego de Córdoba; Fidel Gómez Puerto, del Viso de los Pedroches; Vicente Poyato Rubio, de Puente Genil y Antonio Jesús Fernández Jiménez y Manuel Domínguez Bascón, de Montalbán de Córdoba. Enhorabuena a todos. Seguidamente se proyectó en una pantalla fotografías de otras reuniones y cantamos a coro el karaoke “Amigos para siempre”. La producción corrió a cargo de Francisco Nieto Molina con adaptación de Francisco Molina Pavón. Nuestro agradecimiento por su impecable trabajo.
El Fili nos visitó a la mesa para interesarse por nuestra salud. Nos tomó profesionalmente el pulso y departimos un ratito de charla. Entre otras cosas comentó, y estoy completamente de acuerdo, que habría que suprimir las visitas guiadas porque quitan mucho tiempo de convivencia. Cada año el grupo es más numeroso y prácticamente casi no da tiempo de saludarnos.
Iba llegando el tiempo de la despedida. Poco a poco, como queriéndole arrancar unos minutos al tiempo, nos hacíamos los remolones. Siempre me ha costado mucho las despedidas. El encuentro salió de diez. Gracias al Fili y a Toñi por el trabajo tan bien hecho. Cuando se pone corazón y ganas salen estas cosas. Se quedó en el aire el lugar donde se celebrará el XXIX Encuentro de Primavera. Ya saldrá algún espontáneo con ganas de sacrificarse por los demás. Muchas gracias a todos por hacernos pasar una jornada tan maravillosa. Ha sido un honor para mí, compartir crónica con el maestro Fili.
Antes de terminar quiero agradecer a Sánchez y a Mari todo lo que han hecho por nosotros.
Hasta que nos veamos de nuevo os deseamos a todos mucha salud y no perdáis nunca las ganas de comer.
Paz y bien
Admirables crónica y cronista. Ejemplos de amistad y cariño inasequibles al desánimo, éstos de nuestros Antonio Estepa y Andrea. No puede uno dejar de emocionarse en el cara a cara con ellos. Que el Señor los bendiga por siempre.
ResponderEliminarMuchas gracias, José María por las palabras tan bonitas que nos has dedicado. Para nosotros es un verdadero orgullo contar con vuestra amistad. Un abrazo fuerte.
EliminarEntrañables y fabulosas crónicas de José María y Antonio, dos maestros de la pluma. Muchas gracias a vosotros dos y a Rafael Vilas con el montaje y las fotos. Abrazos a todos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Sepúlveda, por tu comentario. Un abrazo fuerte, amigo. Antonio Estepa.
EliminarExcelente crónica, a la limón. A través de su lectura se nota que lo pasasteis genial. De eso se trata. Me alegro. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias, maestro. Un abrazo fuerte. Antonio Estepa.
EliminarEl anónimo soy yo, el Fili.
ResponderEliminarFelicidades a Antonio Estepa por su simpática crónica, "sí señor" currándose un largo viaje previo, y al "anónimo soy yo" que lo ha dado todo por llevar a buen puerto el encuentro, recoger a los amigos en apuros y despachar una buena crónica después de tomar el pulso a compañeros con dudas sintomáticas.
ResponderEliminarCasi puedo imaginármelo con tan buenos relatos y fotografías.
Un gran abrazo a todos.