CRONICAS
DE LOS ANGELES
(Por
Antonio Gómez Ramírez)
Córdoba,
29 de marzo de 2.016
(Como dice nuestro querido FILI, la historia
no es como sucedió, sino como uno la recuerda. El acontecimiento que se relata
sucedió realmente y aunque los detalles estén un poco novelados –el
protagonista puede esclarecerlos- es totalmente verídico el suceso)
Continuo con este periplo de relatos y
aventuras, vividas en aquellos días felices de los -en este caso trece años-, con el
propósito, ya expresado en anteriores ocasiones, de recuperar la memoria
y narrar con mi prosa nada ortodoxa aquellos acontecimientos que me impactaron
y de los que aún queda reflejo nítido en mis células grises. Como ya también os
dije en otra ocasión, he seleccionado solo aquellos que supusieron motivo de
alegría, jocosidad o curiosidad. Los malos momentos no pienso revivirlos, ya
que al menos para mí, no merece la pena
recordarlos.
Eran más de las doce de la noche, cuando en
el dormitorio comunal “Santa María de los Ángeles”, aquel que estaba en la segunda planta del edificio situado a la
izquierda de la Capilla
entrando, y que era donde tenía mi aposento, se oyó un estruendo enorme, con
ruido de cascotes rotos, y que sorprendiéndonos en el primer sueño, nos puso a
todos en desbandada general, unos con pijama, otros en calzoncillos, pero todos
corriendo y atropellándonos por las estrechas escaleras.
Pensé mientras corría, que una de las
piedras del farallón que domina el escaso llano, donde se ubican las
dependencias del Seminario, se había desprendido y había impactado contra las
paredes del dormitorio. El susto fue enorme.
Cuando todo se apaciguó y viendo que no
sucedía nada, unos pocos, quizás los más atrevidos, dimos media vuelta y
comprobamos que la integridad del edificio no sufría daños, pero al llegar al
dormitorio, a la zona donde estaban los lavabos alineados, vimos algo moverse y
que estaba cubierto de cascotes de porcelana blanca, y allí encontramos al
amigo Belmonte doliéndose y retorciéndose en el suelo.
Al preguntarle que le había pasado, Alfonso
nos respondió, que como no tenía sueño, estaba haciendo “sport” por la habitación (no
se olvide la luz tenue que se tenía toda la noche encendida casi a ras de
suelo) y que había decidido también efectuar saltos y que no encontró mejor
lugar para saltar que hacerlo sobre los lavabos de uno en uno. Todo salía bien,
hasta que llegó a uno, cuya sujeción
estaría debilitada y cedió y con él el infortunado Belmonte.
El alboroto y el cachondeo posterior fueron
de vértigo, ya que después del susto pasado, la adrenalina subió hasta tal
punto, que nadie durmió en toda la noche. Los curas no se enteraron de casi
nada, ya que solo vieron los desperfectos al otro día. Téngase en cuenta que
las habitaciones las tenían en el edificio de enfrente, separado por el patio y
la Capilla.
No sé si Belmonte fue castigado por su
hazaña o no, él podrá explicarlo.
Desde entonces y para conmemorar el
acontecimiento, unos pocos sacamos un dicho, que a ritmo de Sevillanas decía “!Salta Belmonte y olé, rompe un lavabo!”.
(Alfonso, si lees estas líneas quiero darte
las gracias de todo corazón, ya que por ser uno de los más espigados y por tu
carácter servicial y predisposición, los curas te encargaron, en no pocas
ocasiones, el cuidado de los que por gripe o resfriados, se quedaban en la cama
y fuiste el hermano mayor para ellos. Recuerdo que aquellas tareas las
cumpliste hasta en San Pelagio. Gracias de nuevo y un fuerte abrazo.)
Hasta la próxima. Un abrazo y suerte pata
todos.
Magnifico relato Antonio
ResponderEliminarGracias. Un abrazo
EliminarIncreíble tu memoria amigo Gómez, me encantan tus relatos un abrazo
ResponderEliminarMe congratula que mis relatos te gusten. Gracias, un abrazo
EliminarBuen relato amigo Antonio.
ResponderEliminarSí, el compañero Belmonte fue castigado en forma de "5 en condicta", eso sí, lo remedió en la siguiente evaluación con un excelente "10". No se como se las apañó para conseguirlo, ni éñ mismo se lo podía creer.
El te confirmará esto que te digo.
Un abrazo.
Ves, entre todos recordamos y nos divertimos. Gracias Paco, un abrazo
Eliminar¡Gomez Ramírez y olé, que buen relato!
ResponderEliminarGracias, Antonio
Paco Raya
Don Paco, gracias por ese !Olé!. Un abrazo
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¡Comosiempre, perfecto!
ResponderEliminarGracias, amigo
Ya estoy esperando el siguiente...