martes, 30 de octubre de 2018

II ENCUENTRO DE OTOÑO EN HINOJOSA DEL DUQUE


Coplilla al encuentro en la Finojosa a modo de introito


De la crónica seria Andrés se encargará,
pero yo he querido adelantar
una coplilla de trovador,
intentando ser buen imitador 
del marqués de Santillán.

A tan grato encuentro vamos con retraso,
cúlpese de ello a las mujeres, la verdad, 
que gustan mucho más de trasnochar
que de mañana aligerar el paso.

Las ocho, y todavía en blanda cama,
El Luna surca el campo por Antequera,
y nosotros, al uso de un día de calma,
pensando en desayunar en carretera. 

En el Culebrín paramos y comimos, 
ya vamos tarde, qué más da, 
comed sentados y tranquilos 
que Jaime el acelerador pisará. 

Por extremeñas tierras un atajo 
nos conduce de forma milagrosa 
acortando tiempo y espacio 
para llegar con decoro a la Finojosa. 

Agraciada fue nuestra premura 
pues no vimos por doquiera 
moza de tan lozana hermosura 
como Sara, nuestra guía campera. 

En ancha plaza de piedra y de flores, 
escuchando su plática con mis amigos, 
la vi tan versada en cañadas y pastores 
que fuimos venturosos de ser sus testigos. 

Y luego de la visita guiada 
del hermoso lugar de los pedroches 
con alegría despreocupada 
tocaba almorzar con derroches. 

Y así fue tal como lo he contado, 
comimos, charlamos y reímos, 
y a los postres cantamos hermanados 
cantinelas que antaño aprendimos. 

Bien agradecidos al amigo Ramón 
que sabiamente todo lo dispuso 
brindamos por él con toda razón 
y le ofrecemos nuestro sincero discurso. 

Espero y deseo de corazón 
disfrutéis de este primer poema, 
no del marqués de Santillana, 
sino del Filiberto de Palenciana.



José Mª Rivera Cívico
Antequera, 21 de octubre de 2018

Crónica del encuentro

"...Venid a casa.
Hay queso fresco,
frutas y nata
y viejo vino
de verde pitarra.
Véngase y yante
lo que le apetezca..."


(La Vaquera de la Finojosa de Iñigo López de Mendoza)

Estas palabras, resonaron en mi mente cuando,al pasar por el Puerto del Calatraveño, nos dirigíamos hacia el Encuentro en Hinojosa del Duque. Palabras de bienvenida que, tan dulcemente, nos dirigía la bella Catalina, esa tan gustosa en ser llamada “La Vaquera de la Finojosa”.

Una vez llegados y sin dilación nos dirigimos al Ayuntamiento. Allí nos esperaba su Regidor, D. Matías González, acompañado del Teniente de Alcalde D. Enrique Delgado. Por supuesto, entronizados por Isabel y Ramón, los anfitriones.

¡Esta vez, nos convertimos en auténticas señorías! Con toda amabilidad, el Señor Alcalde, nos cedió un sitio de honor. ¡Nos sentamos en los asientos del Pleno del Excmo. Ayuntamiento de Hinojosa del Duque! Esta vez sí fuimos de verdad señorías, no como en Plateros. 

Ya se sabe, hablaron y hablamos todos (Incluido el Sr. Torraor). Pero quiero resaltar unas palabras de D. Matías González, que aparte de su generosidad en el recibimiento, manifestó su hondo pesar y el de todo el pueblo, por la situación, aún no resuelta, en el terreno de comunicaciones. Todos asentimos en la necesidad de una pronta solución, para un mejor desarrollo económico de toda la comarca. Por si fuera poco, fuimos agasajados con unos exquisitos y prácticos recuerdos. GRACIAS 

A partir de aquí, se acabó la tranquilidad. 

Menos mal, que Sara, nuestra docta y magistral guía, supo atraer la atención de todos. Nos fue enseñando y dando pelos y señales de los más importantes rincones y monumentos de la muy honorable Hinojosa, primero Condesado y por último Ducado.Condesado y Ducado, bien demostrado por nuestra profe, insistiendo en que nuestros ojos se volvieran hacia los escudos que hacían mención de ello. Aquí mi cuello empezó a resentirse… mirad al de la derecha, ahora al de la izquierda, luego al centro (me refiero a los escudos) Por supuesto, no faltó centímetro, de la Catedral de la Sierra, que no fuera perimetralmente explicado por Sara. Bravo por ella.

A partir del Museo, no sólo mi estómago sino las bisagras de mi cuerpo dieron la voz de alarma. Creo que la de algunos también. Ramón (del que he dejado para el final) me condujo a “verdes pastos” como buen “Vaquero de la Finojosa” y enseguida logré calmar tanto lo uno como lo otro.

¡Qué fresquita estaba la cervecita que me puso “Ramón Chico”! Es casi calcaito a su padre, cuando pequeño.

Al poco tiempo, estábamos ya todos sentados a la mesa. Ahora empezaba el momento más deseado. El de la tertulia y la “condumia” En fin, qué os voy a contar. Aquello parecía un corral de gallinas. Por cierto, excelente lugar. A mi me daba la impresión estar en una caseta de feria, con muy buen gusto adecentada.

Hubo un momento, en el que solemos decir… “ha pasado un ángel” Me hizo hincapié de ello mi contertulio de la izquierda (otra vez el cuello) Manolo Sánchez Toledano. ¿Te has dado cuenta del silencio que hay ahora mismo?Enseguida llegamos a la conclusión, previo análisis de la realidad… es que ha llegado el plato, individual, con ricos manjares de ibéricos y quesos. No falla, o hablamos o no decimos ni “mu”, ante un celestial plato. ¡Cómo no, salió a relucir el nada celestial chorizo y morcilla de Santa María, que Dios los tenga en su santo río Bembézar!

Un hecho primordial, o mejor dicho dos, me llamaron la atención. El Señor Sánchez, me dice que ha descubierto una forma de que puedan poner cadena en la cisterna del wáter de Plateros. Me enseña la foto, en la que se observa un tubo que sale de la cisterna, verticalmente hacia una media altura, de este tubo, se vislumbra una cadenita como de unos diez centímetros, suficiente para tirar de ella, pero insuficiente como para mangarla. ¡Eso es lo que queremos! Llevado de mi curiosidad, me acerco a verlo con mis propios ojos y poder comentárselo a Antonio de Plateros y me quedo aún más perplejo o sorprendido al observar que no había taza, sino aquel wáter donde nos poníamos en cuclillas, en Hornachuelos. ¿Recordáis? ¡Qué tiempos aquellos! Verdaderamente, creo que eran más higiénicos.

Seguimos comiendo, bebiendo, brindando, cafeteando. ¡Nos pusimos de grana y oro!

¡Ah! Hablando de grana y oro. Como debe ser y no puede faltar, se impuso el solideo Vicariano, a los siguientes neófitos: Ramón, Agustín, su hijo José María y su nieto Mario. ¡Qué alegría, segunda y tercera generación! Bienvenidos han sido. Por cierto, lo dejo para ser pensado… ¿para cuándo el nombramiento de Vicarianas?

El día fue genial. Como debe ser. Sin sobresaltos. Sin reproches. Genial.

Fili nos dirigió unas palabrillas que, como siempre, estuvieron sembradas.

Y ahora toca hablar de Isabel y Ramón. Nuestros anfitriones. Desde las palabras de Ramón en el Ayuntamiento, hasta las del final de la comida, todo fue a las mil maravillas. Tanto una como el otro, nuestros amigos, derrocharon amabilidad. Estuvieron pendientes todo el rato de que nada faltara. Que todo marchara dentro del horario previsto y a la más mínima ahí estaban. Serviciales al máximo. Por supuesto, como no podía ser de otra forma todo salió perfecto. Para colmo nos obsequiaron con excelente vino de Pitarra. ¡GRACIA ISABEL Y RAMON!


A modo de epílogo

Tras dejar atrás, el puerto del Calatraveño, dije “Adiós Vaquera” A lo que ella respondió:
"...Santa María,
Tres veces Santa
Virgen y madre
Pura y sin mancha,
Faz que retorne
Otra vegada;
Que yo en tu fiesta
Darete galas
Y cuantos cirios
De cera blanca,
Que mis abejas
De nardo labran..."

Andrés Osado Gracia
Córdoba, 22 de octubre de 2018

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domingo, 21 de octubre de 2018

CRÓNICA DE UNA VISITA A CÓRDOBA Y OTROS ENCUENTROS AMISTOSOS

Preámbulo 

Ya andaba componiendo en mi cabeza esta crónica mientras Mónica y yo visitábamos Córdoba el pasado puente del Pilar. Pero, de regreso en nuestra casa, lo dejé correr al comprobar que los recuerdos de la experiencia vivida se entremezclaban en mi mente en un maremágnum complejo y dispar. 

Recibimos la visita concertada de Rafael Ruiz-Ruano y Miguel López Navarro tres días después. Vinieron a nuestra casa con Antonio, hombre sencillo, prudente y amigo inseparable de Miguel. Al despedirnos en la calle, a pie de furgoneta, Rafa me espetó sin más: 

-Contamos con tu crónica de este encuentro. Estaré encantado de leerla cuando regrese a mi tierra. –Su tierra es ahora Girona. 

Me comentó la posibilidad que tuvo de cambiar su residencia a Córdoba cuando trabajaba en su empresa de transportes. Pero al estar ya asentados en Girona, su mujer e hijos le disuadieron. 

Su confianza sin fisuras en mí como cronista, derrotó mis crecientes dudas y temores, forzándome a pergeñar estas líneas. 

Intentaré hilvanar conjuntamente nuestras impresiones y andanzas por la Córdoba para nada “lejana y sola”, (ahora cercana y concurrida), y la visita de nuestros amigos. 

Primer capítulo 

Mónica y yo nos animamos a participar en el viaje organizado desde Mutxamel a Córdoba por tres motivos: 

1.- Completar la visita a la seductora ciudad de Córdoba, iniciada tras el encuentro de Lucena. 

Entonces nos asustaron las tremendas colas para acceder a la Mezquita y además pasamos un día entero indispuestos, (algo nos sentó mal), en casa de José Antonio Naz y Carmen, que nos hospedaron con un cariño inenarrable dos días completos. 

2.- Ver de nuevo a nuestros amigos José Antonio y Carmen, aunque fuera un “ratico”. El habernos dejado las chaquetas en su casa en aquella ocasión fue un motivo de broma para invitarnos a volver a visitarlos. 

-Tenéis que venir a recoger vuestras chaquetas. No hay otro remedio –sentenció José Antonio en un email. 

3.- Salir de nuestra confortable “cueva” para dejar de sentirnos modernos trogloditas. 

Un día antes de partir en el autobús, Mónica se desanimó. Intenté incluso cancelar el viaje, aunque sin éxito. 

Durante el viaje mandamos fotitos y comentarios a Manuel Jurado y a nuestro compañero de Taichí, Francisco.
 
A partir de ahí, el ritmo frenético de idas y venidas nos desalentó para mantener las comunicaciones por washapp, que relegamos a un mejor momento.

Confío que esta crónica me sirva de disculpa con Manuel Jurado, que no dejó de mandarnos a diario sus mejores fotos y detalles de la semana de peregrinaje por el Camino de Santiago con su hija, Ana María, partiendo desde Saint-Jean-Pied-de-Port. 

La visita a la Catedral, ya apenas Mezquita, comenzó con el ritual de hacer cola para sacar las entradas, (10 € por cabeza), sufriendo las caricias de un sol demasiado ardiente para esta época del año. 

Nada más entrar recibí una impresión que me dejó anonadado. ¿Qué había pasado allí tras mi larga ausencia desde 1971? 

Podía entender que el aluvión de gente hubiera convertido el recinto en una ruidosa plaza abarrotada hasta los topes. Aquella serenidad que respirábamos mientras la recorríamos abducidos por su belleza única y misteriosa, tras la misa del domingo en la capilla de “El Sagrario”, es hoy día inimaginable: infinidad de turistas españoles y extranjeros deambulan desordenadamente disparando fotos con los móviles a diestro y siniestro. Parecía que estuviéramos en la feria de Sevilla. 

Lo que no podía comprender era que la iglesia Católica, a partir de la inmatriculación dolosa que promovió el señor Rajoy, hubiera transformado la Mezquita en una aberrante “catedral”, llenando los laterales de la misma con capillas a las que no faltan retablo, sagrario y altar. Sólo ha perdonado el Minrab, cuyo acceso está prohibido. 

Los 18 millones de euros ganados el año pasado con las entradas, más los de los años anteriores y los venideros, dotan al Obispado cordobés de la mayor riqueza soñada por este estamento desde sus orígenes. 

No me compete a mí analizar las “obras” de la iglesia Católica tras adueñarse del monumento, pero creo que alguien debería hacerlo. 

Voy a señalar dos detalles dispares de la actual iglesia católica cordobesa: la rehabilitación del Seminario de Hornachuelos y las innumerables manifestaciones católicas en el espacio público, (no recuerdo bien si José Antonio nos dijo que fueron 400 el año pasado). 

El consistorio cordobés es consciente del disparate de tanta procesión y conmemoraciones, pero da su permiso “religiosamente”. (¿Qué saca a cambio?) 

Comenté este asunto con una mujer que regentaba una pequeña tienda cerca de la Corredera. No le molestaban en absoluto los continuos desfiles eclesiásticos católicos, pues animaban la vida cotidiana de la ciudad y favorecían el comercio. 

En nuestra visita a la Mezquita me llamó poderosamente la atención un vistoso paso de Semana Santa que estaban preparando en un amplio espacio, acotado con cintas, en un lateral externo de la Catedral. 

Por la tarde salió el “paso” conmemorativo de la Catedral-Mezquita para alcanzar, tras un paseo por la ribera y aledaños, la Corredera. Más de siete horas de procesión con la excusa de la celebración del centenario de un santo cordobés, completamente desconocido para mí. 

Sigo preguntándome qué tiene que ver el suntuoso paso del prendimiento de Cristo con el “famoso” santo. La comitiva, eso sí, era nutrida y fervorosa. 

Una gitana mayor, sencilla y muy amable, compañera de viaje, me comentó, en uno de los desplazamientos en autobús, que sintió miedo durante la visita a la Mezquita al pensar que los islamistas podían atentar allí con una bomba, resentidos por los abusos perpetrados en su iglesia contra su religión. 

Resumiré el resto de impresiones para no resultar “largo” en demasía: la ciudad limpia y bien cuidada, mínimos los coches y motos fuera de las avenidas y calles de la Córdoba moderna, comercio turístico y terrazas sin cuento, precio de cervezas y otras consumiciones algo abultado y, finalmente, una desorbitada cantidad de visitantes que hacían prácticamente invisibles a cordobeses y cordobesas. 

Nuestro guía se esforzó en mostrarnos todos los lugares emblemáticos con un empeño indómito: judería, Mezquita, palacio de Viana, plazas del Potro, de Miguelete y de la Corredera, Cristo de los faroles, calle del pañuelo, Alcázar de los Reyes Cristianos, (la mitad del grupo repetimos para ver el espectáculo nocturno de fuentes, luces y música), y Medinat Al – Zahra. (Mónica y yo, según el móvil, anduvimos en dos días más de 40.000 pasos). 

El viernes apenas teníamos una hora para ver a José Antonio y Carmen, y estábamos a unos veinte minutos de su casa. El autobús, siempre aparcado cerca de la Torre de la Calahorra, saldría hacia nuestro hotel en la Carlota sin esperarnos. 

El guía nos sugirió que visitáramos a nuestros amigos sin prisas, pidiéndoles que nos acercaran al hotel antes de la cena, a las 21 horas. Así tendríamos tiempo de sobra para disfrutar su compañía. 

José Antonio y Carmen tuvieron un día “completito”: todos sus hijos y sus tres nietos pasaron el día con ellos en su casa… y encima aparecimos nosotros. 

Al día siguiente salían hacia Girona con varios amigos para pasar una quincena en un balneario de la provincia. 

Cuando llegamos Mónica y yo a su casa pudimos saludar también a su hijo Ángel y a la mujer de este que daba de mamar a su retoño, Arturo. (He olvidado el nombre de la nuera, pido disculpas). 

José Antonio nos invitó a una copa y charlamos, entre otras cosas, del empoderamiento de la Mezquita y de Córdoba misma por una iglesia católica oportunista y algo exhibicionista. 

Ni que decir tiene que Carmen, nada más entrar nosotros, fue a buscar nuestras chaquetas, no fuera a ser que olvidáramos de nuevo recogerlas y se quedaran como fantasmas en el armario. 

Les regalé un libro de memorias que he escrito, (el primer capítulo está publicado en mi blog, cuyo enlace tenéis en este mismo blog del Seminario). 

-Aprovecharé estas vacaciones en el balneario para leer un poco tu libro –me dijo José Antonio sonriente. 

-Te cito tres o cuatro veces, pero mis recuerdos de entonces son bastante pobres, por eso he añadido los artículos que publicó Manuel Jurado en el blog, ya que reflejan mejor nuestra etapa de seminaristas. 

Poco después de que sus familiares se despidieran, José Antonio y Carmen nos acercaron en su coche a nuestro hotel en la Carlota. 

Desde aquí les reitero nuestro inmenso agradecimiento por su amabilidad y trato entrañable, ya que nos atendieron con todo detalle a pesar de estar más cansados que nosotros. 

Nuestra salida desde Mutxamel la efectuamos el día 12 a las 5:30; nuestra llegada el día 14 a las 24 horas. Una locura que no impedía a nuestros compañeros de viaje, más veteranos en estas lides que nosotros, animarnos al próximo viaje a Málaga. 

-Creo que no, en todo caso a Cádiz, que me la tienen muy bien hablada -contesté. 

Total 200 € por persona, visitas a monumentos aparte. 

Segundo capítulo 

El martes, 16 de octubre, recibo la llamada telefónica de Rafael Ruiz-Ruano. Quedamos para comer una paella en nuestra casa al día siguiente. Miguel llama un poco después preguntándome si puede venir también su amigo Antonio. 

-Ya tengo encargada la paella de magro y verduras para cuatro, pero iré al bar de mi vecino a pedir que nos pongan una ración más. 

-No hace falta, donde comen cuatro comen cinco –me contesta Miguel. –Además, llevamos bastantes aperitivos. 

-Prefiero que sobre paella, que ya daré cuenta de ella en la cena. 

Se presentan los tres jovialmente a la 1:45. 

Saludos, abrazos, algunos comentarios sobre el viaje a Córdoba, y el menda que se va a buscar la paella al bar. 

Nos sentamos a la mesa y Miguel parece un maestro de ceremonias. Primero la foto. ¡Luego me corrige para que no sirva la paella antes de rematar los aperitivos! 

Aunque Rafael y yo tenemos concertada la revancha al ajedrez al mejor de cinco partidas, la animada conversación de sobremesa va relegando el ansiado encuentro ajedrecístico “sine die”. 

Miguel me pide que le pase los archivos de su nueva tablet a un pen. Mientras se copian los archivos, (¿cómo se pueden hacer tantas fotos en tan poco tiempo?), Rafael y yo comenzamos nuestra particular contienda bajo la atenta mirada de Antonio, a quien convertimos en árbitro del evento. 

En la primera partida recibo una paliza épica. Mis planes de ataque no tuvieron en cuenta los de Rafael, más certeros y contundentes. 

Para la segunda partida me prometí ser más prudente y vigilar los planes de ataque de mi contrincante, hasta el momento de una eficacia intimidatoria. 

Esta vez fue él quien pecó de confiado y el peón central que me concedió en la apertura lo pagó caro, pues armé un centro impenetrable que le fue dejando fuera de combate paso a paso. 

La tercera partida, que resultó ser la última, me sorprendió con un ataque relámpago que destrozó mi centro mediante la acción conjunta del alfil negro y la dama. En mi bando se mascaba la tragedia. 

Se precipitó buscando un jaque mate que creía inevitable y, tras la sorpresa al comprobar que me había escapado de su tenaza letal, saldó, mediante cambios de pieza, la situación a su favor con un peón de menos y alfil de más. 

Armé la mejor defensa posible tratando de convertir una derrota clarísima en unas tablas. 

Para desbaratar mi trío de peones avanzados atacó mi peón retrasado con alfil y torre. Comió el peón pero un doble de mi torre superviviente le dejó sin el alfil de más. 

-Ahora sí que son tablas, he cometido demasiados errores. 

-Pues yo voy a jugar a ganarte. En este final, con las mismas piezas ambos, las mías están más adelantadas y trataré de aprovechar la circunstancia a mi favor –le contesté. 

Acabó entregando su torre por mi peón coronado y tuvo que rendirse. 

Dejamos el ajedrez y nos dedicamos a la tarea de pasar los archivos al pen uno a uno, ya que la copia global se había bloqueado. 

Cuando anochecía les acompañamos al coche, devolviendo yo la paella vacía en el bar de mi vecino. 

Rafael seguía dándole vueltas a la partida ganada que acabó perdiendo. 

-Yo siempre juego partidas rápidas de cinco o diez minutos “on line”. No me desenvuelvo, por eso, demasiado bien en los finales, pero creo que antes de perder el alfil tenía por lo menos tablas. 

-Pues claro que sí, pero no te preocupes, yo también he perdido algunas partidas super ganadas y sólo he tardado unos años en olvidarlas, aunque no del todo -le replico con guasa. 

-Me gustaría que vinieseis alguna vez a visitarme vosotros, para variar. Podría incluso acompañaros a uno de vuestros cursillos de taichí en Casademont, que está a media hora de mi casa. 

-Por supuestísimo que sí –contesta Miguel al instante. –Ya lo organizaremos. Sin duda alguna, te lo debemos. 

Tras las despedidas de rigor, se marchan los tres en la “fragoneta”, llevándose Rafael un libro de mis memorias que guardaba para Miguel, quien generosamente lo ha cedido a nuestro, cada vez más, entrañable amigo Rafa. 

Pido disculpas si he abusado de vuestra paciencia. Ya avisé que era una crónica algo engorrosa. Espero haberla terminado sin ofender a nadie y complaciendo a amigos y compañeros. Un abrazo a todos. 

Pedro Calle 

Mutxamel, 2018-10-18

lunes, 1 de octubre de 2018

CRONICA DE LA ASAMBLEA “DESCONTAMINANTE”


CRONICA DE LA ASAMBLEA “DESCONTAMINANTE” 

CELEBRADA EN LA SOCIEDAD DE PLATEROS, 

POR LOS VICARIANOS CORDOBESES 


Jueves 27 de septiembre de 2018

Esta vez, la cabecera nos es un corta y pega de la anterior. ¿Por qué me suena tanto eso de CORTA Y PEGA? Seguro que a vosotros os sonará también porque hemos venido hablando de ello con mucha frecuencia. Bueno, hablando o usando. (Jo, que diablillo soy) Lo de descontaminante, se aclarará luego.

A otra cosa: 

¿Veis? Lo que yo decía… otra vez la pata de la mesa entre las piernas y encima en una añadida. Ciertamente no me quejo, eso fue buena señal. Estuvimos más gente que de costumbre, aunque con algunas ausencias.

En primer lugar, brindamos a la salud de nuestro querido amigo Manolo Aranda. Le deseamos lo mejor.

Había que usar megáfono para que me pudiera entender mi amigo Pacomo, que estaba en la otra punta. Por eso primero nos fuimos desfogando un poco y entablamos el palique por zonas. Por supuesto, para que nadie diga que se me ha olvidado, también comimos bocatas de "caramales" y atún (con y sin tomate) dicho queda. 

A la señal conveniente, mostrada por varios contertulianos vociferantes, se abrió la “ASAMBLEA DESCONTAMINANTE” Si, sí, como suena. Descontaminante. Se trataba de hacer “tabula rasa” a algo que se ha instalado en nuestro WhatsApp. Un bichito que puede minar las relaciones de cordialidad que han venido imperando. No hubo, vicariano de la mesa alargada, que se mostrara a favor de los derroteros, a los que habíamos llegado. En prueba de ello, dejo aquí constancia de algunas de esas manifestaciones. La mayoría, efectuadas con brío, como demostración de buenos deseos. Por supuesto, todo lo que a continuación se expone, es en relación con el WhatsApp. 

  • Hablando de política y de religión, escribiríamos el Quijote y no convenceríamos a nadie. Resultaría casi imposible hacernos cambiar de opinión. 
  • Cada uno se siente en posesión de la verdad y con derecho a todo. 
  • El copiar y pegar o el reenviar sin comprobar el daño o veracidad es algo que viene siendo frecuente. Hay que huir de esa situación. 
  • Se ponen asuntos que ni nos van ni nos vienen a cuento. 
  • Tampoco está para protagonismos personales. 
  • Poner aquellas cosas que enriquezcan al grupo. 
  • No parece justo, no entrar normalmente en el grupo y sólo hacerlo para pegar un refregón y luego volverse a ocultar. 
  • Ha de volverse a los orígenes del por qué crearon el grupo aquellos “Seis Califas” (junio de 2014) entre ellos y principal, Andrés. Lo consideraron un instrumento para ir contándonos nuestras cosillas. A través de el, nuestro amigo Andrés, se sentía algo más cercano a nosotros y le servía como escape de su dolencia. 
  • En el grupo, por parte de ciertos integrantes, que no todos, sólo se provoca. Esto puede conducir a la desaparición del grupo. 
Por su forma de decir y el sentimiento puesto, voy a poner la siguiente opinión, tal y como se dijo:
  • Para tirar mierda a la cara, servimos todos. Da pena que, entre gente como nosotros, pongamos cosas que no son de recibo. Yo tengo unas espaldas muy anchas y aguanto todo, pero no hay derecho. A estas alturas no me van a soliviantar. 
¿Comprendéis ahora, eso de descontaminante? Sus señorías se sirvieron de lo lindo. 

Ahora sólo queda que nos pongamos manos a la obra. Que cada cual, se aplique el cuento, como suele decirse. 

Yo tengo todas las esperanzas puestas en que esa descontaminación se va a llevar a efecto. Por mi parte no va a quedar. 

¡Uf, vaya nochecita! 

Y... COLORIN, COLORADO… 

Un abrazo para todos y sed buenos.

Andrés Osado Gracia