Casa de Antonio López Arenas.
15 de diciembre de 2018
Madrid
Es doloroso decirle adiós a compañeros que se van bajando del tren de esta vida. Pero hay que seguir adelante, sabiendo que nunca los olvidaremos porque fueron un regalo para nosotros.
Cesáreo Gabaraín Azurmendi, sacerdote y compositor vasco (Hernani 1936-Anzuola 1991), compuso, entre otras muchas, “La muerte no es el final”, una preciosa canción religiosa. Las Fuerzas Armadas hizo suyas dos estrofas para honrar a sus muertos. He tomado prestada de Gabaraín su preciosa obra para hacer lo mismo con todos nuestros compañeros que nos dejaron:
“Cuando la pena nos alcanza
por el hermano perdido,
cuando el adiós dolorido
busca en la Fe su esperanza.
En Tu palabra confiamos
con la certeza que Tú
ya le has devuelto la vida,
ya le has llevado a la luz.
Ya le has devuelto la vida,
ya le has llevado a la luz.”
Como un novio se engalana el día de su boda, así lo hacía yo delante de un espejo de dos puertas, único lugar donde me puedo ver el ancho completo. Y lo hacía con ilusión y alegría, como el inminente desposado, aunque el acicalado no llegara, ni de coña, al resultado de aquél.
Desde el pasado 3 de marzo no visitábamos el complejo residencial de Antonio. En esta ocasión hemos entrado a saco. Ayer llegaba de Bulgaria y no le hemos dado la oportunidad de descansar. Antonio López se asemeja mucho a las aves migratorias: la grulla común (Grus grus), la becasina (Limosa lapponica) o el charrán ártico, la más viajera de todas. Bueno pues nos recibió con la misma lozanía que un oso después de la hibernación. La eterna sonrisa a flor de piel y su extremada generosidad daba fe de ello.
Creí que llegábamos temprano y nos recibió, detrás de la reja, Carmen con su eterno cigarro entre los labios. Andrea y yo pasamos unos minutos angustiosos antes de que se abriera la ancha cancela. El motivo fue que los comensales, Rafa, Manuel, Manuela, Antonio Porras, Pilar y el anfitrión, se encontraban en el ala este del edificio y claro, pasa un tiempo. Tengo que sugerirle a Antonio que sería imprescindible la compra de un cochecito de esos que hay en los campos de golf. Se ahorraría muchos pasos.
Cuando entramos, la cocina parecía un centro de Cáritas, de tantas bolsas como había. Dejamos la nuestra y saludamos a los anteriormente mencionados. Enseguida llegaron Consuelo y Victoriano.
La organización de la comida corrió a cargo de Jurado. Unos días antes nos fue asignando a cada uno las viandas que tendríamos que llevar para no repetirlas.
Desde el minuto uno hasta el final del ágape estuvo Manolito Jurado trajinando en la cocina. ¡Este tío le quita el puesto a Chicote! Aunque él lo niegue, hizo un gran sacrificio por la comunidad. Yo también hice mi papel, más modesto, de degustador. Comencé con el salchichón de Rafa Vilas, no el suyo, sino uno que se trajo de Priego; ¡extraordinario! Como lo fueron los choricitos, solomillos y empanada de Manuela, langostinos de Consuelo, ensalada de mariscos de Vale, tortillas de Andrea y tarta y trufas de Pilar. Estas exquisiteces fueron regadas con vino de Antonio.
El descenso de temperatura nos obligó abandonar la terraza y pasar al comedor. En esta ocasión no me gustó la distribución de los comensales. Nos sentamos por parejas y la conversación fue entrecruzada lo que me llevó a agudizar mucho más mi desgastado oído medio. Así pude oír a Victoriano decirnos que la noche anterior hubo corrida. Vuelta al ruedo y ovación fue el resultado en el primero y único astado. Consuelo ratíficó la faena, añadiendo que el torero está mejor que cuando empezó de maletilla. En la próxima reunión nos tiene que pasar los trastes. La alternativa vendrá más tarde.
En este maravilloso encuentro sólo faltaron los ausentes. Rafa Vilas sigue en forma con sus interminables chistes y Victoriano haciendo el papel del viejo “Tacañón”, increpándole cariñosamente por lo cansino de su exposición humorística. En los postres, se nos unió Manuel a la mesa. Con lápiz y papel iba dibujando los distintos planos del edificio de los Ángeles para posteriormente consensuarlo con los demás. ¡Y aquí es donde se lió!
Manuel , enhiesto, explicando la distribución del edificio y Rafael Vilas emulando los gestos de una azafata para informar al pasaje de las medidas de seguridad. El fallo estuvo en no poderlos grabar. Nunca me podría imaginar la cantidad de gestos y posturas que Rafa es capaz de hacer con su generoso cuerpo. ¡Yo creo que algunos miccionamos de tanta risa! Y Manuel sin inmutarse. Con la misma seriedad y dignidad de un enterrador. ¡Dos papeles dignos de Alfred Hitchock!
Brindamos con un exquisito sorbete, especialidad de la casa, y lanzando al aire nuestras tenores voces con canciones patrióticas: “Soy cordobés” “Cordobesita” etc.
Y llegó la despedida. Sentidos abrazos y el corazón a rebosar por este nuevo encuentro y los buenos deseos navideños.
Sólo me queda desear, en nombre del Grupo de Madrid, a todos los compañeros en general que paséis una Feliz Navidad y que el 2019 os traiga todo lo bueno que os merecéis. Especialmente SALUD. Yo brindo con vosotros para que nunca perdamos las ganas de comer.
Paz y bien.
Antonio Estepa Romero
Móstoles
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Cojonudo, Antonio. Así se entera uno perfectamente de lo que pasa en todos lados. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Paco. Un abrazo muy fuerte.
ResponderEliminarGracias Antonio por este magnifico ejemplo de recreación literaria de un momento de vida, te superas amigo. Un abrazo.
ResponderEliminarPD. Salude a Cesáreo Gabarain en una recepción en la Nunciatura, acompañaba a Enrique Vivo, y éste le conocía.
Gracias, César. Cesáreo debió ser un gran hombre, con una gran sensibilidad; más o menos como tú. Un abrazo.
EliminarQuerido Antonio, eres muy grande...además de hacernos disfrutar leyendo tus crónicas. Lo consigues casi sin despeinarte, como un notario que refleja los hechos pero con un punto de humor difícilmente imitable.
ResponderEliminarEs verdad que el momento culmen fue el "bis" que el amigo Vilas me hizo. Por suerte, al ser tan espontáneo, a nadie se le ocurrió coger el móvil para grabarlo, a estas horas estaría colgado en las redes...ja ja ja
Lo cierto es que me ayudasteis poco con los nombres de las dependencias. En la próxima el que no colabore...no come, ea!
Gracias por todo y recibe un fuerte abrazo.
Querido Manuel, más que grande, ancho. En cuanto a la crónica el mérito es vuestro, que dais mucho juego. Es fácil coger naranjas cuando el árbol está cargado. Se nos ha escapado una gran oportunidad para disfrutar de vuestro "bis". En adelante estaremos más atentos. Un fuerte abrazo.
EliminarAmigo Antonio, felicitaciones por narrarnos un emotivo encuentro de personas amigas magníficamente descrito. Desde la humildad de reconocernos todo el mundo, según dice la coplilla, como aves de paso.
ResponderEliminarCompaginando la alegría de vivir con la comprensión y la generosidad.
Un saludo a todos.
Juan Martín
Gracias, amigo Juan. Le he dado vueltas al espíritu de Los Angeles y no le encuentro explicación. Que unos chavales sesentones, después de cincuenta años sin verse, se encuentren y retomen con fuerza aquella amistad de adolescentes, es extraordinario. Yo he trabajado con compañeros durante cuarenta y un años y después de la jubilación no ha quedado nada. Estamos acostumbrados a estos encuentros, a darnos los buenos días, a estar preocupados unos de otros, sin darnos cuenta, a veces, del milagro de nuestra amistad. Y esto no es un espejismo, es una maravillosa realidad. Un abrazo muy fuerte.
EliminarAsí es Antonio, tan simple y tan grande. Tan simple lo que, aparentemente nos muestras, pero tan grande y tan profundo lo que esconden esas letras y esas caras. Algo hermoso ha quedado impregnado entre nosotros.
ResponderEliminarManolo, eso es, hay que ponerse duro con esta gente. Ponen cara de buenos y luego son un poco cabroncetes y no hay quien pueda meterlos en cintura. Eso del plano de los Angeles hay que terminarlo sea como sea.
Muchas felicidades para para la gente güena de Los Angeles.
Gracias, maestro, por tus palabras. En cuanto a Manolo, estoy seguro que conseguirá su objetivo, dada su tenacidad. Un abrazo.
EliminarMuchas gracias Antonio por tu cordial felicitación, que yo estiendo a todos los antiguos seminaristas de buena voluntad y amistad inquebrantable.
ResponderEliminarFeliz año a todos y que lo disfrutemos con paz, amor y salud.