domingo, 28 de junio de 2020

Las brevas de Miguel

Tiene Miguel una higuera
en su campo de labriego
tan buena en higos y brevas
que agasaja a medio pueblo.

¿Qué digo a medio? Al pueblo entero
y a algunos amigos gorrones
que a tal fin vienen a verlo
como golosos gorriones.

Higuera de brazos frondosa
en tierra de ajos y melones
la propia de una siesta de moscas
y de zánganos zumbones.

Tiene un ciruelo morado
y tiene otro amarillo
que adornan el sembrado
con bolas lirondas de brillo.

Y un nogal de verde frescor
cobijo de gatos juguetones
que corretean a su amor
a un viejo pony, hasta los cojones.

Un corral de gallinas ponedoras
de huevos gordos de plata
y canes de patas trepadoras
que un noble mastín aplaca.

Ni brevas ni chalet,
que sus gracias más preciadas
son su amada Inés
y su nieta, Alma nombrada.

martes, 23 de junio de 2020

Crónica de la 41ª Reunión - Grupo Madrid

En casa de Antonio López Arenas 
Madrid, 21 de junio de 2020 
 
El pasado día 22 de febrero fue la última reunión que tuvimos en Casa Pepe. La siguiente se fijó para el 21 de marzo. ¡Quién nos iba a decir que estaríamos cuatro meses sin vernos! Un maldito virus chino ha sido capaz de cambiarnos la vida a todos. 

Por eso el evento de ayer fue tan especial. Con el estado de alarma no teníamos programado nada. Todo se montó en dos días. Victoriano, nuestro Comandante en Jefe, que por cierto hoy cumple cuatro meses de su nombramiento, parece ser que tuvo que ir a casa de Antonio López por aceite ¿?. Todos sabemos que su amigo Artemio se jubiló y ahora, Víctor, tiene problemas para adquirir el “fármaco”. ¡Bueno admitamos al tiburón blanco como animal de compañía! Lo cierto es que de aquella visita salió esta otra. 

La hora de la cita quedó fijada para las 13,00 horas. Cuando llegué me encontré a Victoriano aparcando su coche de forma dubitativa. Salimos de los vehículos con los “bozales” puestos y nos dimos los codazos de rigor. ¡Qué ridículo encuentro este saludo! ¡Dónde se ponga los palmotazos… ! 

Cuando accedimos al palacete, Antonio lo tenía todo preparado. A este tío no le cogen la vez ni diez abueletes para pinchar la sombrilla en las playas de Torrevieja. Enseguida llegaron Paco y Vale. Manolo y Manuela llegaron más tarde porque se tiraron por la M-50 y tuvieron que desandar el camino. 

Cuando estábamos todos, me quedé observando a nuestras chicas y saqué la conclusión de que estaba ante un harén musulmán, con sus rostros vedados y todo. ¡Cuánto le favorecen lucir sus ojazos! Después del “saludo covid”, Consuelo tardó algo más de dos segundos en sumergirse en la amplia piscina; parecía una sirena surcando las límpidas aguas. Manuela no tardó en hacerle compañía. En tierra, el grupo empezaba a dar buena cuenta de las gambas, langostinos, aceitunas de Antonio, cosecha propia, regado todo con buenos caldos. Estábamos poniendo a punto nuestros delicados estómagos para hacerlos receptivos a los choricitos, panceta y delicados secretos que el Jurado había adquirido en su tienda habitual. Estaba todo perfectamente estudiado: Victoriano se encargó del pan, bebida, etc., y el Manolín de la carne. Antonio, como extraordinario anfitrión, estuvo siempre atento al quite para que no faltara ni gloria, sorprendiéndonos con un magnífico sorbete, bombones y un postre filipino. 

Ante estas exquisiteces, preparadas y servidas con tanto amor por nuestro chef Jurado, pronto nos pusimos al día de nuestras cosas durante las semanas de confinamiento. La conversación transcurrió amena, sincera y fluida. En esta ocasión se habló menos del Seminario y más de nuestras preocupaciones ante la problemática que nos ha tocado vivir. Antonio, Manuel y Paco también emularon a las chicas, dándose un baño. Victoriano y yo, como socorristas, estuvimos pendientes en todo momento de los bañistas, asumiendo la responsabilidad de un hipotético salvamento. Durante la larga sobremesa, se alargó hasta la cena, estuvimos tocando temas tan importantes como la religión y la política. Una vez más demostramos que, con respeto y empatía, se pueda hablar de todo. Esa es la grandeza de las personas: saber escuchar y respetar las ideas del otro aunque no converjan con las nuestras. Por suerte, nadie es dueño absoluta de la verdad. 

Pasamos un día extraordinario. Nos encontramos como en nuestra propia casa porque Antonio tiene la virtud de darse por completo. ¡Y eso te llega a lo más hondo! Gracias, amigo, por demostrarnos una vez más tu generosa amistad. 

Eran más de las diez de la noche cuando cogimos rumbo a nuestras casas. No quiero despedirme sin felicitar a Victoriano por su cuarto mes de mandato y, sobre todo, a Manolito Jurado por su entrega incondicional en los fogones. Tendríamos que ir pensando en comprarle un delantal y un gorro de cocinero para protegerle los parietales. 

Y nada más. Dejaremos pasar el verano para embestir con bravura a una nueva cita. Hasta entonces, 

Paz y bien.

Antonio Estepa Romero

jueves, 4 de junio de 2020

Veni Creator Spiritus

Días atrás, mi amigo Joaquín me envió por wassapt un vídeo con la música y partitura del "Veni Creator..." Oye, me emocioné. Pancosadas de los viejos. Nostalgia de mis frustrados tiempos cantores, yo, que aspiraba al coro del Los Ángeles, del que don Manuel me privó. "Lo tuyo, Filiberto, es el latín...", va y me despacha el sioputa al primer gorgorito. Le guardo cariño a pesar de ello. Era un cura joven recién destetado de san Pelagio, un muchacho muy delgado y largirucho, de pómulos salidos y gafas oscuras. Creó el coro de la capilla, la rondalla de bandurrias y guitarras, nos enseñó a leer las corcheas, a nadar y a jugar a la pelota con la sotana remangada, el encargado de cualquier acto cultural o recreativo en aquel paraje perdido. Cantábamos el "Veni Creator" en los actos de inauguración de los cursos sucesivos, y en la misa de Pentecostés, aparte de las escaramuzas previas a los exámenes.

Mentes tuorum visita. Esta primera estrofa la conocíamos todos por lo de que el Espíritu Santo visitara las mentes, sobre todo las de aquellos negados que no habían estudiado lo suficiente. Era una coplilla suelta, incompleta y recurrente en los finales de trimestre y de curso. Un son monótono y siempre inacabado -por ignorado- en el autocar para Écija, y que enseguida sustituíamos por el de "Para ser conductor de primera" o el de "Los gallos cantan al día", mucho más divertidos. Y don José Delgado, con su sorna habitual, blandiendo al aire su cadenita: "Os acordáis de santa Bárbara ahora que truena, eh! Menos cánticos y más estudiar, so bodoques, que eso es lo que sois, unos gaznápiros...". Era así de delicado don José. A mí me funcionaba lo del Veni Creator. O quizá fuera que me lo había estudiado todo, y no como aquellos amigos míos que, ya en Córdoba, solo pensaban en saltarse la tapia de la huerta para salir a ligar. Pero, ahora que lo piensa uno mejor, daos cuenta que el canto dice "tuorum", o sea, pedimos al Espíritu Santo que visite las mentes "de los tuyos", no las de cualquier paisano, no; no te confundas, Espíritu Santo, a los de Écija, no; sólo a los tuyos. Y los tuyos somos nosotros, eh! Nosotros, que te rezamos, que comulgamos cada día y que, aunque  te imaginamos como un vulgar palomo de los tejados porque así nos lo han enseñado nuestros superiores, sabemos de sobra que tú eres la principal persona del Dios trino, porque tus alas ligeras representan la sabiduría, la libertad de pensamiento, la chispa, el soplo divino, éso, éso, el soplo, ése que tanta falta nos va a hacer dentro de nada en la sala de los exámenes... Imple superna gratia.

Accende lumen sensibus. En quinto curso de bachillerato, en vísperas de los exámenes finales en el instituto de san Fulgencio de Écija, donde los curas nos llevaban "por libre", va y me rompo la rótula de mi rodilla derecha jugando a la pelota en el patio de cemento. Tuve que ir escayolado. Y sin muletas. La foto lo atestigua. Mis amigos se turnaban para sostenerme en los paseos que dábamos por la plaza y por el bar Pirula entre exámenes. Aparte de las materias, me sabía casi todo el Veni Creator. Ilumina nuestros sentidos. Ese año saqué un porrón de matrículas de honor, y lo demás, sobresalientes. "¡Vaya con el cojo! -se admiraban algunos profesores hablando con nuestros curas-. Claro -les escuché al paso-,  como esta gente no tiene desgaste sexual"...
Y yo pensaba: "Que os lo creeréis vosotros ¡con uno bueno habéis dado!"... Infirma nostri córporis virtute... Ahí nos falló el Espíritu. La carne nos fue débil. Se esfumó nuestra virtud por las ventanas tan mundanas de nuestro dormitorio.

Infunde amorem cordibus. No es, como pretendía Rafa Marín, que nos infundiera amor a los cordobeses (y no a los ecijanos), sino disponer de un corazón amoroso. Y en eso todos cumplimos bien. Mis amigos paseaban mi cojera por Écija, y yo me dejaba copiar por ellos, con todo lo cagao que he sido siempre para esas cosas. Y para otras...Y ese amor, como gran legado de amistad, persiste aún después de más de cincuenta años. Ahí es nada. 

Vitemus omne noxium, alejémonos de todo mal. La prudencia como guía de vida. Hay que reconocer que en este punto me he pasado, es verdad. ¡Demasiada prudencia! Yo no saltaba el muro de la huerta ni participaba en los teatrillos con las niñas de enfrente ni recuerdo haber ligado nada durante mis años de san Pelagio. Sólo estudio, liturgia, fútbol y paseos por la judería para bichear y así armar la imaginación por lo que pudiera soñar por la noche. Yo espabilé al mundo y a la vida en san Telmo. Eso creo.

Y todo ello, in saeculorum saecula.

Amén.