Juan Martín
Breve reseña histórica sobre el
Seminario Santa María de los Ángeles
Según aparece referido en la historia, en tiempos del Papa Inocencio VIII en 1487, se autoriza la construcción de un Convento en la sierra de Hornachuelos a petición de un rico hacendado cordobés llamado Martín Alfonso de Villaseca.
El convento se construye sobre el solar de una antigua ermita levantada en 1380 llamada de S. Francisco de Asís.
Se hace según el modelo italiano con materiales bastos y es de reducidas dimensiones, fue fundado en el 14/04/1490 como Convento Franciscano por Fray Juan de la Puebla, (antes llamado Gutiérrez de Sotomayor conde de Belalcázar), y tres frailes que le acompañaban desde Italia llamados Andrés de Perúsila, Hilario de Todi y Francisco de Bastia, la comunidad llegó a tener hasta 30 frailes.
Ubicado en la ladera soleada del río Bembézar en el término de Hornachuelos, en un lugar agreste y solitario al que se accedía desde el pueblo siguiendo una senda estrecha por el margen izquierdo del río, a unos cinco kms. del el pueblo de Hornachuelos.
Justo por la ladera opuesta discurre la vía pecuaria de la cañada real entre Sevilla y Madrid, siendo un lugar idóneo en aquella época para servir de cobijo a los viajeros, el convento sirvió de hospedaje a los Reyes Católicos en 1494, usando un puente para acceder a él desde la otra ladera, a la altura de la fuente de los tres caños, y que hoy está cubierto por las aguas del embalse. Felipe II en 1570 mandó construir un cuarto de cuatro aposentos para alojar a los reyes llegado el caso, a su paso por la zona.
El convento sufre varios incendios según parece, que lo destruyeron parcialmente a lo largo de su historia, uno en 1498, otro en 1543, y otro en 1655.
En 1760 fue reconstruido, contando la leyenda que se encontró una inscripción que decía: "Que llovería fuego si alguien lo compraba".
Sufrió las consecuencias de la desamortización de Mendizábal en 1798.
Formando parte de las tierras lindantes con la finca de caza de S. Calixto, fue visitado por el rey Alfonso XII, siendo comprado por el marqués de Peñaflor en 1884.
Fotografía de la fuente de tres caños situada en las inmediaciones del Seminario en el camino de acceso cerca del río. "Salud, suerte y amor" son los rótulos escritos en sendas baldosas encima de cada caño.
Lugar de retiro y de inspiración, el convento fue visitado por artistas y poetas, siendo magníficamente descrito el monasterio y sus alrededores en 1835 por Ángel de Saavedra, (Duque de Rivas) en su obra D. Álvaro y la fuerza del Sino.
En 1884 lo compró el marqués de Peñaflor, siendo donado por sus descendientes a la Iglesia Católica con la condición de que fuera destinado a ser Seminario.
En 1957 se abre como Seminario Menor Diocesano en época del Obispo de Córdoba Fray Albino, siendo ampliado en los años 1962/63.
Constaba de 7 edificios de entre 4 y 7 plantas, tenía Iglesia Capilla, un espacio para una pequeña comunidad de monjas, otro de profesores, cinco dormitorios enormes para los alumnos, sala de estudios, una piscina grande, cocina, comedor, aseos, sala de actos y aulas para cuatro cursos. Una capacidad total de 250 alumnos de media.
Entrando en su máximo rendimiento de 1963 a 1971, año en que se cierra, pasando los alumnos seminaristas al Seminario Mayor de S. Pelagio en Córdoba.
Quedando abandonado, es revertido por arriendo a la finca a la que pertenecen los terrenos circundantes, como un lugar agrícola y de cría de ganado, según parece en la actualidad.
Existe una carreterita en la zona alta de la montaña practicable para vehículos, en este acceso de encuentra una Cruz grande que avisa en el camino de la llegada al Seminario Menor de Santa María de los Ángeles.
Un punto elevado que da vista a toda la vertiente occidental del río Bembézar.
Fotografía de la gran Cruz que avisa de la proximidad del Seminario.
Algunos de los Recuerdos de mi estancia en Santa María de los Ángeles, a partir del año 1966.
En el curso 1966/67 llegué al Seminario Menor de Santa Mª de Los Ángeles en Hornachuelos.
El Seminario visto desde el río, donde se aprecian las oquedades calcáreas en la piedra, alguna de las cuales se usaron como cuevas naturales.
Vista que presenta el Seminario a los senderistas desde la ruta desde Hornachuelos a orillas del río.
Vista aérea en donde se aprecia la planta del edificio, el río y camino frente al Seminario.
Entrada principal del Seminario con alumnos de los cursos primeros, sería allá por el año 1964. "Fotos tomadas de otros compañeros".
Vista del patio de recreo con la capilla al fondo, y entrada al comedor. A la derecha quedan las clases y los accesos a los dormitorios, arriba se ven las ventanas de los dormitorios de los pequeños.
Vista de la entrada lateral de servicios y acceso de los suministros de la cocina, cuando la gran Cruz de hierro de la fachada aun no estaba colocada.
Sala de juegos de mesa de ping-pong y futbolín un día de visita de los padres, seguramente en el curso 1964/65.
En el campo de fútbol, fotografía de un equipo de 2º curso con D. Pedro Antonio junto a otros compañeros de un curso inferior, debería ser el curso 1965/66 aproximadamente.
Este espacio era el lugar habitual utilizado para las salidas de los fines de semana, donde además de jugar al fútbol cada cual podía estar a su aire y deambular al aire libre con otros compañeros.
Fotografía de chicos de primer curso posando en un dormitorio corrido que podría ser S. Tarsicio o Sta. María, sin separaciones entre las camas, con armarios empotrados, posiblemente en el curso 1964/65.
Campanario adosado a la Capilla mediante el cual se nos avisaba de las horas de las clases y de recreo o comedor, por los toques que se daban en una campana por uno de los mayores, que hacía la función del regulador de la distribución horaria.
Esta era una de las partes más antiguas del edificio, a cuyo alrededor fueron creciendo el resto de dependencias.
- Nota: Parte de estas fotos han sido tomadas de trabajos de otros compañeros ya expuestos.
Vista de las laderas y del río en dirección hacia el pueblo de Hornachuelos en la actualidad, dando idea del estado de deterioro en que se encuentra el Seminario.
El patio era el eje de las actividades, un día de competición de balón cesto, con otros compañeros de diferentes cursos como espectadores, debería ser el curso 1967/68.
Mi llegada al Seminario de Hornachuelos se produce en el curso 1966/67, yo pasaba de la media de edad de los chicos de primero. Esta es la foto cosida al libro escolar de aquel año para realizar los exámenes de Ingreso, primero y de segundo curso en el Instituto S. Fulgencio de Écija. En el curso 1967/68 hice tercero.
El Camino de acceso desde Hornachuelos pasaba antes por el descampado que nos servía de lugar de juego los fines de semana, en donde estaba situado el campo de fútbol, un poco disparejo dado lo irregular del terreno.
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Vestidos con uniformes militares porque representábamos una obra de teatro bajo la batuta de D. Francisco, posiblemente en 3º, curso 1967/68. |
Fotografía con varios compañeros y D. Francisco Javier Varo en el replan de la casa del Salto del Fraile, una casa aparte situada a nivel inferior del Seminario, que recibe ese nombre porque desde ella se supone que se lanzó al vacío un fraile en época del convento, acusado de amores con la esposa del alcalde de Hornachuelos.
De pie está Joaquín Baena, José M.Villarreal, Ropero Cáceres, Antonio Barbero, Martín Santiago, y agachados Mendoza Lama, Povedano Linares, era en el curso 1967/68.
Nota: Puede que falle la memoria, y que algún nombre no se corresponda, pues han pasado casi cincuenta años, pido disculpas por ello.
Foto tomada en el momento de recibir un diploma como recuerdo de la celebración de aquellas jornadas de representación teatral de manos de D. Gaspar, y ante la mirada de D. Francisco Javier, que era quien nos dirigía la interpretación.
Foto tomada en el campo de fútbol un fin de semana formando con otros compañeros de 4º curso, junto con el Sr. rector D. Gaspar Bustos.
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De pié: Luís Enrique, Gómez Jiménez, Torrico Castro, D. Lorenzo,
González y el Sr. rector D. Gaspar Bustos.
(Faltan Joaquín Baena y A. J. Hidalgo, si la memoria no falla).
Agachados: Fco. Contreras, Martín Santiago, Barbero Hidalgo
y Muñoz Medrán.
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A este campo íbamos los fines de semana donde se celebraban partidos de fútbol también servían de un lugar de expansión, pues los muros del Seminario no permitían disfrutar demasiado del aire libre.
Era una zona de la meseta que se encontraba detrás del Seminario, donde no era raro ver correr algún gamo por entre nosotros asustado por tanto jaleo.
Siempre teníamos profesores que nos acompañaban.
También salíamos de excursión a los pueblos de los alrededores.
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Vista del castillo de Almodóvar a donde íbamos de excursión una vez cada curso. |
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Vista de la presa del río Bembézar, también visitada en las salidas que regularmente se hacían por la zona. |
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Foto del barco que construí en la cueva de
la penitente en el curso 1967/68 con los
restos de las cajas de frutas y
alimentos que sobraban en la cocina.
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Entrada de acceso a la cueva de la penitente en la ladera que se encuentra bajo los cimientos del Seminario dando vistas a la ladera que baja hasta el r |
Con trozos de vidrio para raspar la madera, una hoja de sierra partida y usando los mismos clavos y grapas que arrancaba de las cajas fui dando forma a la quilla, el casco, las cuadernas, la cubierta, los palos, las vergas y la pala del timón.
Las monjas del Patrocinio de María que gobernaban la cocina y la limpieza me facilitaron los hilos y la tela para construir las velas y los cordajes que sujetaban el aparejo, así como un carrete de madera con el construí la rueda del timón, que era accionado desde la toldilla en la popa.
El ancla la hice fundiendo un poco de plomo sobre unos surcos labrados en un ladrillo macizo, y el carenado lo apliqué con la cera de las velas sobrantes de la capilla.
Nadie nunca me tocó el trabajo, pero seguro que fue seguido de cerca por la labor de vigilancia de los profes, el único compañero que me ayudó a veces fue Adame Sánchez.
El día que hice la botadura en la piscina sufrió filtraciones por la frialdad del agua, así que lo tuve que recalafetear, y como se inclinaba por exceso de flotabilidad, lo compensé rellenando la bodega del casco con un poco de grava metida por la escotilla practicada en la cubierta.
No lo pude llevar a casa por lo grande que era y lo frágil que resultaba.
Se lo quedó un compañero llamado Pablo Bosch, el cual me envió esta foto desde su casa que le agradecí enormemente, pues de lo contrario no me habría quedado constancia de aquel hecho.
Para mí fue una cosa espontánea que aun no me explico como se me ocurrió, y como lo pude construir sin planos, un barco allí en la cueva y sin las herramientas adecuadas.
En el Seminario, yo sustituí a Julián el compañero que hacía de sanitario, y que terminado el curso se marchó a casa, recuerdo el día que llevamos a Jaime con la rodilla abierta al médico del pueblo, el cual me pidió que le ayudara con el hilo y las agujas.
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Fotografía tomada el último año de estancia en el Seminario
Menor de Hornachuelos, situada en la parte trasera del
edificio detrás de la entrada de la cocina, una zona intermedia
entre ésta y la piscina, es un pequeño patio con una fuente y
flores para uso de las monjas mayormente, para descansar
o para poder estar leyendo.
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En el curso 1969/70 me incorporé al Seminario Mayor de S. Pelagio en Córdoba, pues hacía 5º curso, quedando en el recuerdo aquel Seminario Menor de Santa María de los Ángeles de Hornachuelos.
El cual fue cerrado al año siguiente, y posteriormente abandonado del todo, pasando todos los seminaristas a residir en Córdoba.
Presentando en la actualidad un aspecto lamentable después de toda su historia como centro de espiritualidad y formación de alumnos seminaristas.
Acogiendo a lo largo de sus siglos de existencia a cantidad de personas que buscaron entre aquellos montes una sintonía espiritual desde el Credo, la Fe, y la mejora personal de sus existencias individuales.
Hoy el Seminario sigue cerrado y deteriorándose, siendo objeto de expolio y también de algunas actuaciones extrañas de gentes curiosas de tipo naturalista o exotérico, que buscan lo desconocido entre sus muros.
Cuando solo fue el medio que sirvió para que cada persona que pasó por sus dependencias, trabajara en su interior desde el esfuerzo diario, en el otro edificio personal que representamos cada cual como personas.
...Pues no es bajo las piedras de los edificios donde está la casa del Padre, dicen los Evangelios, sino que es en el interior de cada persona que busca el camino de perfección donde se esconde el tesoro inapreciable de la Fe, la benevolencia, y la compasión del Dios Padre Celestial....
Como se nos dijo a todos los que allí estuvimos muchas veces, por nuestros superiores.
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Aspecto que presenta en la actualidad
el Seminario vista su mole descomunal
desde el camino de acceso según se
viene de la fuente de los tres caños.
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Una vez cerrado, continuó adelante la formación de los alumnos en San Pelagio, los cursos se siguieron impartiendo a las nuevas hornadas de chicos que fueron llenando las aulas en Córdoba.
Pero ya no estaban en aquellos campos, ni en aquellos montes, ni respiraban aquel aire radiante y limpio, ni sentían aquel silencio soleado.
Ya no se veía el agua calma del río Bembézar desde las ventanas de los dormitorios sintiéndonos como pájaros libres volando sobre aquellas laderas.
Muchos nos fuimos de allí sin saber que era un adiós definitivo y para siempre.
La vida de los seminaristas no obstante, continuó en S. Pelagio en Córdoba.
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Vista de su fachada y entrada principal |
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Acto litúrgico con los pequeños de primer curso en la capilla
de S. Pelagio, posiblemente en el curso 1970/71.
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En el curso 1971/72 soy llamado a filas por el ejército, aunque pude completar el COU ya haciendo el campamento, y al término del servicio militar en Sevilla dejé el Seminario y me marché a Barcelona donde resido.
Cierro así este capítulo de mis recuerdos de aquel centro fantástico de formación en el que pasaron a lo largo de todos los años, cerca de 2.500 jóvenes de pueblos de toda la provincia de Córdoba.
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Fotografía en el campo del S. Eulogio mezclados con
compañeros de otros cursos superiores, recuerdo solo
algunos nombres como: Jaime, Amaya, Dublino,
J. Mª Rivera, Baena, Barbero, J. Hidalgo
y yo mismo
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Siendo aun recordado aquel centro con respeto y con cariño por muchos alumnos, el Seminario Menor de Sta. María de los Ángeles, así como todos aquellos curas integrantes del profesorado que nos formaron, algo inolvidable para muchos de nosotros ya mayores, que ahora queremos reconocer la importancia que tuvo para nuestras vidas aquel centro en el desarrollo posterior de nuestra existencia.
Una impronta invisible que aun perdura en nuestra forma de ser y se traspasa en silencio de padres a hijos por el sutil hilo de la vida que trasciende nuestro tiempo.
Quiero manifestar el agradecimiento que muchos sentimos hacia todas aquellas personas involucradas en nuestra formación.
El Sr. Rector D. Gaspar, D. Antonio, D. Lorenzo, D. Moisés, D. Francisco, D. José, D. José María, D. Andrés, D. Manuel, D. Emilio, D. Juan, D. Pedro Antonio, D. Carlos y más profesores incluido D. Manuel Cruz el profesor del pueblo, y también las Hermanas, las Monjas del Patrocinio de María, el personal de la limpieza de las dependencias y los empleados del mantenimiento, que eran cordiales y correctos, y que nos traían cada semana el recuerdo de nuestras casas dentro de aquellas talegas con olor a nuestros pueblos.
Desde la nostalgia y el agradecimiento dedico este recuerdo a ellos, hoy después de cincuenta años, con todo el respeto hacia aquellas personas y hacia aquel centro, el Seminario Menor de Sta. María de los Ángeles.
Abril de 2016