A DON MANUEL CUENCA LÓPEZ
Con motivo de su asistencia al XXIII encuentro celebrado en Baena (Córdoba)
D. Manuel Cuenca López |
Baena, 9 de abril de 2.016
Erase
una vez, allá por el año 64, un hombre enjuto, fibroso, de tez muy blanca, pelo
rubio/rojizo rizado, manos grandes de sarmiento, siempre con gafas oscuras, mucho carácter,
sotana y corazón muy grande. En esta descripción solo cabe una persona, nuestro
entrañable D. Manuel Cuenca, a quién hoy quiero prestar mi reconocimiento y
gratitud por los años que nos dedicó en nuestra niñez en el Seminario de los Ángeles.
Aquellos años fueron y son de grato recuerdo (los
malos momentos se olvidan) y que hoy, como en años anteriores, en nuestro
encuentro anual, hemos querido revivir. D. Manuel (Manolo), en este encuentro
seguimos siendo aquellos niños y aunque sesentones, seguimos llevando la
impronta de aquellos que como tú, dedicaron su tiempo a inculcarnos valores,
conocimiento, amistad y disciplina. Ninguno de los que hemos estado aquí
reniega de su paso por Los Ángeles o San Pelagio, sino todo lo contrario,
porque independientemente del curriculum
de cada uno, todos recordamos y reconocemos que nuestra vida está impregnada de
aquel espíritu de los Ángeles y San Pelagio y la prueba ha estado aquí, en este
XXIII encuentro y en los anteriores y en la alegría de estas concentraciones.
No
quiero, dejar pasar esta ocasión, para agradecerte no solo nuestra convivencia
en los Ángeles, sino toda tu trayectoria, que conozco bien, de servicio a los demás. Eres un cura en el
más amplio sentido de la acepción de la palabra. Por experiencia propia, de primera mano, sé
que tu labor sacerdotal ha sido y es muy humana y con una dedicación social
inmensa, y que a pesar de los pesares y de algunos malos momentos acaecidos, alguno
de los cuales he compartido contigo, siempre has mantenido. D. Manuel, gracias
por todo, y quiero terminar este breve escrito con tus propias palabras (dichas
cuando andabas con lo del Hospital de Luque), que no olvidaré mientras viva:
“Actúa, haz el bien y no importa lo que digan o piensen los demás, ni para bien, ni para mal, lo importante es
lo que piense EL DE ARRIBA el día que toque”.
GRACIAS,
D. Manuel, te queremos.
Antonio Gómez Ramírez
Amigo Antonio, entrañables y emotivas las palabras que describen la persona de nuestro querido D. Manuel Cuenca, recordado con cariño por quienes fuimos sus alumnos hace cincuenta años.
ResponderEliminarSacerdote al servicio de una vocación de entrega y de ejemplo a los demás, en la interpretación de esta vida terrenal que nos ha sido dada como criaturas, para ejercer por encima de las medianas y superficiales necesidades.
Clarividente D. Manuel en sus palabras, propias de una persona que ha reflexionado por encima del mundanal ruido, y se ha situado fuera del alcance de la mediocre circunstancia de la apariencia.
Por eso estamos tan orgullosos de aquel centro de formación quienes pasamos por el Seminario, porque tuvimos la suerte de contar con un claustro de profesores fenomenales como D. Manuel Cuenca.
Que nos enseñaron los verdaderos valores espirituales y morales de la vida a la luz de una creencia espiritual, que después nos sirvieron de guía en nuestro quehacer diario.
Meritorias las palabras de reconocimiento sobre su persona, que es un hombre ejemplar y valiente para ejercer derecho y firme según el concepto asumido del Credo, y convencido del significado de su Fe.
Alguien que conscientemente con su ejemplo fue repartiendo entre quienes le rodearon su mensaje.
Un aplauso caluroso para D. Manuel Cuenca, y mis felicitaciones para ti Antonio por el detalle de traernos estas palabras de reconocimiento.
Un abrazo.
Juan Martín.