En recuerdo de quienes nos
precedieron en el camino de regreso.
Muchos de los seminaristas de
aquellos años de estudio, recordamos las efemérides en que se celebraban las
preces por nuestros compañeros fallecidos.
Una lista que luego con el tiempo
se fue ampliando.
Recuerdo la tristeza que
sentíamos en aquellos momentos al reflexionar sobre el hecho real de la muerte
de un compañero cercano, y de reconocernos a nosotros mismos como alguien que
está de paso en este mundo terrenal, al que llegamos queridos entre el alborozo
de la familia.
Y del que nos marcharemos sin
saber cuando, unos pronto y otros después de vivir años de lucha, de superación
y de trabajo, con aciertos o con errores.
Aquellas reflexiones de nuestros
superiores, luego repetidas cuando hemos asistido en la vida particular a las
misas por entierros de familiares, de amistades y de compañeros o compañeras de
trabajo. Desde la humildad de ver la fragilidad de nuestro ser igualado con la
del resto de criaturas existentes.
Es entonces cuando nos
preguntamos por las verdaderas causas y razones de nuestra existencia como
personas inteligentes, que razonamos todos los posicionamientos.
Pensamos y razonamos:
Ante la mirada interrogante de
nuestro intelecto:...¿Como?...¿Por qué?...¿Para qué?....
Desde la conciencia de quien
deduce aunando cabos como un observador al margen, que intenta meterse dentro
de la acción del vivir y de la historia.
Existe el hecho real y seguro de
finalizar el recorrido en algún momento.
Desde el comienzo de los tiempos
ya nuestros antepasados prehistóricos quisieron dejar constancia de que
existieron, pintando en las paredes de las cuevas retales de sus vidas. A su
manera y bajo las estrellas del firmamento, seguro que de sus mentes primitivas
junto al fuego de sus cavernas, ya brotaron los primeros sentimientos de
respeto hacia el otro lado de la existencia, pues esta experiencia no puede ser
una broma inútil.
Comprendiendo que después de
ejercer aquí como seres vivos y reales, debería de haber una continuidad de la
responsabilidad, o alguna Deidad
invisible que nos recoja y nos devuelva a nuestro origen.
Nosotros descendientes de los
ancestros, personas civilizadas,
recordamos también en la despedida los hechos compartidos, como un hasta
luego.
La comprensión y la conciencia de
nuestro existir transitorio y finito, desde el respeto por el otro lado
desconocido a los ojos, pero no al intelecto.
Personas individuales, hombres y
mujeres, que nos encontramos transformados en vida real como el resto de los
seres de este mundo, para que podamos ejercer desde aquí la libertad personal e
intransferible de nuestro libre albedrío en cada hecho, ya sea grande o sea
pequeño.
Es lo que parece, observando el
río de la vida, de las civilizaciones, de las especies y de la historia.
Los seres humanos llegados a la
inteligencia desde la pura materia amasada de células, desde el átomo, el
fuego, el agua, el sol y la tierra.
Ante los ojos complacidos de la
Inmensa Benevolencia que nos contiene, y que seguro se encarga de cuidar este proyecto infinito
en este mundo llamado por nosotros Tierra, junto a un Sol de la Vía Láctea.
Toda la naturaleza es puro
diseño, desde el mundo microscópico hasta el macrocosmos que observamos en las
noches estrelladas como hacían nuestros ancestros.
Así de ordenado es el cosmos en
todos sus aspectos, por voluntad seguramente de una Deidad o de un Creador
Universal, que pensó al ser humano finito en el espacio y en el tiempo por
alguna razón, a buen seguro justificada.
A las criaturas que tenemos el
premio de vivir conscientes, nos toca ejercer nuestro papel desde la
responsabilidad de ser actores y no meros comparsas, de corresponder como ya
hicieron nuestras generaciones anteriores.
Responsables, desde nuestra
capacidad de ejercer con nuestra conciencia libre.
A la sombra de ese hecho
fantástico y maravilloso de sentirnos que existimos como seres reales e
individuales, hombres o mujeres.
Personas con voluntad propia,
reconociéndonos humildemente dentro del engranaje de la inmensa obra de la
Creación, para nuestro limitado entender.
Observando y aprendiendo mientras
vivimos en una Naturaleza múltiple y colorida, que es como una enciclopedia en
la que leemos todos los secretos del mensaje de la Existencia, de la Redención
y de la Compasión, nacidos desde la simple materia.
Desde el átomo llegamos a la
Compasión, por voluntad propia.
Razonando y conscientes de
nuestro destino, que ha de corresponder al mismo principio y fundamento de todo
cuanto vemos, dentro de un orden universal mayestático.
"Creced y Multiplicaos".
Nos dice la Biblia que fue el primer mandato.
Algo como un descanso en nuestra
tabla de responsabilidades para nosotros criaturas limitadas, a quienes
todo lo demás nos llegará por añadidura en su momento.
Desde el respeto que sentimos en el
presente, por la memoria eterna de quienes ya nos precedieron y se fueron antes
que nosotros al otro lado de la vida, hoy quisiera manifestar públicamente un
sentido recuerdo de reconocimiento por todos los compañeros y profesores ya
ausentes, por los momentos compartidos y
recordados.
Por el solo hecho de haber
recorrido juntos un tramo de todo el camino andado a contraluz de nuestra
conciencia como personas, hasta que empiece otra primavera, y vuelve a brotar
la vida repetida en miles de formas y facetas como otros yo, otros nosotros,
otros ellos y ellas, en otras oportunidades de elegir y de buscar la bondad
generosa por puro convencimiento.
Desde la lectura de la propia
Obra inconmensurable de la Naturaleza como una partitura escrita por el mismo
Dios, omnipotente y misericordioso.
Recreando desde la compasión y la
comprensión la obra maestra de este lienzo infinito y eterno en el que estamos.
En memoria de todas las personas
amadas y queridas que nos precedieron en el camino de la vida y del regreso,
quiero manifestar un sentido recuerdo por todos ellos, los familiares ausentes,
los profesores, los amigos, los compañeros y las compañeras, que nos
precedieron en el camino de vuelta.
Desde la humildad de sentirnos
unos caminantes más que aun están en ruta.
Juan Martín.
Buena reflexión Juan. Le dare vueltas. Un abrazo
ResponderEliminarAmigo Andrés gracias por tu comentario.
EliminarFue repasando los nombres de las efemérides enviadas por Rafael, que me di cuenta de que había bastantes nombres de compañeros de los Ángeles con la indicación de su fallecimiento. Ha sido por eso, que en su recuerdo me he decidido a escribir este comentario.
Un abrazo.
Estimado amigo Juan:
ResponderEliminarMis felicitaciones por tus reflexiones. Me parece un maravilloso escrito, muy personal y de manifestación pública de tu Fé.
Me gustaría tener las cosas tan claras y diáfanas como tú las tienes. Hasta ahora no lo he conseguido aún. Me sigo preguntando cómo, porqué y para qué. O sea que más o menos estoy como nuestros ancestros en las cuevas. Tampoco estoy preocupado porque si ellos ya empezaron a dominar el fuego hace un millón de años...en todo este tiempo muy poco hemos avanzado,aunque nos parezca lo contrario.
Por supuesto comparto tu recuerdo de aquellos compañeros que se fueron demasiado pronto. También para nuestros familiares y amigos que nos precedieron y nos dieron el relevo.
Recibe un cordial abrazo.
Manolo Jurado.
Amigo Manolo, te agradezco tu comentario.
ResponderEliminarLas enseñanzas religiosas recibidas desde siempre por los formadores, las vi como algo normal, era la costumbre. Fue después cuando accedí a otros conceptos filosóficos sobre el ser humano y el mundo que nos acoge, cuando entreví en todo lo aprendido una segunda lectura.
Mucho más amplia que el solo cumplir con los preceptos rituales de las fiestas de guardar, como una sintonía con todo lo que nos rodea y que nos hemos encontrado hecho las personas.
Visto como una responsabilidad que nos toca a las personas por el mero hecho de serlo y razonarlo.
Con todo el afecto, recibe un cordial abrazo.
Juan Martín.
Esas preguntas, como muy bien dice Manuel Jurado, nos acompañan toda la vida, son el argumento principal de la novela, hay quien tiene muy claras las respuestas, otros nos debatimos buscándolas, pero es bueno, eso significa que seguimos andando y respirando, indagando en el sentido ultimo, o primero, de eso que llamamos ser.
ResponderEliminarGracias por tu escrito, me hace saber que no estamos solos en la búsqueda.
Un abrazo desde San Sebastian.
Amigo Francisco te agradezco sinceramente tu comentario.
EliminarEs cierto que mientras somos jóvenes nos vemos insuperables y con el mundo a nuestros pies, después con el paso de los años vamos sacando conclusiones y nos quedamos situados en lo que somos.
Una parte ínfima del río de la vida, que busca entender a la vista del entorno que nos envuelve el objetivo final.
Desde nuestra fragilidad como personas limitadas en el tiempo.
Un fuerte abrazo.
Juan Martín.