miércoles, 19 de octubre de 2016

LA VOZ DE DIOS

Sin ánimo de filosofar

Se nota que cuando nuestro amigo Juan Martín, titula como de “discusiones filosóficas” los consejos que les daban en Santa María de los Ángeles, eran fruto de los nuevos años en los que se movían.

Sin embargo, cuando allá por el año 63, del siglo pasado (así suena como más importante, ¿no os parece?) apacentábamos ganado (léase como bichos de toda clase y especie) recolectábamos espárragos; degustábamos (lo normal era tirarlos al río) ese “chorizo cinco estrellas”; construíamos auténticas presas y un sin fin de otros placeres que sería largo de contar… vamos a ver… no divaguemos… trataba de decir: que en ese año, los consejos que nos daban no tenían visos de “discusiones filosóficas”: no tenían el carácter de discusiones y menos aún de filosóficas.

Al pan pan… Eran simple y llanamente “la voz de Dios” Si nos decían algo, primero se cumplía y luego se preguntaba. Eran como la campana “otra voz de Dios” (por no ponerle el nombre que estoy pensando ahora mismo) Otro día hablaré de la campana, que si no se me va el santo por otros derroteros.

Bueno, pues esa “voz de Dios” en boca de Gaspar Bustos nos “aconsejó” (sin ánimo de filosofar) lo siguiente, días antes de las vacaciones de verano:

“Si cuando estéis en vuestras casas, llega vuestra hermana o hermano con alguna niña, os subís a la planta de arriba, hasta que se marchen. Dejad que ellos jueguen solos”.

Un día después, en privado, me recomendó que no me “juntara” con mis amigos Antonio Martínez Rangel y Rafael Raya de la Mora (los tres margaritos) Motivos: habían sido expulsados, así sin más.

Menos mal que a falta de un buen “filosofar” tuve un buen párroco, Teodoro Sánchez Salto y unos magníficos padres que supieron darle a esa “voz de Dios” un tono más “paternal” y por qué no decirlo, “mira… que le den” (bueno… no fue así, pero para el caso es lo mismo)

Vi el cielo abierto y un saco de cincuenta kilos de peso quitado de encima.

Afortunadamente yo seguí estando en mi casa cuando llegaban mi hermana o hermano con sus “amigas” y seguía siendo el “pincha discos” en esos guateques que hacían algún sábado que otro, en el patio de mi casa. Pero sobre todo y lo que más me alivió fue el superar que: 

¿A dónde coño me subía yo, cuando vinieran a mi casa las niñas, si sólo tenía una planta? Me quedé como cuando estás, por fin, echando esa meada que te está rompiendo la vejiga.

¡Y no digamos, el no perder esa amistad que mantenía y mantendré con Antoñín y Rafa!

Sed buenos, un abrazo


Andrés Osado.
Córdoba, 19 de octubre de 2016

18 comentarios:

  1. Jajaja, eres genial margarito. Menos mal que no hiciste ni puto caso.
    Un fuerte abrazo.
    P.D. las ilustraciones....magníficas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Genial eres tú, Pacomo, y toda la cuadrilla. Yo... os sigo. Es de las cosas que nunca me arrpentí. Gracias y un abrazo.

      Eliminar
  2. Aparte de ser un estupendo cronista, eres un verdadero amigo querido Andrés

    ResponderEliminar
  3. Gracias Andrés jauna. Crecimos sanos de cuerpo y mente no gracias a ciertos consejos sino a pesar de ellos. Un abrazo y sigue siendo así, nuestro espíritu lo agradece.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Verdaderamente, o mejor dicho, afortunadamente, crecimos, aunque algunas cosillas se quedaron lastradas a nuestra vida, como si de un tributo se tratara. Un abrazo

      Eliminar
  4. Amigo Andrés magnífico el comentario, me descubro ante el ingenio, la gracia y la agilidad con que engarzas las experiencias que nos cuentas.
    Eres un maestro de la pluma.
    Ciertamente por lo que relatas, en pocos años cambió mucho la mentalidad docente que regía el Seminario. En mi descargo he de decir que llegué mayorcito con dieciséis años, yo me veía raro entre mis compañeros en primero, luego cuando avancé un curso, fui compañero de J. Baena y de A. Barbero la cosa me fue algo mejor.
    Los consejos los veía como recomendaciones, en el pueblo nunca dejé de ser y comportarme como uno más del grupo de muchachos con los que salía regularmente.
    Un Abrazo.
    Juan Martín.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Siempre se ha dicho que, "la edad es la edad". Tú podrías haber sido el "papa" de muchos pipiolos con los que entraste. De nueve años a dieciseis iba, en aquellos tiempos, un abismo. Un abrazo.

      Eliminar
  5. Andrés eres bueno de verdad. Magnifica sátira filosófica. Lo mejor, haber mantenido contra capa y espada (léase D. Gaspar) la amistad con Antonio y Rafa por los siglos de los siglos. Amén. Un abrazo, Antonio Gómez

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Menos mal que fue así, amigo Antonio. Gracias y un abrazo.

      Eliminar
  6. Amigo Andrés, eres breve y certero en tu relato, por ello te felicito.
    Sin ánimo de echar más leña al fuego, quiero poner algún ejemplo de aquellos tres primeros años, que en varios comentarios he calificado como bastante "duros" en general, es verdad que quizás se dieron todas las circunstancias posibles para que así fueran.
    De tu curso 63-64, a final de primero, 21 alumnos "abandonaron" el Seminario. A final de segundo, 18 alumnos más pasaron por la misma situación, entre ellos nuestros amigos los margaritos.
    De mi curso 64-65, de los 132 seminaristas que iniciabamos primero, 106 pasamos a segundo, 3 alumnos repitieron curso y nada menos que 23 compañeros "abandonaron" el Centro. Es decir que en solo dos cursos "limpiaron" a 62 alumnos, de los 266 nuevos, que en total nos llegamos juntar hasta aquel año.
    Habría algún caso de repetidor recalcitrante, de enfermedad o con algún problema familiar, pero la mayoría fueron "fulminados" por no haber sabido poner en practica la "Voz de Dios".
    Recibe un cordial abrazo.
    Manuel Jurado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Creo que luego se arrepintieron de haber tenido esa manga tan ancha para bajar a los niños del tren. Un abrazo

      Eliminar
  7. Ahora sólo voy a decir que he de dar las gracias, de una manera especial a Rafael Vilas, por el empeño que pone en que nuestros sentimientos se plasmen en este blog. Con sólo mandarle unas palabras escritas, él les da la forma para que adquieran un tinte más entrañable y perfecto. GRACIAS AMIGO RAFA por la profesionalidad que pones en todo esto. Un abrazo

    ResponderEliminar
  8. Leyendo tu generosa referencia, he recordado una frase que dice la vecina del genial Beethoven en la hermosa película, que te recomiendo, Copying Beethoven de Agnieszka Holland:
    - ¿Como puede usted vivir usted tan cerca de alguien como Beethoven? a lo que ella responde - Tengo la inmensa suerte de ser la primera persona que oye su música.
    Esa es mi ventaja, querido Andrés: Ser el primero en saborear vuestras crónicas y criaturas literarias. Darle forma e ilustrarlas, sale espontáneamente y me hace inmensamente feliz el que me lo permitáis.
    Muchas agracias por ello, amigo mío.

    ResponderEliminar
  9. Claramente, si aqui hay alguien genial, como dice Pacomo, eres tú. No solo por ser el Director de Producción y Montaje, sino porque además le pones referencias. Gracias por todo, otra vez. Un abrazo

    ResponderEliminar
  10. Desenfadado relato al que no le falta su miajita de mala leche. No es por incordiar, pero en el Seminario mayor nos aconsejaban lo contrario: mantener amistad con chicas de nuestro entorno. De esa manera nuestra vocación para el sacerdocio, si la había, sería más auténtica.
    Añado una tonta anécdota en Montoro. Una chica de nuestra pandilla se encontró conmigo por la calle y nos acompañamos mutuamente por la Corredera, calle preincipal del pueblo. Al llegar a mi casa mi tía afeó mi conducta inadecuada para un seminarista. El chivatazo había sido instantaneo. En mi favor debo decir que no le hice ni puto caso, pero indudablemente eran tiempos con un toque franquista, rancio.

    ResponderEliminar