lunes, 31 de octubre de 2016

ANÉCDOTAS MÍNIMAS por Pedro Calle

ANÉCDOTAS MÍNIMAS DE UN SEMINARISTA MÁS TOCADO DEL ALA QUE DE LA GRACIA DE DIOS

Mi abuela Vitoria
Mi madre estaba embarazada de su quinto hijo y pronta a dar a luz, pues ya había salido de cuentas. Mi abuela Vitoria se ocupaba de todo lo que podía en la casa, siempre con el mejor ánimo. Era una persona mucho más alegre que mi abuela paterna Antonina. 

Cuando le hacíamos alguna trastada nos perseguía con la escoba o con la zapatilla, aunque sin conseguir nunca ejecutar el castigo que nuestras travesuras merecían. Siempre le decía a nuestra madre que no nos pegara en la cabeza, no fuera ser que nos dejara lelos. Fue una persona amable, cariñosa y tolerante, que en sus últimos años de vida sufrió demencia senil. Yo me di cuenta de su estado cuando mi madre nos pidió que controlásemos que no se quemara en la estufa de serrín, a la que se arrimaba peligrosamente durante aquel último invierno que pasé con mi familia en Segovia. 

Murió durante mi primer año en el Seminario. Mis padres me mandaron una carta con una cinta diagonal negra en una esquina del sobre. Me entregaron la carta estando en el comedor. Al leer la noticia de su muerte durante la comida, no pude contener las lágrimas. 

No he vuelto, desde entonces, a llorar la muerte de nadie. Cuantos más muertos y entierros presencio, más impertérrito me quedo. Cuando llegue el mío puede que pase hasta de ir. (Me refiero a mi presencia fantasmal, aunque supongo, que por consideración a mis familiares y amigos, me pasaré a darles mis condolencias y despedirme de todos con el cariño que se merecen).

Villaharta, años 60
En la fila de sacerdotes, el primero mi tío Constantino y el tercero D. Moisés Delgado

Conato de incendio
En cierta ocasión, calculo que estando en 4º curso, estuve a punto de incendiar el monte de Hornachuelos. Deambulaba un mediodía a solas y, sin duda algo aburrido, por un promontorio de tierra próximo al murete inferior del Seminario. Se me ocurrió sin más jugar con fuego. Incendié la hierba seca por puro entretenimiento. Pero enseguida vi crecer las llamas vertiginosamente formando un círculo de cenizas. A cada segundo aquel fuego voraz se expandía más y más, anulando mi reacción y posible control sobre el mismo. Casi me da un ataque de pánico. Finalmente, me lancé a pisar las llamas con el frenesí de un rinoceronte en la sabana africana y con el corazón a 140. Al principió creí que no lo conseguiría, pues el fuego rebrotaba en varios lugares que daba por apagados. Afortunadamente, conseguí reducir los frentes del cerco de fuego antes de que se me escapara por la ladera que descendía al río. 

Aún me pregunto por qué demonios tenía yo una caja de cerillas en el Seminario menor. Creo que no llegué a comentar a nadie esta supina estupidez.

Sueños eróticos
Estaba claro que el sexo era pecado. Y no sólo practicarlo, ya que también se pecaba de pensamiento. Mal rollo para mí, pues me gustaba dormirme soñando contactos íntimos con mujeres complacientes y complacidas. Una especie de película porno que me inventaba casi todas las noches para olvidarme de todo y caer, como un bendito, en brazos del amigo Morfeo. 

(Con el tiempo esa droga afrodisíaca de la excitación nocturna ha ido perdiendo su poder. También, desgraciadamente, mi imaginación).

Lo que me disgustaba era acumular pecados mortales, que inexorablemente debería confesar. ¿Por qué? Porque quería comulgar y sentirme integrado. Tras comulgar disfrutaba de una especie de arrobamiento, “recogido” en el amor incondicional de Jesucristo. Por otra parte, suponía además, que conseguía alguna aprobación de mis superiores.

Adquirí una perspectiva nueva sobre el pecado cuando nos explicaron mejor lo de los pensamientos pecaminosos. Lo que no era pecado de obra tampoco lo podía ser de pensamiento.

A partir de entonces me entregué a mis ensoñaciones eróticas tranquilamente, sin preocuparne de confesarlas. Antes de realizar actos concupiscentes con las chicas de mis sueños, imaginaba que me casaba con ellas previamente. Con tan simplísimo recurso resolví mi dilema interior. Los actos sexuales de mis ensoñaciones quedaban bendecidos previamente por un matrimonio exprés que yo concertaba con toda formalidad. ¿A quién le importaba que me casara cada noche con una chica distinta? A mí, desde luego, no. 

Presentación poética
Aprovecho el interés que pueda concitar mi prosa cantamañanas para ofrecer un par de poesías de mi poemario, casi inédito. El amigo Rafael Vilas se ha ofrecido, amablemente, a editar una selección amplia de mis poesías en un “Cuaderno Poético”. Muchas gracias, Rafael. 

Con estas dos poesías de muestra, pretendo atraer a curiosos y aficionados a su lectura y degustación. Espero que alguno de los poemas os guste. (Son el fruto de 40 años de dedicación esporádica a la expresión poética, mezclando a menudo biografía y literatura).

Pulsa sobre el enlace para acceder al Cuaderno Poético


LA FE Y LA BATALLA

He perdido la fe en la batalla
He perdido la fe
y he perdido la batalla

No quiero perder también el tiempo
en explicar tanto fracaso
cuando ya ni sé cómo o por qué
emprendí esta absurda guerra
-cada vez más perdida- 

contra mí mismo 


TOBOGÁN

Tobogán tobogán
de los días que vienen
y los días que se van

Moja mi piel el deseo
El olvido es de cristal

Como yo sueño en silencio
apenas puedo soñar

Mis sueños 
pétalos de agua
bogando se van al mar

Tobogán tobogán
sácame ya de este sueño
y llévame a tu despertar


Pedro Calle Ballesteros
Alicante. 31 de Octubre de 2016.
pcalleballesteros@yahoo.com

6 comentarios:

  1. Amigo Pedro: a ver si vemos pronto ese poemaria, estoy seguro que nos va a gustar. Un abrazo

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    1. Gracias Andrés. Estamos en ello. Mi programa de correo electrónico se empeña en encriptarlo y estoy peleando con él para lograr hacérselo llegar a Rafael Vilas. No he contado los poemas pero te aseguro que los hay de todos los colores, desde infantiles hasta patafísicos.
      Me anima bastante tu interés. Ojalá no te defraude.

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  2. Amigo Pedro, te felicito por la sinceridad con la que nos transmites las inquietudes juveniles, y las circunstancias que te rodearon en aquellos años de Seminario.
    Describes perfectamente una época adolescente, en la que nos estábamos formando como personas desde unos esquemas un poco encorsetados.
    Que por otra parte, no pudieron nunca ocultarnos la realidad de nuestra naturaleza normal como chavales.
    Y esperamos esa segunda parte de poesías, que seguro gustarán y serán muy interesantes, a tenor de lo mostrado.
    Un abrazo.
    Juan Martín.

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    1. Muchas gracias Juan Martín. Eres muy amable y excelente escritor. A mí también me han gustado mucho tus anécdotas que siempre destilan sencillez y verdad.
      Estas últimas mías son más personales que otra cosa. Pero es que el disco duro ya está exprimido a tope y las cosillas que recuerdo, como algunos juegos y actividades en el llano del Pozo, carecen de entidad.
      La prosa apenas la había cultivado hasta mi jubilación. Como dice Goitisolo "los poemas son mi orgullo". Ahora sólo falta publicarlos. Un abrazo

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  3. Amigo Pedro: Te felicito por tu relato y por las dos poesías que lo cierran.
    Ha sido una gran oportunidad que puedas colgar en el blog, tu poemario inédito y sobre todo que hayas querido compartirlo con este grupo de locos vicarianos.
    Sé lo mucho que estas poesías significan para ti. Son como tus hijos pequeños, a los que has ido cuidando a lo largo de todos estos años.
    Hasta ahora, las poesías que he ido leyendo de tu Cuaderno Poético, me han encantado. Por todo ello te doy las gracias, también por contar con tu amistad.
    Recibe un cordial abrazo.
    Manuel Jurado.

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    1. No tengo palabras para agradecer el regalo que ha sido tu amistad para mí. En el Seminario y ahora.
      He pensado que algún día no muy lejano se podría publicar un libro con todas las anécdotas que unos y otros vamos aportando.
      Me alegro mucho que te agraden mis poesías. Pero me alegro más de haberos reencontrado, a ti y a los demás compañeros que hicieron que nuestra prisión de Hornachuelos fuera un reino de amistad, experiencias y aprendizajes.
      Mi más cordial abrazo. Pedro

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