"La historia personal no es lo que pasó sino cómo uno lo
recuerda."
"La amistad oportunista carece de cimientos, es como un
castillo de arena preciosista de las playas de Benalmádena: falsa y efímera.
Durará lo que tarden las primeras lluvias de noviembre. La amistad
desinteresada y bien forjada durante años es como nuestra Mezquita de Córdoba:
verdadera y eterna."
Fili 2016
En la actualidad, todos ellos han pasado de los sesenta –nacidos entre 1951-1954-. Algunos de ellos son amigos de a diario. Muchos se reúnen una vez al año, por primavera, para comer, recordar y reírse una jornada juntos. Con sus santas respectivas. De mi hornada, la de 1964, sólo uno salió cura.
A lo largo de los años sesenta del siglo pasado sucesivas
camadas de niños cordobeses, la mayoría de origen humilde, ingresaron en el
seminario de Hornachuelos para proveerse de un futuro mejor, quitarse del campo
y, quién sabe, para hacerse curas y así, de paso, poner contentas a sus
abuelas. Sin que ellos –ni siquiera sus padres- lo llegaran a sospechar esa decisión
tan arriesgada como audaz será determinante en sus vidas.
La de Filiberto, por ejemplo.
Filiberto ha sido el mote o sobrenombre más próspero del seminario de Hornachuelos, creo yo, el que más ha perdurado, cincuenta años después aún hay mucha gente que le sigue llamando Fili a José María.
Hubo un tiempo en los Ángeles en
que muchos de aquellos chaveas, incluso algunos curas, creyeron que ése era su
verdadero nombre de pila.
Nadie le llama ya “Cuartillas” a
Rafalín, ni “Chivo” a José Luis Roldán, ni “Añoro” al Añoro, ni Bronco Ley a Antonio Estepa, ni “Cuatro
mitras” a José Pablo, ni "Pollo" a Tomás Madueño (por ser de la Granjuela). Lo de “Cuartillas” venía a cuento porque su propietario,
Rafalín, era el encargado de la procura, el que vendía el material escolar, las
cuartillas. José Luis, además de tener una cara afilada, era de Cabra, hijo de
Cabra… chivo por tanto. Agustín seguirá siendo “El Añoro” toda su vida porque
es natural de Añora. Antonio Estepa era leal y fortachón como aquel personaje
del Oeste de la tele de entonces. Y José Pablo despachaba cualquier diferencia
con un compañero amenazándole con darle cuatro mitras, a ver si hay razones más
poderosas. Pero la reencarnación de José María en Filiberto no se sabe a
ciencia cierta de dónde proceda. Cuando se le pregunta a él le echa el marrón a
Jaime que un día, en el comedor, lo sorprendió intentando pinchar con el
tenedor migajas de pan que se le habían precipitado en el vaso del agua. Y le
dijo: “Anda, mira éste, pescando pan, como Filiberto Gamboa, un cateto de mi
pueblo”.
Y aquello prendió como la teja.
Ya sabemos cómo se las gastan los chaveas, la inocente crueldad con que
mortifican a los que creen más débiles, atisban un filón de inferioridad y lo
explotan, a lo mejor sin ningún beneficio propio, sólo por zaherir, por hurgar
y hurgar en la misma herida. Sin embargo, aquel mote funcionó en sentido
contrario al esperado. Filiberto cayó en gracia, no me preguntéis por qué,
cobró una popularidad fuera de lugar hasta el punto que él mismo se consideró
poseedor de una doble personalidad. José María, hasta entonces, era un niño más
de los ciento y pico que entraron en los Ángeles en octubre del 64. Y si me
apuráis, un niño tímido, quizás oscuro, huidizo, y cobarde. Y desde luego, un
niño desastrado, sin modales. Ni siquiera su nobleza ni sus notas pudieron
asistirle lo suficiente para aprobar el ingreso en el seminario en el curso
anterior, el del 63. Los informes que le llegaron a don Juan, el párroco del
pueblo, dejaban a las claras sus excelentes aptitudes académicas pero también
sus nefastas formas de sociabilidad. Y lo dejaron para un año más tarde, a ver
si se pulía un poco.
La conversión definitiva a
Filiberto pudo coincidir más o menos con la publicación de las primeras notas
del primer trimestre del 64. Sacó un diez en Latín, varios otros dieces y lo
demás, sobresalientes. Y de la noche a la mañana, Filiberto se convirtió en el
empollón del curso, una especie de icono de aquellos tiempos entre cientos de
niños. ¡Un diez…! ¡Y en Latín, nene! Don Eduardo Mármol, cura bueno y cariñoso,
se encargó de airearlo en los despachos de los superiores (supongo), así como
de recortar el mote, Fili en lugar de Filiberto. José María notaba la
admiración que desprendía hacia los demás niños, quién lo diría, hasta en los
de su mismo pueblo, sus paisanos, se le acercaban en el recreo a preguntarle
dudas sobre declinaciones y verbos. No llegaba –o tal vez sí- a la altura del
“Añoro”, un curso superior, cabeza la más dura, vasta y fina que pasara por los
Ángeles. No era, desde luego, la suya la fama intimidatoria de Nieto Vallín y de
Guisado Rosas, niños traviesos y montaraces, líderes naturales de su propia
pandilla, “Los Pigmeos”, que, al decir de sus aduladores, ensartaban víboras
como espetos con sus lanzas de acebuche, construían sus propias cabañas entre
los riscos y disputaban su jerarquía mostrando sus
navajas. Incluso para los curas fue un descubrimiento lo de Filiberto. José
María tenía poco futuro en el seminario, pensarían a lo primero, viendo sus
pobres formas, su melancolía y pusilanimidad. ¡Hay que ver cómo ha cambiado
este crío!, parece que estoy escuchando a don Gaspar, el Rector, en la reunión
de profesores previa a la Navidad.
En su pueblo, en la Campiña cordobesa, tampoco pasó la cosa
desapercibida. Las cartas que José María enviaba, con preciosista estilografía
de la época, denotaban un cambio en su ánimo. Su padre lo notó antes incluso de
que recibiera el notición por parte del cura de lo del diez en latines. “Nos
hemos equivocado con tu niño, Juan, sus profesores del seminario están encantados
con él”. Le faltó tiempo a ese hombre basto de campo pero de enorme corazón
para celebrarlo a su manera: se fue a la taberna de su hermano e invitó esa
noche a todo el mostrador. ¡Por mi José María! Cuentan las malas lenguas que
uno de los parroquianos, Soria, amigo íntimo de su abuelo Manolo soltó por lo
bajito: “¡Quién verá a ese pájaro en el altar mayor…! Tiene el ojo demasiado
vivo”. En los pueblos, los más viejos
profetizaban no sólo el tiempo sino hasta los destinos de las gentes.
Este relato es un capítulo de una historia novelada que me estoy escribiendo a mí mismo.
Jose Mª Rivera Cívico
25 de febrero de 2016
Curioso lo de Fili, estupendo relato un abrazo Jose Maria
ResponderEliminarFili, magnífica pluma. Un abrazo.
ResponderEliminarFili, como siempre das en la diana. Un abrazo
ResponderEliminarAntonio Gómez
Si señor, José María es un mérito recordar lo que fueron aquellos años para muchos chavales que llegamos al seminario con todo a medias, y de allí nos llevamos unas hechuras.
ResponderEliminarEn todos los aspectos, como estudiantes mejorados,y como personas más encarriladas en la vida, con una formación múltiple y variada que nos ha servido para toda la vida.
Yo al menos así lo reconozco, no solo en los logros académicos, sino en los hábitos de trabajo y de responsabilidad.
Pues muchos de aquellos niños nunca habían salido de sus pueblos ni de sus familias, traspasando los horizontes de las costumbres añejas que regían aquellos dichos costumbristas que regían el destino y hasta nos decían el tiempo que haría.
Éramos solo niños de pueblo de humilde condición en la mayoría de casos, que solo lo que nos enseñó el maestro del pueblo en aquella enciclopedia de tercer grado Álvarez.
Gracias Filiberto por este primer plato que nos sirve de antesala.
Te prometo que seguiré atento para ver todos los capítulos que quieras darnos, al igual que lo están haciendo otros compañeros.
Todos ellos demostrando la gran estima que se tiene por aquel período de nuestras vidas en común bajo la tutela de aquellos curas profesores.
D. Eduardo Mármol, al leer su nombre me apareció su cara de entonces con su despejada frente y su media sonrisa.
Chapeau compañero, espero la siguiente con impaciencia, y si además de detalles mil que seguro tienes nos reportas alguna foto, entonces será de medalla de honor.
Celebro que te encuentres recuperado.
Un abrazo fuerte.
Juan Martín Santiago.
Aunque me alegra mucho leer tus recuerdos, más aún me complazco en comprobar la mejoría en tu estado de ánimo. Ya eres más Fili que hace unos días, amigo. Sigue "pa lante" y escribe mucho. Ya espero la siguiente. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, muchas gracias, muchachos.
ResponderEliminarEl próximo día 2 de marzo me hacen un cateterismo especial, un estudio electrofisiológico para "quemarme" unas zonas de la aurícula izquierda, sitios donde se desencadenan mis arritmias.
Todo va a salir muy bien.
Un abrazo
Estaremos todos pendientes y esperanzados en tu mejoría. Un abrazo muy fuerte.
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