jueves, 3 de diciembre de 2020
Filosofía Cuántica a la sombra de un limonero enano
lunes, 19 de octubre de 2020
17 de octubre del 64
Me recordaba Salva por wassapt que el pasado día 17, anteayer, ha sido el 56 aniversario de nuestra entrada en los Ángeles. Yo sabía que fue en octubre, pero no hubiera sabido precisar tanto.
¡Qué lástima me doy viéndome ese día! Porque me veo. Me encontraba muy ilusionado, pero también muy asustado. Se iba a cumplir, por una parte, mi deseo de irme al seminario, el de pertenecer, por fin, a esa casta superior que yo me había forjado en mi mente: ¡los seminaristas! Y por otra, el miedo, la angustia de separarme de mis padres y de mi abuela. ¡Con lo asustadizo que era!
No recuerdo mucho de ese día tan especial. Cuando me alabáis por mi memoria prodigiosa olvidáis que no todo es memoria. Muchas cosas de las que escribo son emociones y sentimientos que yo me supongo haberlas vivido tal como os las cuento. El fondo es verdadero, claro, pero muchos detalles son supuestos. Es como un cuadro viejo y apolillado que hay que restaurar. La masilla y el estuco los voy pegando a mi gusto. Pues eso. De ese día lo que más se me viene a la mente es la sensación de abandono, el verme solo y perdido en un mundo tan distinto y desconocido. Y la imagen, sobrecogedora todavía, de ver el autocar de Frasquito Gloria doblar la primera curva para abandonar el seminario con mis padres dentro... Al atardecer de ese primer día. De Palenciana fuimos tres: Manuel, Manolo y yo. Los tres éramos primos segundos. O terceros. Habíamos viajado en autocar desde mi pueblo. En Benamejí, supongo, recogimos a Manolo Estepa y a Paco Martín Artacho; y en Encinas Reales, a Pepín, a Prieto Ruiz y a Ruiz Bergillos. Con nuestros padres respectivos conformamos un grupo de veintitantas criaturas para completar un microbús. Así creo que fue. O que sería.
Creo que me pegué a Manolo, o él a mí, lo mismo da. Y paseamos por el patio central largo rato, hasta la hora de la cena quizás. Manuel, el otro seminarista de mi pueblo, era de segundo curso, ya tenía amigos y se fue por ahí. Manolo era compañero mío del mismo año de monaguillo, y amigo íntimo. Nacidos en la misma fecha y muy rozados de familia, nos entendíamos muy bien. En las tardes veraniegas, después de subir del río, nos aclarábamos el sudor en el patio enlosado de su casa con una manguera por ducha. Luego, hacíamos viznagas con los jazmines de sus arriates y los vendíamos por la calle a las mocitas. A perragorda el ramillete. Pero en el seminario, desde el primer día, habíamos quedado muy distanciados en nuestros respectivos dormitorios y en las mesas del comedor. Y en las clases. Él era Hurtado, grupo A, y yo, Rivera, grupo C. Eso me disgustó. Y daría pie más adelante a que tuviera que buscarme nuevos amigos. Recuerdo a mi padre porteando a hombros mi baúl, escaleras arriba, como lo hacía con los esportones de aceitunas. Y a mi madre, ordenándome la ropa en el pequeño armario empotrado al lado de mi cama, en san Tarsicio, el dormitorio más alto. Y la impresión tan agradable de las vistas al río, a la huerta y al "salto del fraile". Y los saludos tímidos a mis vecinos de cama, Rico Pérez, José Pablo, Jaime, José Luis... Creo que habíamos almorzado en el campo, cerca de la gran Cruz, camino de la fuente de los tres caños. Los de Palenciana, y Frasquito Gloria con nosotros. Seguro que mi madre llevaría tortilla de papas; Mari Gracia, un papelón con chorizo frito y jamón; y Mariquita, porra crúa (salmorejo de mi pueblo). Mi padre, el postre: dos buenos melones verrugosos. Hasta ahí, todo muy bien. Pero a las seis y media de la tarde el sol se escondió por detrás de uno de aquellos montes, y los coches empezaron a desfilar carretera arriba...
Y a pesar de mis pesares, esa primera noche la dormí de un tirón. Y las siguientes, también. He sido siempre de buen dormir. La buena conciencia, decía mi padre.
Revisando hoy las efemérides he comprobado un dato funesto para mis intereses: resulta que entre los que entramos en octubre del 64, hay tres muchachos nacidos el 11-11-52: Rafael Rico Pérez; Manuel Hurtado Rivera y yo. Rafael ha muerto hace unos días. Manolo, mi primo, murió en 1975, a sus 22 años, el pobre. Y quedo yo. ¡Lagarto, lagarto!
Hasta pronto, amigos.
sábado, 10 de octubre de 2020
D.E.P. Rafael Rico Pérez
Rafael Rico Pérez había nacido en Priego de Córdoba el día 11 de noviembre de 1952. Ingresó en el Seminario Menor de Santa Mª de los Ángeles en el curso 1964/65. Ha fallecido en Sant Hilari Sacalm (Girona) el día 9 de octubre de 2020. Desde estas páginas nuestro recuerdo y pesar a sus familiares y amigos.
viernes, 2 de octubre de 2020
ÚLTIMA
PARADA
A medio
camino de la nada,
buscando
escurridizas certezas desesperadamente,
atorado en
un sueño de palabras que a sí mismas se inventan…
me pregunto
cómo he llegado hasta aquí,
cómo emprendí
este viaje alucinado,
dónde se
fueron tantos seres queridos, tantas cosas…
Y, sobre
todo, me pregunto qué haré,
ahora que
las mentiras no me sirven de nada,
porque nadie
me escucha
y la soledad
arde en mi sien
como una
pedrada inesperada…
Precisamente
ahora,
cuando el
trayecto está alcanzando ya su última parada.
4 de
septiembre de 2020
martes, 29 de septiembre de 2020
Hombre rico... en bondad
viernes, 25 de septiembre de 2020
Día de Ntra. Sr. de La Mercé
La Merced.
El sonido de tu perfumen,
que convertía en sonrisa,
la quietud de tu alrededor;
huele y continúa bullendo.
Por eso, tu, y sólo tu, puedes llamarte,
¡Merche!
Andrés Osado
Córdoba, 24 de septiembre de 2020
viernes, 11 de septiembre de 2020
Valorar en positivo las vivencias pasadas
La Pandemia actual, nos lleva a valorar en positivo las vivencias de otro tiempo ya pasado
Una cultura espiritual y humana.
La vida escolar en el Seminario,
era muy parecida a la de otros colegios que conocí.
Tuvimos la suerte de contar con
un equipo de jóvenes profesores, que nos enseñaban sin una mentalidad arcaica,
como según se decía pasó en otras etapas anteriores.
Aun recuerdo algunos nombres: D.
Gaspar Bustos que era nuestro Rector, D. Fco. Javier, D. Moisés, D. Pedro
Antonio, D. José Mª Lucena, D. Juan, D. Manuel Cuenca, D. Carlos, D. Lorenzo,
D. Emilio, D. Andrés, D. Manuel Hinojosa, D. Eduardo Mármol, D. José Delgado,
D. Antonio Jiménez o D. Fco. de Paula.
Pido disculpas si se me ha
olvidado algún nombre, ya son muchos años.
He de reconocer por mi parte, que
siempre me sentí bien tratado por todos los superiores con los que compartí
clases o tutorías, como es el caso de D. Moisés mi padrino en la confirmación,
o mi director espiritual D. Lorenzo.
En los Ángeles los alumnos del primer curso, eran casi todos unos críos
En el patio sobretodo, se notaba
la enorme distancia que separaba a los mayores de tercero y cuarto curso, del
resto de alumnos más pequeños. Los chicos en el recreo no paraban, jugando a la
pelota, al futbolín, o a cualquier cosa que supusiera gastar mucha energía. Los
mayores más calmados se repartían en grupos, y salvo algunos deportistas natos
incansables, el resto pasaba el recreo charlando o en actividades tranquilas.
Aquella separación se mantenía a
lo largo de los años, un escalafón que marcaba no solo la edad, sino el nivel
académico. En mi caso he de entonar el "Mea culpa", cuando pasé en el
segundo año a tercero, y me olvidé de los compañeros del primer curso.
Ni siquiera mi mayor edad con
respecto a ellos, justificaba que yo me alejara de quienes compartieron conmigo
clases y pupitre. Ahora les pido disculpas por si alguno de ellos lee estas
letras, quiero dejar constancia de lo mucho que me ayudaron a superar aquel
curso, viéndome entre ellos como a una rara Avis.
Aquellas primeras enseñanzas bajo el techo de los Ángeles dejaron
huella.
Sin darnos cuenta, aquel esquema
de vida diario de misa, meditaciones, clases, estudio y rosarios al atardecer,
nos fue dejando a los muchachos de pueblo que tuvimos la suerte de ser becados
como seminaristas, una patina casi invisible que nos marcó un esquema vital,
por el que íbamos a tamizar nuestro futuro a lo largo de la vida.
Recibíamos una formación superior
a la media de los chicos de nuestros pueblos, y el mensaje del Evangelio: Amar
al Dios Creador y al Prójimo, nos llegaba nítido.
Los principios y fundamentos de
la Iglesia, quedaban perfectamente traducidos al nivel de la mentalidad de unos
chicos de pueblo, para los que la vida nunca era fácil. Todos sabíamos bien lo
que significaba el apego a la familia, el trabajo en el campo, compartir con los
hermanos, la disciplina en la escuela, o ayudar en casa. Ese era el horizonte
que teníamos ante nosotros, antes de integrarnos en el mundo de los mayores.
Los contenidos de Fe, nos descubrieron otra visión de la vida.
Desde la Solidaridad con los
demás, los fundamentos del Credo Cristiano justificaban y daban forma a todo
nuestro trabajo de estudio y de preparación diaria, para en un futuro poder
continuar la labor difusora del Evangelio que se nos enseñaba.
Era algo que nos quedaba
implícito, como un denominador común que ya dábamos por sobreentendido. Pasaron
rápidos los primeros cursos que para mí fueron de madurez, en los que gané
autonomía personal, lucidez de pensamiento, y conocimientos.
La vida escolar en aquellos años
Aquella uniformidad educativa nos pulió la conducta, el lenguaje, la actitud personal, y las particulares formas, las rústicas maneras de los pueblos, que luego se nos fueron afinando. Aquel esquema formativo perduraría a lo largo de la vida como adultos. A la mayoría de los que pasamos por aquel centro, se nos quedó indeleble su recuerdo.
Quizás fue mucho tiempo después,
cuando la jubilación nos devolvió a la lectura y a la vida con los nietos, que la
memoria recuperó aquellos años junto al Bembézar. Ahora se le ve más sentido a
aquella enseñanza, ante esta emergencia sanitaria y la necesidad de ejercer la
responsabilidad social, que cada persona debemos demostrar.
Asusta ver la absoluta
mercantilización de la vida alrededor de la moral, la escuela, el trabajo, el
ocio, la vejez y el desarrollo de las personas en todos los niveles.
Todo está pensado para conseguir
un rendimiento lucrativo inmediato a costa de la necesidad de vivir y crecer. Una
carrera desde el mismo comienzo de nacer, devaluando el Respeto Mutuo, la Solidaridad,
el Trabajo o la Enseñanza. Banalizando el Credo, la Familia, la Sociedad de
hombres y mujeres, y el respeto por la Naturaleza.
Desde los primeros pasos, la vida
en precario obliga por necesidad a las personas a tener que sobrevivir en el
medio urbano con unos gastos enormes, perdiendo por el camino su dignidad y sus
derechos. Observar el ejemplo de la Naturaleza y aprender de la Historia son
temas que hoy no venden, la pandemia saca a flote todas nuestras carencias
morales.
Nunca como ahora tantas familias
arriesgaron la vida para irse a la aventura, en busca de un mejor futuro para
sus hijos, esperando encontrar estabilidad, respeto y trabajo.
El miedo nos hará ser más prudentes que la Fe, las Leyes, la Doctrina o
la Cultura
El virus nos hace reflexionar ante
las calles vacías y los comercios cerrados, repasando las cifras de las
víctimas, como si fuera un parte de guerra contra un enemigo invisible, que a
nivel nacional o mundial ataca y destruye esta sociedad materialista.
El mundo al revés, parece que la Inteligencia de la sostenibilidad del Planeta se defiende contra la contaminación humana que arrasa lo que toca, con la desenfrenada actividad del consumo, el dispendio y el despilfarro, mientras mucha gente no tiene futuro.
Los únicos seres poseedores de un cerebro lúcido que un día les sacó de las cavernas, son los Humanos. Inventaron la rueda, la escritura, la cultura y el comercio.
Una Civilización moderna capaz de
llegar a la Luna. Que convencidos de ser los dueños de todo lo que existe, se
obsesionaron con el poder y el lucro, arriesgando la vida en el Planeta
contaminando con basura la Tierra, el Aire y el Mar.
Una Vida terrestre que lleva cientos de millones de años evolucionando, sin que nunca en ese tiempo ningún árbol, animal, insecto, virus o bacteria destruyera el medio ambiente. Un conjunto autosostenible, que obedeciendo el mandato único de la Vida a partir de la materia, el Sol, el agua y el oxigeno, evolucionó hasta este presente que el insolente ser Humano, se está encargando de destruir.
La realidad actual nos pone bien a las claras ante la evidencia de calibrar, lo débiles y pequeños que somos como Criaturas, y como Civilización.
Una raza humana que sigue
caminando sobre la superficie de la Tierra, desde hace cientos de miles de años,
como han hecho otras especies. Un plan de Vida Universal, que supera de largo
cualquier invento terrenal.
Todos somos hijos de la
Naturaleza y herederos para bien o para mal del destino del Planeta, un
ecosistema que es autosostenible, que viaja por el Cosmos como una gran nave
espacial, y que mientras siga equilibrado nos garantizará su protección y el alimento.
La mayor sutileza de la Vida es la capacidad de razonar, la pandemia nos ha hecho ver todas las carencias y contradicciones de la Raza Humana. Se emiten doctrinas, leyes, y normas morales, para luego justificar con argumentos de mercadillo acciones, que justo van en contra de todo lo promulgado, como la dignidad, el respeto por la vida, y el más elemental sentido común.
Juan Martín
miércoles, 15 de julio de 2020
Merche, mi gran Amor
A MERCHE
Estás
donde tú creías. Te tengo, donde yo creo tenerte.
Hola
Merche, buenos días, vamos a empezar la tarea de un nuevo día.
¿Sabes
una cosa? ¡Ya no me va a gustar tanto el
número ocho, tal y como pasaba anteriormente!
Como recordarás, era porque lo tenía en la ropa del Seminario, pero partida
doble. A veces coincidía con otras cosillas sin importancia ¡Pero esta vez, ha sido distinto!
He
visto como, a las dos cuarenta y cinco de la madrugada, te dormías con esa paz
de siempre. Y te colocabas, también para siempre, unida a mi corazón. En un
indeseable día ocho. Perdona que le diga indeseable. Yo, a pesar de todo, te
prefiero viva, alegre, “polvorilla” te siento unida a mi, de otra forma. A esta nueva forma de tenerte,
he de acostumbrarme. Duele mucho. Aunque me estás ayudando, como siempre. “Mi
secretaria preferida” como tantas veces te decía al enmendar mis despistes. Se
que vamos a ser felices. Perdona si mis lágrimas, a veces, no lo demuestren.
Nuestros
hijos y nuestros nietos están siempre pendiente de mí, por eso no te preocupes.
La familia igual. Esto ayuda mucho a sobrellevar los momentos de tristeza. La
peque, Alba, otra polvorilla como tú, a su forma, no para de mencionarte. Te ha
colocado, en su infantil forma de sentirte, en una “Casa del Cielo” A Adrián y
a Claudia les duele más. Vieron tu máquina de coser y supieron que ya lo les
ibas a arreglar más sus ropitas.
Tengo
también, como ya viste, en nuestras reuniones, y ratos de copitas, un montón de
amigos dispuestos, esperando a echarme una mano en el momento que lo pida
(incluso sin pedirlo) Están muy pendientes de mi.
He
de hacerme una lista, (si, si, la pondré en el frigorífico, como me enseñaste a
hacer, para que mi mala cabeza tratara mejor de recordar las cosas) porque todo
el mundo, me está ofreciendo un hueco en su hogar, con el fin de ayudarme y
luego se me va a olvidar.
¡Es
que tú también, has dejado un lindo recuerdo, en sus corazones!
Como
verás, poquito a poco, lo vamos a conseguir.
Sé
que no me vas a dejar ni un momento, lo necesito.
¡Venga,
ya está bien, vamos a la tarea, que se nos va la mañana!
Te quiero.
Andrés
sábado, 11 de julio de 2020
Dies doloris
domingo, 28 de junio de 2020
Las brevas de Miguel
en su campo de labriego
tan buena en higos y brevas
que agasaja a medio pueblo.
¿Qué digo a medio? Al pueblo entero
y a algunos amigos gorrones
que a tal fin vienen a verlo
como golosos gorriones.
Higuera de brazos frondosa
en tierra de ajos y melones
la propia de una siesta de moscas
y de zánganos zumbones.
Tiene un ciruelo morado
y tiene otro amarillo
que adornan el sembrado
con bolas lirondas de brillo.
Y un nogal de verde frescor
cobijo de gatos juguetones
que corretean a su amor
a un viejo pony, hasta los cojones.
Un corral de gallinas ponedoras
de huevos gordos de plata
y canes de patas trepadoras
que un noble mastín aplaca.
Ni brevas ni chalet,
que sus gracias más preciadas
son su amada Inés
y su nieta, Alma nombrada.
martes, 23 de junio de 2020
Crónica de la 41ª Reunión - Grupo Madrid
jueves, 4 de junio de 2020
Veni Creator Spiritus
Accende lumen sensibus. En quinto curso de bachillerato, en vísperas de los exámenes finales en el instituto de san Fulgencio de Écija, donde los curas nos llevaban "por libre", va y me rompo la rótula de mi rodilla derecha jugando a la pelota en el patio de cemento. Tuve que ir escayolado. Y sin muletas. La foto lo atestigua. Mis amigos se turnaban para sostenerme en los paseos que dábamos por la plaza y por el bar Pirula entre exámenes. Aparte de las materias, me sabía casi todo el Veni Creator. Ilumina nuestros sentidos. Ese año saqué un porrón de matrículas de honor, y lo demás, sobresalientes. "¡Vaya con el cojo! -se admiraban algunos profesores hablando con nuestros curas-. Claro -les escuché al paso-, como esta gente no tiene desgaste sexual"...
Vitemus omne noxium, alejémonos de todo mal. La prudencia como guía de vida. Hay que reconocer que en este punto me he pasado, es verdad. ¡Demasiada prudencia! Yo no saltaba el muro de la huerta ni participaba en los teatrillos con las niñas de enfrente ni recuerdo haber ligado nada durante mis años de san Pelagio. Sólo estudio, liturgia, fútbol y paseos por la judería para bichear y así armar la imaginación por lo que pudiera soñar por la noche. Yo espabilé al mundo y a la vida en san Telmo. Eso creo.
Amén.