jueves, 3 de diciembre de 2020

Filosofía Cuántica a la sombra de un limonero enano

Adiós al 2020

El virus obliga a buscar soluciones sensatas, para garantizar un futuro más estable a las siguientes generaciones. 

A las cinco en punto de la tarde entrábamos en el piso, lo primero fue abrir la persiana de la terraza por donde enseguida entró a raudales la claridad del sol, al fondo se veía diáfana la plácida ladera serrana bajo un cielo azul luminoso, y más a la izquierda frente al templo expiatorio del Sagrado Corazón, la Torre Collserola.     

En la terraza, el verde de las plantas rodeaba un pequeño campo de batalla, en el que aun quedaban desperdigados algunos cuerpos inertes y mucha indumentaria militar. Una explosión habría levantado del suelo los restos de un fuerte, depositando sus enseres y armamento entre las plantas, y sobre las ramas de un pequeño limonero. 

Solo pude ver enteros un par de jinetes, que cabalgaban entre los matorrales al pie del enano árbol. Me quedé unos instantes contemplando los despojos de la batalla, tratando de imaginar el tipo de enemigo que arrasó la fortaleza, y que con una descomunal fuerza, lanzó sobre las macetas una parte de la empalizada, enganchando en las ramas del cítrico todos aquellos aperos, tablas, cajas y utensilios. 

Enseguida oí una voz que me dijo: Juan recoge los juguetes de los nietos antes de que vengan los del gas. Con calma me dispuse a cumplir aquella orden, cuando sobre las cabezas de los jinetes y la mía, pasó una rápida sombra que nos puso en alerta. 

En el comedor se oían las noticias de la TV, mientras mi mujer preparaba en la cocina la cafetera y unas tazas, fue entonces cuando los dos al unísono oímos dentro de la casa aquel zumbido apagado. Era un abejorro que parecía un helicóptero, iba muy tranquilo repasando los libros, y retratándolos con sus aplanados ojos. 

Un negro abejorro peludo que vimos con sorpresa desplazándose, oliendo todo con sus curiosas antenas. Seguro que buscaba algo para comer. 

Recuerdo que mi tío Luís un día me llevó a castrar sus colmenas, él trataba a las abejas con naturalidad, y con las manos desnudas las apartaba sin miedo. 

Decía que era un ganado muy inteligente, que podían distinguir entre las personas habituales que las cuidaban, y la mano de alguien que viniera a dañar la colmena.   

Con un trapo de cocina y sin brusquedad, me acerqué al abejorro espantándolo hacia la terraza, pero el bicho no hacía caso y se metía hacia el pasillo. Allí había menos luz y quizás por eso, el animal se fue bajando hasta el suelo en donde se posó muy despacio, luego comenzó a andar torpemente hacia las habitaciones. 

Yo aproveché la ocasión para lanzarle encima el trapo, el primer impulso que tuve fue el de pisarlo y tirarlo al cubo de la basura, pero recordé lo dicho por mi tío Luís de sus abejas. Sentí como un ruego interior de no hacerlo, ya que matar un ser inocente por un por si acaso, debe ser para la Naturaleza algo muy grave. Una tormenta que es mejor no despertar. Un ojo por ojo que a la larga se nos puede volver en contra. 

El abejorro quizás guiado por el olor, entró en el piso sin reparar en nada prospectando como hacen las abejas, y no para picar a nadie. 

Así que lo cogí envuelto en el trapo, y al pasar junto a la mujer le acerqué la mano a la cara, los dos oímos claramente un minúsculo chillido parecido a un grito de auxilio que emitía el abejorro. Estaba implorando por su vida intuyendo su final, al verse atrapado en la tela. Aquella angustia y su llamada de socorro, nos dio algo de lástima. 

En la terraza sacudí el trapo suavemente y de inmediato, el avispón apareció flotando en el aire muy nervioso ante la cara, parecía querer lanzarse sobre mi. Quieto agité el trapo para ahuyentarlo, y debió dar un par de vueltas alrededor como para orientarse, pero no quise dejarle entrar otra vez, o darle un golpe. Entonces él se fue hacia afuera, y haciendo un giro en el aire como saludando, decidió dentro de su cabeza metálica de insecto, que mejor era olvidarlo e irse. 

Salió disparado como una flecha, y en dos segundos desapareció de mi vista, volando en paralelo a lo largo del edificio. 

Mientras esperábamos a los técnicos del gas, en la TV se oían las últimas noticias. El virus avanzaba desbocado, contaminando cada día a más gente, en Europa ya se había superado la barrera del mínimo admisible, y el gobierno se estaba planteando volver al confinamiento anterior. Mientras salían imágenes de unos jóvenes irresponsables que se iban de fiesta, y de algunos manifestantes que reclamaban más libertad ante la policía, rompiendo el mobiliario urbano y saqueando los comercios. 

Esta sociedad en precario, se ha ido derivando hacia una mentalidad obsoleta, que no quiere aceptar la realidad de un virus, que nos está esquilmando. 

No somos de hierro, y nuestra frágil naturaleza la hemos de defender cada día a costa de un esfuerzo sanitario, con trabajo y disciplina social, como hacen las gentes de algunos países en otras latitudes. 

En los hospitales las UCI ya están llenas, y aumentan la cantidad de los fallecidos. Por eso no se entiende que mucha gente irresponsable se vaya de borrachera. Todos somos parte de la Naturaleza, y al igual que las plantas y animales, estamos sometidos al mismo proceso de selección. El ser Humano en el Planeta ante los virus y bacterias, no es diferente al resto de criaturas, animales o plantas. 

Aquel abejorro pudo picarme, pero como dijo mi tío Luís, debió intuir que yo no tenía mala intención, y por eso al final no lo hizo. Mirándolo de cerca volando ante mi cara, me pareció escuchar sus pensamientos en aquellos escasos segundos. Cualquiera tiene un mal día debió pensar el abejorro. Cuando en un momento dado y mientras él se iba paseando tranquilo entre las flores del limonero, llegó una torpe criatura que lo espantó hacia el interior de la vivienda, y allí después de acosarlo, lo agarró con un trapo y trató de asfixiarlo: Los Humanos están todos muy locos y son gente peligrosa. 

Las abejas y abejorros ya existían hace unos 80 millones de años, mucho antes de que apareciera la raza Humana, y sin embargo hoy se están extinguiendo. 

Por fin llegó el técnico que solicitó repasar los tubos del gas, ya más tranquilo después de ver marchar al abejorro, lo llevé hasta la cocina y mientras tanto, miré distraído los libros del comedor. Entre ellos descubrí el lomo de aquel delgado libreto de memorias, que en su día le regalé a los hijos. Allí estaban las fotos y recuerdos de la familia desde mi nacimiento, las imágenes de los años jóvenes, la mujer y los hijos. 

Me vi arando con la yunta los olivos en la sierra, o en la fragua del pueblo junto a Paco y Antonio, batiendo sincronizados con el mallo las solapas al rojo vivo soldadas a las rejas, bajo las órdenes de Juan el maestro herrero. 

Nunca pude imaginar que me cambiaría la vida aquel curso 1966/67, gracias al gesto de D. Antonio, el cura adjunto de la parroquia. Y de Dª. Carmen Muñoz una señora del pueblo, que de una forma altruista y gentil, se hizo cargo de pagar todo el gasto del curso en el Seminario Menor de los Ángeles. En aquel Internado pude completar lo aprendido en el pueblo, de la mano de aquellos superiores que me enseñaron además del Credo, latín, filosofía, ciencias y matemáticas. 

Mucho tiempo después pude repasar aquellas fotos como un viajero del tiempo, y revivir las etapas de este viaje, con la calma necesaria para ver el objetivo de esta historia en su tramo final. 

Las abejas siguen haciendo miel, y al igual que los abejorros no han roto un plato en su vida en 80 m/a. Las Criaturas Humanas que llevamos bastante menos tiempo, ya hemos hecho varias guerras mundiales, llegado a la Luna, y contaminado todo el Planeta. 

Con el Universo por descubrir, aun seguimos atascados en la disputa por cubrir el liderazgo de la manada, miopes ante el desafío del siguiente peldaño de la Historia, que no irá de fuerza bruta, sino de razón, inteligencia y valores morales. El Credo que nos enseñó Cristo desde la Cruz, ya nos mostró una alternativa al eterno enfrentamiento por el poder, en este enorme laboratorio autogestionado que es el Planeta: Un camino de compasión, solidaridad, inteligencia, afecto, integridad, y generosidad. 

Algunas pinceladas de poetas 

-Ser feliz es reconocer que vale la pena vivir la vida, a pesar de todos los desafíos, incomprensiones y períodos de crisis. Ser feliz no es una fatalidad del destino, sino una conquista para quien sabe viajar para adentro de su propio ser. 

Ser feliz es dejar de ser víctima de los problemas y volverse actor de su propia historia. 

-De vez en cuando hay que hacer una pausa. Contemplarse a sí mismo sin la fruición cotidiana. Examinar el pasado rubro por rubro, etapa por etapa, baldosa por baldosa. 

Y no llorarse las mentiras, sino cantarse las verdades. 

Mario Benedetti 

En estos pocos años que se pasaron volando, pude reunir junto a las lecciones que me dio la experiencia de la vida, algún consejo de personas sabias. En este fin del año 2020 

deseo a todos un mejor futuro, y un próspero Año Nuevo. 

Juan Martín

Barcelona, diciembre de 2020

lunes, 19 de octubre de 2020

17 de octubre del 64

 Me recordaba Salva por wassapt que el pasado día 17, anteayer, ha sido el 56 aniversario de nuestra entrada en los Ángeles. Yo sabía que fue en octubre, pero no hubiera sabido precisar tanto.

¡Qué lástima me doy viéndome ese día! Porque me veo. Me encontraba muy ilusionado, pero también muy asustado. Se iba  a cumplir, por una parte, mi deseo de irme al seminario, el de pertenecer, por fin, a esa casta superior que yo me había forjado en mi mente: ¡los seminaristas! Y por otra, el miedo, la angustia de separarme de mis padres y de mi abuela. ¡Con lo asustadizo que era!

No recuerdo mucho de ese día tan especial. Cuando me alabáis por mi memoria prodigiosa olvidáis que no todo es memoria. Muchas cosas de las que escribo son emociones y sentimientos que yo me supongo haberlas vivido tal como os las cuento. El fondo es verdadero, claro, pero muchos detalles son supuestos. Es como un cuadro viejo y apolillado que hay que restaurar. La masilla y el estuco los voy pegando a mi gusto. Pues eso. De ese día lo que más se me viene a la mente es la sensación de abandono, el verme solo y perdido en un mundo tan distinto y desconocido. Y la imagen, sobrecogedora todavía, de ver el autocar de Frasquito Gloria doblar la primera curva para abandonar el seminario con mis padres dentro... Al atardecer de ese primer día. De Palenciana fuimos tres: Manuel, Manolo y yo. Los tres éramos primos segundos. O terceros. Habíamos viajado en autocar desde mi pueblo. En Benamejí, supongo, recogimos a Manolo Estepa y a Paco Martín Artacho; y en Encinas Reales, a Pepín, a Prieto Ruiz y a Ruiz Bergillos. Con nuestros padres respectivos conformamos un grupo de veintitantas criaturas para completar un microbús. Así creo que fue. O que sería.

Creo que me pegué a Manolo, o él a mí, lo mismo da. Y paseamos por el patio central largo rato, hasta la hora de la cena quizás. Manuel, el otro seminarista de mi pueblo, era de segundo curso, ya tenía amigos y se fue por ahí. Manolo era compañero mío del mismo año de monaguillo, y amigo íntimo. Nacidos en la misma fecha y muy rozados de familia, nos entendíamos muy bien. En las tardes veraniegas, después de subir del río, nos aclarábamos el sudor en el patio enlosado de su casa con una manguera por ducha. Luego, hacíamos viznagas con los jazmines de sus arriates y los vendíamos por la calle a las mocitas. A perragorda el ramillete. Pero en el seminario, desde el primer día, habíamos quedado muy distanciados en nuestros respectivos dormitorios y en las mesas del comedor. Y en las clases. Él era Hurtado, grupo A, y yo, Rivera, grupo C. Eso me disgustó. Y daría pie más adelante a que tuviera que buscarme nuevos amigos. Recuerdo a mi padre porteando a hombros mi baúl, escaleras arriba, como lo hacía con los esportones de aceitunas. Y a mi madre, ordenándome la ropa en el pequeño armario empotrado al lado de mi cama, en san Tarsicio, el dormitorio más alto. Y la impresión tan agradable de las vistas al río, a la huerta y al "salto del fraile". Y los saludos tímidos a mis vecinos de cama, Rico Pérez, José Pablo, Jaime, José Luis... Creo que habíamos almorzado en el campo, cerca de la gran Cruz, camino de la fuente de los tres caños. Los de Palenciana, y Frasquito Gloria con nosotros. Seguro que mi madre llevaría tortilla de papas; Mari Gracia, un papelón con chorizo frito y jamón; y Mariquita, porra crúa (salmorejo de mi pueblo). Mi padre, el postre: dos buenos melones verrugosos. Hasta ahí, todo muy bien. Pero a las seis y media de la tarde el sol se escondió por detrás de uno de aquellos montes, y los coches empezaron a desfilar carretera arriba...

Y a pesar de mis pesares, esa primera noche la dormí de un tirón. Y las siguientes, también. He sido siempre de buen dormir. La buena conciencia, decía mi padre.

Revisando hoy las efemérides he comprobado un dato funesto para mis intereses: resulta que entre los que entramos en octubre del 64, hay tres muchachos nacidos el 11-11-52: Rafael Rico Pérez; Manuel Hurtado Rivera y yo. Rafael ha muerto hace unos días. Manolo, mi primo, murió en 1975, a sus 22 años, el pobre. Y quedo yo. ¡Lagarto, lagarto!

Hasta pronto, amigos.  

sábado, 10 de octubre de 2020

D.E.P. Rafael Rico Pérez

 

Rafael Rico Pérez había nacido en Priego de Córdoba el día 11 de noviembre de 1952. Ingresó en el Seminario Menor de Santa Mª de los Ángeles en el curso 1964/65. Ha fallecido en Sant Hilari Sacalm (Girona) el día 9 de octubre de 2020. Desde estas páginas nuestro recuerdo y pesar a sus familiares y amigos.



viernes, 2 de octubre de 2020

 

ÚLTIMA PARADA

 

 

A medio camino de la nada,

buscando escurridizas certezas desesperadamente,

atorado en un sueño de palabras que a sí mismas se inventan…

me pregunto cómo he llegado hasta aquí,

cómo emprendí este viaje alucinado,

dónde se fueron tantos seres queridos, tantas cosas…

Y, sobre todo, me pregunto qué haré,

ahora que las mentiras no me sirven de nada,

porque nadie me escucha

y la soledad arde en mi sien

como una pedrada inesperada…

Precisamente ahora,

cuando el trayecto está alcanzando ya su última parada.

 

 

                                                    

4 de septiembre de 2020

martes, 29 de septiembre de 2020

Hombre rico... en bondad

Hace pocas fechas nos ha dejado nuestro entrañable Antonio Molina Baena. Lo sabéis
.

Las cuestiones domésticas del Covid, el cuidado de mis nietos y mi ocupada escribanía en el otro blog me han distraído más de la cuenta a la hora de dedicarle una merecida despedida.

Desde que abandonó el seminario, quizás en sexto de bachiller, la mayoría de los que fuimos sus compañeros y amigos hemos tenido poco contacto con él. Su acentuada vocación y actividad financieras han divergido mucho de las ocupaciones y ocios de muchos de nosotros. Sus paisanos Joaquín Baena y Juan Ortiz, y Pepe Ruz, en los años de Facultad, han sido los amigos más rozados. Aún así, las escasas ocasiones en que nos hemos visto, tanto en grupo como de manera individual, han servido para comprobar la bondad y generosidad que atesoraba, así como el inmenso cariño que le evocaba cualquier asunto relacionado con el seminario.

Aquel chavalote, un hombre ya, que a sus veinte años preguntaba a don Antonio Jiménez si los indios nacían con las plumas puestas de serie, y que tanta hilaridad nos producía a los demás, chaveas de doce años, nos adelantó a todos como un Ferrari adelanta a un Seíllas. En diez años, completó el Bachiller y la licenciatura de Filosofía y Letras. Con una dedicación brutal al estudio, acortó cursos y consiguió convencer a los curas para seguir en el seminario pero desde su casa, como el teletrabajo de ahora. Y no solo eso, sino realizar también, de manera semipresencial, los últimos años de licenciatura en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma. Un talento de persona. En 1976, a sus treinta años, ya estaba dando clases de Filosofía en Puente Genil, su primer destino. En ese año, yo aún estudiaba cuarto de medicina. Una vez obtenida su plaza de profesor de secundaria y destinado en Priego, tan cerquita de su pueblo, brotó en él la fuente vivífica de su arrollador talento para las finanzas.

El emporio comercial y agrícola creado por él y sus hermanos en un pueblo perdido de la subbética, y con una procedencia familiar tan humilde, sería de mención en el Financial Times mismo, si ellos se lo hubiesen propuesto. Porque como genuinos alquimistas del negocio, han convertido en riqueza todo lo que han tocado. Pero no. La empresa familiar ha crecido de una manera apabullante, pero alejada del mundanal ruido, sin otro objetivo que crecer: comprando, cambiando e invirtiendo. Ningún guiño a la galería; ninguna vanidad artificiosa; ninguna propaganda. Y él, Antonio, el hermano mayor, ha sido el alma, el principal artífice. Con el mismo empeño con que obtuvo sus éxitos académicos se dedicó a la economía familiar. Y tocó todos los palos, todos los registros comerciales posibles en su pueblo: discoteca, pisos, olivos, gasolinera, albergue, bares... Y la estrella del negocio: el restaurante de la Estación. En una operación de alta escuela de estrategia, obtuvo todos los terrenos de la Estación permutándolos a pelo con el Ayuntamiento por el local del antiguo cine, de su propiedad, en el centro del pueblo. ¡Toma ya! Un genio. ¡Coño, que hasta chapurreaba japonés y chino para atender mejor a esos clientes tan fieles!

Y ha sido un hombre corriente. Nada de subírsele el dinero a la cabeza. Porque más que de billetes, ha presumido de trabajo. Sencillo y cariñoso, ha empleado tiempo de calidad a su familia: a su mujer, Mari Carmen, de quien se ufanaba de haberla dejado preñada en el viaje de novios; y a sus dos hijos, Antonio y Nicolás, dignos herederos de su afán. Y ahora empezaba el disfrute de sus nietos, como tantos otros de nosotros. "Esta magnífica huerta que acabo de comprar me va  a servir para agasajar a mis nietos y para descansar, por fin, un poco, que ya está bien" -me confesó con mucha ilusión la última vez que lo vi, hará unos seis meses. Lo encontré magnífico.

Pero no fue verdad. Ha seguido trabajando con el mismo coraje. No ha sido hombre de bajar los brazos. Nunca. Por lo que sé, se resintió del corazón. Ingresó en La Cruz Roja y le pusieron varios stents coronarios. Salió de alta un poco precipitada por su prisa, y debió de reingresar a los pocos días, ya para morirse.

He aquí, amigos, un hombre que ha muerto como ha vivido: dando el callo, trabajando hasta el último suspiro. Nada que objetar. Así es como él lo ha querido.

Que el Señor tenga en su gloria a este hombre bueno, generoso y trabajador, a quien todos nosotros seguimos queriendo, orgullosos de haberlo conocido y querido, como aquel muchachote inocente que ingresó en los Ángeles como un hermano mayor. 

viernes, 25 de septiembre de 2020

Día de Ntra. Sr. de La Mercé

HOY, 24 DE SEPTIEMBRE



 









La Merced.

El sonido de tu perfumen,

que convertía en sonrisa,

la quietud de tu alrededor;

huele y continúa bullendo.

Por eso, tu, y sólo tu, puedes llamarte,

¡Merche!

Andrés Osado

Córdoba, 24 de septiembre de 2020 


viernes, 11 de septiembre de 2020

Valorar en positivo las vivencias pasadas

La Pandemia actual, nos lleva a valorar en positivo las vivencias de otro tiempo ya pasado

Una cultura espiritual y humana.

La vida escolar en el Seminario, era muy parecida a la de otros colegios que conocí.

Tuvimos la suerte de contar con un equipo de jóvenes profesores, que nos enseñaban sin una mentalidad arcaica, como según se decía pasó en otras etapas anteriores.

Aun recuerdo algunos nombres: D. Gaspar Bustos que era nuestro Rector, D. Fco. Javier, D. Moisés, D. Pedro Antonio, D. José Mª Lucena, D. Juan, D. Manuel Cuenca, D. Carlos, D. Lorenzo, D. Emilio, D. Andrés, D. Manuel Hinojosa, D. Eduardo Mármol, D. José Delgado, D. Antonio Jiménez o D. Fco. de Paula.

Pido disculpas si se me ha olvidado algún nombre, ya son muchos años.

He de reconocer por mi parte, que siempre me sentí bien tratado por todos los superiores con los que compartí clases o tutorías, como es el caso de D. Moisés mi padrino en la confirmación, o mi director espiritual D. Lorenzo.

En los Ángeles los alumnos del primer curso, eran casi todos unos críos

En el patio sobretodo, se notaba la enorme distancia que separaba a los mayores de tercero y cuarto curso, del resto de alumnos más pequeños. Los chicos en el recreo no paraban, jugando a la pelota, al futbolín, o a cualquier cosa que supusiera gastar mucha energía. Los mayores más calmados se repartían en grupos, y salvo algunos deportistas natos incansables, el resto pasaba el recreo charlando o en actividades tranquilas.

Aquella separación se mantenía a lo largo de los años, un escalafón que marcaba no solo la edad, sino el nivel académico. En mi caso he de entonar el "Mea culpa", cuando pasé en el segundo año a tercero, y me olvidé de los compañeros del primer curso.

Ni siquiera mi mayor edad con respecto a ellos, justificaba que yo me alejara de quienes compartieron conmigo clases y pupitre. Ahora les pido disculpas por si alguno de ellos lee estas letras, quiero dejar constancia de lo mucho que me ayudaron a superar aquel curso, viéndome entre ellos como a una rara Avis.

Aquellas primeras enseñanzas bajo el techo de los Ángeles dejaron huella.

Sin darnos cuenta, aquel esquema de vida diario de misa, meditaciones, clases, estudio y rosarios al atardecer, nos fue dejando a los muchachos de pueblo que tuvimos la suerte de ser becados como seminaristas, una patina casi invisible que nos marcó un esquema vital, por el que íbamos a tamizar nuestro futuro a lo largo de la vida.

Recibíamos una formación superior a la media de los chicos de nuestros pueblos, y el mensaje del Evangelio: Amar al Dios Creador y al Prójimo, nos llegaba nítido.

Los principios y fundamentos de la Iglesia, quedaban perfectamente traducidos al nivel de la mentalidad de unos chicos de pueblo, para los que la vida nunca era fácil. Todos sabíamos bien lo que significaba el apego a la familia, el  trabajo en el campo, compartir con los hermanos, la disciplina en la escuela, o ayudar en casa. Ese era el horizonte que teníamos ante nosotros, antes de integrarnos en el mundo de los mayores.

Los contenidos de Fe, nos descubrieron otra visión de la vida.

Desde la Solidaridad con los demás, los fundamentos del Credo Cristiano justificaban y daban forma a todo nuestro trabajo de estudio y de preparación diaria, para en un futuro poder continuar la labor difusora del Evangelio que se nos enseñaba.

Era algo que nos quedaba implícito, como un denominador común que ya dábamos por sobreentendido. Pasaron rápidos los primeros cursos que para mí fueron de madurez, en los que gané autonomía personal, lucidez de pensamiento, y conocimientos.

La vida escolar en aquellos años

Aquella uniformidad educativa nos pulió la conducta, el lenguaje, la actitud personal, y las particulares formas, las rústicas maneras de los pueblos, que luego se nos fueron afinando. Aquel esquema formativo perduraría a lo largo de la vida como adultos. A la mayoría de los que pasamos por aquel centro, se nos quedó indeleble su recuerdo.

Quizás fue mucho tiempo después, cuando la jubilación nos devolvió a la lectura y a la vida con los nietos, que la memoria recuperó aquellos años junto al Bembézar. Ahora se le ve más sentido a aquella enseñanza, ante esta emergencia sanitaria y la necesidad de ejercer la responsabilidad social, que cada persona debemos demostrar.

 La modernidad ha banalizado los Valores Morales y Humanos.

Asusta ver la absoluta mercantilización de la vida alrededor de la moral, la escuela, el trabajo, el ocio, la vejez y el desarrollo de las personas en todos los niveles.

Todo está pensado para conseguir un rendimiento lucrativo inmediato a costa de la necesidad de vivir y crecer. Una carrera desde el mismo comienzo de nacer, devaluando el Respeto Mutuo, la Solidaridad, el Trabajo o la Enseñanza. Banalizando el Credo, la Familia, la Sociedad de hombres y mujeres, y el respeto por la Naturaleza.

Desde los primeros pasos, la vida en precario obliga por necesidad a las personas a tener que sobrevivir en el medio urbano con unos gastos enormes, perdiendo por el camino su dignidad y sus derechos. Observar el ejemplo de la Naturaleza y aprender de la Historia son temas que hoy no venden, la pandemia saca a flote todas nuestras carencias morales.

Nunca como ahora tantas familias arriesgaron la vida para irse a la aventura, en busca de un mejor futuro para sus hijos, esperando encontrar estabilidad, respeto y trabajo.

El miedo nos hará ser más prudentes que la Fe, las Leyes, la Doctrina o la Cultura

El virus nos hace reflexionar ante las calles vacías y los comercios cerrados, repasando las cifras de las víctimas, como si fuera un parte de guerra contra un enemigo invisible, que a nivel nacional o mundial ataca y destruye esta sociedad materialista.

El mundo al revés, parece que la Inteligencia de la sostenibilidad del Planeta se defiende contra la contaminación humana que arrasa lo que toca, con la desenfrenada actividad del consumo, el dispendio y el despilfarro, mientras mucha gente no tiene futuro.

Los únicos seres poseedores de un cerebro lúcido que un día les sacó de las cavernas, son los Humanos. Inventaron la rueda, la escritura, la cultura y el comercio.

Una Civilización moderna capaz de llegar a la Luna. Que convencidos de ser los dueños de todo lo que existe, se obsesionaron con el poder y el lucro, arriesgando la vida en el Planeta contaminando con basura la Tierra, el Aire y el Mar.

Una Vida terrestre que lleva cientos de millones de años evolucionando, sin que nunca en ese tiempo ningún árbol, animal, insecto, virus o bacteria destruyera el medio ambiente. Un conjunto autosostenible, que obedeciendo el mandato único de la Vida a partir de la materia, el Sol, el agua y el oxigeno, evolucionó hasta este presente que el insolente ser Humano, se está encargando de destruir.

La realidad actual nos pone bien a las claras ante la evidencia de calibrar, lo débiles y pequeños que somos como Criaturas, y como Civilización.

Una raza humana que sigue caminando sobre la superficie de la Tierra, desde hace cientos de miles de años, como han hecho otras especies. Un plan de Vida Universal, que supera de largo cualquier invento terrenal.

Todos somos hijos de la Naturaleza y herederos para bien o para mal del destino del Planeta, un ecosistema que es autosostenible, que viaja por el Cosmos como una gran nave espacial, y que mientras siga equilibrado nos garantizará su protección y el alimento.

La mayor sutileza de la Vida es la capacidad de razonar, la pandemia nos ha hecho ver todas las carencias y contradicciones de la Raza Humana. Se emiten doctrinas, leyes, y normas morales, para luego justificar con argumentos de mercadillo acciones, que justo van en contra de todo lo promulgado, como la dignidad, el respeto por la vida, y el más elemental sentido común.                                                                                                          

Juan Martín

miércoles, 15 de julio de 2020

Merche, mi gran Amor


A MERCHE

           

            Estás donde tú creías. Te tengo, donde yo creo tenerte.

            Hola Merche, buenos días, vamos a empezar la tarea de un nuevo día.

            ¿Sabes una cosa?  ¡Ya no me va a gustar tanto el número ocho, tal y como pasaba anteriormente!  Como recordarás, era porque lo tenía en la ropa del Seminario, pero partida doble. A veces coincidía con otras cosillas sin importancia ¡Pero esta vez, ha sido distinto!

            He visto como, a las dos cuarenta y cinco de la madrugada, te dormías con esa paz de siempre. Y te colocabas, también para siempre, unida a mi corazón. En un indeseable día ocho. Perdona que le diga indeseable. Yo, a pesar de todo, te prefiero viva, alegre, “polvorilla” te siento unida a mi, de otra forma. A esta nueva forma de tenerte, he de acostumbrarme. Duele mucho. Aunque me estás ayudando, como siempre. “Mi secretaria preferida” como tantas veces te decía al enmendar mis despistes. Se que vamos a ser felices. Perdona si mis lágrimas, a veces, no lo demuestren.

            Nuestros hijos y nuestros nietos están siempre pendiente de mí, por eso no te preocupes. La familia igual. Esto ayuda mucho a sobrellevar los momentos de tristeza. La peque, Alba, otra polvorilla como tú, a su forma, no para de mencionarte. Te ha colocado, en su infantil forma de sentirte, en una “Casa del Cielo” A Adrián y a Claudia les duele más. Vieron tu máquina de coser y supieron que ya lo les ibas a arreglar más sus ropitas.

            Tengo también, como ya viste, en nuestras reuniones, y ratos de copitas, un montón de amigos dispuestos, esperando a echarme una mano en el momento que lo pida (incluso sin pedirlo) Están muy pendientes de mi.

            He de hacerme una lista, (si, si, la pondré en el frigorífico, como me enseñaste a hacer, para que mi mala cabeza tratara mejor de recordar las cosas) porque todo el mundo, me está ofreciendo un hueco en su hogar, con el fin de ayudarme y luego se me va a olvidar.

            ¡Es que tú también, has dejado un lindo recuerdo, en sus corazones!

            Como verás, poquito a poco, lo vamos a conseguir.

            Sé que no me vas a dejar ni un momento, lo necesito.

            ¡Venga, ya está bien, vamos a la tarea, que se nos va la mañana!

            Te quiero.

            Andrés

sábado, 11 de julio de 2020

Dies doloris

Días de dolor y pesadumbre éstos que han sido y lo seguirán siendo para nuestro querido Andrés Osado; de ánimo desolado y alma resquebrajada; de impotencia y resignación forzosa. De despedir para siempre a una mujer como su Merche, el timón de su vida. Nadie se prepara para una tesitura similar. Y deberíais hacerlo: aprender a aguantar con estoicismo y buen karma la pérdida de la persona que más os quiere, la que os escogió para compartir con vosotros el resto de vuestras vidas, la madre de vuestros hijos. Como lo ha sido Merche, la entregada esposa. Me excluyo a conciencia porque, gracias a Dios, yo no tendré que deglutir ese trago tan amargo. Se lo endosaré a la Peque. Eso creo.


Necesariamente, el cariño y la devoción hacia sus nietos (el sevillanito y las dos cordobesitas) ha de ser ahora el principal bálsamo aliviador para Andrés. Pero debe conocer también que sus amigos permanecemos al acecho para ofrecer oraciones, los creyentes; energía cósmica rebosante, los descreídos; y todos, el cariño incondicional capaz de sacar de ese pozo de tristeza al Andrés más jovial y osado, y de darle otra vez voz y pluma -me refiero a la de escribir- a nuestro insigne y bien amado cronista. ¡Andrés, te queremos!


¡Que así sea!

domingo, 28 de junio de 2020

Las brevas de Miguel

Tiene Miguel una higuera
en su campo de labriego
tan buena en higos y brevas
que agasaja a medio pueblo.

¿Qué digo a medio? Al pueblo entero
y a algunos amigos gorrones
que a tal fin vienen a verlo
como golosos gorriones.

Higuera de brazos frondosa
en tierra de ajos y melones
la propia de una siesta de moscas
y de zánganos zumbones.

Tiene un ciruelo morado
y tiene otro amarillo
que adornan el sembrado
con bolas lirondas de brillo.

Y un nogal de verde frescor
cobijo de gatos juguetones
que corretean a su amor
a un viejo pony, hasta los cojones.

Un corral de gallinas ponedoras
de huevos gordos de plata
y canes de patas trepadoras
que un noble mastín aplaca.

Ni brevas ni chalet,
que sus gracias más preciadas
son su amada Inés
y su nieta, Alma nombrada.

martes, 23 de junio de 2020

Crónica de la 41ª Reunión - Grupo Madrid

En casa de Antonio López Arenas 
Madrid, 21 de junio de 2020 
 
El pasado día 22 de febrero fue la última reunión que tuvimos en Casa Pepe. La siguiente se fijó para el 21 de marzo. ¡Quién nos iba a decir que estaríamos cuatro meses sin vernos! Un maldito virus chino ha sido capaz de cambiarnos la vida a todos. 

Por eso el evento de ayer fue tan especial. Con el estado de alarma no teníamos programado nada. Todo se montó en dos días. Victoriano, nuestro Comandante en Jefe, que por cierto hoy cumple cuatro meses de su nombramiento, parece ser que tuvo que ir a casa de Antonio López por aceite ¿?. Todos sabemos que su amigo Artemio se jubiló y ahora, Víctor, tiene problemas para adquirir el “fármaco”. ¡Bueno admitamos al tiburón blanco como animal de compañía! Lo cierto es que de aquella visita salió esta otra. 

La hora de la cita quedó fijada para las 13,00 horas. Cuando llegué me encontré a Victoriano aparcando su coche de forma dubitativa. Salimos de los vehículos con los “bozales” puestos y nos dimos los codazos de rigor. ¡Qué ridículo encuentro este saludo! ¡Dónde se ponga los palmotazos… ! 

Cuando accedimos al palacete, Antonio lo tenía todo preparado. A este tío no le cogen la vez ni diez abueletes para pinchar la sombrilla en las playas de Torrevieja. Enseguida llegaron Paco y Vale. Manolo y Manuela llegaron más tarde porque se tiraron por la M-50 y tuvieron que desandar el camino. 

Cuando estábamos todos, me quedé observando a nuestras chicas y saqué la conclusión de que estaba ante un harén musulmán, con sus rostros vedados y todo. ¡Cuánto le favorecen lucir sus ojazos! Después del “saludo covid”, Consuelo tardó algo más de dos segundos en sumergirse en la amplia piscina; parecía una sirena surcando las límpidas aguas. Manuela no tardó en hacerle compañía. En tierra, el grupo empezaba a dar buena cuenta de las gambas, langostinos, aceitunas de Antonio, cosecha propia, regado todo con buenos caldos. Estábamos poniendo a punto nuestros delicados estómagos para hacerlos receptivos a los choricitos, panceta y delicados secretos que el Jurado había adquirido en su tienda habitual. Estaba todo perfectamente estudiado: Victoriano se encargó del pan, bebida, etc., y el Manolín de la carne. Antonio, como extraordinario anfitrión, estuvo siempre atento al quite para que no faltara ni gloria, sorprendiéndonos con un magnífico sorbete, bombones y un postre filipino. 

Ante estas exquisiteces, preparadas y servidas con tanto amor por nuestro chef Jurado, pronto nos pusimos al día de nuestras cosas durante las semanas de confinamiento. La conversación transcurrió amena, sincera y fluida. En esta ocasión se habló menos del Seminario y más de nuestras preocupaciones ante la problemática que nos ha tocado vivir. Antonio, Manuel y Paco también emularon a las chicas, dándose un baño. Victoriano y yo, como socorristas, estuvimos pendientes en todo momento de los bañistas, asumiendo la responsabilidad de un hipotético salvamento. Durante la larga sobremesa, se alargó hasta la cena, estuvimos tocando temas tan importantes como la religión y la política. Una vez más demostramos que, con respeto y empatía, se pueda hablar de todo. Esa es la grandeza de las personas: saber escuchar y respetar las ideas del otro aunque no converjan con las nuestras. Por suerte, nadie es dueño absoluta de la verdad. 

Pasamos un día extraordinario. Nos encontramos como en nuestra propia casa porque Antonio tiene la virtud de darse por completo. ¡Y eso te llega a lo más hondo! Gracias, amigo, por demostrarnos una vez más tu generosa amistad. 

Eran más de las diez de la noche cuando cogimos rumbo a nuestras casas. No quiero despedirme sin felicitar a Victoriano por su cuarto mes de mandato y, sobre todo, a Manolito Jurado por su entrega incondicional en los fogones. Tendríamos que ir pensando en comprarle un delantal y un gorro de cocinero para protegerle los parietales. 

Y nada más. Dejaremos pasar el verano para embestir con bravura a una nueva cita. Hasta entonces, 

Paz y bien.

Antonio Estepa Romero

jueves, 4 de junio de 2020

Veni Creator Spiritus

Días atrás, mi amigo Joaquín me envió por wassapt un vídeo con la música y partitura del "Veni Creator..." Oye, me emocioné. Pancosadas de los viejos. Nostalgia de mis frustrados tiempos cantores, yo, que aspiraba al coro del Los Ángeles, del que don Manuel me privó. "Lo tuyo, Filiberto, es el latín...", va y me despacha el sioputa al primer gorgorito. Le guardo cariño a pesar de ello. Era un cura joven recién destetado de san Pelagio, un muchacho muy delgado y largirucho, de pómulos salidos y gafas oscuras. Creó el coro de la capilla, la rondalla de bandurrias y guitarras, nos enseñó a leer las corcheas, a nadar y a jugar a la pelota con la sotana remangada, el encargado de cualquier acto cultural o recreativo en aquel paraje perdido. Cantábamos el "Veni Creator" en los actos de inauguración de los cursos sucesivos, y en la misa de Pentecostés, aparte de las escaramuzas previas a los exámenes.

Mentes tuorum visita. Esta primera estrofa la conocíamos todos por lo de que el Espíritu Santo visitara las mentes, sobre todo las de aquellos negados que no habían estudiado lo suficiente. Era una coplilla suelta, incompleta y recurrente en los finales de trimestre y de curso. Un son monótono y siempre inacabado -por ignorado- en el autocar para Écija, y que enseguida sustituíamos por el de "Para ser conductor de primera" o el de "Los gallos cantan al día", mucho más divertidos. Y don José Delgado, con su sorna habitual, blandiendo al aire su cadenita: "Os acordáis de santa Bárbara ahora que truena, eh! Menos cánticos y más estudiar, so bodoques, que eso es lo que sois, unos gaznápiros...". Era así de delicado don José. A mí me funcionaba lo del Veni Creator. O quizá fuera que me lo había estudiado todo, y no como aquellos amigos míos que, ya en Córdoba, solo pensaban en saltarse la tapia de la huerta para salir a ligar. Pero, ahora que lo piensa uno mejor, daos cuenta que el canto dice "tuorum", o sea, pedimos al Espíritu Santo que visite las mentes "de los tuyos", no las de cualquier paisano, no; no te confundas, Espíritu Santo, a los de Écija, no; sólo a los tuyos. Y los tuyos somos nosotros, eh! Nosotros, que te rezamos, que comulgamos cada día y que, aunque  te imaginamos como un vulgar palomo de los tejados porque así nos lo han enseñado nuestros superiores, sabemos de sobra que tú eres la principal persona del Dios trino, porque tus alas ligeras representan la sabiduría, la libertad de pensamiento, la chispa, el soplo divino, éso, éso, el soplo, ése que tanta falta nos va a hacer dentro de nada en la sala de los exámenes... Imple superna gratia.

Accende lumen sensibus. En quinto curso de bachillerato, en vísperas de los exámenes finales en el instituto de san Fulgencio de Écija, donde los curas nos llevaban "por libre", va y me rompo la rótula de mi rodilla derecha jugando a la pelota en el patio de cemento. Tuve que ir escayolado. Y sin muletas. La foto lo atestigua. Mis amigos se turnaban para sostenerme en los paseos que dábamos por la plaza y por el bar Pirula entre exámenes. Aparte de las materias, me sabía casi todo el Veni Creator. Ilumina nuestros sentidos. Ese año saqué un porrón de matrículas de honor, y lo demás, sobresalientes. "¡Vaya con el cojo! -se admiraban algunos profesores hablando con nuestros curas-. Claro -les escuché al paso-,  como esta gente no tiene desgaste sexual"...
Y yo pensaba: "Que os lo creeréis vosotros ¡con uno bueno habéis dado!"... Infirma nostri córporis virtute... Ahí nos falló el Espíritu. La carne nos fue débil. Se esfumó nuestra virtud por las ventanas tan mundanas de nuestro dormitorio.

Infunde amorem cordibus. No es, como pretendía Rafa Marín, que nos infundiera amor a los cordobeses (y no a los ecijanos), sino disponer de un corazón amoroso. Y en eso todos cumplimos bien. Mis amigos paseaban mi cojera por Écija, y yo me dejaba copiar por ellos, con todo lo cagao que he sido siempre para esas cosas. Y para otras...Y ese amor, como gran legado de amistad, persiste aún después de más de cincuenta años. Ahí es nada. 

Vitemus omne noxium, alejémonos de todo mal. La prudencia como guía de vida. Hay que reconocer que en este punto me he pasado, es verdad. ¡Demasiada prudencia! Yo no saltaba el muro de la huerta ni participaba en los teatrillos con las niñas de enfrente ni recuerdo haber ligado nada durante mis años de san Pelagio. Sólo estudio, liturgia, fútbol y paseos por la judería para bichear y así armar la imaginación por lo que pudiera soñar por la noche. Yo espabilé al mundo y a la vida en san Telmo. Eso creo.

Y todo ello, in saeculorum saecula.

Amén.